Confesiones de una jovencita viciosa (5)

Como mi madre y yo nos follamos al mismo chico en nuestra propia casa.

Como ya os he contado alguna vez, vivo con mi madre y mi padrastro en un piso bastante grande del centro de la ciudad. Mi madre es una mujer de más de 40, pero todavía bastante atractiva; tiene ese encanto típico de las cuarentonas y ella lo sabe y le gusta mostrarlo. Físicamente se conserva todavía bien: tiene las piernas largas y torneadas, con grandes muslos, caderas anchas y unas tetas muy grandes (está claro que yo he heredado las mías de ella); empieza a tener las arrugas normales de su edad pero todavía atrae a los hombres. Tenéis la idea de que yo soy un putón, y lo soy, mi madre no tanto, pero le gusta vestir provocativa; le gustan los escotes generosos y las faldas cortas y los hombres todavía la miran con lujuria, lo he comprobado.

Mi padrastro también es un cuarentón, y también muy bien conservado. Es muy alto, moreno con algunas canas que le dan cierto encanto, y físicamente está estupendo, hace mucho deporte y está musculoso y casi sin grasa. No me importaría nada que me echara un polvo. Yo en mi casa visto muy ligerita de ropa, sé que a mí madre no le gusta que me muestre tanto, pero no me dice nada, ella es muy parecida. Y mi padrastro me mira de reojo y sé que le excito, y que en secreto está deseando tirarme sobre la mesa y follarme. Algún día le dejaré. Ya he fantaseado varias veces con él follándome y he acabado corriéndome.

Un día se presentó mi padrastro en casa con un empleado suyo. Nos dijo que tenían que trabajar en unos documentos muy importantes y que se quedaría a dormir el fin de semana. Era joven, aunque mayor que yo, y muy atractivo: delgado y atlético, castaño y con cara de niño bueno. Cuando me lo presentaron y le di dos besos me excité pensando que sería muy excitante y morboso follar con él en mi propia casa, en las mismas narices de mis padres sin que se dieran cuenta, y decidí hacerlo, pero antes tenía que provocarle bien.

No tenía que pasearme por la casa de forma provocativa porque eso ya lo hago normalmente, pero él no estaba acostumbrado, y cada vez que pasaba por su lado se volvía loco intentando disimular para no mirarme las piernas, los pies descalzos o mis tremendos escotes. Pobrecillo, casi me daba pena hacerle sufrir tanto. Pero también me fijé que no le quitaba ojo a mi madre. Pensé que debía sentirse en el paraíso, rodeado todo el tiempo de dos mujeres super provocativas y lujuriosas, una madura y otra jovencita.

Durante una comida me senté en frente de él, con una camiseta super escotada sin sujetador (nunca lo llevo en casa). El chico repartía sus miradas entre mi padrastro y de reojo mi escote, y yo, para animarle aún más, deslicé una pierna hacia él y empecé a acariciarle las piernas con mi pie desnudo. Él dio un respingo y casi se atraganta, pero consiguió mantener la compostura todo el tiempo sin delatarse. Yo subí el pie y acabé posándolo en su entrepierna. Él estaba super nervioso, y más cuando empecé a presionar sobre su polla. Esta empezó a crecer bajo la presión de mi pie, hasta alcanzar un tamaño realmente aceptable. Pero lo tuve que dejar ahí pues tenía que levantarme a fregar. Pobrecillo, le deje al borde de la corrida y con un calentón tremendo.

Después de comer mi padrastro dijo que tenía que ir al despacho a por unos documentos, pero le dijo al chico que se quedara en la casa trabajando. Yo me fui a mi habitación y una hora después salí a charlar un poco con él. Pero no le encontré por ningún lado, qué extraño. Al pasar delante de la habitación de mis padres oí murmullos, me asome a la puerta, que estaba entornada, y me quedé de piedra: ¡allí estaba el objetivo de mis provocaciones follando con mi madre! La tenía tumbada en la cama boca arriba, con las piernas en alto y la follaba el coño con fuerza; mi madre gemía y se acariciaba las tetas y se tiraba de los pezones. La escena me cabreó, me sentía celosa de mi madre, pero al mismo tiempo me excitaba; nunca había visto antes a mi madre de esa manera, la había visto desnuda, pero no follando, y eso me dio mucho morbo.

Él chico se separó y mi madre le chupó un poco la polla. Yo ya estaba totalmente excitada, deslicé una mano debajo de la minifalda y empecé a acariciarme la raja del coño. Mi madre se puso a cuatro patas y le ofreció sus caderas generosas, se abrió el culo para él y éste empezó a penetrarla por detrás poco apoco. Ella daba jadeos más excitados cada vez, lo que a su vez me excitaba a mí; me metí dos dedos en el coño y empecé a masturbarme. El chico aumentó el ritmo y acabó follándola de forma salvaje. Yo me corrí, me llevé los dedos a la boca y saboreé mi líquido. En ese momento se corrió el chico, le llenó el culo de semen a mi madre, que seguro que ya se había corrido varias veces; se dio la vuelta y le lamió la polla con placer. Yo los dejé ahí y me fui a mi habitación a preparar mi estrategia.

No podía andarme con más provocaciones, estaba perdiendo el tiempo y mi madre me había ganado por la mano (o mejor dicho, por el coño).

Así que esa noche, cuando todos se hubieron acostado, completamente desnuda me dirigí a la habitación de nuestro invitado, entré dentro y me tumbé a su lado. Él me había visto entrar en la oscuridad, y por supuesto me aceptó encantado; retiró la sábana, me hizo sitio y me agarró los pechos. -¿Te gusta cómo folla mi madre? –Mucho, es una auténtica fiera en la cama. Eso me excitó, que hablara así de mi propia madre me daba morbo. –Vamos a ver si tu eres tan caliente como ella. –Yo soy más puta que ella. Y diciendo esto le agarré y le besé en la boca con pasión, mientras él jugaba con sus dedos en mi coño. Me agarró con fuerza las muñecas, me llevó los brazos a los lados de la cabeza, se tumbó encima de mí y me penetró. Tenía una polla estupenda, tenía el tamaño justo, y él follaba de maravilla. Me lamió las tetas, los pezones, yo le rodeé las caderas con las piernas; me estuvo follando así hasta que casi me corro, entonces me soltó, se movió hacia abajo y empezó a comerme el coño. Era increíble, me estaba dando un placer enorme. Yo no paraba de gemir, no quería gritar para no despertar a mis padres, pero me costaba mucho no hacerlo. Volvió a follarme.

-Dime, ¿os folla tu padrastro a las dos? Entre jadeos le dije que no. –Pero te gustaría, ¿verdad? -¡Sí!, dije casi gritando; sentir su polla en mi coño entrando y saliendo con fuerza y fantasear con lo que me preguntaba y sugería era demasiado para mí. –¿Y te imaginas a tu padrastro, a tu madre y a ti, los tres juntos en la misma cama, follando? -¡Sí!, volví a gemir, corriéndome de forma salvaje casi al mismo tiempo. Él se incorporó sin correrse y me llevó la polla a las tetas, la metió entre mis dos pechos y la pajeó. Yo intentaba llegar con la boca y le daba lametazos. Después me la metió en la boca y me la folló con fuerza hasta que se corrió dentro, soltó todo el semen que llevaba aguantándose; una cantidad enorme. Casi me ahogo, pero conseguí tragarme todo lo que pude y escupir el resto sobre mis tetas. –Recoge toda la leche que tienes en la cara y las tetas y métetela en la boca, y piensa que es la lefa de tu padrastro, me dijo susurrándome al oído. Yo seguía gimiendo suavemente, recuperándome poco a poco del polvazo que me acababa de echar.

Volví a mi habitación y me puse a acariciarme el coño muy suavemente mientras pensaba en lo que me había dicho: ¡follar con mi padrastro!, no estaría mal; y que mi padrastro nos follara a mi madre y a mí juntas. Me daba tanto morbo fantasear con eso que me corrí entre mis sábanas.