Confesion

A veces es tanta la desesperanza que se tiene en el alma, que es mucho mejor confesarse a alguien para recibir apoyo.

Lo amo y siempre le ame, desde que nos conocimos, desde que éramos niños. Muchas veces le seguí al colegio pero jamás quise acercarme por miedo a ser rechazada.

Siempre fui la más fea del curso, nunca se habría fijado en mí. Yo soy la que usaba lentes, la que estaba llena de espinillas, la gordita del curso. Esa a la que una vez le metieron un pescado en el bolso.

¡Padre! De verdad que siempre lo quise. Si usted me preguntase a quien amaba más, si a Dios o a él, debo confesarle que a él.

Pero sabe padre, un día me habló. Se digno a acercarse y me pidió una tarea. Desde ese día empecé a hacer las tareas por él, así tenia excusas para hablarme. Todos los días, una nueva frase, una nueva tarea.

Pero sabe padre, llego un día en el que ya no aguanté, le dije que lo quería, que estaba enamorada de él. ¿Sabe que hizo? Se rió. Me dijo que si yo quería estar con él tenía que darle una prueba de amor verdadero. Que tenía que hacer otras cosas por él.

Hice todo lo que me pidió. ¿Es pecado eso, padre? Amar así, querer tanto… No sé padre, no sé que es lo correcto. Me pidió que me acostara con sus amigos, mientras él miraba. Tengo pena, me siento tan mal… yo no quería padre, lo hice porque pensé que así él encontraría que era arriesgada, que era genial. Pero no, padre. No me resultó. Se rió de mí y se fue con otra muchacha, esa de la escuela, a la que todos llaman puta.

Padre, no me diga que rece diez ave marías. Tengo pena, mucha pena. Ojalá pudiera sacarme esta pena que tengo adentro. Yo todavía lo amo y si no lo tengo a mi lado enloqueceré.

Mire padre, necesito que me escuche. No me interrumpa.

No quiero que diga nada.

Tengo un plan perfecto padre, pero usted, como cura, y esto como secreto de confesión, tiene que quedar entre nosotros.

Le pediré que le entregue esto. Usted lo conoce padre. Es el hijo de la señora Mirta, la que lo ayuda los domingos. Necesito que le entregue esto. No, no abra el confesionario padre, no lo abra. Espere… deme unos minutos. Se lo dejaré aquí, en mi falda.

No se alarme, padre, si da lo mismo el dolor y la sangre. No se alarme por tanta sangre y que no lo asuste el cuchillo. No forcejee la puerta, si está cerrada con pestillo. Padre, por favor, no grite.

Dígale, y páseselo. Total, es de él. Es mi corazón.