Confesiones de una adolescente
Buscaba la manera de llamar la atención, quizás que alguien se fijara de alguna manera en mi. Es por eso que un día decidí cambiar, saltándome todos los patrones de actitud que me habían enseñado, intentando adentrarme en el mundo, la sociedad y ser alguien que no fuese invisible para todos, sin embargo esto me llegó a salir caro.
Confesiones de una adolescente
Buscaba la manera de llamar la atención, quizás que alguien se fijara de alguna manera en mi. Es por eso que un día decidí cambiar, saltándome todos los patrones de actitud que me habían enseñado, intentando adentrarme en el mundo, la sociedad y ser alguien que no fuese invisible para todos, sin embargo esto me llegó a salir caro.
Como cada día voy a clase, paso inadvertida y me ignoran, destacando sólo de mi mis momentos espontáneos. Sin embargo hoy la diferencia pienso hacerla, así que me quito la chaqueta y para sorpresa de todos dejo a su vista mi escote. Un escote que nadie de clase tiene y que provoca interés en los chicos y envidia en las chicas. Es curioso como algo tan simple puede hacernos creer que nos hará especiales, sin embargo no es así, lo único que hace es rebajarnos a buscar una atención que no merecemos recibir de esta manera.
Durante toda la clase puedo sentirme observada, como varios y varios ojos me miran, me analizan, me observan, me miran de arriba abajo y por una vez siento la aceptación de los demás y destaco en algo.
Durante días sigo yendo así a clase, disfrutando cada día de mi cuerpo, mostrando lo que tengo, pero hoy en especial un chico que me gusta me mira más de la cuenta. Me emociono y quiero comprobar que piensa de mi. Hablamos durante un rato, entre cambio de clase y clase quedamos, sonreimos y me siento ilusionada por haber llamado su atención.
Otro chico más, que antes me ignoraba también se acerca. Y otro, otro más...
Me siento como en una nube, viendo que por una vez soy algo popular, que las chicas de mi centro sienten envidia al verme rodeada de los demás que antes me ignoraban, que ahora me buscan, me sonrien y coquetean conmigo y esto me gusta. Me gusta sentirme deseada, envidiada...
Hoy la clase acaba pronto y me quedaré a última hora para terminar algunos apuntes. Sin embargo no estoy sola, el chico que me gusta está conmigo, me acompaña, me sonríe y se pone a mi lado. Mientras repasamos siento su mano en mi muslo debajo de la mesa, y un cosquilleo y nerviosismo se apodera de mi estómago. Me dejo. No sé como debo reaccionar ya que es la primera vez que alguien me toca así.
Pasan los días, y mi populismo crece, ahora soy la más popular de mi clase incluso de la clase de al lado, además en otros cursos saben de mi... lo cual empieza a apenarme por saber lo que me ha dado la fama.
Poco a poco empiezo a oír rumores sobre mi que intento evitar y dejo pasar. Sin embargo, esto hace repercusión en los chicos de mi clase, y los comentarios obscenos ya no me hacen gracia y me molestan. Pero no puedo decir nada, no puedo quejarme por que nadie me escucha. Nadie entiende esto, así que decido ignorar cualquier comentario sobre mi con connotación sexual.
No pasa mucho cuando esas palabras que tanto ignoro pasan a las manos, y en lugar de decirme algo sobre mi pecho o recibir notas con proposiciones sexuales que antes me tomaba a risa, ahora estoy sufriendo acoso.
Pero las primeras veces no logro reaccionar, lo tomo a broma y no pido ayuda, sigo con mi vida y mis habitos como si nada, como ya hice la primera vez. Pero día a día eso aumenta, ya no es una cachetada en el culo, no es un comentario obsceno, ni una nota desagradable... ahora son mas de uno, incluyendo el que me gusta, el que, sin mirar si hay compañeros delante o no, me tocan, me acarician, me tiran de la ropa y me fuerzan a adoptar posturas que no quiero.
Puedo sentir caricias que me provocan rechazo y que no puedo apartar de mi con un simple "no, suéltame". Sus manos, la de todos ellos que no logro contar, me acarician por los pechos, metiéndolas en la camisa y reventando varios botones, dejándome sin ella. Avergonzada en clase mostrando el sujetador me doy la vuelta, donde una amiga me acompaña hasta el servicio.
- Tienes que contarlo, debes hablar.
- No puedo. Yo empecé esto, yo di pie a todo.
- Eres una víctima, no es no.
- Quizás lo merezco.
- No. Hablaré yo.
- No por favor.
Y rompo a llorar en los brazos de mi amiga, que viéndome así decide hacerme caso.
Cuando salgo de clase decido irme por el camino corto, pasando el descampado que hay hasta llegar a casa. Creyendo que iba sola me veo equivocada cuando al darme la vuelta veo a un grupo de mi clase de 5 o 6 chicos, entre ellos el chico que me gusta y otro del que estaba enamorada.
Avanzo por mi camino haciendo caso omiso pero sé que estoy siendo perseguida, que si me giro los podré ver acercándose a mi con sonrisa burlona.
El nudo en la garganta se apodera de mi y casi tropiezo, logrando mantener el equilibrio y no caer, pero en este tiempo me veo rodeada por ellos que con comentarios en torno de broma me hacen querer salir corriendo de allí.
Acelero el paso tras colocarme la mochila, ignorando completamente su presencia y empujando al irme a varios de ellos para poder pasar. Pero uno me coge por el brazo, me obliga a mirarle y me quedo estática.
- Tienes mucha prisa, ¿no?
- Sí, tengo que irme.
- ¿Por qué no nos entretenemos un rato?
- Me tengo que ir ahora.
Puedo escuchar al chico que me gusta decir que me suelte pero no lo hace, y siento como otras manos me rodean la cintura mientras el que me tiene agarrada me separa los brazos y sólo puedo ver manos y manos por mi cuerpo, tocándome sin yo poderlo evitar, sin poder siquiera pedir ayuda, sin poder decir basta. Y para mi decepción el chico que me gusta intenta besarme, pero no quiero, no así, no estoy enamorada de él, sólo me gusta, y está presente la persona que quiero. Me intento quitar, remover, pero me agarra la mandíbula y noto como me clava los dedos en ella haciéndome daño.
Hasta que el chico del que estoy enamorada lo agarra y lo quita de encima, pidiendo a gritos a los demás que me suelten, no sin antes de que ellos me abran la chaqueta y dejando la camisa rota al aire.
Me agarra del brazo, me apega a él y me tapa con mi abrigo, mirando a sus amigos con expresión de dureza a modo de enfado. Quiero llorar, pero no puedo, no sé reaccionar a esto y en el último momento me agarro mas a él y sin hacer falta palabras me lleva hasta mi casa.
Reflexiono, intentando comprender donde me he metido, como puedo salir y sobre todo... ¿Por qué lo he hecho? ¿Soy yo la culpable? Podría contarlo, decirselo a mis padres, pero la verguenza y el miedo a que no me crean me roban las palabras y me dejan muda, nuevamente me meto en la cama otro días más, llorando, sintiéndome culpable por todo y sin saber como escapar.
Al día siguiente voy a clase y siento que no soy la misma... ya no me pongo escotes, ni ropa llamativa, ya sólo busco taparme, sin embargo la fama y estos días ven mas allá de la tela. Ahora aunque vaya hasta el cuello tengo los ojos de los demás clavados en mi y las acusaciones son mas graves.
Una de mis supuestas amigas me manda una nota e inocente la abro, encontrándome en su interior mensajes e insultos por haber besado a su novio. Lo cual es mentira y nunca a sucedido, pero sin embargo alguien vio la escena del día anterior donde el chico que me gustaba intentaba besarme y se lo contó, culpandome a mi de todo ello y poniendo la gente en mi contra.
Pese a que nunca habían comentado que eran novios así era, y el bombazo había saltado a la luz con mi supuesto beso, el cual casi se realiza de forma no consentida. Aún así él, tras saber que yo me había enterado de su pareja y que su novia me había atacado, seguía tras de mi, sin importarle ella y sin importarle yo. Desde entonces las miradas se clavaban en mi, ya no era esa chica invisible, ni tampoco la chica popular del escote, ahora era la chica que zorreaba con todos, cuando no era así. Mis amigas lo sabían, pero yo... llegué a dudar de mi misma por un momento, sintiendo la culpabilidad día tras día.
En la calle con mis amigas era feliz, me libraba de todo durante un momento. En casa sólo preocupaba a mi familia y me comía más el coco. Sin embargo cuando estaba en algún sitio y los veía aparecer empezaba a formarse en mi estómago y mi garganta un nudo, por que sabía que pasaría.
Humillada al verme en la calle siendo manoseada por un chico que empezaba a odiar y que me había abierto la camisa sin yo quererlo, sentí ganas de llorar. Ahora, pese mi carácter fuerte, eran mis amigas las que tenían que interponerse por que yo estaba en shock, mirando al suelo mientras intentaba taparme.
Sólo podía oír en la lejania los cachondeos de ellos riéndose y mi amiga gritándole.
Día tras día la cosa fue a peor, empecé a tener miedo de ir sola por la calle, y eso levantó la sospecha de mis padres a los que no podía contar nada. Así que intentando despistar sus preocupaciones salí, sola, dispuesta a ir a casa de mi amiga para estar con ella en todo momento.
Pero cuando subía a su casa, justo en frente del descampado donde casi me besan por primera vez de manera forzada, en ese pequeño parque, me encuentro otro de los chicos.
Al verlo temblé, pero por un momento esperanzada pensé en que quizás estando solo pasaría de mi, que quizás solo no sentiría la necesidad de hacerse el machito y humillarme, tocarme, desprenderme de mi ropa... pero que equivocada estaba.
Acercándose a mi de manera lenta consiguió que yo retrocediera hasta la pared, pero se quitó, dejando claro que tenía el control de la situación. Respiré aliviada pero poco me duró. Su mano me agarró por la muñeca y me pegó a él y pese a suplicarle que me soltara no lo hizo, me tiró al suelo, se montó encima de mi sentado sobre mi barriga e inmovilizándome las manos intentó besarme y meter su cara en mi pecho. Echó su peso en un brazo, pillando mis muñecas con esa mano sólo y con la otra intentaba meter la mano en mis bragas.
Nadie pasaba por ahí, por esa zona aislada y ese pequeño parque que a partir de las 8 de la tarde no solía haber ni un alma. Y ahí me encontraba sola, suplicando que me soltara mientras entre risas y palabras obscenas intentaba pasar su lengua por mi piel. Arranqué a llorar y fue entonces cuando se quitó, dejándome antes con la camiseta rota. Se fue y me quedé un rato pegada a la pared abrazándome, intentando volver a la realidad, creyendo que todo eso había sido una horrible pesadilla.
Volví cuando sentí el frio en mi cara y me volví a mi casa, metiéndome en la cama nada más entrar, diciéndole a mi madre que me encontraba mal por que había cenado fuera, para que no se preocupara.
Pero no aprendí la lección, y poco después consiguieron mi móvil. Me llegaban SMS de números desconocidos, y yo respondía como si fuese un juego, cada vez los mensajes fueron subiendo mas de tono y me empezaron a asustar, empecé a sentir el arrepentimiento nuevamente. Sobretodo cuando de esos números desconocidos recibía mensajes dando detalles de como iba vestida, que hacía en ese momento, donde estaba o donde vivía. Evidentemente eran chicos que ya conocía.
Pero mantuve en secreto los mensajes, y me limité a preguntar a mis amigas si conocían esos números, confirmándome mis sospechas. Dejé de responder cualquier mensaje, dejé de salir sola, poniendo excusas para que mi madre o mi padre me acompañasen a clase. Evitaba salir a la calle, sobretodo sola, pidiendo a mi hermano que si llamaban al telefonillo dijera que yo no estaba. No quería nada de nadie, sólo mi familia, soledad y alejarme de todo tacto humano que no fuese familiar.
Sentía asco de mi misma, me miraba en el espejo y no me reconocía, mi cara había perdido su luz, ya no me mostraba abierta a la hora de vestir, sino con ropa ancha, tapada, oscura, que taparan cualquier signo de mi figura para no llamar la atención, para desaparecer de esos ojos que me estaban amargando la vida. Iba al instituto con miedo, intentaba estar siempre acompañada, pero había ocasiones como las de ese día en las que no fue así...
Pedí permiso para ir al baño y cuando salí, en la puerta, me esperaba uno de los chicos. Me quedé sin saber que hacer, por que el miedo me paralizaba, así que cuando logré reaccionar avancé por el pasillo suplicando que no me siguiera. Pero lo hacía. Por suerte sonó el timbre de cambio de clase y salieron todos, incluido el profesor, por lo que me sentí a salvo por un momento.
Pero en cuanto desapareció por las escaleras me acorralaron, sin importarle los demás alumnos, sin importarle llamar la atención, y ahí no pude más y grité. Grité cuando sentí como me rompía la camiseta, me tiraban del pelo, me apretaban los pechos y me intentaban meter la mano en los pantalones. No sabía cuantas manos, cuantos chicos ni cuanta gente había... sólo sentía miedo, impotencia, verguenza y humillación. Grité y llorando pedí que me soltaran pero no lo hicieron, no hasta que el director apareció tras mi amiga, la cual desesperada al verme así fue a por él para ayudarme.
Me expulsaron del instituto junto a ellos, los cuales me miraban constantemente con odio, y me hacían gestos obscenos con la boca. Yo les ignoraba, por que nada mas llegar tras la semana de expulsión no quería más problemas. Y no volvieron a molestarme más, sin embargo la fama y los hechos pasado me precedían y no podía cambiarlos. Además la vigilancia constante me hacía ver como una alumna problemática, ya que al saber toda la verdad de los hechos los docentes consideraron oportuno que yo también era culpable por haberme dejado.
Y así pasaron los días, entre vigilancia por parte del instituto, familia y amigos, pero en algún momento yo tenía que ir sola y podría estar en peligro. Todo me sirvió para algo, para aprender la lección... aunque como humana que soy, siempre tropiezo en la misma piedra.