Confesiones de una jovencita viciosa (7)

Después de probar la calle como una puta más, decidí probar algo más fuerte...

La experiencia que tuve en la calle haciéndome pasar por prostituta y que habréis leído en algún otro capítulo de mis confesiones me hizo pensar en eso durante mucho tiempo. El hecho de ser follada y humillada por un desconocido y que luego me pagara me excitaba hasta extremos que no podía imaginar. Que me metieran mano en el metro o que me follara alguien al que había conocido en una disco era una cosa, pero esto era diferente, era como cruzar una línea, hacerlo más salvaje todavía. Así que después de darle muchas vueltas decidí hablar con una amiga mía que trabaja en un puticlub de las afueras de la ciudad para que me aconsejara, y me dio las señas de un puticlub del centro al que podía ir. Lo tenía decidido, quería probar e intentar trabajar en uno de esos puticlubs que son como bares con chicas que se sientan a tomar una copa con los clientes y si los convencen se van a follar con ellos a las habitaciones del fondo; la idea me excitaba muchísimo. Y además podía ganar bastante dinero.

Llamé al número que me consiguió mi amiga y me dijeron que me pasara esa misma tarde para una entrevista. Me preparé bien: un top amarillo para realzar bien mis tetas, sin sujetador, una minifalda finita y ajustada de color blanco, un tanga negro y unas sandalias de tacón muy alto; además me peiné bien y me maquillé mucho. Estaba echa un putón de mucho cuidado. Camino del puticlub los hombres me desnudaban con la mirada y las mujeres me miraban con envidia y pensando lo puta que era.

Llegué al puticlub y me hicieron pasar a un pequeño despacho en el fondo del local. El local no estaba mal: había una barra muy larga con una camarera joven y guapa con unas tetas enormes sirviendo las bebidas, algunos taburetes y unos silloncitos pegados a la pared; pasada la barra había una sala alargada con más silloncitos y mesitas pero dispuestos de una manera mucho más íntima; hacía calor y el sitio estaba en semipenumbra, para dar un ambiente más reservado y sensual, me gustó. A esa hora no había casi clientes, y sólo dos o tres chicas estaban sentadas en los sillones: chicas jóvenes, con cuerpos explosivos y ropas muy provocativas, típicas de puta.

Al entrar en el despacho se presentó un hombre joven, de unos 30 y pico, me dio dos beso y me dijo que me sentara. Él se sentó tras su mesa y empezó la entrevista:

- Veo que eres mayor de edad, eso está bien, no queremos problemas con la poli, pero das el pego como una menor y eso es perfecto, a muchos de nuestros clientes les gustan muy jovencitas, tipo colegiala; dime ¿por qué quieres trabajar aquí?

-Voy a ser sincera, me gusta follar pero no lo había hecho nunca hasta ahora cobrando y quiero probar.

-Me parece muy bien. Y se levantó y se apoyó en el borde de la mesa justo delante de mí. Si trabajas aquí tendrás que hacerlo con cualquier cliente y hacer todo lo que él quiera.

-Por supuesto.

-Quizá hacerlo con mujeres, ¿algún problema con eso?

-Ninguno.

-Estupendo. Se incorporó y empezó a pasear por el despacho hasta situarse justo detrás de mí. Comprenderás que tengo que hacerte algunas pruebas para comprobar tus habilidades. Y mientras decía esto empezó a acariciarme un pecho por encima del top. Se entretuvo pellizcándome el pezón. Luego metió las dos manos dentro del top y me los siguió tocando. Sus manos eran suaves y me los apretaba con fuerza, me las sacó fuera del top, se agachó y les dio unos lametazos a los pezones.

- Tienes unas tetas estupendas. A los clientes les suelen gustar las chicas con tetas grandes como tú.

Se volvió a apoyar en la mesa delante de mí y me dijo que me subiera la falda y me quitara las bragas, que quería verme el coño. Lo hice y le pasé mi tanga. – Me gusta el tipo de ropa que llevas.

Me lo observó y dio su aprobación; me gusta llevarlo depilado y eso siempre pone más a los hombres. Entonces se apretó el paquete con un a mano y me dijo: -Ahora vamos a ver qué es lo que sabes hacer con una polla. Yo seguía sentada, así que tenía su polla justo a la altura de la cara, me incliné y empecé a tocarle la entrepierna mientras le miraba a los ojos y me mordisqueaba los labios; le besé la entrepierna, notando cómo su polla crecía dentro del pantalón; le bajé la cremallera y metí la mano dentro para acariciársela por encima del slip; le desabroché el pantalón y se lo bajé y empecé a chuparle el slip; cuando tuvo la polla bien grande se lo bajé y empecé a pajearle la polla con una mano y con la otra le acariciaba el interior de los muslos. Tenía una buena polla, carnosa y sonrosada, y estaba deseando metérmela en la boca, pero primero se la repasé con la lengua, arriba y abajo del tronco. Cuando me la metí en la boca soltó un jadeo profundo, y empecé a chupársela.

-La chupas muy bien para no ser una profesional, además deberás acostumbrarte a que los clientes te insulten y te digan guarradas mientras te follan, ¿de acuerdo, puta? Yo asentí con la cabeza y seguí chupándosela.

En ese momento se abrió la puerta y entró uno de los porteros que había en la entrada del local para evitar problemas, un tipo enorme, todo músculos. -¿ Pero qué es esto? Preguntó sorprendido y sonriendo. – Un chica nueva que está pasando una prueba para trabajar aquí. Yo no podía verle ni responder porque seguía con la boca llena. El de seguridad se acercó por detrás y me agarró las tetas que me apretó con fuerza, haciéndome daño. Mi futuro jefe se excitó viendo aquello y empezó a follarme con fuerza la boca con su polla hasta que se corrió dentro de mí. Me dijo que me lo tragara todo y que me levantara y me quitara la falda; el portero se había bajado los pantalones y se había sentado en la silla, me agarró por la cintura, me dio la vuelta y me hizo sentarme encima de él; me entró la polla de un solo golpe y por un momento creí que su polla me había reventado por dentro: era gigantesca, era como tener clavada dentro la pata de una mesa; empecé a gritar de dolor y de placer, hasta que me fui acostumbrando poco a poco a tener ese enorme pedazo de carne dentro de mí. Pero entonces me hizo levantar y me apoyó en la mesa de espaldas a él; me abrió las piernas y me la volvió a meter. Me folló con furia hasta que se corrió dentro de mí.

Se separó de mí y aún con semen resbalándome por las piernas el jefe ocupó su lugar y me la metió. Me folló igual que el otro, aunque al menos su polla no era tan grande, y ahora pude disfrutarlo un poco más. Cuando por fin se corrió me hizo arrodillarme para limpiarle la polla; el portero también quería, y cuando terminé con su jefe se la lamí y limpié a él. Cuando terminaron los dos quedé agotada en el suelo, limpiándome el semen que me caía por la barbilla.

-¿Qué te ha parecido? ¿Crees que vale? Le dijo el jefe al portero con una sonrisa guiñándole un ojo.

Me vestí y me dijeron que estaba contratada, que podía empezar al día siguiente y llamó a una de las chicas para que me llevara a limpiarme y me enseñara el local.

Apareció una chica rubia, mayor que yo, con un vestidito muy corto de tirantes y zapatos de plataforma y unas tetas muy grandes. Me acompañó primero a un servicio para que me lavara y después a uno de los vestuarios de las chicas, una habitación pequeña con una cama y armarios para la ropa y otros objetos de las chicas.

-Aquí es donde descansamos y guardamos nuestras cosas, estas son las mías, puedes probarte todo lo que quieras. Me enseñó una camiseta muy corta muy bonita y me preguntó si quería probármela, acepté. – Aquí también venimos cuando queremos relajarnos entre nosotras . Y mientras me decía esto me ayudaba a quitarme el top, pero sus manos se entretuvieron acariciando mis pechos. – Y, ¿cómo os relajáis? –Así, y se agachó para chuparme los pezones.

Tiró de mí con suavidad y me tumbó en la cama. En un momento se había desnudado excepto los zapatos y lo mismo hizo conmigo, tumbándose a mis pies para lamerme el coño. Era fantástico, después de dos folladas tan salvajes, una comida de coño tan delicada. Después cambió de postura y se colocó encima de mí, con su coño en mi cara; hicimos un 69 fantástico y las dos no corrimos. Se incorporó y me chupó las tetas, me beso con pasión en la boca y terminó lamiéndome los pies. Después nos vestimos y me acompaño hasta la salida.

Eso ocurrió hace tiempo, estuve trabajando allí durante unos meses, pero lo dejé porque quería probar cosas diferentes, pero fue una época inolvidable: me folló todo tipo de hombres, y de todo tipo de maneras, y también mujeres. Fue estupendo.