Confesiones (10)
Décima entrega de las confesiones de mis amigas y ex amantes.
Confesiones, Capítulo X
Décima entrega de las confesiones de mis amigas o ex amantes. La presente trata de cómo Mita, una madura cuarentona, "compra" el sexo en situaciones riesgosas a desconocidos.
--"No era la primera vez que hacía aquello, pero siempre me invadía el mismo nerviosismo, no sabía explicar por qué. Llegué a ese café al aire libre a medio día, y creo que el mesero ya me conocía pues me trajo una taza de café y me dejó en paz largo rato, pasadas las tres yo seguía ahí, esperando, con una paciencia que apenas lograba controlar, el mesero regresó con otra taza de café y se alejó, seguí esperando, con la mirada en ninguna parte, más bien mirando de pasada hacía el otro lado de la calle, ahí donde había una hilera de bancas de metal y algunos arbotantes de estilo antiguo que daban a esa plaza un toque de ciudad europea.
No conocía ni siquiera su nombre, pero siempre se detenía frente al café, cruzábamos las miradas y luego se iba caminando lentamente, como con pereza, yo lo seguía luego de pagar la cuenta, así había sido, y así fue ese día. Llegó cerca de las cuatro, me sorprendí al verlo, pues momentos antes no había nadie y cuando regresé la mirada ahí estaba, recargado en ese poste pintado de blanco, nos miramos y mi nerviosismo regresó, con más intensidad; tomé el bolso para sacar dinero y pagar los tres cafés que había consumido, él entendió y empezó a caminar dándome la espalda, cuando me levanté de la silla había desaparecido, pero yo sabía dónde encontrarlo, caminé con pasos torpes, respirando con agitación.
Cuando llegué a ese callejón solitario no vi nada aparte de botes de basura y cajas de madera, y volví a sentir temor por andar en ese rumbo, pero mis deseos me hicieron dar los primeros pasos hasta que lo encontré, me miró con cierta indiferencia y empezó a desabrochar su pantalón hasta que sacó su miembro enorme, de carne morena, gordo y grande, con el glande cubierto por esa pielecita que yo conocía, sonrió cuando vio mi turbación, como disfrutando de que una madura como yo fuera a buscar ese tipo de experiencias mientras se acariciaba el pene, tal vez para lograr una mayor erección, luego me tomó de la mano y me colocó pegada a la pared, acercó una caja de madera indicándome que me sentara en eso, lo hice sin dejar de ver esa enorme verga que poco a poco acercó a mis labios, cuando casi me tocaba cerré los ojos y abrí la boca para empezar a chuparle la pinga, me gustaba hacerlo lentamente primero, rodeando el tronco con la mano y jalando la piel para descubrir la morada cabecita, y ponía mis labios ahí, lamiendo el glande con lentitud y presionando los labios para bajar la piel del prepucio, disfrutando de esa carne, de su sabor, de su textura, así varios minutos hasta que ya me comía todo el tronco y él agarraba mi cabeza para obligarme a tragar todo el miembro, hasta que las quijadas me dolían del esfuerzo y las ganas de tenerlo dentro me apuraban, entonces me levanté y le di la espalda, me apoyé sobre los botes y le ofrecí mis glúteos, lo miré acercarse con mirada golosa he hizo a un lado mi panty de hilo dental, y sentí el duro tronco deslizarse entre mis nalgas, alcé un poco las caderas y entonces el glande se deslizó entre los labios de mi puchita, cuando el miembro empezó a entrar en mi puchita suspiré, de placer y de dolor, pues mi vagina siempre ha sido muy estrecha; siguió penetrando lentamente, llenando mi sexo de carne, hasta que en mis glúteos percibí la aspereza de sus vellos, y así nos quedamos, él bien clavado en mi, yo disfrutando de esa enorme polla que distendía al máximo mi cuevita, luego me agarró de las caderas y se empezó a mover, lentamente, yendo y viniendo, sacando casi todo el miembro para sepultarlo de nuevo hasta el fondo, seguí suspirando, gimiendo quedo, en eso sus arremetidas se hicieron más fuertes y rápidas, y cuando sentía que los jugos de mi pepa resbalaban por mis piernas me llegó el primer orgasmo, imprevisto y delicioso, mi cuerpo temblaba y casi perdía el sentido cuando de nuevo se empezó a mover, fuerte, rápido, provocando que nuestras carnes chocaran haciendo ruido, como "chas, chas, chas", y volví a venirme en un orgasmo que nació de los dedos de mis pies, subió por mis piernas y se instaló en mi vientre, haciéndome gritar "aaaahhh, aaahhhh, aaaahhhhh", pero ni siquiera en ese momento dejé de pensar en lo que seguía, el chico de detuvo y sacó lentamente su miembro de mi floja pepa, suspiré hondo y profundo, aflojando el cuerpo cuando él colocó su pinga en mi colita, hasta entonces habló "¿quieres verga en el culo?, putita calentona"; "ssssiii", dije suspirando; "pídemela, anda pide la verga"; "dame verga papaito, la quiero toda en el culo, dame tu leche en el culo, por favor, quiero tu leche ", y mordí mis labios cuando la presión de aquella carne en mi ano se tornó dolorosa, y así seguí, soportando la ardiente distensión de los pliegues, el enorme dolor de la dura carne al penetrarme, pareció una eternidad pero cuando las lágrimas escurrían por mi rostro me sentí llena, bien clavada por esa verga enorme, y resignada me abandoné a esperar la compensación de mi sacrificio, el chico se empezó a mover, muy quedo, apenas removiendo el pito dentro de mi, seguí soportando el ardiente dolor hasta que de forma pausada el placer fue sustituyendo al dolor ardiente, para entonces la verga iba y venía dentro de mi culo, y suspiré, gemí, pidiendo más "si, hummm, aaahh, aahhh, más, todo, lo quiero todo, dámelo todo papaito, dame mocos, más, más fuerte", y las arremetidas se tornaron furiosas, todo mi cuerpo temblaba con cada metida, mi cabeza chocaba contra las cajas de madera, mi pecho dolorido al raspar contra los maderos y por soportar la incómoda posición, pero el placer era mayor; no se cuanto tiempo duró aquello, pero cuando sentí la verga palpitar dentro de mi culo tuve un orgasmo, al menos eso pensé en ese momento, pues la respiración se fue de mi, y gemí, y grité, y las pausadas contracciones de la verga al eyacular, y los chorros de semen bañando mi intestino, llenándome de placer, y cuando empezó a sacar la pinga apreté el ano, no lo quería dejar ir, lo quería ahí dentro, pese a ello sacó el miembro y el frío aire de la tarde pegó en mis nalgas y en mi culo abierto, y al alzar el cuerpo traté de contraer el ano y un inesperado chorro de semen se fue de mi haciendo un ruido inesperado, como una ventosidad, me sentí estúpida por aquello, él sólo sonrió; sofocada y temblorosa busqué mi bolsa de mano, la hallé tirada en el suelo, saqué unos billetes y se los entregué, el adolescente los tomó y contó el dinero, sonrió satisfecho, lo guardó y se metió el miembro en el pantalón, y cuando se iba me dijo "cuando quieras, ya sabes dónde encontrarme", y dándome la espalda se alejó. Cuando me quedé sola en el oscuro callejón no sabía que hacer, si limpiar el viscoso líquido que resbalaba por mis piernas o salir inmediatamente de ese lugar, hice ambas cosas apurada, traté por poner orden en mi pelo revuelto y con pasos rápidos pero vacilantes llegué a la avenida, me sentía temerosa, como antes, pero satisfecha, de nueva cuenta había vencido mi represión para buscar el placer, de esa forma ¿anormal?, ¿insana?, tal vez, pero muy gratificante, me dije cuando ya iba en el taxi rumbo a mi hogar.
Comentarios:
Para aquellos que me han escrito preguntándome dónde está el inicio de la serie. Pueden buscar en el apartado de Confesiones, o buscar por autor, ahí se encuentran las nueve primeras entregas