Confesión de como me convertí en esclavo (9)

Capítulo de transición con una nueva degradación

Allí estábamos, Ferrán y yo frente a mi tío que se levantó de un salto y vino hacia nosotros, yo estaba desencajado, temblando pero aquello no pareció sorpender a mi tío que se limitó a darme la vuelta y separarme las nalgas para mirarme el ano.

Tio, que habéis hecho, tiene el ojete como un buñuelo. – le espetó a Ferrán. Las lágrimas brotaron en mis ojos.

Bueno, ya sabes, Pixot...

Ni Pixot ni hostias, os lo habéis follado todos! – le cortó mi tio.

Te juro que no, verdad que solo ha sido Pixot Javi? – me preguntó Ferrán, no respondí y sentí las lágrimas bajando por las mejilla. – Díselo, quien te ha dado por el culo?

Pixot... - dije con un hilo de voz esperando que me dejaran en paz – dos veces...

Ah claro, habeis dejado que se ensañara con el chaval ese cabestro! Eso no es lo pactado! – mi tío gritaba, parecía realmente enfadado.

Si bueno... – contestó el otro – nos hemos despistado un momento y se la ha metido otra vez, pero solo...

Mira – le cortó mi tío – como esto tenga consecuencias os va a salir caro...

Que consecuencias, que consecuencias... al chaval le han petado el culo con una buena polla y tiene el ojete resentido, en unos días lo tendrá como nuevo. No te hagas el tonto tu ahora...

Aturdido por la discusión de aquellos hombres que me miraban el ano como si yo fuera una pieza de ganado, rompí a llorar como un niño pequeño y me hubiera desplomado si mi tío no me hubiera sujetado.

Lárgate, ya hablaremos, pero como el chaval me cuente otra cosa...

Ferrán dejó la habitación dirigiéndonos un gesto de desprecio. Mi tío me condujo hacia la cama y me tumbó boca abajo, sin que yo pudiera parar de llorar se fue al baño y volvió con toallas húmedas que me aplicó al ano. Me aplicó luego alguna crema y se tumbó a mi lado acariciándome y besándome la mejilla. Yo continuaba llorando desconsoladamente. Mis ojos le recriminaban por todo lo que me había hecho pasar, pero no podía decir nada. Mi tío, inmune a mi mutismo y mis sollozos, sin dejar de acariciarme inició un largo monólogo, me contó sin tapujos que tenía problemas económicos y que había vendido mi culo para poder salir del bache, como años atrás había vendido su polla a hombres como aquellos, con dinero suficiente para pagar por satisfacer todas sus perversiones. Me dijo que había tenido que amordazarme porqué si hubieran sabido que no era completamente virgen no me hubieran aceptado, o no hubieran pagado tanto, y no podía arriesgarse a que yo lo contara. Se rió del examen al que me había sometido Gonzalo, que no había detectado nada, "porqué es dentista se cree que lo sabe todo, tendrían que haberte follado muchas veces para que se hubiera dado cuenta" dijo. Me preguntó si me había dolido mucho y asentí, me ronroneó palabras de consuelo, pero ninguna disculpa, me preguntó que si lo quería y asentí, "pues si me quieres tienes que ayudarme" dijo, me contó que había tenido que hacerlo y que me llevaría a París para compensarme, no paraba de hablar, en mi interior crecía la rabia... al final exploté;

Me lo habías prometido!

No mientas – me cortó secamente – te prometí que YO no te follaría hasta que me lo pidieras y YO no te he follado. O es que ya me dejas? - negué desconcertado – ves, dices que me quieres y te niegas a darme gusto y un favor que te pido te enfadas.

Estaba desconcertado mi tío me acababa de vender como a un trozo de carne, había permitido que me violaran salvajemente y me recriminaba por no quererlo lo suficiente ¿?? Discutimos largo rato, rojo de rabia le conté lo que me habían hecho aquellos degenerados, avergonzándome a mi mismo al verbalizarlo, le hablé del dolor, de los excrementos, de la humillación, sin darme cuenta gritaba. Mi tío también gritaba, poco a poco me iba sometiendo a un chantaje emocional, me acusaba de no quererlo, de no estar dispuesto a sacrificarme por él... No sé como terminó convenciéndome, no sé como terminé sintiéndome culpable por no saber demostrarle mi cariño, no se como le prometí que haría todo lo que me pidiera para demostrárselo aunque un punto de lucidez me hizo poner una única condición, seguía cerrado a la penetración.

Mi tío acepto pero esa misma noche me exigió lo que según dijo era una prueba de mi amor. Me llevó al baño y me hizo arrodillar, con un gesto se sacó el pene y se quedó frente a mi pidiéndome que abriera la boca, creyendo que quería que se lo chupara y a pesar que después de la noche que acababa de pasar no me apetecía nada, me incliné hacia delante pero me apartó con un gesto brusco.

No – dijo, lo miré interrogante sin saber que pretendía – tengo ganas de mear, si de verdad me quieres te lo beberás.

A mi mente volvieron las imágenes que había visto esa misma noche, el anciano desnudo bebiendo los orines de sus amigos, tragué saliva sin saber que decir.

No sé de que te asustas después de lo que me has contado. Abre bien la boca vamos.

Fueron solo unos segundos en que creí que no sería capaz, con la vista fija en el miembro de mi tío, cuando su meato se abrió y un primer chorro de orina me cayó junto a la nariz, corrigió la trayectoria y al instante entraba directamente en mi boca. Intenté tragar, estaba muy salado y amargo, caliente. Me atraganté. El instinto me hizo cerrar la boca y arquearme hacia delante tosiendo y murmurando que no podía, por toda respuesta recibí un tirón de pelo y la verga de mi tío entrando en mi boca, al cabo de un segundo volvía a orinar en ella. Intenté tragar aquel líquido que me caía en la garganta pero no pude, me atragantaba, tragaba pero no podía asumir toda aquella cantidad de orines que me llenaba la boca, tragaba una parte pero la otra se me caía por la comisura de los labios, mojándome el pecho, parecía no tener fin. Mi tío orinó largamente en mi boca ajeno a mis esfuerzos por no atragantarme, cuando por fin terminó, sin soltarme la cabeza el miembro que había ido creciendo dentro de mi boca empezó a entrar y salir con fuerza hasta que un nuevo líquido, esta vez mas denso inundó mi garganta. Incapaz de reaccionar, esta vez si, me lo tragué todo mientras mi tío se lo limpiaba en mis mejillas.

Bueno, para ser la primera vez, no ha estado mal, ya aprenderás. – dijo fríamente como si acabara de enseñarme a jugar al ajedrez – por hoy ya vale, ahora dúchate, lávate los dientes y vamos a dormir, es tarde ya.

Cuando unos minutos más tarde me dormí entre los brazos de mi tío, todo lo que había sucedido aquella noche me daba vueltas en la cabeza, cada una de las vejaciones me atormentaba una y otra vez, la de mi tío orinando en mi boca no era la menor.

Me desperté tarde, cuando mi tío descorrió las cortinas parloteando animado, debía llevar rato levantado porque estaba perfectamente vestido y afeitado.

Despierta dormilón! Te he dejado descansar pero ya no sabía que hacer – me dijo mientras me frotaba los ojos – debes tener hambre no? – asentí al darme cuenta de que la noche anterior no había cenado y mis tripas rugían reclamando atención – como he pensado que no te apetecería bajar, te he subido el desayuno.

Encima de la cómoda había una bandeja de desayuno primorosamente dispuesta, agradecí el detalle, no sabía quien estaría abajo pero no quería enfrentarme a los hombres que la noche anterior me habían degradado. Mi tío levantó la bandeja y se acercó a la cama sosteniéndola frente a mi.

Hoy desayuno en la cama, como un príncipe – sonreí y me incorporé para sentarme, el gesto me causó una punzada de dolor que me hizo dar un respingo – todavía duele no? – preguntó mi tío con expresión preocupada – bueno, ya pasará, venga hombretón a comer!

Goloso, me lancé sobre el desayuno llenándome los carrillos con placer, busqué con la mirada el zumo que tomaba todas las mañanas pero no lo había, lo único que parecía contener líquido era una gran tetera panzuda.

No hay zumo? – pregunté.

No, hay esto, tienes sed? – contestó mi tío llenado la taza con la tetera – tómatelo ahora, está acabado de hacer.

No me gusta el té – dije despreocupado mientras engullía.

No es té – mi tío sostenía la taza en alto y su mirada seria me alertó. – Si, lo he hecho para ti, tranquilo, es mío.

Durante un segundo albergué la esperanza de que mi temor fuera erróneo, no lo era, tomé la taza de sus manos y me la acerqué a los labios, un olor acre a orines me llegó claramente. Temblando bebí un sorbo y es sabor nauseabundo me hizo toser.

Venga, bébetelo todo, demuéstrame que me quieres – me dijo mi tío muy serio. Sin respirar bebí un par de sorbos. – Todo.

Lentamente pero sin pausa para no pensar, me bebí toda la taza de orines, intentando acabar con rápido como cuando era pequeño y me obligaban a comer alguna cosa que no me gustaba. Cuando la última gota se deslizó por mi garganta dejé la taza sobre la bandeja y miré a mi tío sin saber que decir.

Más? – preguntó mi tío levantando la tetera – No? Tienes razón, se enfría enseguida, es mejor beberlo de la fuente, pero como vi que te costaba...

No respondí, sentía en mis labios el sabor salado de la orina que me apresuré a borrar con una tostada. Sin hablar continué engullendo el desayuno sin escuchar el parloteo intrascendente de mi tío. Cuando terminé mi tío retiró la bandeja y yo empecé a incorporarme, al ponerme de pié junto a la cama sentí el ano todavía hinchado entre las piernas que me flaqueaban.

Donde vas? – me preguntó mi tío – puedes quedarte en la cama si quieres, estarás mejor.

Tengo que ir al baño – dije atraído por la perspectiva de volverme a tumbar pero sintiendo la vejiga llena – tengo pis.

Eso no será necesario, toma – dijo mi tío, alargándome un jarrón de cristal que estaba sobre la mesilla – hazlo aquí.

Esbocé un gesto de rechazo pero el gesto firme de mi tío me hizo desistir. Tomé el jarrón, introduje mi pene en él y aunque me costó comenzar, en cuanto lo conseguí oriné largamente hasta casi llenarlo. Se lo tendí a mi tío que lo observo con expresión divertida.

Joder, si que que tenías ganas si – comentó divertido, y acercándoselo a la boca dió un sorbo sin ninguna muestra de asco – rico! Toma, bebe – me volvió a tender el jarro.

Asqueado pero como un autómata me bebí mis propios orines calientes, bebí la mitad, pero mi tío con un gesto me invitó a continuar. Obedecí hasta no dejar una gota intentando no pensar. Por la tarde regresamos a Barcelona, nadie salió a despedirnos por suerte. Ya en casa no volvimos a hablar de lo sucedido, pasaron los días y nuestra relación volvió a estabilizarse, de vez en cuando mi tío orinaba en mi boca y fui aprendiendo a tragar sus líquidos, no con placer, pero si con un cierto grado de indiferencia, asumiéndolo como un precio que tenía que pagar a cambio de las muchas atenciones que me prodigaba mi tío.

Llegó el viaje a París, para mi, que nunca había salido del país, aquello fue una experiencia maravillosa, romántica, pero mi tío no desaprovecharía la ocasión para exigirme una nueva prueba de amor.

Si queréis os lo contaré en el próximo capítulo.