Confesiones de una jovencita viciosa (8)
¿Queréis conocer a mi amiga Vanesa?
¿Os he hablado de mi amiga Vanesa? Es una gran amiga mía. Quedamos mucho para tomar café y a veces voy a su casa para tomar una copa y hablar de ropa, hombres, ya sabéis, cosas de mujeres. Es muy guapa, es bastante alta y delgada, con un pelo negro y liso maravilloso, y un cuerpo envidiable. Tiene las piernas largas, y dos pechos grandes pero sin exagerar, en realidad son como dos grandes manzanas, coronadas por dos pezones muy duritos. Es casi tan provocativa como yo vistiendo, y tendríais que ver cómo se la quedan mirando los hombres por la calle. Su culo es respingón y..ah, se me olvidaba deciros una cosa, en realidad su nombre no es Vanesa, pero es que en realidad ella no es exactamente una mujer. Vanesa es un travesti. Pero un travesti con clase, espectacular, y os aseguro que a simple vista no notaríais la diferencia. Pero desnuda sí tiene un pequeño detalle que la diferencia de las demás mujeres, bueno, en realidad no es pequeño, es más bien grande, y le cuelga de donde debería tener su coñito. Dice que con el tiempo acabará operándose totalmente, y pasará de travesti a transexual, o a mujer completa, no entiendo muy bien la diferencia entre todos esos términos, y eso que ella me lo ha explicado un montón de veces, y se enfada cuando me confundo de nombre; pero a mí me gusta tal como está ahora, como una mujer espectacular con una polla bien dotada, es como tener lo mejor de las dos partes en una sola persona.
Como os decía, somos muy buenas amigas, pero las cosas nunca habían pasado de ahí. No tengo prejuicios de ningún tipo, simplemente no había surgido la ocasión. Y a mí tampoco se me había ocurrido nunca cómo sería hacerlo con un travesti. Hasta cierto día.
Su piso es pequeño pero muy bonito y luminoso, y lo tiene decorado con mucho gusto. Vanesa es prostituta de lujo, trabaja para una agencia y gana mucho dinero. Acompaña a altos ejecutivos y gente con mucho dinero, y me ha dicho que entre su lista de clientes fijos hay más de un famoso. Me da envidia la vida que lleva, ella me ha propuesto en alguna ocasión llevarme a la agencia, me ha dicho que es muy seria y formal, nada que ver con los puticlubs vulgares del centro de la ciudad. La he dicho que lo pensaría.
Hace muy pocos días estaba una tarde en su casa, tomando un vaso de vino y contándonos la vida, hacía algún tiempo que no nos veíamos. Hacía calor estos días, y yo llevaba un ligero vestido veraniego de tirantes y unas sandalias; Vanesa me había recibido descalza, solo vestida con unas braguitas y una camiseta larga. Estábamos sentadas en el sofá charlando muy a gusto, y sin querer me fijé en su entrepierna. La camiseta se le había subido un poco y podía verla las bragas, y el bulto que se insinuaba en ellas. No sé porqué, pero me excitó esa imagen. Y ella lo notó. Prefiere hacerlo con hombres, pero no le importa en absoluto acostarse con una mujer si le atrae. Teníamos una relación de amistad muy buena, y nos lo contábamos todo, ella sabía muchos secretos míos, y yo suyos; yo la había visto desnuda alguna vez en su casa, mientras se cambiaba, por ejemplo, y nunca nos habíamos sentido incómodas ni excitadas. Pero esa tarde
Ella me miró y notó mi turbación. Me miró el escote y las tetas descaradamente y se relamió pícaramente. Me dijo algo que ya me había dicho varias veces, que era muy atractiva. Sé que me has dicho alguna vez que nunca lo has hecho con alguien como yo, pero dime ¿te gustaría probar? Y según dijo esto se acercó más a mí, y puso una mano sobre mi muslo. En ese momento me di cuenta que quería follar con ella, realmente lo deseaba, así que la miré insinuante y la dejé que me acariciara. Su mano empezó a subir por mi muslo y se metió bajo mi vestido. Cuando llegó a mis braguitas y rozó mi rajita, no pude evitar soltar un pequeño gemido, más por anticipación de lo iba a pasar. Se arrimó a mí y me besó suavemente en los labios. Cerré los ojos y fui incapaz de distinguir si me había besado un hombre o una mujer.
Entonces se levantó e hizo lo mismo conmigo. Quedamos las dos frente a frente. Me bajó los tirantes del vestido y lo dejó caer a mis pies. Tocó mis pechos con sus manos y me besó en la boca, pero ahora con más pasión, con las bocas abiertas y nuestras lenguas entrelazadas. Mientras, me tocaba el cuerpo, una mano acariciaba mis nalgas y otra mis pecho. Bajó la cabeza y me los besó, me los lamió, entreteniéndose todo el tiempo que quiso en mis pezones. Ahora sí empecé a gemir porque estaba realmente excitada, su lengua hacía maravillas alternativamente en mi boca y en mis pezones. Se quitó la camiseta y sus preciosas tetas quedaron a la vista delante de mí. Me incliné un poco y se las chupé. Eran deliciosas, debía haberse bañado poco antes de llegar yo y su piel sabía y olía a frutas. Me levantó la cara y volvió a besarme. Sus manos bajaron por mi piel y me bajó las braguitas. Sus dedos empezaron a explorar mi raja, humedeciéndola en pocos segundos. Yo no paraba de mirar su cuerpo y su cara, eran perfectos, pero sobre todo miraba sus braguitas, y ese bulto que me estaba volviendo loca. No pude contenerme más y se lo acaricié. Era lo que ella había estado esperando. Me acariciaba las tetas mientras me sonreía y sus ojos me suplicaban que le acariciara el paquete.
Era tan excitante, tan extraño, acariciarle el paquete a una mujer. Notaba su polla bajo el nylon, inquieta, palpitando. La bajé las braguitas y descubrí su polla; grande, morena, totalmente depilada alrededor, lo que me pareció muy curioso, acostumbrada a las pollas peludas de los hombres; me agaché y se la besé. Se la chupé como haría con un hombre, solo que los gemidos que oía tenían un tono diferente. Lo disfruté chupándosela, lo hice lo mejor que supe, lamiendo su tronco, sus huevos, metiéndomela entera en la boca. Tenía una polla estupenda, y se había puesto durísima gracias a mi boca y mi lengua. Me levanté, me cogió por la cintura y me llevó a su habitación. Me tumbé en la cama y ella se echó sobre mí, besando y acariciando mi cuerpo; y, como haría cualquier hombre, me penetró y me folló tumbada sobre mí. Sentir su polla dentro de mí fue maravilloso, pero ver sus tetas y su cara al mismo tiempo, sobre mí fue una de las cosas más morbosas que había hecho hasta entonces. Se irguió y cogió mis piernas con las manos, separándolas, y siguió follándome; las apoyó sobre sus hombros y sentí toda la fuerza de su ímpetu. Su miembro entraba y salía de mi coño con fuerza, pero a la vez era delicada, era la fusión perfecta entre un hombre y una mujer. Consiguió que me corriera, pero ella supo contenerse muy bien, y siguió empujando mientras mi coño se llenaba de fluidos y yo jadeaba histérica y me agarraba las tetas. Creo recordar que consiguió que me corriera dos veces seguidas, antes de sacármela y cambiar de postura.
Me puse a cuatro patas y me dijo que me iba a follar como a un hombre; como les gusta a sus clientes y amantes, sintiendo la polla de una mujer penetrando sus culos. Se colocó detrás de mí y empezó a introducírmela, lentamente, para que sintiera cómo avanzaba dentro de mí. Yo gemía de placer y me agarraba a la almohada, diciéndola que siguiera, que no parara, que me follara, que era maravillosa. Me la metió hasta el fondo y empezó a meterla y sacarla con golpes secos, golpeando mis nalgas con su cuerpo en cada envestida. Era una experta, sabía perfectamente qué ritmo llevar en cada momento, controlar su eyaculación y la de los demás. Era simplemente fantástica.
Aumentó más y más el ritmo. Yo me pajeaba con furia el coño mientras ella me animaba, diciéndome lo cachonda que estaba por poder follarme, que le volvía loca mi cuerpo, y que quería romperme el culo como a la puta que era. No lo aguanté más y me volví a correr, jadeando y gritando completamente fuera de mí. Ella también llegó al clímax, pero se sacó la polla y eyaculó sobre mis nalgas y mi espalda. Sentí cómo su leche cálida mojaba mi piel, oyendo sus jadeos y gemidos según me la echaba toda. Cuando terminó me la extendió con la mano, nos tumbamos las dos juntas para descansar y me dio su mano para que la chupara. Estuvimos así un rato, hasta que decidimos ir a ducharnos. Creo que mi relación con Vanesa acaba de dar un cambio radical y de lo más excitante.