Confesiones de una jovencita viciosa (4)
Otro regalo para mis fans, más confesiones de vuestro putón pervertido favorito.
Quiero contaros más confesiones, sé que estáis deseando leerlas, ¿deseáis también en secreto follarme?
Ya os conté que trabajo media jornada en una pastelería, con una jefa que es un auténtico putón: os recordaré que es mediana, rubia, cuarentona, pero reconozco que tiene un buen cuerpo, sus piernas y sobre todo sus tetas, redondas y firmes; le gusta mostrar escote, llevar faldas cortas, y los hombres se vuelven locos con ella cuando entran en la tienda, me río al ver cómo la miran las tetas o las piernas con disimulo. Pero también es una puta, se ha encaprichado conmigo y me obliga a ir con ropa muy corta y fácil de quitar y sin ropa interior para poder meterme mano siempre que quiera.
Un día estaba mi jefa en la trastienda, cuando entró uno de los repartidores que nos traen alimentos. Es un chico enorme, alto y fuerte. Alguna vez me ha tocado el culo y yo le he respondido con una sonrisa pícara, pero en realidad creo que se la pone más mi jefa. Entró en la trastienda. Un rato después me extrañó que llevara tanto tiempo allí, así que me asomé y le pillé con los pantalones por los tobillos follándose a mi jefa, que estaba sentada en el borde de una mesa, con las bragas en el suelo, las piernas alrededor del repartidor y las tetas fuera de su camiseta. El chico la follaba a lo bestia y ella apoyaba las manos en la mesa, echaba la cabeza hacia atrás y gritaba de placer.
Ellos no me podían ver, así que me quedé en el marco de la puerta observándolos. Cuánto más gemía mi jefa yo más me excitaba. Él chico le agarraba las tetas con las manos y se las apretaba con fuerza. Yo empecé a acariciarme lentamente las tetas. Entonces cambiaron de postura, ella se puso de espaldas a él, apoyada en la mesa, con las piernas bien abiertas, y él se la clavó y la folló así. Yo mientras me había empezado a acariciar el coño, metí la mano debajo de mi vestidito y empecé a pajearme. Nos corrimos todos al mismo tiempo. Yo volví corriendo a la tienda para que no me vieran. Mi jefa salió y dijo que tenía que ir a hacer unos recados y se fue.
Yo entré en la trastienda para ir al servicio pequeñito que tenemos allí. El repartidor seguía allí, colocando tartas y bollos, y al pasar yo se me quedó mirando con deseo y yo le guiñé un ojo. A lo mejor mi jefa no le había satisfecho lo suficiente. Entré en el servicio, entorné la puerta y me senté en la taza del water para mear. Así estaba yo, con el vestidito arremangado hasta la cintura sin bragas y con unas zapatillas, meando tan tranquila cuando entró el repartidor. Me dijo que tenía muchas ganas de mear y que como no había otro water, si podía usar ese. Yo me quedé tan sorprendida que no supe qué decir y él no esperó una respuesta, se plantó delante de mí, se bajó la cremallera, sacó una polla enorme y empezó a mear. Yo me eché para atrás para que no me mojara, y el meó en el agujero del water. Yo veía caer su meada, un chorro enorme, como hipnotizada, y él no apartaba la vista de mi cuerpo, de mi escote (desde arriba tenía una vista fantástica de mis tetas) y de mi coño desnudo echando las últimas gotas de meada. No podía apartar la mirada de su polla y empecé a excitarme poco a poco. Cuando terminó le cogí con suavidad la polla, me acerqué y le empecé a chupar el capullo. Sabía y olía muy fuerte, a meada y a restos de semen, pero me gustaba. Me la metí en la boca y se la chupé; el cabrón aún soltó un poco más de meada que no tuve más remedio que tragarme, y seguí chupándosela.
Entonces se separó, me levantó en vilo, me dio la vuelta y me metió dos dedos en la boca, los sacó y me dijo que escupiera en ellos; lo hice y me los metió en el culo para dilatármelo para su enorme polla. Me la metió de un golpe y empezó a follarme el culo. Era estupendo, su polla me llenaba entera y yo gemía y jadeaba.
En ese momento apareció mi jefa. No dijo nada, se acercó y me sobó las tetas, los pezones, el coño y me besó en la boca, mientras el repartidor me repartía toda su leche dentro del culo.
Fue una follada estupenda, pero es curioso, lo que más me excitó de todo fue comerme su polla mojada de meada, soy una puta pervertida.
Lo que me pasó otro día también estuvo muy bien: ya sabéis que vivo con mi madre y mi padrastro; un día vinieron dos técnicos a arreglar la lavadora, mi madre me los presentó y me dejó al cuidado de todo porque ellos iban a salir. Los dos chicos que vinieron no estaban mal: eran mayores que yo, uno más joven que el otro, y los dos de piel negra. Cuando se fuero mis padres les pregunté si querían algo, con esa mezcla de inocencia y picardía que tan bien se me da; yo llevaba puesto sólo un top, ya sabéis, como una camiseta pero sin tirantes ni mangas, y unas braguitas. Los técnicos me miraban con descaro, pero no me dijeron nada.
Me fui a mi habitación. Estaba leyendo cuando entró uno de ellos para pedirme algo. Yo estaba como os he contado, descalza y tumbada en la cama leyendo. El chico se quedó sin hablar mirándome las tetas. Los tops me encantan, mis tetas ya son bastante grandes, pero esta prenda los realza incluso más, y me gusta porque a veces el top se resbala y casi puedes quedar con las tetas al aire, y más de un hombre puede correrse de golpe al verte colocarte otra vez las tetas mientras te subes el top, me gusta hacerlo en público. Yo no le decía nada, sólo le miraba sonriendo y mordisqueándome los labios. Entonces alargó una mano y me acarició uno de los pechos; yo, claro, le dejé hacer. Puso una rodilla en la cama y me empezó a sobar las tetas con las dos manos; me bajó el top y siguió sobándomelas, pellizcándome los pezones, que se me habían puesto durísimos; se agachó y me los chupó y mordió. Yo le acaricié la cabeza, estaba rapado al cero, como suelen estar los negros, era muy musculoso y le caían gotas de sudor.
Aunque no os lo creáis, yo nunca había follado con un negro, nunca había tenido la oportunidad, y estaba deseando comprobar si es verdad que tienen unas pollas enormes. Y ese día lo iba a comprobar con dos a la vez y en mi propia casa.
Alargó la mano y me acarició el coño por encima de las bragas, yo ya estaba mojada y gemía de goce. Entonces se quitó toda la ropa. ¡Dios mío! era verdad, tenía una polla gigantesca, morena, carnosa y sonrosada. Se la agarré y se la pajeé con gusto, relamiéndome por el pedazo de carne que estaba a punto de tener en mi boca y en mi coño. Se la chupé, casi no me cabía entera en la boca, pero el cabrón me agarraba de la nuca y empujaba para que me la tragara entera; me daban arcadas, pero conseguí controlarme y disfrutar de la mamada.
En ese momento entró su compañero y me quitó las bragas mientras yo seguía con la boca llena de polla. Me chupó el coño, me lo pajeó. Se desnudó y acercó su polla a mi boca, quería que chupara las dos a la vez. Lo intenté, pero sólo podía con la punta de las dos pollas. Luego lo intenté con sus testículos. Eran también enormes. Tenía la boca casi adormecida de tanto chupar.
Entonces me tumbaron de espaldas, uno de ellos se colocó detrás de mi cabeza y me agarró los brazos, y el otro se situó a mis pies. Me asusté un poco al ver lo que iba a hacer pero aguanté. Se tumbó encima de mí y me metió la polla en el coño y empezó a follarme. Yo gritaba de dolor y de placer. Así estuvo un rato, luego cambiaron las posiciones y me folló el otro. Durante todo ese rato no pararon de decirme lo puta que era y lo mucho que les gustaba romperle el coño y el culo a las putas blancas. Parecería que me estaban violando, pero disfrutaba con cada uno de sus insultos y de sus acometidas.
No sé el tiempo que estuvimos así, turnándose ellos para follarme el coño, y había perdido la cuenta de las veces que me había corrido, cuando les llegó el momento: me dijeron que me pusiera de rodillas en la cama y que abriera la boca y ellos se pusieron de pie delante de mí y se empezaron a machacar las pollas hasta que uno de ellos se corrió en mi boca, me la llenó por completo, yo tragaba todo lo que podía, pero era tanta cantidad que me caía semen por toda la cara, la barbilla, las tetas, los muslos, entonces el otro empezó a gritar y se corrió también en mi cara. Me tragué todo lo que caía dentro de mi boca. Luego me hicieron volver a chupárselas para beberme hasta la última gota de leche.
Se vistieron y se fueron a terminar de arreglar la lavadora. Yo me quedé tumbada en la cama, jadeando de cansancio y con el cuerpo empapado de semen. Me pasaba los dedos por todo el cuerpo y luego los chupaba. Fue una follada y una corrida increíble. Y tienen razón, los negros tienen unas pollas enormes y saben cómo tratar a una puta como yo.