Confesión navideña.

Tras pasar la Nochebuena con su familia, una chica transexual le deja una carta a su madre en la que cuenta oscuros secretos que trastocarán sus vidas para siempre.

Querida madre (o mamá, es lo mismo):

Sé que me odias a muerte. No te preocupes, el sentimiento es mutuo. Como no podría odiarte después de que tú, la persona que me dio la vida y me trajo a este mundo, me negase lo que soy ahora.

Todavía recuerdo cuando con trece años te confesé que me sentía mujer y tú, la persona que más quería en ese entonces, me dijiste que estaba loca y que me llevarías a un psicólogo para quitarme esas ideas absurdas de la cabeza. No tienes ni idea del infierno que pasé durante ese tiempo. Las humillaciones, el psicólogo empeñado en “curarme”, tu insistencia infernal en que abandonara esa fantasía. Incluso, me pegaste. Más de una vez me cruzaste la cara y me dejaste encerrada en mi habitación, llorando sola mientras sufría por la vida que llevaba. Fue algo horrible y si, la tentación de suicidarme se cruzó en muchas ocasiones. Seguro que te hubiera encantado que me matase. Te ahorraría muchos problemas, ¿verdad?

Por suerte, esos tiempos ya pasaron. Como ya sabrás, me fugué de casa a los quince años y me fui con la tía Mónica que, en paz descanse, fue la única persona que comprendió mi situación y me ayudó. Es gracias a ella que hoy, más de diez años después de que desapareciera, quien tocara a tu puerta estas Navidades fuera una mujer. Si, una mujer, por mucho que te empeñes en decir que no lo soy.

Mi nombre es Malena y soy una preciosa hembra de piel blanca, pelo largo castaño claro y ojazos marrones oscuros. Tengo un buen par de tetas y un precioso culo de los que me siento orgullosa. Lo único que no ha desaparecido todavía es mi polla, aunque bueno, le estoy dando un buen uso, acostándome con otras mujeres. No es que sean una enorme cantidad, pero ya he tenido algún que otro buen polvazo.

¿Y para qué coño te estoy contando todo esto? Bueno, para darte a entender la razón de mí visita durante estas fiestas. Cualquiera diría que vengo para hacer las paces, pero tú y yo sabemos que eso nunca ocurrirá. Sé que conmigo te has mostrado estos días muy encantadora, pero las dos sabemos que es pura fachada. Sigues odiándome con la misma inquina de siempre. De nuevo, el sentimiento es mutuo. La razón por la que he vuelto a casa es por pura retribución. Tú me debes mucho y, por suerte, ya me lo he cobrado. Si te lo preguntas, aquí tienes la respuesta: tus otras hijas.

Si, mamá, Elvira y Lidia. Tus ojitos derechos de los que si puedes presumir. Ellas dos ahora me pertenecen. Para no andarme con demasiados rodeos, me las he follado. Tranquila, las he tratado muy bien. Nunca las lastimaría, primero, porque no tienen culpa de lo que me ha pasado y, segundo, porque las quiero mucho. Y ellas también me quieren mucho a mí. A continuación, te contaré como ocurrió todo.

Nada más volver a casa, además de enfrentarme a ti, tuve que lidiar con el enojo de Elvira. No sabía por qué estaba cabreada conmigo. En el pasado, siempre estuvimos muy unidas. Me resultaba una reacción extraña, aunque tampoco podía sorprenderme. Llevábamos años sin vernos y, en ese tiempo, había cambiado por completo. Ahora, no era más que una completa desconocida para ella. No se puede decir lo mismo de Lidia. La chiquitina de la familia estaba totalmente fascinada con su recién regresada hermana mayor y no tardamos en conectar. Lo increíble es que todo ocurrió muy rápido.

Fue en la segunda noche. Me dijo que quería hablar conmigo a solas en su habitación y yo accedí. Una vez allí, rompió a llorar. Me confesó que su vida era un infierno gracias a ti, mamá. Tu deseo exacerbado por convertirla en la hija perfecta la había roto por dentro. Tenía que sacar las mejores notas, ser la que más destacara en los deportes, ir siempre guapa para conseguir un buen novio. Joder, eso sí que la tenía atacada, porque lo que quiere no es un novio, sino una novia. Si, Lidia es lesbiana. Por supuesto, no pude evitar apiadarme de ella. Era un reflejo perfecto de mi situación tiempo atrás. La abracé y luego, la besé. Ella también lo hizo y cuando sentí sus carnosos labios sobre mi piel, fue como si una corriente eléctrica recorriera mi cuerpo. No tardamos en comernos la boca la una a la otra.

Si, seguro que ya debes estar escandalizada por el hecho de que somos hermanas, pero hace años que no la veía. Cuando me largué, ella era una niña. Ahora, sin embargo, es una preciosa mujer de dieciocho años. Como esperabas que me resistiese. Y que mujer. La desnudé por completo y pude admirar toda su belleza. Esa piel morena, su largo y rizado pelo rojo, esos labios carnosos, sus ojazos verdes. Es preciosa y no se parece en nada a Elvira o a mí. Sospechoso, ¿no crees? Ni que decir tiene que me lie con ella.

Devoré cada centímetro de su cuerpo. Besaba esos labios carnosos y bonitos cada dos por tres. En serio, eran adictivos. Sus tetitas también fueron mías. No son muy grandes, más bien, medianillas, pero me gustan sus pezones, tan empitonados como los tiene. Se los chupé y mordí hasta dejarlos bien duritos. También devoré su coño, tan dulce y mojadito. No sabes lo que es comerle el chocho a una mujer, mamá. Lo húmedo que está, la cantidad de pliegues por los que puedes perder tu lengua, esa dura pepitilla que tienen arriba. Es delicioso. Lidia se corrió varias veces porque no podía dejar de devorarla. La dejé exhausta, pero yo no había terminado. Estaba como una moto y necesitaba más.

Lidia era virgen. No había tenido relaciones sexuales y, cuando me vio con la polla bien dura, se negó. Sin embargo, no tardé en convencerla de que no le iba a hacer daño, que pondría todo el cuidado posible por no lastimarla. Siendo honesta, nunca se lo haría. No soy una zorra desalmada como tú, madre. Fui poco a poco para no lastimarla y, con sumo cuidado, mi miembro entró por completo. Dios, que maravilla es estar dentro de ella. Está tan apretada y calentita. Nunca había gozado tanto de un coñito como ese. Iba lentita, pues sabía que no aguantaría tanta presión y dejé que se acostumbrara a tener mi polla dentro. A mí me encantó, todo hay que decirlo. Me sentía bien apretada en su interior y verla gozar del sexo por primera vez era increíble. La besé por todas partes. La cara, las mejillas, la frente, la puntita de su nariz. Repasé con mi lengua esos labios tan bonitos. En serio, son los más hermosos que he visto nunca. Me la seguí follando con suavidad hasta que se corrió. Verla cerrar sus ojitos mientras gemía es algo único, al igual que las fuertes contracciones de su sexo. Ni que decir que yo no tardé en correrme dentro de ella.

Pasemos a Elvira. Con ella estaba un poco mosca por su actitud, así que hablé con Lidia y me dijo que desde que se enteró de que venía a pasar las Navidades con vosotros, se puso así de arisca. Necesitaba saber por qué. Aproveché la tarde que os fuisteis a hacer las compras de Nochebuena para averiguarlo. Entré en su cuarto y, por supuesto, me recibió con mucha hostilidad. Me gritó bastante y casi me dieron ganas de largarme, pero decidí quedarme. Necesitaba saber que le ocurría conmigo.

Hablamos largo rato. Sus palabras estaban cargadas de odio hacia mí. En un inicio, creí que le habías comido la cabeza y que no me quería por las mismas razones que tú, pero indagando, me di cuenta de que no es así. Resulta que Elvira, tu segunda hija, está enamorada de mí. De niña ya sentía algo muy fuerte y, en cierto modo, verme sufrir por tu culpa hizo que estuviera más unida a mí. Sin embargo, cuando me largué, le rompí el corazón y ahora que había regresado, era una completa desconocida para ella. Yo le insistí en que era la misma persona. Solo había cambiado mi sexo, nada más, pero rompió a llorar. La abracé en un acto reflejo. Eso la hizo reaccionar y nos miramos. Mis ojos se perdieron en los suyos, dos perlitas azules claras muy bellas. No pudimos evitarlo y nos besamos.

Elvira y yo nos arrancamos la ropa, terminando desnudas por completo. Nos magreamos como si la vida nos fuera en ello. Y que belleza que es también tu otra hija. Elvi (como le gusta que la llame) tiene un cuerpo muy bonito. Es muy pálida y eso contrasta muy bien con su pelo largo y oscuro. La piel la tiene muy suave y tersa. Es maravilloso acariciársela. Sus tetas son más grande que las de Lidia y le cuelgan un poquito. Es delicioso amasárselas y sentir como se aplastan contra mis manos. Tiene los pezones grandes y rosados. No se ponen tan en punta como los de mi hermanita pelirroja, pero me gusta chupárselos. Por cierto, que culazo tiene. Se lo palpé con muchísimas ganas y notaba como esas nalgas tironeaban al darles palmaditas.

No paramos. Le devoré su rosado y mojado coño durante un rato, donde no paró de correrse, y me la terminé follando. Cara a cara, nos amamos con desesperación, como si esta fuera la única forma de curar nuestro dolor. Ver el placer enmarcado en su rostro, como lo vi en mi otra hermana, me trastocó mucho. Rodamos por la cama. Algunas veces, ella se ponía encima. Otras, se quedaba debajo. Finalmente, terminé corriéndome dentro de su coño, como hice con Lidia. Claro que la cosa no acabó ahí.

Tras recuperar el aliento, me salí de dentro de ella y le comí de nuevo el coño. Dirás que es algo asqueroso por estar lleno de mi propio semen, pero no es la primera vez que lo hago y me encanta. También le encantó a Elvira, quien no paró de gritar. Cuando acabé, ella me devolvió el favor con una gloriosa mamada. Me corrí en su boquita. He de reconocerlo, lo hacía muy bien. Luego, me contó que ya había tenido relaciones y tenía algo de experiencia, aunque no se podía comparar a lo que habíamos hecho. Era muy feliz de que nos hubiéramos reencontrado y yo estaba igual.

Y eso es todo lo que hemos hecho hasta ahora. Bueno, en realidad, estoy mintiendo. ¿Recuerdas en Nochebuena mientras hacías toda la comida para la cena? Si, estabas muy centrada en ello. No es de extrañar, teniendo en cuenta que casi toda la familia de papá vendría a casa esa noche. Necesitabas impresionarlos como cada año, así que estabas tan ocupada que ni te enteraste de lo que hicimos. Ayudó que también que pusieras a Camela a todo trapo, como solías hacer cuando era más pequeña. Una costumbre que nunca te quitarás, como muchas otras.

Faltaba una hora para que vinieran. Papá fue a por la abuela, cosa que le llevó más rato, pues la mujer vive en las afueras y tarda bastante en prepararse. El caso es que estábamos las tres en el comedor, con nuestros preciosos vestidos puestos, y decidí que podíamos pasar un buen rato. Al inicio, solo fueron besos. Ellas conmigo y luego, entre las dos. No veas el morbazo que me da ver a mis dos hermanitas lamiéndose la una a la otra, es muy sexi. Todo eso nos encendió tanto que no tardaron en levantarme la falda, bajarme las bragas y comerme la polla. Um, nunca me habían hecho algo así. Ver sus lenguas lamiendo mi tronco, los bulbosos labios de Lidia envolviendo mi punta o a Elvi chupándome los huevos fue increíble. Me corrí como una posesa y les llené las caritas de semen a las dos. Verlas limpiándose mutuamente resultó increíble.

Les devolví la gentileza. Las senté sobre el sofá, les levanté las falditas y me comí sus chochitos. Mientras chupaba el de Lidia, frotaba el clítoris de Elvira con fruición. Ambas gemían como locas, pero se silenciaban besándose. Luego, pasé al otro y se lo chupé sin piedad a Elvi, haciendo que temblara por el placer causado. Seguí así hasta que ambas se corrieron. No pudimos hacer mucho más. Papá y el resto de su familia estaban al caer, así que nos arreglamos y limpiamos todo. Para cuando fuiste a mirar cómo estaba todo, lo encontraste normal, aunque no era así para nada.

Ahora, seguro que debes estar alucinando y, por supuesto, enfadándote. Tranquila, lo comprendo. Yo también me sentiría igual si mi hija se acostara con las otras dos, aunque es peor que eso. Estamos enamoradas. Nos amamos con locura y tú no puedes hacer nada para evitarlo. Claro que te preguntarás por qué te lo estoy contando. No dudarás en querer decírselo a papá, pero antes de hacerlo, te pediría que siguieses leyendo, por favor.

No creerías que sería tan estúpida de confesarte algo así sin más, sobre todo a alguien que me odia tanto como tú. Lo cierto es que tengo un as bajo la manga: conozco algunos secretos tuyos. Si, secretitos que, de salir a la luz, te joderían bastante la vida. ¿Cuáles son? Paso a contártelos.

Sé que estás engañando a papá con otros hombres desde hace muchos años. A medida que he ido averiguando más y más, me he dado cuenta de que eras una tía bastante puta, mamá. Desde hace cuatro, por lo menos, te has estado follando a quien era tu antiguo mejor amigo del instituto, ese que solías decir que no veías en mucho tiempo. Sí que lo has estado viendo, cabrona. Claro que no es el único. Tenemos al jamaicano que da clases de spinning en el gimnasio del barrio. Según me contaron algunos pajaritos, la tiene bien grande. ¿Más que la polla de papá? Posiblemente. También sé que tuviste affaires con Olegario, el que repara los aires acondicionados y al que llamaste demasiadas veces, y con el hijo de la vecina Luisa. Eres una autentica zorra, aunque el mejor me lo reservo para el final.

Te follas al tito Miguel, tu propio hermano. Eso explica que el incesto sea algo normal en nuestra familia. Desconozco cuanto tiempo llevareis montándooslo, pero recordando cada vez que él venía por casa y lo muy juntitos que os veía, ahora todo cuadra. No te lo reprocho, pero hay una cosa. El tito es pelirrojo y Lidia lo es…. En fin, lo que tengo claro es que papá debe tener una cornamenta enorme encima, aunque el pobre ni se habrá dado cuenta, como también de que es pobre.

Oh si, sé que le has estado robando dinero a papá. El pobre se mata a trabajar para que tú malgastes todas sus ganancias sin más. Ni se entera, porque encima, eres tú quien ha administrado el dinero desde siempre en casa. Claro que yo me pregunto, ¿en que lo has estado despilfarrando? Bueno, el tito Miguel, un hombre miserable y rata como pocos que ha vivido en la inmundicia desde siempre, ahora tiene una preciosa casita en la playa y un flamante cochazo de ultima marca. ¿Me sigues, mami?

Te preguntaras que como he descubierto todo esto, pero como suele decirse, un mago nunca revela sus secretos. Digamos que si algo he heredado de ti, es que soy muy suspicaz y sé buscarme buenos contactos. Por cierto, para demostrarte que lo que cuento va muy en serio, tienes unas fotos de ti con ese amigo tuyo en actitud muy cariñosa por la calle y una copia de la cuenta bancaria con todo tu despilfarro en el sobre. Te recomendaría que te deshicieras de ellas antes de que papá las descubra.

Eso sí, si crees que esto acaba aquí, te equivocas. Tengo muchas más fotos y copias del banco metidas en un pendrive bajo mi posesión y papá podría recibir un misterioso e-mail en su cuenta de correo electrónico cualquier día de estos con toda esa información. No es que él me caiga mejor que tú, pero mi deseo de hacerte sufrir, mamá, es superior. Sobre todo tras todo lo que me hiciste pasar. Por supuesto, nada de esto tiene por qué suceder. Siempre se puede llegar a un acuerdo, ¿verdad?

Es bien simple, quiero que Elvira y Lidia se vengan a vivir conmigo. No es solo que quiera arrebatarte a tus hijas, además, quiero que ellas tengan la oportunidad de llevar una vida mejor lejos de ti. Sé que están sufriendo a tu lado y no es algo que deseo para ninguna de ellas. Ninguna es feliz y, en eso, creo que coincidirás conmigo que es cierto.

Por si te lo preguntas, tengo medios para mantenerlas. Al morir, la tía Mónica me dejó toda su herencia. Entre otras cosas, hay una casa muy bonita con espacio para mí y mis dos hermanas. También una buena cantidad de dinero que, junto al trabajo en el que la tita me enchufó tiempo atrás, nos da no solo para subsistir, sino para pagar los estudios a Elvira cuando los retome y que Lidia pueda estudiar en la universidad la carrera que quiera. Ya lo tenemos hablado, así que no te preocupes.

Me gustaría que Elvira se viniera a vivir conmigo a principios de año. De forma discreta, nadie tiene por qué enterarse. Lidia me ha dicho que aguantará hasta que termine el insti y ya, en verano, se vendrá. Todo también sin líos ni peleas. Si no hablas, yo tampoco lo haré. Por supuesto, podrás seguir viendo a tus hijas, faltaría más. Incluso te podrán visitar, pero ya llevarán sus vidas independientes junto con la hermana mayor que no vieron en mucho tiempo. Por mi parte, de mí no volverás a verme ni un pelo.

Y eso es todo. No tengo más que decirte. Bueno, sí: gracias por odiarme, repudiarme y martirizarme. Todo eso fue de gran ayuda para que tomara el valor de irme de casa y empezar desde cero. Has dejado una gran huella en mí y me afectará de por vida, pero me permitió descubrir que tú, mi madre, no me querías y que por eso, no había ningún motivo para seguir bajo el mismo techo. Así fue como acabó el sufrimiento y pude ser más feliz. Ahora, lo voy a ser mucho más junto con mis dos hermanas.

Adiós, mamá. Se despide TU HIJA Malena.

PD: Mientras escribo esto, me hallo en tu dormitorio. Estoy sentada frente al escritorio de papá. Debajo está Lidia, chupándome la polla. En la cama, está recostada, desnuda y abierta de piernas Elvira. Se está tocando el coño, viendo como nuestra hermana pequeña me la chupa. En cuanto ponga el último punto, pienso levantarme, coger a Lidia y llevarla a la cama para follarme a las dos. Si, lo haremos sobre la cama en la que papá y tu dormís todas las noches desde hace muchos años. En fin, Felices Fiestas, mamá.