Confesiones de un actor porno

Un chico recién salido del orfanato se ve tentado por un amigo a participar en un rodaje porno, en el que se encontrará más de una sorpresa.

Dicen que más "cornás" da el hambre. Os contaré mi historia: me llamo Bony y hace seis meses salí de un orfanato. Cumplí los 18 años y ya sabéis que a partir de ese momento el estado se olvida de ti. Bueno, el caso es que no tengo estudios, porque no me gustaron nunca los libros y apenas conseguí el graduado escolar. Pero no conseguía ningún trabajo. En la pensión en la que me alojé me pusieron de patitas en la calle, y ya estaba rebuscando entre los cubos de basura a ver si había algo que me pudiera comer. En este lamentable estado estaba hace cosa de un mes cuando me encontré un día con un colega del orfanato, que salió pocos días antes que yo. El tío llevaba buena ropa, el pelo bien cortado, y hasta una cadena al cuello que parecía de oro, y un reloj de esos con muchas manecillas. Nos abrazamos y el chico, Jonatan, se llamaba, me dijo que como me iba.

--Pues ya ves, peor no me puede ir.

Jonatan me contempló un momento y asintió con la cabeza.

--Pues a mí me va estupendamente.

--¿Y como lo haces, tío?

--Muy fácil -me contestó--, soy actor de películas porno.

Me quedé de piedra. Nunca hubiera imaginado que Jonatan se pudiera dedicar a eso, y sin embargo se veía que le iba estupendamente.

--Oye, Jonatan, ¿y tú crees que yo también podría ser actor porno?

Mi amigo me dio un vistazo, me hizo dar la vuelta y asintió satisfecho.

--Sí, tú podrías ser muy bueno; además, recuerdo del orfanato que tú tenías un buen aparato, ¿a que sí? -y sonrió pícaramente.

Yo me sonrojé un poco, pero asentí. La verdad es que mi cacharro mide, a plena potencia, 22 centímetros. En el orfanato hacíamos competición de quien tenía el carajo más grande, y siempre ganaba yo. Aunque recordaba, por cierto, que Jonatan siempre era el segundo, muy cerca de mí, con 21 centímetros.

--¿Te vienes conmigo? Precisamente ahora iba a rodar. Aunque primero tendremos que pasar por mi casa, porque estás hecho un asquito, y así no te van a querer.

Total, pasamos por su casa, me duché y me puse ropa nueva de mi amigo, y allá que nos fuimos los dos al estudio de filmación.

Cuando llegamos ya estaban allí los otros chicos, siete muchachos como de 18 años. También estaba el director de la película, que era también bastante joven, como de 25 años o así, y el cámara y un iluminador, que tendrían alrededor de 30 años. El director enseguida me dio el visto bueno. Sin embargo, yo estaba escamado, y le pregunté al director, en cuanto me admitió:

--Oiga, ¿y las tías?

El director miró de una forma extraña a Jonatan, como mosqueado.

--Pero, vamos a ver, ¿tú no le has dicho nada?

Jonatan bajó la cabeza.

--Es que, me daba vergüenza que supiera a lo que me dedico. Pensé que cuando estuviera aquí, tú se lo dirías, y ya está.

Yo no entendía nada.

Entonces el director me llevó a un aparte y me dijo:

--Mira, Bony, nosotros rodamos películas porno de tema gay.

Me quedé de piedra.

--Oiga, que yo no soy maricón -protesté.

--¿Y quién dice que lo seas? Mira, tú lo único que tienes que hacer es dejártela chupar por los otros chicos, y dar por el culo cuando yo te diga. Eso lo puedes hacer sin ser maricón, ¿verdad?

Como vio que no estaba muy convencido, se sacó de la cartera 25.000 ptas. y me dijo:

--Fíjate, por sólo dejártela mamar y metérsela a otro chico por el culo te puedo dar este dinero. No está mal, ¿no?

Pensé en volver a dormir bajo cubierto y comer en condiciones, tragué saliva y asentí.

Nos pusimos manos a la obra. Pasamos al plató, que era una habitación con una cama. A mi me dejaron en calzoncillos y me hicieron que me echara en la cama, como si estuviera durmiendo. Empezaron a filmar, y un chico entraba en la habitación, se acercaba a mí y empezó a masajearme el paquete. Con la excitación del momento mi verga se puso pronto tiesa, y en el calzoncillo había un bulto enorme. El chico comenzó a lamerlo por fuera, por encima del slip, y la polla cada vez se me ponía más grande. Con los ojos entrecerrados, para hacer como si durmiera, veía al director y me di cuenta que tenía la boca abierta, como de sorpresa; seguro que no sabía que tenía un cacharro de esas dimensiones...

El chaval me bajó el slip y se metió mi nabo en la boca. Yo tenía el corazón que se me salía por la boca; era la primera vez que un tío me lo mamaba, y la verdad es que debo decir, sin tapujos, que me estaba gustando bastante. El chaval se ve que no era la primera vez que lo hacía: me lamía a lo largo de todo el ariete, se detenía en el capullo, recogía los flujos preseminales con gula y me lamía en el ojete, buscando más. Noté que me estaba metiendo un dedo por el culo, mientras me la chupaba, y estuve tentado de darle un tortazo: aquello no era lo convenido. Sin embargo, como era sólo un dedo juguetón (y, por cierto, me estaba dando bastante gusto...), lo dejé hacer.

El director me dijo por señas que debía hacer como que me despertaba y lo forzaba a que se dejara metérsela por el culo. Me desperté con grandes aspavientos y coloqué al chico boca abajo; me situé tras él, con mi minga a tope, y se la metí tal cual. El chaval dio un grito tremendo. Se ve que debería haberle lubricado el agujero del culo. El cámara se acercó para tomar planos muy cercanos, casi me mete la cámara entre mi polla y su culo. La verdad es que el espectáculo era de película: mi carajo entraba en aquel culito sin vello, una y otra vez, y el chico culeaba para que le metiera más y más de mi rabo. Me estaba poniendo realmente excitado. En esto que entró en el rodaje otro de los chicos, a indicación del director. Era Jonatan, mi amigo, con su minga a plena potencia. Se acercó al que yo me estaba follando (que se llamaba Álvaro, por cierto) y éste se metió la polla de mi amigo en la boca.

Yo estaba ya muy excitado, pero se ve que el director no quería que me corriera todavía, porque me mandó salirme. Me llevó, fuera de plano, para que viera la mamada de Álvaro a Jonatan. El director le hizo a éste una indicación y Jonatan, tras mirarme un momento, se colocó en la posición del 69 y se metió la polla de Álvaro en la boca. Así que mi amigo no sólo se la dejaba mamar, sino que también la chupaba... Nunca lo habría imaginado, tantas veces como jugamos juntos en el orfanato.

Y la verdad es que lo hacía muy bien, como si se hubiera mamado ya varios cientos de pollas a lo largo de su vida. Lo hacía como un maestro: además, debía tener unas tragaderas tremendas, porque se metía el rabo de Álvaro (que medía lo menos 20 centímetros) hasta la empuñadura. De repente, Jonatan le sacó la polla a Álvaro de la boca, y éste se situó en la cama, boca arriba y con los labios muy abiertos. Jonatan se puso a su vera, con el nabo apuntando directamente a la boca del otro chico. Se masajeó la polla en una paja rápida y, con la cámara encima para no perderse detalle, comenzó a largar leche. El primer churretazo, tremendo, se alojó entre la nariz y la boca de Álvaro, pero los siguientes fueron directamente a la lengua del chico, que tenía la boca desmesuradamente abierta y la lengua salida al máximo. La leche se le derramaba por los lados a Álvaro, pero éste, con habilidad, la recogía con la lengua. Cuando ya no quedó más leche que salir del ojete de Jonatan, Álvaro capturó de nuevo su rabo y se lo metió hasta dentro, para apurar las últimas gotas del semen de mi amigo.

Yo estaba con la polla a revienta caldera. No había visto jamás una cosa así, y estaba excitadísimo. Aunque al principio me parecía una guarrada aquello de tragarse la leche, la cara de ansiedad y de placer indescriptible de Álvaro me hizo pensar que no debía tener un sabor tan asqueroso como yo imaginaba. Pero aún me quedaba por ver lo mejor. Álvaro y Jonatan intercambiaron sus posiciones, y mi amigo se colocó boca abajo, con la boca muy abierta, mientras Álvaro se hacía una paja a unos escasos diez centímetros de su boca.

No tardó en correrse, y el primer churretazo cayó limpiamente en la lengua de Jonatan, que no sólo no hizo asco alguno sino que se relamió de gusto. Los siguientes churretazos le cayeron en los labios, en la lengua, en las comisuras de la boca, hasta ponérsela totalmente saturada de aquel líquido viscoso. Jonatan, con la mirada perdida, sacaba la lengua con auténtica gula, relamiendo todo aquel líquido blanquecino para engullirlo. Por último, atrapó el nabo de Álvaro con los labios y pareció exprimirlo en su boca.

El director me empujó dentro de cuadro, indicándome por señas que hiciera lo mismo que Álvaro, que me corriera en la boca de Jonatan. Éste mi miró, pero esta vez no vi vergüenza en sus ojos, sino auténtica lascivia. Me coloqué a su altura, con mi polla a menos de una cuarta de su lengua, empapada en leche, y enseguida tuve una corrida monumental, no menos de doce trallazos que Jonatan se tragó, uno tras otro, como si fuera lo único que le importaba en este mundo, con la mirada perdida, la lengua restallando fuera de la boca a la búsqueda del más mínimo resto de mi leche. Después se metió mi rabo en la boca, y notaba su lengua chupándome el ojete del nabo en busca de alguna gota perdida, una lengua pringosa que me producía un extraordinario placer a pesar de haberme acabado de correr.

El director se debió dar cuenta de hasta qué punto me había llegado aquella escena de mi amigo, que me llevó a un aparte, cuando terminamos de rodar la escena, y me dijo:

--Mira, Bony -sacó de su cartera 100.000 ptas., en billetitos azules de 10.000, que yo no había visto nunca de cerca--, estoy dispuesto a darte este dinero si se la mamas a otro de los chicos. A Jonatan, por ejemplo, con el que tienes confianza. ¿Qué te parece? Es el doble de lo que doy a los chavales por chuparla. Es que, como a ti no te gusta.... te tengo que dar más dinero, lógicamente. Míralo como un trabajo profesional, eso es lo que es.

Recordé el rostro de Jonatan, absolutamente extasiado mientras me la mamaba en busca de una última gota, y comprendí que aquello no podía ser tan malo. Y además, 10 billetes de los grandes era mucho dinero...

Asentí, y todos se prepararon. Jonatan estaba ya listo de nuevo, con el rabo en ristre, y cuando supo que yo se la iba a chupar, noté que la polla le pegó un respingo. Aunque no sabía muy bien como hacerlo, pensé en lo que había visto hacer a los chicos, tragué saliva, y me coloqué de rodillas frente a Jonatan. Delante de mí estaba el capullo de mi amigo, que me pareció, a esa distancia, grandísimo. Tengo que reconocer que la excitación del momento hacía que mi polla, recién corrida, estuviera otra vez a tope, y que aquel enorme glande, rojizo y brillante, se me apetecía muchísimo. Abrí la boca y cerré los ojos, como había visto hacer a los chicos, saqué la lengua y un gran pedazo de carne caliente y palpitante ocupó toda mi boca. ¡Guau! Aquello era mucho mejor de lo que podría imaginarse al verlo. Era como una salchicha tremenda, jugosa y resbaladiza, como un corazón latiendo dentro de mi boca, de sabor riquísimo. Comencé a chupar con frenesí, porque aquella polla estaba deliciosa y quería tragármela cuanto más adentro mejor. Cuando la punta tocó en las amígdalas, me dio como una pequeña arcada, pero no me arredré: me la metí más adentro, y el nabo traspasó limpiamente la campanilla camino de la garganta. La cámara estaba muy cerca, sin perderse detalle, pero a mi no me importaba. Sólo me importaba aquel gran nabo que me estaba follando por la boca, proporcionándome un placer como nunca imaginé.

No me preguntéis por qué lo hice, pero el caso es que, sin darme cuenta, alcé mis piernas del suelo, desde la posición arrodillada que tenía mamándosela a Jonatan, y me coloqué en ángulo recto, ofreciendo mis nalgas blancas y sin vello, culeando como una puta perra en celo. El director debió hacer alguna indicación a algún chico, porque enseguida noté como algo húmedo y caliente se apoyaba entre mis cachas. Al principio creí que era una polla, pero me di cuenta que era una lengua. Uno de los chavales me estaba lamiendo el agujero del culo, con unas ganas tan tremendas que me daban repelucos cada vez que aquella lengua juvenil se introducía en mi agujerito. Yo seguía culeando, y pronto el chico cambió la lengua por el nabo. Noté algo gordo y palpitante en el umbral de mi culo, y de pronto, un gran dolor cuando el chaval me lo metió sin avisar. Pero como tenía la boca ocupada, apenas si pude gemir. Pronto, sin embargo, el dolor del culo dejó paso a un placer inusitado: me sentía lleno, por delante y por detrás, completo por primera vez en mi vida.

Entonces Jonatan se echó hacia atrás: se iba a correr, y no quería hacerlo en la boca de su amigo. Pero yo no iba a perderme aquella parte del espectáculo: lo sujeté por las cachas y mantuve su polla sobre mi lengua, que a su vez yo tenía convenientemente sacada, a tope, de la boca. El primer trallazo fue tremendo: no me lo esperaba tan fuerte, y me llegó hasta la nariz; los siguientes fueron más moderados, y por fin conocí el sabor de la leche: era un sabor exquisito, como no había probado antes; comprendí entonces la mirada perdida de Jonatan mientras se tragaba aquel elixir de dioses. La leche se fue depositando sobre mi lengua, chorreando por los lados, así que, con la cámara bien cerca para captar el momento, la metí para dentro para tragarme aquel cargamento de delicatessen. Vi que había a mi alrededor un runrún extraño, y entonces entendí: el director había indicado a los otros chicos que se colocaran a mi alrededor, con sus rabos enhiestos en la mano. Yo entendí la jugada, y me moría de ganas de probarlo, así que facilité las cosas.

Me tumbé en la cama, y los otros siete chicos (salvo Jonatan, que estaba recién corrido, pero también el que me estaba dando por culo) hicieron un corro a mi alrededor, las pollas lo más próximas posibles a mi boca, que yo presentaba totalmente abierta, con la lengua completamente fuera, ansioso como perra salida. El cámara, muy profesional, "colgó" la cámara por encima del grupo y mantuvo desde allí una perspectiva privilegiada. Más tarde vi la película y comprobé lo bien filmado que había quedado... Bien, el caso es que los siete chicos se pajeaban a placer, y pronto empezaron a correrse muy cerca de mi boca. Yo acudía enseguida a la polla que empezaba a largar leche, y colocaba mi lengua en contacto con el glande, donde se depositaba todo el semen que largaba. No había terminado con una cuando otro me la metía en la boca porque se corría también, y allá que llegaba otro leñazo de leche. Otro más se corría y me salpicó la cara, antes de que yo pudiera ponerle la lengua para recibir su carga. El cuarto también descargó parte de su esperma en mi mejilla, pero casi todo llegó al interior de mi boca, gotas que saltaban por el aire y yo procuraba que no se desperdiciaran. El quinto y sexto también se me corrieron justo encima de la boca, y sus leches rebosaron en mi cavidad oral. El séptimo me apoyó los huevos en la nariz y el carajo justo encima de la boca y la lengua, y descargó un tremendo aluvión de leche. Cual no sería mi sorpresa cuando un octavo rabo se colocó también en esa misma posición. ¿Quién era? Pues el director, que tenía un cacharro de escándalo, y que se me estaba corriendo en la boca, como los demás. Pero es que a éste lo sustituyó el iluminador, y cuando terminó, el cámara, que le había dejado su aparato al director.

Cuando terminó el último, tenía la cara como un mapa, surcada de leches de todos. Me relamí, delante de la cámara, y con el dedo rebañé todo lo que pude y me lo metí en la boca.

Desde ese día soy la estrella del estudio de rodajes porno. La verdad, no entiendo por qué... ¿Tú sí?