Confesiones (6)
Sexta entrega de las confesiones de mis amigas o ex amantes.
Confesiones, capítulo VI
Sexto capítulo de Confesiones de mis amigas o ex amantes
La experiencia de Lulú
Hay razones de sobra para evitar las relaciones con compañeras de trabajo. Argumentos sobran: toda la oficina se entera; luego se sabe que la chica en cuestión ya pasó por todos los ´miembros´ de esa empresa, en otras palabras, que su cuerpecito ya fue disfrutado por todos los compañeros; también pasa que la chica se pone celosa si uno platica con otra y empiezan los pleitos. Así por el estilo. Por ello durante los primeros meses en mi nuevo empleo me mantuve firme en mi decisión: buscar mujeres en cualquier parte menos en el lugar de trabajo. Pero Lourdes fue insistente. A veces me cruzaba con ella al llegar a trabajar y luego del atento "buenos días" cada cual se metía en su oficina. Es más, al principio ni siquiera sabía su nombre ni qué hacía en ese su trabajo. Luego coincidimos en la máquina del café, de nuevo un saludo y ya. Más tarde me la encontré en el restaurante donde iba a comer. Ahí empezamos a hacer plática, me platicó que tenía una hija que estaba por entrar al bachillerato y no se decidía por cuál escuela escoger, le propuse varias opciones, pues yo también tenía una hija en esa edad que ya estaba estudiando la preparatoria. Eso fue todo, tal vez ella quería un mayor acercamiento pero la mantuve al margen. Así pasaron varias semanas. Una tarde al salir del trabajo se vino una fuerte tormenta y yo en mi carro la vi parada en la esquina tratando de escapar de la lluvia, bajé el cristal del auto para preguntarle a dónde iba, me dijo que estaba esperando a una compañera pero que al parecer ya se había ido y que tomaría un taxi para llegar hasta el Metro, me ofrecí llevarla y ella aceptó.
Durante el trayecto supe que era divorciada y que vivía únicamente con su hija, y que en sus vacaciones iría a Veracruz pues de ahí era originaria. Luego la lluvia se detuvo y en el alto de un semáforo miramos un cartel que anunciaba una exposición en un museo. Eso dio pie para que ella preguntara que haría el fin de semana. Le dije que nada, pues los sábados y domingos mi hija se iba con su madre y yo me quedaba solo, sin nada que hacer que no fuera ver televisión o ir al cine de vez en cuando. Así supo Lulú que yo también era divorciado. En eso llegamos a su destino y ella se bajo del auto y nos despedimos. A partir de ese día la empecé a mirar de forma diferente. No era una belleza de mujer: baja de estatura, caderas llenas y firmes, morena de piel, pelo rizado y senos pesados, más bien grandes. Las facciones de su rostro eran un tanto burdas, pero los carnosos labios y ojos cafés la hacían atractiva, más cuando sonreía y sobre todo cuando usaba vestidos ajustados y sus generosas caderas brincaban cadenciosas cuando la veía pasar, o cuando usaba pantalones claros y por atrás se descubría que usaba tangas tipo hilo dental. Pero mi trato no varió: siempre atento sin dar pie a más, así hasta que ella dio el siguiente paso: se acercaba la fiesta de fin de año y los empleados que habían organizado en evento no lograban el cupo requerido por el salón de fiestas, le compré un boleto prometiéndole que trataría de ir, aunque a mi ese tipo de eventos no me gustaban, "anda anímate, sirve que me acompañas, yo no tengo con quien ir". La fecha llegó y ambos llegamos al lugar de la fiesta, ocupamos la misma mesa y luego de la comida bailamos varias piezas, más tarde todo terminó y me ofrecí a llevarla a su casa, de caminó me confesó que ya algunas de sus compañeras le habían preguntado si ya éramos pareja y andábamos saliendo juntos, "son unas víboras, nada se les escapa ¿tú crees?", cuando llegamos a su casa me invitó a tomar café pues "nunca compro cerveza o alcohol, si no te invitaba una copa ¿quieres café?" y mientras esperaba en la sala a que ella llegara de la cocina con las tazas encendí la televisión, vimos las noticias de esa noche y cuando el café se terminó y me disponía a irme descubrí en su mirada una mezcla de deseo o lujuria, no dijimos palabra sólo me acerqué a ella para besarla, y cuando casi tocaba sus labios sentí su respiración agitada y cálida, nos besamos mucho rato mientras le agarraba las tetas por encima de su blusa, luego traté de desabotonar su blusa pero ella se negó: "no mejor no, ya vete, esto no está bien", "¿por qué? Ambos queremos ¿o no?", "tal vez, pero no es correcto, menos aquí en mi casa, mi hija no tarda en llegar, además no somos nada, sólo compañeros de trabajo".
--"Podemos ir a otro lugar, a un hotel por ejemplo".
--"No, ya te dije, además como quieres que me acueste contigo si apenas hoy salimos por primera vez, tal vez luego, y a un hotel no, no me gustan los hoteles, me dan miedo".
Traté de convencerla con más besos. Lulú se dejó besar y que le agarrara las tetas por encima de la blusa, luego se levantó diciendo: "ya no, por favor, vas a hacer que cometa una locura, mejor no".
--"¿Pero por qué?".
--"Apenas nos conocemos, casi no se nada de ti, tal vez tienes pareja o novia, o vives con una mujer, no se".
--"No tengo pareja, ni novia y tampoco vivo con alguien ¿y tú?".
--"Tampoco, no te preocupes".
--"¿Entonces por qué no quieres?".
--"No es correcto, no se que pensarás de mi, pero soy un poco temerosa, tú me gustas mucho, pero apenas y nos conocemos, besas muy rico pero por ahora mejor sólo seremos amigos ¿quieres?".
No insistí más. Ya en la puerta me invitó al cine: "hace tiempo que no voy y quiero ver El violín rojo, ¿me llevas?". Quedamos al día siguiente. Nos vimos en un restaurant, y de ahí nos fuimos al cine. De salida nos tomamos de las manos y ya en el estacionamiento nos besamos recargados en el auto, aproveché la oscuridad del sitio para pegarla a mi cuerpo y con las bocas pegadas le agarré las nalgas por encima del vestido, Lulú se dejó fajar un rato hasta que los dos nos calentamos, ella sentía la dureza de mi erección: "estás muy excitado, te siento, tu pene está muy duro".
--"¿Tú no?"
--"¿Qué crees?".
--"Que si".
--"Pues si, te deseo, tengo ganas".
--"¿Vamos?".
--"Mejor termina aquí ".
No supe que contestarle, tal vez ella quería coger dentro del auto o algo así, pero para mi sorpresa sin despegarse de mi me desabrochó el pantalón y con cierta habilidad me sacó el miembro para luego subirse un poco el vestido y haciendo a un lado su calzón se colocó la verga en su pucha diciéndome al oído: "anda, termina así, no lo metas, sólo frótalo sobre mi sexo hasta que te venga la lechita". Y entre besos ensalivados Lulú se movió sobre mi verga hasta que casi me sacó el semen pues apenas dejando de besarme me dijo: "anda termina que alguien puede venir" y cuando sintió la eyaculación apretó las piernas para acelerar la venida luego se recargó en mi pecho para decir: "te vino mucho, me dejaste empapada, siento que tu leche me escurre por las piernas, eres un atrevido, ya vamonos". Se separó para acomodarse el vestido, yo me guardé la verga en el pantalón. Luego le dije:
--"Pero tú no terminaste".
--"No importa, sentí rico".
--"¿Te vas a quedar con las ganas?, ¿no importa?"
--"Me gustó sentir cómo terminaste, sentí rico".
--"¿No quieres terminar?".
--"Hoy no, ya fue demasiada locura lo que hicimos". Y mientras nos metíamos en el auto le pregunté:
--"¿Te vas a quedar con las ganas?".
--"Si".
--"¿Qué vas a hacer con las ganas?".
--"Al rato se me olvida, no te preocupes".
--"¿Y qué haces cuando te quedas con ganas?".
--"No seas curioso, no hago nada, bueno casi nunca, a veces ya sabes las mujeres nos damos nuestras mañas".
--"¿Te masturbas?".
Sonriente me dijo: "casi nunca, pero hoy en la mañana durante la ducha me lo hice".
--"¿Qué?".
--"Ya sabes, no preguntes, y fue a tú salud", luego volvió a reír. Más tarde la dejé en su casa, pero no me invitó a pasar: "mejor no entres, capaz que sigues insistiendo y mi fuerza de voluntad no durará mucho, adiós, ¿me llamas mañana?, voy a estar sola, mi hija se fue de vacaciones con su padre", nos dimos un beso rápido y nos despedimos. Al día siguiente era sábado, le llamé a medio día y quedamos de vernos en una plaza comercial pues Lulú tenía que hacer unas compras.
Cuando llegó a donde la esperaba traía una bolsa con algunas cosas, le pregunté que había comprado:
--"No seas curioso, son cosas de mujer", y sonriendo abrió la bolsa para mostrarme algunos frascos, entre ellos uno que decía "crema depiladora", la miré extrañado y un tanto apenada me dijo: "soy muy velluda, me depilo seguido" y me mostró sus brazos y así comprobé que en efecto tenía vellitos, no muchos y queriendo investigar más bajé la vista para ver sus pantorrillas, pero ella me reclamó: "oye, no mires, no seas grosero, eso no se hace". Caminamos hasta la zona de comida rápida y compramos café, nos sentamos a platicar y me empezó a interrogar:
--"¿Entonces no tienes novia?".
--"No, ya te dije".
--"¿Y entonces?".
--"Entonces qué".
--"¿Cómo le haces?".
--"Cómo hago qué".
--"Cuando te dan ganas".
--"Se me olvidan, como dices tú".
--"No te creo".
--"Allá tú".
--"¿Y tuviste muchas novias?".
--"Algunas".
--"Y con todas te acostaste".
--"Con todas no, y no fueron muchas, pero con algunas si".
--"Y seguro que cuando estabas casado le fuiste infiel a tu esposa ¿verdad?".
--"Bueno, también las mujeres son infieles, al menos la mayoría".
--"No es mi caso, la verdad, pero suele ocurrir, ¿te acostaste con alguna casada?"
--"A veces, con algunas".
--"Ahí está, eres infiel, como todos los hombres".
--"Para que haya un infiel, se necesita una mujer infiel ¿o no? ¿Y tú?".
--"¿Yo qué?".
--"¿Tuviste muchos novios?".
--"Pocos, en realidad me casé muy joven, pero si tuve varios novios".
--"¿Te acostaste con todos?".
--"No, ¿cómo crees?".
--"Al menos con el que sería tu marido ¿o no?".
--"Bueno si, ya estábamos prometidos, de hecho me casé embarazada".
--"De tu marido".
--"Claro tonto".
-"Y en la actualidad ¿no tienes novio?".
--"No, te dije el otro día".
--"¿Y hace cuánto que no?".
--"¿Qué no tengo novio?, pues lo que se dice novio, ya tiene tiempo, hace dos años estuve saliendo con alguien, pero era casado, me costó trabajo dejarlo".
--"¿Por qué?".
--"Lo quería mucho, pero él no se decidía a dejar a su mujer, yo ya estaba divorciada, desde entonces nada de nada".
--"¿Y entonces?".
--"Manualidades, ya sabes, pero muy de vez en vez, no soy lujuriosa".
--"¿Y de tus novios?, con cuáles lo hiciste".
--"No fueron muchos, con los pocos que tuve no lo hice, al menos hacerlo bien, cómo se dice tener sexo, no, con uno sí, estaba loquita por él, me gustaba mucho".
--"¿Y que hacías con tus novios?".
--"Ya sabes fajar, besos y besos, y alguna caricia atrevida, sólo eso, ¿y tú?, ¿con quien te iniciaste?".
--"Con una vecinita, vivía en mi casa, porque mi madre rentaba cuartos para completar el gasto, era una chiquilla, pero ya no era virgen, nos hicimos novios a escondidas de su familia, tenía un primo que le traía ganas y la cuidaba a todas horas, pero nos dábamos nuestras mañas, había un cuartito donde guardábamos cosas viejas, ahí la metía a fajar, luego se dejaba bajar los calzones y lo hacíamos, parados, era incómodo y rápido, pues siempre su hermana le estaba gritando, me dejaba terminar pero no dentro de ella, así duramos varias semanas, luego nos descubrió su primo y fue con el chisme, se armó un escándalo y su hermana la golpeó, dejamos de vernos, esa fue la primera, ¿y tú?".
--"Condenado, al menos no la embarazaste, ¿yo?, déjame acordar, fue en Veracruz, íbamos en las vacaciones a ver a los abuelos en el puerto, ahí conocí a un chico muy guapo, moreno claro, con muy buen cuerpo, ojos negros muy grandes, muy lindo, era vecino de la familia y empezamos a salir, pero era muy calenturiento, ya sabía hacerlo y creía que todas las chicas querían tener sexo, yo no, ni siquiera sabía fajar, sólo besar y ya, pero él me enseñó, era muy insistente y yo no me dejaba, menos hacerlo bien como el quería, pero paso a pasito, al principio se lo hacía como lo hicimos esa noche en el estacionamiento ".
--"Por un ladito del calzón".
--"Así, en lo oscurito, los dos parados, me separaba la panty y él ponía su miembro encima de mi conejito, se movía, terminaba pronto y ya, me escurría el semen entre las piernas hasta que insistió mucho, para entonces ya le conocía su cosa, a veces se la acariciaba en el cine, era grande, lo tenía grandote, en ese entonces yo pensaba que lo mejor era la cantidad, no la calidad. Un día aprovechamos que no había nadie en casa y lo hicimos en la sala, me dolió mucho y manchamos el sillón de sangre, luego seguimos viéndonos y me llevaba a su casa y lo hacíamos, en su cuarto, ni siquiera me desnudaba, sólo me alzaba el vestido y con los calzones a media pierna el se subía encima de mi, lo metía me dolía mucho, pues tenía un miembro muy grande-- y dos o tres metidas después eyaculaba, me dejaba fría; luego fue diferente, como lo hacíamos casi diario le empecé a agarrar gusto y aprendí a tener orgasmos, quería casarme con él, pero él no, sólo quería sexo y ya, dejamos de vernos y luego supe que se había casado porque había embarazado a una chica. Luego conocí al que sería mi marido, y ya con alguna experiencia empezamos a tener sexo, él me enseño casi todo sobre eso, esas cosas, ya sabes. Al principio sólo por fuera sin penetrar, pero la carne es débil, luego casi a diario, ya hasta iba a verlo sin calzón y en cualquier lado me empinaba y ya, lo seguimos haciendo hasta que me embarazó, no usábamos nada para protegernos y eso que lo hacíamos casi todos los días, fue una locura, nos casamos, juntos duramos poco, como diez años, era muy infiel".
--"¿Lo descubriste?".
--"Si, pero de eso no preguntes, ¿y tú?, hace cuánto que no tienes novia".
--"Tuve varias amigas luego de mi divorcio, una argentina que conocí por internet; una señora de Orizaba y una amiga de mis tiempos de casado, a veces la veo, ya casi no, se cambió de casa y le perdí la pista. A la argentina la vi dos veces en México, ella vino. La de Orizaba era muy celosa, siempre me estaba checando, terminamos por eso. Duramos como un año y medio, me celaba con una amiga de ella, yo ni siquiera, fueron ideas suyas. Y ya, eso es todo".
--"¿Qué tan vicioso eres?".
--"¿Cómo vicioso?".
--"Del sexo, ¿eres lujurioso?, ¿qué te gusta hacer?".
--"De todo ¿y tú?".
--"Más o menos, pero necesito sentirme a gusto, con libertad, me gusta sentirme querida y amar a mi pareja, si no, no".
--"¿Oral , anal?".
--"Mmmmjumm, menos el sado, no me gusta que me peguen, no soy lujuriosa, puedo pasarme largas temporadas sin pareja, pero cuando alguien me gusta lo doy todo, ¿y tú?, ¿qué piensas?".
--"Me encanta todo, y me gusta que una chica le guste todo y lo goce"
--"¿Y qué piensas de mi?".
--"Me gustas, desde el principio me gustaste, pero no me atrae la idea de hacer pareja con compañeras de trabajo, siempre ocurren problemas".
--"Tienes razón, pero también tú me gustaste, desde que llegaste mis amigas comentaron que había llegado un señor, serio y guapo, varias te traen ganas, te trataron de ligar, yo entre ellas, y cuando nos vieron platicando un día en la máquina del café empezaron los rumores, que si ya nos habíamos acostado, que si andábamos juntos, en fin, oye ¿vamos a ser novios?".
--"¿Quieres?".
--"Si".
--"Pero te propongo que en el trabajo no se sepa".
--"De todos modos se sabrá".
--"¿Por qué?".
--"Yo les voy a decir".
--"¿Por qué?".
--"Quiero que sepan que eres mío, sólo mío, y que nadie se meta contigo".
--"¿Eres celosa?".
--"Mucho, mejor no preguntes".
--"¿Y cómo quieres que sea nuestra relación?".
--"Quiero que seas sincera, ante todo, cuando sientas que ya no funciona, me lo dices y ya, tan amigos como siempre, quiero que conozcas a mi hija, ella ha insistido en que me busque un novio, quiero que vayas a mi casa, pero eso no quiere decir que te quedes a vivir ahí, o a dormir, llévame a donde quieras, si quieres a tu departamento, las veces que quieras, no se, podemos hacer lo que los dos queramos, no hay restricción, pero siempre de común acuerdo ¿aceptas?".
--"Bueno ".
--"No pareces muy convencido".
--"Lo que pasa es que aunque se aclaren las cosas desde un principio, al paso del tiempo las cosas cambian, cuesta trabajo mantener las condiciones que se establecen, pero si quieres lo intentamos. Y si vamos a ser novios, te pido que no te depiles, me gustan las mujeres peludas".
--"¿Peludas?, qué tan peludas".
--"Que tengas pelitos, en todas partes, ¿aceptas?".
--"Es que en las piernas se me notan mucho, si quieres que me los deje me van a crecer mucho y se ven feos, los hombres se me quedan viendo, pensando cosas, al menos cuando ya estén crecidos me los quito, sobre todo en las pantorrillas y en las piernas, de ahí en fuera si me quieres ver como chango, pues ahí tu sabes".
--"¿Y del sexo eres peluda?".
--"Más o menos, me crece mucho vello, desde chica me depilaba, me crecían mucho, sobre todo ahí, oye ¿te gusta preguntarme cosas así, calientes?, ¿verdad?".
--"Me excita".
--"También a mi, ahorita estoy mojadita, por lo que dijiste, de tus novias, y todo eso, ¿me cuentas más?"
--"Como qué"
--"Mmmm, por ejemplo, a quien se lo hiciste anal, la primera vez, algo así, dime".
--"Tuve una novia, de chico, era gordita, muy linda, de piel blanca, me quería mucho y me regalaba cosas, cuando fajábamos me dejaba hacerle casi todo, menos penetrarla, yo tenía muchas ganas, ella también, pero no se dejaba, además tenía muchos hermanos y la vigilaban mucho, su hermana le preguntaba qué hacíamos cuando estábamos juntos. Una noche en un lugar oscuro se lo volví a pedir y se negó, entonces le dije que algo tenía que hacer para que yo terminara, me dijo que mirara si no venía alguien, luego descubrí que se había quitado el calzón, se volteó un poco, de lado, estábamos recargados en una pared, se alzó el vestido un poco y me dijo que le pusiera el miembro entre las pompas, eso hice, y me dejó venir entre sus glúteos, así empezamos, hasta que un día sin darme cuenta se la empecé a meter, ella no dijo nada, solo que me apurara, estaba muy apretada y me dolía el miembro cuando le dejé ir el glande, pero se lo metí todo, ella se mordía los labios para no gritar, pero le dolía también, luego nos movimos y terminé, fue la primera vez, luego ya ella lo pedía, decía que le gustaba mucho sentir como eyaculaba dentro de su cola, más si le acariciaba la pepita, gozábamos mucho, pero nunca me dio su quinto. Luego entré a mi primer trabajo y dejamos de vernos y ella se cambió de casa. Meses después, ya cuando me iba a casar, la volví a ver. Me dejó entrar a su casa, no había nadie y entonces si lo hicimos, en la cocina, no se, pero creo que no era virgen, ella dijo que si, la cosa es que el miembro le entró fácil, sin problemas, ambos terminamos, ella acostada sobre la mesa de la cocina y yo encima de ella, de las ganas hasta tiramos cosas que había en la mesa, un vaso, el salero se rompió, gritaba de placer. Supo que me iba a casar y pese a ello me dijo que cuando quisiera fuera a verla, que le gustaba mucho hacerlo conmigo, ¿y tú?".
--"No se, pero creo que muchas mujeres empiezan así, defienden su virginidad a cambio de su ano, y a la mayoría les gusta. Aunque no lo acepten. A mi me enseñó mi marido, yo quería saber que se sentía, cuando teníamos sexo a veces me tocaba ahí y yo sentía muy rico, ponía un dedo en la entrada y yo gozaba más así, una noche me despertó porque tenía ganas, estaba muy excitado pero yo tenía la regla, así que sin que le dijera nada me puso el miembro en la colita, me puse floja, sentí dolor, sobre todo al principio, tenía el miembro muy grande y me lastimaba, luego entró todo, primero poco a poco, era una mezcla de dolor y placer, se siente diferente, luego ya su miembro entraba con facilidad, nos movíamos rápido y fuerte, momentos después terminó dentro de mi, fue algo increíble sentir como su pene palpitaba dentro de mi, en un lugar diferente. A partir de esa vez alternábamos el sexo entre vaginal o anal, u oral, pero el oral no me lo enseñó él, fue otro. Ahora cuenta tú".
--"Si, pero antes quiero que hagas una cosa".
--"¿Qué?".
--"Ve al sanitario y te quitas la tanga y las medias".
--"¿Para qué?".
--"Me excita saber que no traerás nada debajo de la falta, ¿te atreves?, quiero que sentada frente a mi abras las piernas y me dejes ver tu puchis".
--"¡Qué locuras!, quieres que todos me vean enseñándote la pepa, ¿verdad?"
--"¡No te excita eso!".
--"Mucho, hice esas locuras hace tiempo".
--"¿Con quién?".
--"Ya te contaré, espera aquí, no te vayas y me dejes así, como estoy", dijo sonriendo y se alejó por el pasillo meneando sus caderas.
Lourdes no tardó nada, se sentó frente a mi, abrió las piernas y empezó a hablar: "estoy que me escurre el flujo por las piernas, lo tengo muy mojado, ¿lo miras?, ¿ya?, ¿lo ves?, ¿abro más las piernas?", lo vi, era un chumino negro de pelos, por la falta de luz no podía ver su raja pero se le miraban los vellos en las piernas, pequeños pero sin depilar y cuando ya no pudo separar más las piernas dijo: "ya, deja de mirarme que todos me ven, ¿lo tienes parado?"
--"Mucho".
--"¿Con cuerito o pelón?"
--"¿Cómo?".
--"Que si te hiciste circuncisión o tienes gorrito sobre el glande".
--"Nunca me hice la circuncisión".
--"Mejor, me gustan con cuerito".
--"¿Y tú?, eres carnosa de la puchita, ¿te mojas mucho?, ¿tus labios son grandes?".
--"¡Oye!, ¡qué preguntas son esas!, ya me descubrirás, pero si, me mojo mucho, cuando estoy muy excitada, mis orgasmos son muy húmedos y huelo mucho".
--"Quiero que abras más las piernas, mucho más, hasta ver tu pepa bien abierta".
--"Si quieres, pero ya te necesito, estoy mojada de más".
--"Entonces mejor nos vamos, aquí enfrente hay un motel, ¿quieres?".
Nos apresuramos a salir de la plaza y unos minutos después estábamos en el hotel. Pagué la habitación y subimos al cuarto. Ambos estábamos sumamente excitados y aún con ropa nos metimos a la cama a coger. Lourdes apenas alcanzó a quitarse el vestido y abrir las piernas para recibirme. Cuando el miembro entró me asombré de la cantidad de líquido que inundaba su pepa, por ello fue muy fácil meterle el pito, y empezamos a movernos. Minutos después Lulú se había venido varias veces, gritando de placer. El último orgasmo se lo saqué cogiéndola de a perrito, haciendo que sus redondas nalgas brincaran cuando la penetraba, haciendo ruidos, como chasquidos. Le gustaba fuerte, que se lo metiera rápido y fuerte, así lo pedía entre gritos y gemidos apresurados, con la respiración entrecortada. Y mientras su vagina palpitaba con mi verga dentro miré como también su ano palpitaba con igual ritmo que el cálido interior de su panocha, entonces le avisé que la leche se me salía y me pidió:
--"Espera, dámela en la boca, quiero tu semen en mi boca".
Y se quitó para hincada en la cama mamarme el miembro que sólo unas lamidas después empezó a expulsar semen a chorros. Lulú siguió mamando, succionando, sacándome la leche con urgencia, con hambre, succionando el glande para luego metérselo todo, hasta los pelos. Luego quedamos desfallecidos en la cama, acurrucados uno junto al otro, suspirando, adormecidos, en eso dijo: "tienes un bonito pene, me gusta tu verga, la tienes linda, mira, con la pielecita sobre la cabeza, rosada, también sabe rica, te sale mucho juguito, huele muy rico, mira ya te viniste y sigues erecto, lo aprieto con la mano y se pone duro, es rica tu verga, grandota y dura, me gusta mucho, me vas a hacer fanática de tu miembro, enamorada de tu pene rico, tu semen también es rico, te viene mucho, todo tú eres rico, estaría todo el día mamándote, chupándote la pinga".
--"¿Te gusta mucho mamar?".
--"A veces, cuando el tipo me gusta y sabe hacer el amor, pero a veces no, el hombre puede coger rico pero tiene un pene feo".
--"¿Y cómo te gustan?".
--"Así, como la tuya, mira ya te viniste, le doy besitos y todavía palpita, me da más juguito".
--"Pero, ¿cómo te gustan?".
--"Como esta que estoy besando".
--"Anda dime".
--"Como la tuya, ni grande ni chica, gruesa, así como se te está poniendo, eres cogelón, así me gustas, me encantan así, rosadas, duras, de tamaño mediano, pero juguetonas; no me gustan grandes, sobre todo si el tipo es torpe para coger, así lastiman, duele; tampoco me gustan delgadas o prietas, negras, son feas; hay hombres que se sienten orgullosos de tener una gran pija pero no saben qué hacer con ella, y lo peor, creen que uno se enamora de sus vergas tontas, grandes y delgadas, o cortas y muy gruesas, así no me gustan, me encantas tú, me tocas bien el punto G, tienes mucha práctica, lo encuentras fácil y ya no lo sueltas, frotas y frotas, hummm, eres rico, ya te dije".
--"Cuéntame de la mejor verga que hayas conocido".
--"¿De veras?, ¿quieres saber?, ¿no te vas a poner celoso?, hum, bueno, conste, luego no me reproches; fue luego de mi divorcio, tendría como 30 años, un poco más, andaba todavía atontada con el divorcio, deprimida, llorando en las noches, añorando al marido, a veces rabiosa por haber dejado ir al miembro que me hacía feliz a veces, en fin, una tragedia. Lo que pasa es que a veces las cosas están ahí, al alcance de tu mano y tú ni te das cuenta, así fue; andaba toda atontada, corriendo al trabajo y tratando de atender a mi hija, siempre corriendo. Cerca de donde vivía estaba la casa de una tía, casada por segunda vez, en ocasiones la visitaba y en una visita conocí a un hijo de su marido, del primer matrimonio de ese tipo, era un adolescente, lindo, de 16 añitos, guapo, alto y con buen cuerpo, de pelo negro y rizado, bonita cara, como los niños de esa edad, me extrañó que me mirara de cierta forma, traté de no hacer caso, lo evité, tal vez pensé que como todos los chicos a esa edad nomás andan de curiosos viendo mujeres, cosas de la edad, era cierto; luego la tía me invitó a salir con ellos, iban de vacaciones a Tuxpan, de ahí era el marido, y pues fuimos mi hija y yo con ellos, el chico por supuesto no me quitaba los ojos de encima, me hacía sentir incómoda, pero lo soporté. Llegamos a esa ciudad, fea por cierto, no se si conozcas pero es feo Tuxpan, huele mal el río. Luego fuimos a la playa, tenía tiempo de no salir y el lugar era bello, cerca de la laguna de Tamiahua, me sentí feliz. Andaba yo siempre con mi hija de la mano, hasta para meternos al mar, luego lo ví, al hijastro de la tía, tenía puesto un traje de baño como dos tallas más chica, o era la moda, no se, pero toda la cosa se le notaba, los ojos se me salieron pues casi el pene se le salía del calzoncillo, un gran paquete, me impresionó, ya te imaginarás, una mujer como yo, luego de dos años de no saber que era un pene, cualquier cosa la impresiona, pero esta era, se notaba, más que grande, inmensa diría yo, y así fue, te juro que me sonrojaba de verlo, caminando por la playa con ese paquete entre las piernas y las escasas mujeres volteaban a verlo, algunas con la bocota abierta, impresionadas. Ahí cambió todo, de alguna manera sentí que ese pene tendría que ser mío o dejaba de llamarme Lourdes, en un momento percibí que la pepa me palpitaba y se mojaba, como en mis tiempos de jovencita, ya no me importó nada, ni mi ex marido, ni nada, quería cogerme al hijastro de mi tía y eso era todo. El se dio cuenta pero era temeroso, ese día no hicimos nada, al siguiente, en la cocina nos dimos de besos, rápido, pues estábamos sirviendo el desayuno, entre plato y plato, de pasada me tocaba las nalgas y lo besaba, ya andábamos ardiendo los dos; más tarde los tíos dijeron que irían a visitar a unos compadres, por supuesto que me negué a ir, era mi oportunidad, el chico lo entendió y desistió de ir; más tardaron en salir los tíos en su carro que nosotros en estar abrazados con las bocas pegadas, estaba súper calientísima, dejamos a mi hija viendo televisión y corrimos a una recámara, ahí me apuré a bajarle el short que tenia puesto, quería ver si era verdad que era enorme su pene y en cuanto le bajé la ropa la pinga brincó frente a mis ojos pegando en mi frente, era enorme, rosada, muy gruesa y sobre todo grandísima, nunca en mi vida había visto un pene como ese, le ponía las dos manos encima, rodeándolo, y aún así le sobraba pito, como la mitad, pensaba "esta cosa nunca me cabrá", fácil pasaba de los 20 centímetros o más ya estando bien erecta, y se lo mamé, pero apenas me lo comía como a la tercera parte, más y sentía que vomitaba, pero el chico no tenía experiencia, a la tercera chupada se vino, una leche riquísima, dulce y agria a la vez, pero en una cantidad inimaginable, toda la cara y el pelo me quedaron empapados de leche, el chico se disculpó: "perdona, perdona por favor", yo ni hacía caso pero se lo seguí mamando y al momento ya lo tenía duro, bien parado, entonces nos fuimos a la cama, yo desesperada por sentir esa vergota, al principio fue difícil, le decía que tuviera cuidado, pero él estaba urgido, con muchas ganas; cuando intentó meterlo todo casi grité de dolor, le pedí que se fuera despacio que tenía el miembro muy grande, creo que entendió, lo fue metiendo poco a poco, cuando iba a la mitad yo estaba ya bien llena, me empecé a mover un poco y de nuevo se vino, pero no se salió y así, con su verga medio flácida me llegó el orgasmo, pero fue muy rico; seguimos pegados y él se empezó a mover de nuevo y en menos de lo que te cuento ya estaba bien ensartada, la tenía toda, bien erecta y adentro, ambos pegados, te lo juro, ¡todo su miembro estaba dentro de mi!, no lo podía creer, entonces fue el acabose, como ya se había venido dos veces, la tercera le tardó mucho y ahí fue cuando yo empecé a gozar, no se cuantas veces me llegó el orgasmo, pero fueron muchas, él estaba como ido, no lo podía creer, luego me confesó que había sido su primera vez. Luego de coger me gustaba estar así, como contigo, besándole la pinga, ya venida, lamiendo su leche y soñando en volver a tenerla dentro. Fue una experiencia memorable, pero al día siguiente ni podía caminar, todo me ardía, andaba rosada, irritada de la pucha, más porque el chico insistía en querer más y pues ya sabes, la carne es débil, cogimos como locos, bueno no se si los locos cojan mucho, pero los dos estábamos locos de coger, lo hacíamos en todas partes. Una noche antes de regresar a la ciudad se lo pedí en la cola, lo tuve que ayudar, pero me lo cogí así, con todo su gran miembro en mi ano, todito, echando moquitos ahí, en mi cola, que terminó destrozada, fue un sufrimiento de seis horas en el auto, sentada, con la cola ardiendo de dolor. De regreso nos seguimos viendo, nos cogimos como siete meses, yo estaba en la gloria, feliz, dichosa de haber encontrado una mejor verga que la de mi ex marido, que entonces descubrí era algo torpe para hacerme gozar; le enseñé lo que sabía de la cogida: a mamar a puchis, hacer el 69, a culear mucho, en fin todo eso. Una cosa que me inquietaba era meterme toda esa cosa en la boca, toda, completa; es cosa de práctica, me lo dijeron primero mis hermanas luego unas amigas: es cosa de ir poco a poco, aflojar la garganta y aguantar las ganas de vomitar, y todo cabe. Lo puse en práctica y poco a poco funcionó: ya podía mamarle todo el tronco y aguantarlo dentro de la boca mientras él, aullando, me echaba el semen. Luego todo terminó, el chico entró a la universidad y como supondrás, la oportunidad de mejores nalgas, así pasó, se fue alejando poco a poco, primero me visitaba tres veces a la semana, luego dos, luego una, luego una vez cada quince días, yo le preguntaba que qué pasaba, que si ya no le gustaba mi pepa o qué, lo notaba triste o enfadado, por fin no insistí. La cosa es que unos meses después supe que embarazó a una tipa tetuda como de 40, maestra suya, y fue más que tonto en casarse con ella. Era una mujer fea, más alta que él, pero gorda, con las chiches flojas y las nalgas gruesas y flácidas, ya muy corrida. Y no pasó mucho tiempo en que me buscara, pero me negué, me rogaba que regresáramos, pero yo tenia mucho coraje con él, podría tener una gran verga y coger rico, pero no tenía cerebro, me daba coraje. Esa fue mi gran experiencia. Lo último que supe fue que terminó mal, manejando un taxi a pesar que tenía una maestría en ciencias que le financió su vieja, los dos vivían de lo que ganaba ella dando clases. Como te decía mucho pito no es sinónimo de cerebro. Ahora dime que piensas".
--"Que la pasaste bien, ¿o no?".
--"Pues sí, pero duró poco".
--"Nada es para siempre".
--"Si, me gustó mucho, pero cuando más quería yo, él se fue alejando. Así pasa, tal vez así pase con nosotros", dijo ella suspirando.
--"No se, a mi edad ya voy pensando que estoy de bajada, que tengo que administrar mis cogidas, dentro de algún tiempo nomás que va a quedar el recuerdo, El pene dejará de ponerse duro o pasarán días antes de que me den ganas, eso pienso, ahora soy calmado, antes no, todo era cosa de ver nalgas que en ir por ellas, y la mayoría de las veces me funcionó, hasta con las viejas menos pensadas, era poner el ojo y luego la verga, la mayoría aflojó, así fue".
--"Por cierto, no me has dicho si te gusta mi pepa, ¿aprieta todavía?".
--"Al principio, luego es flojita, como todas las vaginas con ganas, así sean de jovencitas, dos o tres metidas y se ponen flojas, luego todo les cabe. A ver ponte, te veo y de paso te la mamó, ¿quieres?".
--"Ya te estabas tardando papacito, quiero que me veas la pepa, es fea te lo advierto, pero aprieta si quiero, es maña, ya sabes, cosa de apretar la cola y parezco de 15, luego se afloja sin querer, pero me parece fea, gorda y prieta, con esos labios gruesos y crecidos, ¿así me vas a querer?, además los pelos, tan rebeldes, crecidos y gruesos, me da pena que la veas, ¿la quieres así papaíto?, ¿quieres darle besitos?", dijo Lulú abriéndose de piernas
Sin decirle nada me fui agachando entre sus muslos, que mantuve abiertos con ambas manos, luego me acerqué hasta su sexo, y de verdad tenía una enorme pucha, gorda, abultada, muy morena, casi negra, rodeaba de abundantes vellos ensortijados, chinitos, pero largos; la mata de pelos no sólo le cubría la zona del pubis sino desbordaba hasta en inicio de las piernas; y en medio de la jugosa raja del sexo los labios menores, que de menores no tenían nada pues le salían de la raja formando un conjunto de pliegues deformes y más prietos aún que la piel de la pucha; Lulú tenía un olor muy particular, su aroma de mujer era penetrante, muy fuerte, y sobre todo se mojaba mucho, pues los líquidos que emanaba su pepota volvían toda la zona en un charco de jugos olorosos, de más, diría yo. Ver y sentir todo aquello me excitó más aún, y sin más empecé a besar y a chupar la pucha negra de Lulú, a succionar y mordisquear los labios que extendía a los lados con los dedos, hasta que ella empezó a gemir y yo a intensificar mis lamidas, besos y chupadas, momentos después se vino agitadamente, girando sobre la cama, apretando las piernas y manteniendo mi cabeza entre ellas, bien sumergida en su sexo, lamiendo y lamiendo, mordiendo los gruesos labios y titilando en enorme y sensible clítoris, luego Lulú volvió a venirse entre gritos, así le saque tres orgasmos.
Días después la llevé a mi departamento donde hicimos el amor en un sillón de la sala, luego descansamos un rato y Lulú volvió a interrogarme:
--"Cuéntame más cositas sucias, dime cosas", me preguntó ella.
--"¿Quieres saber?".
--"Si".
--"Mi segunda cogida fue con una tía mía. Era hermana de mi madre, tenía casi 50 y yo apenas 16. Vivía en Zacatecas. Un fin de año mi madre me envió con ella pues su marido se había ido a trabajar a EU, como hacía mucho frío Rosa me propuso que durmiera con ella. No creí que pasara nada malo. Pero desde la primera noche sentí una extraña excitación. Ella se acostaba de lado, ocupando una orilla de la cama, vestida con una holgada bata de dormir de franela, yo, en el otro extremo de la cama, sufría por la erección. A la segunda noche no pude aguantar las ganas y cuando la tía ya dormía me acerqué hasta colocar mi verga erecta junto a sus nalgas, ahí la dejé un rato sintiendo la carnosa suavidad de sus caderas, luego me tuve que hacer una chaqueta, sólo así pude dormir. Noches después la tía ya me dejaba que la abrazara por detrás, así nos quedábamos dormidos, hasta que pasó lo que tenía que pasar, una ocasión ella despertó mientras frotaba mi palo entre sus nalgas, pero no dijo nada, más bien cambió de posición, acostándose boca arriba, luego sin decir palabra puso su mano sobre mi verga, y ahí, en silencio y en la oscuridad del cuarto me empezó a masturbar, bajó mi truza hasta media pierna y con su mano derecha me empezó a acariciar el duro miembro, me vine casi al momento, luego ella misma me acomodó el calzón y se durmió. A la mañana siguiente, cuando esperaba que la tía me reclamara, descubrí que ella actuaba normal, como siempre, sólo que a la hora de dormir noté que no traía puesta la bata, vi la prenda sobre una silla, no dije nada, ella ya estaba cubierta por las cobijas, me acosté y ella apagó la luz y se cubrió con las sábanas, de nuevo me tocó el pene, como para comprobar mi excitación, luego me quitó el calzón, y noté que ella abría las piernas y llevaba una de mis manos a ese lugar, tampoco tenía pantaleta, sentí su pucha húmeda y cálida, llena de vellos, mis dedos se llenaban de esa carne caliente, no dijimos nada, me jaló hasta que quedé sobre ella, entre sus piernas abiertas, estaba muy mojada y mi verga entró fácilmente, toda, completa, juego nos empezamos a mover, ella gimiendo quedo, yo entrando y saliendo, mi verga ya mojada de los jugos de la tía, luego me vine dentro de ella que me abrazaba moviendo su vientre a los lados y suspirando junto a mi oído; las tres semanas que estuve con ella nos la pasamos cogiendo, por la mañana o por la noche, siempre sin decir nada. Una vez me dejó que le mamara la pucha, y para mi sorpresa descubrí que tenía canas, si, canas en la pepa, rizadas canas, no muchas, pero si numerosas canas, mezcladas con vellos castaños, largos, sobre su pepa y a los lados de los labios. Me enseñó a besarle el clítoris, que era grande, yo no conocía eso, no sabía que las mujeres tenían esa cosa, y el de Rosa era prominente, grande, duro cuando estaba excitada, se vino mientras le mamaba el botoncito, como decía ella. Luego las vacaciones terminaron y yo regresé a México, las primeras semanas la tía me mandaba postales y cartas donde insinuaba lo que habíamos hecho, quería que fuera a visitarla, pero no se pudo, más bien ella vino cierta vez, pero no tuvimos oportunidad de estar a solas, cuando me casé me escribió una tierna carta de amor, donde me confesaba que cuando ocurrió nuestra aventura ella tenía años sin coger, pues el tío ya no le hacía caso ´me volviste a hacer mujer´ me confesó, ahora te toca a tí".
Lulú guardó silencio unos momentos, mirando a la ventana, luego empezó:
--"Una vez ví también a una tía, ví como se la cogían, pero quien estaba con ella era mi hermano mayor. Al principio no entendía que estaban haciendo, era muy chica, tendría como 9 años. Fue en unas vacaciones, mi hermano ya estaba grande, como de 16 o 17, y mi tía ya estaba medio vieja, de más de 40, era solterona, pero había tenido un hijo. La primera vez que los ví fue por casualidad. Los chiquillos estábamos en la playa jugando, entonces alguien me hizo algo, una travesura o un golpe no recuerdo, me fui a la casa llorando, quería decirle a mi tía lo que me habían hecho los primos, entre sin saber nada, hablé fuerte y nadie me escuchó, creí entonces que no había nadie, así que me subí a la recámara pero en otro cuarto había alguien, ahí estaba ella hincada en el piso, chupándole el miembro a mi hermano, no entendía que hacían, pero ella le besaba el pajarito, que él tenía crecido, muy crecido, no entendía nada, ella se metía todo el palito en la boca y lo chupaba, él estaba sentado en la orilla de la cama con las piernas abiertas dejando que la mujer le hiciera aquello; yo estaba ahí, como de piedra, sin saber que hacer, pero sintiendo cosas extrañas, luego supe que era excitación; algo pasó después, pues la tía de apoyó en la cama dándole la espalda y mi hermano le bajó el calzón y metió su pájaro entre las nalgas de la tía, ella cerró los ojos y se movía, hacía atrás, el pene de mi hermano le entraba y salía, rápido, ella gemía más fuerte, luego se quedaron quietos y cuando mi hermano sacó su pene algo blanco le goteaba. Llena de curiosidad me di a la tarea de espiarlos, eran insaciables, se cogían a todas horas, nomás se quedaban solos y se encerraban en un cuarto. Cambiaban de posiciones, ella arriba, sentada encima de mi hermano, o él acostado sobre ella, yo creo que se lo hacían dos o tres veces al día; luego algo sospecharon, porque a veces me hacía la aparecida, por ello cambiaron en sus hábitos y la tía iba al cuarto de mi hermano por las noches y ahí lo hacían. Después ya no supe si se seguían viendo, era lo más seguro, pues mi hermano con frecuencia iba a Veracruz a visitar a la tía, yo creo que a seguírsela cogiendo ¿tú crees?, era una mujer fea y ajada, arrugada de la cara y con panza, pero caliente, aquel descubrimiento influyó mucho en mí, porque mi adolescencia fue muy ardiente, me daban muchas ganas, nomás veía a un muchacho y ya estaba imaginando como tendría el palito, pero todo me daba miedo".
--"Dicen que las veracruzanas son muy calientes".
--"¿Lo dices por mi?, no lo se, creo que es normal, el trópico hace madurar rápido a las chicas de la costa, en cuanto a mi, soy tranquila, te digo que puedo pasar largas temporadas sin sexo y ando tranquila, aunque a veces me llegan las ganas, de vez en cuando".
--"¿Y qué haces?".
--"Lo normal, ¿no?, me acaricio la cosita y me llega el orgasmo".
--"¿Conoces los consoladores?".
--"Una vez mi hermana me regaló uno, lo usé pero no me gustó, luego dejé de verlo en el armario donde lo guardaba hasta que lo descubrí en un cajón de la ropa de mi hija, ella lo usa, creo, nunca le he preguntado. Sucedió que mi hermana fue de viaje con unas amigas a EU y trajo varias cosas, entre ellas dos consoladores, me dio uno, con vibrador, pero aunque me explicó nunca aprendí a usarlo, no se, me daba miedo meter esa cosa dentro de mi, prefiero mis dedos, un tiempo me hice experta en el dedo, una vez me lo hice en el sanitario del trabajo, andaba muy caliente y me encerré en el baño, me acaricié un poco y me dí un venidón rico, luego ya no. Volviendo a lo de aquella tía, te decía, desde aquella experiencia empecé a ver las cosas diferentes, entré a la adolescencia con unas ganas inmensas de conocer chicos, quería tener novio, saber qué se sentía, imaginando cosas, hombres desnudos, mirando la entre pierna de hombres mayores, y por supuesto aprendí a hacerme el dedo, muchas veces, con muchas ganas, casi con furia, pero mi madre nos lo tenía prohibido, decía que eso era pecado, que era una indecencia, esas cosas, sobre todo que por esas cosas fuéramos a perder el quinto, pero no podía evitar que sus hijitas hicieran cositas, ya de noche en la cama, o cuando nos bañábamos. Éramos tres hijas, yo la menor, así que mis hermanas mayores fueron mis maestras por así decirlo, tal vez sin querer o con intención me fueron enseñando cosas: Ana, la mayor, se masturbaba en el baño, por las mañanas, una vez la vi haciéndose el dedo, ella se frotaba con los dedos sobre la pepita, por fuera, en círculos, recargada sobre la pared mientras le caía el agua de la regadera, con las piernas en arco, abiertas, con los ojos cerrados y suspirando; Emma, era diferente, ella se tocaba el clítoris con un dedo acostada en la cama, haciendo círculos, hasta que terminaba; de la mayor fue de quien copié la técnica de "orillita del calzón", cierta vez, la escuché cuando estaba con su novio, le decía que no le podía dar la panocha pero que pusiera su pene en su pepa y así terminara, por la orilla del calzón, ellos estaban fajando afuera de la casa, recargados sobre la pared cerca del jardín, Ana se subió la falda y el novio le acercó el pene, le hizo a un lado la panty y así se lo hizo; pero fue Emma de quien aprendí a darle besitos al pene, tenía un novio que tenía coche y ahí se lo hacía, bajaba la cabeza sobre su vientre y luego era ver como ella bajaba y subía comiéndole la pinga, frotándole a la vez el miembro, creo que lo dejaba terminar dentro de su boca, pues cuando el novio gemía ella seguía con el miembro dentro de su boca, no se si se comía el semen pero supongo que sí", dijo para terminar su relato.
Al día siguiente era domingo y acordamos salir a pasear, le propuse ir a los volcanes, al parque nacional; ese era el plan. Primero pasamos a almorzar a un restaurante típico sobre la carretera federal y luego recorrimos puestos con artesanías, en uno de ellos Lourdes insistió en que le comprara un bolso de piel de conejo, le gustaba la textura de los delicados pelos del animal, al mirarla acariciar la peluda piel del bolso le comenté: "eres una mujer muy sensual".
--"¿Lo dices porque me gusta acariciar estas cosas?".
--"Más o menos, aunque tratas de ocultarlo, la sensualidad se te sale, es algo normal para ti".
--"¿Te gusto así?".
--"Si".
--"¿Te gustan las mujeres putas?", preguntó Lulú
--"Me gustas tú, más si te comportas como puta"
--"Los hombres siempre creen que todas las mujeres somos pirujas, así nos tratan, así nos hacen, les encantan las puterías, luego se espantan y pegan el grito en el cielo, tratan a las demás como putas pero se ofenden si su mujercita se comporta igual".
--"Todas las mujeres tienen algo de putas, pero procuran que no se les note", le dije mientras caminábamos hacía el auto.
--"Ustedes nos hacen así, a las esposas las quieren recatadas, modositas, decentes, ni siquiera se quieren enterar que sentimos rico cuando nos meten el pene, por eso nos amoldamos a como los hombres quieren que seamos, fingimos, mentimos, les decimos que siempre es nuestra primera vez, que nadie antes nos la ha metido, que no sabemos mamar y menos culear, que son los primeros, en todo, siempre quieren ser primeros, hasta tú eres así ¿o no?", dijo ella.
--"Fíjate qué no. Cuando me casé ya sabía que mi mujer no era virgen, cuando fajábamos le metía el dedo bien adentro hasta que se venía, pero en nuestra primera vez juntos, de Luna de Miel, me extrañó que cuando la iba a montar ella dijera que era virgen, eso me desconcertó, como sea me la cogí, teníamos muchas ganas de sexo, pero fue un chorreadero de sangre, manchamos las sábanas, los cojines, todo era sangre, mucha. Luego supe que tenía su regla, pero ella insistía en que era virgen hasta nuestra primera cogida. No me importó, la verdad. Lo que no aguanté fue la mentira y años después se lo reproché varias veces, pero no porque insistiera en ser virgen, sino por no haber sido sincera, a mi, que ya había tenido experiencias me valía madres, sabía que lo importante era ser bueno cogiendo, no ser el primero. Luego aceptó que ya había cogido mucho antes de mi y que en mi vio la salida a su soltería".
--"Pero ya no la quisiste igual, ¿verdad?".
--"No, la verdad la quiero mucho, todavía, me aguantó muchas locuras, decía que tenía que pagar algo de lo que ella había hecho. Pero al paso del tiempo las cosas cambiaron y todo se lo llevó el carajo. No se cómo haya sido lo tuyo. Pero en mi caso luego de que me casé empecé a ver más nalgas, más chicas que quieren sexo , es algo raro, pero ya de casado fue que tuve más oportunidades, muchas".
--"Es que nosotras imaginamos cosas, vemos una pareja de casados y pensamos lo que harán en la intimidad, así me pasó con mi hermana mayor cuando se casó, pensaba que habrían hecho la noche anterior y sin querer vemos al chico en cuestión y nos decimos: cómo se la meterá, cuántas veces, lo harán anal, oral, y sin darnos cuenta ahí estamos de babosas, fisgando al casado y pensamos cosas, luego ocurre que el tipo nos descubre y zaz, si insiste tantito, terminamos abiertas de patas, a veces somos medio pendejas las mujeres, no creas, aunque a la mayoría de nosotras nos cueste trabajo aceptarlo".
Reemprendimos nuestro camino y Lulú reinició su relato sin yo proponerlo: "una vez los hice con dos chicos, fue en unas vacaciones, fui a Vallarta y ahí conocí a dos adolescentes, muy guapos y de buen cuerpo, creo que ambos se propusieron ligarme, me hicieron la plática en la playa y así supieron que estaba sola, luego fuimos a una fiesta en el hotel, bailé con los dos, nos tomamos varias cubas de ron, y se pusieron más cariñosos, cuando bailábamos se pegaban a mi cuerpo, yo me dejaba hacer, me parecía curioso que esos chiquillos quisieran un romance conmigo, una mujer madura, era chistoso, pensaba que en determinado momento podría frenarlos en sus intenciones y me equivoqué. Lo que ocurrió fue que salí con uno de ellos a caminar por la playa, era de noche, todo estaba oscuro, llegamos a una sillas de playa y ahí nos sentamos a platicar, minutos después ya nos besábamos con pasión, me sentí excitada, mucho, tenía meses sin sexo, pensé que sería el clásico faje, caricias y besos y ya, pero todo se fue haciendo más ardiente, ya tenía su pene erecto en mi mano, se lo acariciaba, quería hacer que terminara de esa forma, en eso me pidió en el oído que se lo besara, se lo hice, yo hincada con mis rodillas sobre la arena y él sentado en la silla con el pantalón parcialmente bajado, se lo chupé unos momentos hasta que se vino, terminó muy rápido, tenía muchas ganas; cuando me levanté vi cerca una sombra, alguien nos había visto, eso me asustó, más cuando descubrí que era el otro chico, sin decir nada vino hasta nosotros desabrochándose el pantalón, se sacó el pene y me lo ofreció, me sentí nerviosa pero excitada, y se lo empecé a chupar, así como estaba, de rodillas en la arena, escuchando el rumor intenso de las olas del mar, este duro más tiempo, tardó más en terminar, así mientras le succionaba el pene sentí que el otro me acariciaba por atrás, metiendo las manos bajo mi vestido, tratando de quitarme el calzón, traté de evitarlo, pero los dos querían hacerlo así, el que estaba parado me sostenía la cabeza sobre su miembro, sin dejar que sacara el pito de mi boca, mientras el otro me quitaba la ropa, luego me llevaron a las sillas, el que estaba frente a mi se acostó sobre un camastro y me obligó a que le siguiera mamando el pene, el otro estaba detrás de mí, metiendo su palo entre mis nalgas, me penetró en la vagina de esa forma, así me empezó a coger, fue algo excitante, muy caliente, los tres estábamos aullando de placer, ellos terminaron casi al mismo tiempo, yo sentía que mi boca se llenaba de semen y el pene palpitaba entre mis labios, mientras atrás sentía que mi vagina era inundada de leche con el miembro bien clavado en la pepita, alcancé el orgasmo casi al mismo tiempo que ellos. Más tarde quisieron volver a hacerlo, pero me negué de forma terminante, podíamos hacerlo pero no con los dos al mismo tiempo, les dije y aceptaron. Al día siguiente subieron a mi cuarto, primero uno y luego otro, fueron dos semanas en las que hice muchas locuras, luego todo terminó, se acabaron las vacaciones y me despedí de ellos, quedaron de visitarme en la ciudad de México, eran de Jalisco, pero nunca volví a verlos", dijo Lulú mientras miraba el paisaje boscoso. Mas tarde llegamos a un lugar boscoso y solitario, y ahí con la esplendida vista de los volcanes le hice el amor apoyada en el tronco de un árbol.
La experiencia con Lulú duró varios meses, fue algo bastante satisfactorio para los dos y se terminó cuando se fue haciendo más y más posesiva. Eso si, Lourdes, a lo largo de ese tiempo, me confirmó que en materia sexual tenía experiencia de sobra.