Confesiones de una jovencita viciosa (3)
Más confesiones de vuestra viciosa favorita, esta vez veréis qué pasa cuando un hombre me paga para follar conmigo.
Sigo con mis confesiones. Ya sabéis todos qué es lo que me gusta: poner cachondos a los hombres y follar, y no me importa si me humillan porque eso me excita más. Y yo sé qué es lo que os gusta a vosotros: os gusta ver un buen escote por la calle, unas buenas tetas marcando los pezones bajo una camiseta, unas piernas largas y torneadas, una minifalda, os gusta ver a una chica sentada y que se le vean las bragas o mejor aún, que no lleve nada y la veáis la rajita de coño. O subir detrás de ella por unas escaleras y ver cómo enseña todo. Yo soy esa chica: me vuelve loca comportarme como un putón y dejar que los hombres disfruten de mi cuerpo, con la vista o con otros órganos.
Cuando voy a la universidad me gusta sentarme en las primeras filas y cruzar y descruzar las piernas para poner cardíacos a mis profesores; alguno de ellos ya me ha follado en su despacho. En verano es mi época preferida, es cuando más ligera de ropa puedo ir, y tumbarme en la piscina o en la playa para que se me pongan morenas mis grandes tetas y dejar que todos me las vean. En invierno llevo más ropa pero siempre muy provocativa: botas, medias (me encantan las de rejilla), y camisas y jerseys muy ajustados, y pantalones también muy ajustados, para que se me marque bien mi culo.
Estaba un día en la zona donde suelen colocarse las putas en los portales a la espera de clientes y había mucho ambiente. Me había estado rondando por la cabeza por algún tiempo la idea de ser puta por un día. Yo ya follaba con cualquier desconocido que conociera en una discoteca, así que esto no sería muy diferente. Pero la idea de ser follada por alguien que pensaba que era una prostituta me daba un morbo tremendo. Pero no sabía muy bien cómo hacerlo, y tengo que reconocer que me daba un poco de miedo.
Casi sin pensar lo que hacía me había vestido como una putón y me había ido a dar una vuelta por el barrio de las putas a ver el ambiente. Llevaba una camisa blanca muy ajustada y que podía desabrochar todo lo que quisiera para enseñar más o menos mis generosas tetas, por supuesto no llevaba sujetador; una minifalda tableada de colegiala, unas braguitas blancas y unas botas blancas grandes y con tacones; estaba de infarto.
Así que ahí estaba yo, en una de esas callejuelas, pensando en la locura que quería hacer y a punto de darme la vuelta e irme a casa, cuando una voz detrás de mí me sobresaltó. Hola, guapa . Me di la vuelta y vi a un hombre mayor, tendría más de 50, con traje pero sin corbata, mediano, un poco de tripa, aunque en conjunto no demasiado desagradable. Eres muy joven . Entonces lo comprendí, me había tomado por una de las putas de la zona. No sabía qué hacer; hacía un momento estaba a punto de irme a casa y ahora tenía un posible cliente a mi lado desnudándome con la mirada. Sin pensar más reaccioné como si estuviera ligando en una disco. Soy muy joven y muy traviesa. Le dije con ese tono inocente y pícaro que a los hombres les pone tanto. Nunca te había visto antes por aquí. Soy nueva.
- Y ¿cuánto cobras? - 30 euros y haré todo lo que tu quieras. Le dije mientras le acariciaba la entrepierna. La pregunta me había dejado un segundo pillada, no había pensado cuánto cobra una puta por aquí así que dije lo primero que se me ocurrió, y lo dije pensando que ya no podía parar; él creía que era una puta, y eso era lo que yo quería, si aceptaba, tendría que irme a una habitación asquerosa de hotel a follar con él, o mejor dicho, a ser follada por un cerdo como el que tenía delante. Pensar en lo que podía pasar si aceptaba me empezó a excitar, así que cuando me respondió ya sabía lo que quería hacer y se me quitaron los nervios.
- ¿Pero será muy rápido o estaremos un rato? Estaremos el suficiente para que te la coma, me folles por donde quieras y te corras todas las veces que quieras. Me cogió de la cintura y me dijo: -Vamos, aquí mismo hay un hostal.
Entramos, pagó la habitación y subimos por las escaleras. Por el camino llevaba una mano sobre mi culo y me lo iba sobando. Entramos, cerré la puerta y le rodeé el cuello con los brazos. Dime, ¿te gusta follar con jovencitas? Sí, me gusta mucho. Pues yo voy a ser hoy tu colegiala particular. Él ya me había desabrochado la camisa y me estaba chupando las tetas y mordisqueando los pezones. Me soltó, me agaché delante de él y empecé a desabrocharle el pantalón. El cabrón estaba tan excitado que ni hablaba. Le saqué la polla y se la empecé a pajear lentamente. - ¿Quieres que te la chupe con condón o sin condón? La respuesta era tan obvia que no esperé respuesta y me la metí en la boca. Se la comí lentamente, disfrutando de su polla y de sus jadeos. Le bajé los pantalones, me la saqué de la boca, hilos de saliva me colgaban de la boca. Chúpame los huevos. Se los chupé, me los metía enteros en la boca, los lamía y los soltaba mientras con la mano le acariciaba la polla.
Me dijo que me levantara. Has dicho que ibas a hacer todo lo que yo quisiera, ¿verdad? Entonces quítate la falda y las bragas y sigue chupándomela. Al poco de seguir chupándosela me dijo: - Voy a correrme en tu boca, ¿me oyes, putita? ¿Vas a ser una buena puta y te lo vas a tragar todo? Los que han leído algunas de mis confesiones sabrán que me excita muchísimo que me insulten mientras me follan, me gusta que me humillen, así que asentí con la cabeza sin dejar de chupársela. Se corrió dentro de mi boca, me separé y me la tragué toda, él se la escurrió todo lo que pudo sobre una mano y me la dio para que se la chupara y limpiara.
Mientras me limpiaba la cara, él se desnudó, se acercó a mí y empezó a meterme mano. Con una mano me agarró un pecho y me lo lamió y con la otra empezó a acariciarme la raja del coño, me metió un dedo, dos, hasta tres, luego me puso de espaldas y hizo lo mismo, me metió dos dedos en el culo y los metió y sacó durante un rato. Yo gemía y jadeaba, porque de verdad me gustaba aquello. Me sentía humillada, me estaba tratando como una verdadera puta, y tanto me excité que acabé corriéndome. Me tumbó en la cama y, me separó las piernas y volvió a follarme el coño con tres dedos, luego cuatro. Estaba como loca, era un placer enorme. Mis jadeos le excitaban todavía más. Pero paró, quizá para hacerme sufrir, al ver que estaba disfrutando.
Yo seguía tumbada boca arriba, me flexionó las rodillas y empezó a besarme las botas. Me las desabrochó lentamente, yo le observaba acariciándome las tetas, expectante por lo que iba a hacer; me las quitó una a una y empezó a besarme los pies. Yo no llevaba medias ni nada y tenía los pies húmedos de sudor, pero parece que eso le excitaba, porque además de besarlos los olisqueaba, y noté que la polla se le empezaba a poner dura otra vez. Era asqueroso, pero al mismo tiempo excitante, y cuando empezó a chupármelos por todas partes, yo empecé a gemir otra vez.
Cuando se cansó, se colocó encima de mí y de un solo golpe me clavó la polla en el coño. Estaba de rodillas, sujetándome las piernas con las manos y dándome lametazos a los pies mientras me la metía y sacaba con fuerza. - ¿Quieres que te folle el culo, putita? Sí, dije entre jadeos, fóllamelo y córete dentro.
Así que me sacó la polla, me tumbó de lado y él se colocó detrás de mí también de lado, me levantó una pierna y me empezó a follar el culo, lentamente al principio, cada vez con fuerza; me soltó la pierna que yo apoyé en la suya y con la mano libre me agarró una teta con fuerza. Él gemía y jadeaba y yo gritaba de placer. Con una mano empecé a pajearme hasta que me corrí, y casi inmediatamente se corrió él dentro de mi culo. Esta vez sí me echó una buena cantidad.
Nos quedamos en esa postura unos momentos mientras nos recuperábamos, después se levantó, se limpió y empezó a vestirse. Yo me di la vuelta y seguí tumbada, desnuda y goteando semen por mi culo viendo cómo se cambiaba. Cuando terminó me dijo si quería un cigarro y nos pusimos a fumar. Para ser tan jovencita follas como toda una veterana. Tengo mucha experiencia. Sacó la cartera y dejó un billete de 50 euros en la mesilla de noche. Ha sido un buen polvo . Se puso la chaqueta y se fue. Yo me quedé un rato más en la cama descansando y disfrutando de la experiencia. No había estado nada mal ser puta por una vez, podría repetirlo alguna otra vez.