Confesiones de una jovencita viciosa (2)

Voy a seguir contando cómo una jovencita como yo disfruta al máximo del sexo.

Saludo a mi pequeño grupo de admiradores, que estoy segura que está impaciente por oír más confesiones. Como os dije soy una joven universitaria a la que le gusta mucho el sexo, bueno en realidad no puedo vivir sin él. Vivo con mi madre y mi padrastro. Trabajo media jornada en una pastelería. Y no puedo quitarme el sexo de la cabeza. Me gusta provocar, y la mejor manera de hacerlo es con mi ropa, visto muy provocativa y aniñada, como les gusta a los hombres; me encanta ver cómo me miran y me desnudan con la mirada, cómo se empalman, cómo van a sus casas y se la cascan pensando en mí; me excita imaginarme cómo los hombres se la machacan y derraman su leche conmigo en su imaginación. Son unos cerdos pero me encantan sus pollas y que me traten como a una vulgar zorra. Los hombres y las mujeres.

Como mi jefa en la pastelería, que desde el primer día me echó el ojo. Noté que me miraba de reojo con deseo, y pensé que era divertido excitar también a las mujeres. Un día estaba yo en la trastienda empaquetando unas tartas, como siempre con un delantal, una camiseta muy cortita y una faldita más cortita aún, cuando noté una mano tocándome el culo. Era mi jefa. Me quedé quieta y la dejé hacer. En el fondo también me gusta montármelo con otras mujeres. Mi jefa es mayor, tendrá unos 40, pero la puta se mantiene bien, es rubita, bajita y tiene dos buenas tetas que le gusta exhibir con sus escotes, sus piernas también están bien, son largas y bien redondeadas. Ese día llevaba una camisa ajustada desabotonada para enseñar su escotazo, sin sujetador, una falda corta y zuecos de verano. Es un auténtico putón, casi más que yo.

- No llevas bragas, me dijo. – Y seguro que tú tampoco , le contesté yo dándome la vuelta y pasándome la lengua por los labios con lujuria. Entonces le puse las manos en las tetas, le abrí la camisa y se las chupé, mordisqueándole los pezones. -¿Es esto lo que querías? Le dije. Sin responder me hizo sentar en la mesa entre las tartas, me remangó la faldita y me lamió el coño. La verdad es que la muy zorra lo hacía de maravilla. Me corrí casi sin querer. Entonces ella se sentó en una silla y me hizo comérselo. Me hizo lamerle el coño, el culo, los pies, y hasta que no se corrió no quedó satisfecha. Desde entonces me obliga a ir siempre con ropa fácil de quitar o bajar y sin bragas, para poder sobarme a su antojo siempre que quiera. Cree que es un castigo para mí, pero lo que no sabe es que me encanta.

Pero no sólo me lo monto con tías maduras, en realidad me gusta más follar con tíos, y si son mayores mejor.

Recuerdo una noche en una discoteca. Había ido con unas amigas, todas vestidas como auténticos putones. Nos gusta calentarles las braguetas a los niñatos de nuestra edad y follarnos a los mayores. Yo llevaba una camiseta rosa de cuerdas cruzadas por delante con lo que se me veían prácticamente todas las tetas excepto los pezones, una minifalda blanca y unos zapatos blancos de plataforma, y por supuesto no llevaba bragas ni sujetador, por lo que aparte de mi ropa tan cortita, se me marcaban perfectamente los pezones, el culo y el coño. Conocí allí a un hombre, tendría cerca de 40, se me presentó, hablamos un rato junto a la barra y yo dejé que no se cortara y me mirase de arriba abajo todo lo que quiso. - ¿Sabes que estás muy rica, niña? Yo le dije que sí y chupeteé la pajita de mi copa. La imagen de colegiala pícara no falla nunca. Me dijo de ir a los reservados de arriba. Subimos y allí me besó y me metió mano todo lo que quiso.

Pero lo interesante vino cuando me dejó un momento para ir a buscar a un amigo con el que había venido a la disco. Me lo presentó. Eran los dos más o menos de la misma edad, atléticos y no muy guapos, pero siempre me ha puesto montármelo con desconocidos. Me dijeron de salir de allí, montar en su coche e ir a algún lugar tranquilo a pasar un buen rato los tres juntos. Les dije que vale.

Nos montamos en su coche, el que me había metido mano al volante y yo y su amigo detrás. Éste no tardó en arrimarse a mí y empezar a besarme y sobarme, era un poco asqueroso cómo lo hacía, pero quizá era eso lo que más me excitaba, eso y saber que estaba en un coche con dos desconocidos y que íbamos a algún lugar apartado para follar, no tenía miedo de que me violasen, porque eso era exactamente lo que quería que hicieran conmigo, que me follaran.

Llegamos a una zona descampada, pararon el coche y empezó la fiesta. El conductor pasó al asiento de atrás y yo quedé en medio. Entonces el primero se desabrochó el pantalón, se sacó la polla y me dijo que se la chupara; y el otro se sacó también su polla, me subió la falda y me la metió en el coño.

Así estaba yo, sentada en el asiento de atrás de un coche con dos desconocidos, chupándosela a uno y siendo follada por el otro. Así estuvimos un rato hasta que me dijeron que cambiáramos, así que ahora se la chupé al de la derecha y el otro me folló el culo. Parecían estar sincronizados porque los dos acabaron corriéndose al mismo tiempo, uno en mi boca y el otro en mi culo.

Me enderecé y uno de ellos me dijo que me quitara toda la ropa. Entonces me fijé en que en el descampado en el que estábamos había putas, y algunas creo que eran travestis, y también había algunos coches aparcados por la zona, estaba claro que putas y clientes dentro follando. En ese momento, desnuda en medio de aquellos desconocidos me sentí como una puta más, y eso me excitó a tope. La única diferencia era que yo lo hacía gratis porque me encantaba.

Así que empecé a pajearles a los dos al mismo tiempo. –Bueno, ¿me vais a dejar así?, ¿no vais a follarme más ? Eso les puso a tope y yo para animarles más se las fui chupando por turnos. Cuando estuvieron a tope uno de ellos se tumbó en el asiento y me dijo que me colocara encima para follar, el otro había salido. Me medio senté medio tumbé encima de él y empezamos a follar, y en seguida el otro se colocó encima de mí y me la metió por el culo. Así que me estaban follando los dos al mismo tiempo. Era estupendo, tener los dos agujeros llenos, los dos empujaban casi acompasados, yo gemía y jadeaba de placer. Uno de ellos me dijo que era una puta y yo le dije que sí, lo repitió y les dije que me llamaran puta, que me llamaran lo que quisieran, que eso me excitaba más.

Al final nos corrimos los tres. Tenía los dos agujeros llenos de semen, nos levantamos y el semen me chorreaba por los muslos. Me agaché y les lamí las pollas para limpiárselas bien. Me dijeron que no me limpiara y que me vistiera. Se arreglaron, arrancaron el coche y me llevaron a donde les dije, cerca de mi casa. Se despidieron y me dijeron que era la mejor puta con la que habían follado en mucho tiempo y que a lo mejor nos veíamos otra vez en la discoteca porque iban a menudo, nos besamos y se fueron. Me quedé en la callé oscura y vacía, con el pelo revuelto, la boca apestándome a semen y leche todavía resbalándome por las piernas, pero había sido uno de los mejores polvazos que había echado. Ya seguiré contándoos mas de mis confesiones.