Confesión de como me convertí en esclavo (8)

El infierno de la noche de mi iniciación. No lo sabía, pero todavía me quedaban muchas pruebas que pasar.

Con los ojos cerrados todavía sentí como varias manos se ocupaban de mí. Sin levantarme, la tarima donde estaba tumbado fue desplazada hacia la pared. Alguien desató del collar la barra me unía a las esposas y me levantó los brazos para fijarla a algún punto de la pared. No me quitaron la mordaza, me dio igual, me estaba acostumbrando a respirar con aquella bola metida en la boca, incluso agradecía poder morderla cuando el ano, con vida propia, se me contraía produciéndome unos pinchazos agudos que me subían por la espalda. Sentía una rara sensación de vacío en el recto y un desagradable escozor, pero el dolor remitía salvo por aquellos pinchazos intermitentes que me provocaban los espasmos del ano que intentaba vanamente controlar. Quedé así, tumbado boca arriba y amordazado, con los brazos atados por encima de mi cabeza, nadie me cubrió, seguía desnudo con el pene replegado en mis testículos, sabiendo que estaba a expuesto a la vista de aquellos hombres que se movían a mi alrededor, se oían murmullos y jadeos, pero no quería abrir los ojos para no enfrentarme a lo que pudiera estar sucediendo.

Cuando finamente me atreví a entreabrirlos comprobé que el grupo estaba ajeno a mi cuerpo desnudo, entregado a una orgía de carnes, bocas y miembros viriles ávidos de placer. Estaban todos desnudos ya en la penumbra, lo primero que vi fue uno la espalda de uno de los ancianos que arrodillado a mi derecha chupaba alternativamente las vergas erectas de tres tipos, uno de los cuales era Ferrán, que estaban frente a él. A sus piés, una cabeza canosa desaparecía entre las enormes piernas de un individuo obeso que, de rodillas, se inclinaba sobre el cuerpo del propietario de las canas imprimiendo un rítmico movimiento a sus velludas y grandes nalgas. Cerré los ojos.

Volví a abrirlos para mirar a mis pies y descubrir la espalda cubierta de vello de Pixot, que sentado en la tarima, estaba recibiendo una mamada de alguien que su cuerpo me ocultaba, mientras miraba como Gonzalo parecía lamerle el ano a un tipo calvo provisto de un voluminoso estómago, que sentado sobre un saliente con las piernas abiertas, chupaba una voluminosa verga de alguien que estaba encaramado en el mismo saliente. Me incomodó descubrir el cuerpo desnudo de Gonzalo participando en toda aquella porquería, tal como estaba inclinado podía verle las nalgas y unos grandes testículos bambolendo entre ellas. Asqueado volví a cerrar los ojos.

Los volvía a abrir cuando algo cálido me salpicó el muslo derecho y descubrí horrorizado al otro anciano recibiendo en su boca abierta un potente chorro de orina que manaba de alguien que me daba la espalda, mientras un tipo con barba y cabello rizado orinaba asimismo sobre su cara. Cerré los ojos con fuerza pensando que aquello que me había salpicado sería algo de los orines de aquellos individuos.

Permanecí así durante un buen rato, oyendo jadeos, palabras entrecortadas; polla, ojete, coméme el culo, traga, así, así, toma polla... por suerte todo aquello no iba conmigo, mi papel en la función parecía haber terminado. Me relajé un poco. Cuando volví a abrir los ojos, aquellos cuerpos parecían haberse replegado en una masa de carne movediza por el suelo que rodeaba la tarima. Desde mi situación solo podía ver espaldas, nalgas, alguna cabeza... oía gruñidos, gemidos... solo Pixot seguía sentado a mi pies mirando todo aquello, mis ojos toparon los suyos, al darse cuenta el engendro me ofreció de nuevo su horrorosa sonrisa. Le miré con rabia, recordando el dolor que me había provocado y cuando su áspera manaza me acarició la pierna la replegué instintivamente. Sorprendido por mi reacción el monstruo se volvió hacia mi y pude ver con espanto que ostentaba una poderosa erección. Aunque el tamaño de su miembro erecto no era tan superior al del cilindro de carne flácida que ya había visto, si aparecía mucho más amenazador henchido de sangre, sentí un escalofrío al pensar que aquello que más parecía un antebrazo que un pene se había introducido en mi interior, y más pensando en el pequeño orificio por el que se había abierto paso.

La alarma me sacudió cuando Pixot, girando sobre si, se puso de rodillas sobre la tarima y se acercó lentamente hacia mi. Intenté apartarlo a patadas, pero sus manazas rudas me inmovilizaron las piernas, presintiendo algo malo gruñí todo lo que mi mordaza me permitió. Pixot colocándose el índice sobre los labios me conminó a guardar silencio y antes de que pudiera reaccionar, con un gesto rápido, me dio la vuelta dejándome boca abajo si ningún esfuerzo haciéndome girar sobre el eje que me mantenía atado a la pared. Horrorizado sentí como sus dedazos me separaban las nalgas y con sus ásperas yemas me toqueteaba el ano todavía dolorido. Me retorcí bajo su cuerpo con desespero temiendo una nueva penetración, fue inútil, solo me dio tiempo a oír la voz de aquel animal susurrando en mi oído, un poco solo, un poco solo... y un dolor más intenso si cabe que el de la primera vez me desgarró por entero. No podía aguantarlo el dolor me atenazaba, las lágrimas me llenaron de nuevo los ojos, gruñía desesperado, retorciéndome de dolor bajo el peso de aquel bestia que se hundía de nuevo dentro de mi con saña.

Miré alrededor buscando ayuda, nadie parecía haberse dado cuenta, mi ano desgarrado irradiaba dolor a todo mi cuerpo y no podía hacer nada para evitarlo. Gruñí lo mas fuerte que pude pero los gemidos que nos rodeaban amortiguaron mis sonidos... esta vez estuve seguro de que no lo podría soportar cuando el azar quiso que una cabeza se alzara del tumulto de carne sudorosa de mi izquierda.

Tios, tios, el Pixot! – exclamó aquella cabeza.

Multitud de cabezas se levantaron con expresión perpleja, distinguí la voz de Ferrán;

Pixot! Animal, para! – la orden inmobilizó a mi agresor dentro de mi – sácasela, te dije que solo una vez!

El cuerpo extraño que invadía mi entrañas empezó a retirarse arrancándome un aullido desgarrado.

Quieto! Poco a poco, le vas a hacer daño – el cuerpo desnudo de Gonzalo emergió de algún sitio y se abalanzó hacia nuestros cuerpos enganchados – poco a poco, poco a poco...

Gonzalo, con una mano separó la parte baja de mis nalgas mientras con la otra empujaba el bajo vientre de Pixot hacia atrás, su miembro fue saliendo de mi interior hasta la base del glande que tras un instante se salió haciéndome retorcer de dolor.

Ya está, ya está... ya pasó – me susurró Gonzalo ante la mirada atónita del grupo que miraba la extracción de aquello de mi interior como si asistiera a una operación delicada – déjame ver, déjame ver, ya pasó... – los dedos suaves de Gonzalo separaron mis nalgas lentamente sin que yo pudiera parar de llorar y retorcerme – joder Ferrán! Echa a este anima, el chaval no está para aguantar esto, sácalo de aquí!!

Sin poder parar de llorar de rabia, dolor, impotencia, miedo... cerré los ojos y dejé que e Gonzalo me aplicara algo que sentí fresco en el ano, yo no podía vérmelo, pero lo sentía hinchado, ocupando un espacio entre mis nalgas. La voces susurraban con respeto de iglesia, sabía que todos estaban mirando mi maltratado orificio anal pero el dolor no me dejó percibirlo como una humillación más, sólo quería que me desataran y me dejaran ir, terminar con todo. Unas manos me dieron la vuelta y me acomodaron tumbado boca arriba, alguien colocó algo mullido bajo mi espalda dejándome semisentado pero nadie me desató las manos ni la mordaza. Dócil me deje manipular.

Javi, abre los ojos – era la voz preocupada de Gonzalo, no obedecí – Mírame Javi, estas bien? – Negué – mírame... un segundo solo.

Entrecerré los ojos y vi a Gonzalo, tranquilo en su desnudez, sentado junto a mi, un circulo de hombres desnudos nos rodeaba, no pude evitar lanzar una mirada furtiva a aquellos cuerpos impúdicos. Carnes caídas, o tensas bajo gruesas capas de grasa, músculos que habían dejado atrás sus mejores tiempos, vellos corporales densos unos, mas escasos otros, canosos otros... y sexos de hombre, de varias formas y tamaños, algunos flácidos descasaban sobre sus testículos, algunos exhibían un glande rosado, otros lo cubrían con una capa de piel, otros, lo menos, seguían luciendo una erección, otros estaban a medio camino, algunos pendían de un pubis rasurado como el mío propio, otros emergían entre matas de bello rizado... un circulo de penes de distintos tamaños con un único rasgo común, ninguno reaccionó al rubor que me causaban.

Así mejor, - me dijo Gonzalo - tranquilo, ya hemos echado al bestia de Pixot. Qué chicos? – preguntó mirando atrás – le compensamos por el mal rato que acaba de pasar?

Sin esperar respuesta acercó sus labios a los míos e introdujo su lengua entre ellos, sorteando la bola de goma que me impedía hablar. Otros labios se posaron en mi vientre, unas manos me acariciaron, alguien lamió mis axilas, alguien mis pies, alguien mis pezones, diversas manos recorrían mi cuerpo lentamente, unos labios encerraron mi sexo... Pero la erección que me sobrevenía en cuanto mi tío me hacía las mismas caricias no llegó, el eco del dolor seguía acomodado en mi ano, la humillación y la vergüenza de tener aquellos hombres desnudos sobre mi no se apartaba de mi mente. Dejé de llorar y me dejé acariciar por manos, labios, lenguas, era agradable, pero no me excité ni un ápice. Un tipo gordo, con unos grandes pechos cayendo sobre su barriga se puso a horcajadas sobre mi y frotó su culo contra mi sexo intentando que este alcanzara la consistencia necesaria para penetrarlo. Fue inútil.

Me dejé hacer, tampoco podía hacer otra cosa hasta que se cansaron de mi cuerpo inerte y empezaron a reanudar sus juegos, con la vista fija en mi y en el gordo, Germán oí que le llamaban, que seguía sobre mi, sus miembros volvían a erguirse a mi alrededor... alguien dijo;

Germán, déjalo, no podrá.

El no, pero tengo ganas... queréis? – varias voces asintieron, creí que lo iban a penetrar allí mismo y volví la cara los ojos asqueado.

El gordo no se apartó de sobre mi, simplemente se incorporó un poco y se quedó inmóvil acuclillado a horcajadas sobre mi, lo miré de reojo sin comprender, el tal Germán permanecía quieto, con los ojos y los labios apretados, en unos segundos el hedor que me llegó me hizo entender con horror lo que era aquello pesado y caliente que acababa de caerme en los genitales, Germán estaba defecando sobre mi entre los vítores del grupo. Sentí náuseas, lo último que vi fue a Germán incorporarse un poco con aire de satisfacción mientras uno de los ancianos hundía el rostro entre sus gordas nalgas. Un movimiento en la colchoneta sobre la que estaba tumbado me indicó que alguien más evolucionaba sobre mi, era Ferrán que de se acuclilló de espaldas a mi a la altura de mi pecho. Cerré los ojos con fuerza al mismo tiempo que sentía caer otra masa maloliente sobre mi cuerpo.

Conteniendo las náuseas sentí como las manos volvían a mi esparciendo los excrementos de los dos hombres por mi piel, sentí que algunos, como cerdos en una cochiquera empezaban a lamerme, buscando con la boca las partes en que el peso me indicaba que se concentraba algún pedazo de inmundicia. Me llegaban gruñidos, expresiones de placer, palabras que no dejaban dudas; si cerdo, comemierda, te gusta eh? Si! comérosla toda... aunque mis sentidos no me dejaban dudas, mi mente no podía comprender el placer malsano que aquellos degenerados podían encontrar en aquello. Seguí con los ojos cerrados, pero no pude cerrar el olfato al hedor, ni los oídos a los sonidos que me confirmaban que una orgía mas sucia todavía que la anterior, se estaba reiniciando a mi alrededor. Sólo me quedaba una esperanza, que Gonzalo, el único ser humano que había distinguido entre aquella escoria me rescatara de repente de aquel sulpicio, y entonces lo vi.

Entreabrí los ojos y pude ver el rostro de Gonzalo muy cerca del mío, con el rostro trasmutado y el cabello alborotado estaba inclinado sobre mi, apoyando las manos en la tarima soportando las embestidas de uno de aquellos gigantones en su trasero, estaba siendo penetrado con fuerza, con unas embestidas le hacían bambolear su largo pene entre la piernas. Nuestras miradas se cruzaron y para mi asqueo, en lugar de azorarse de que lo viera en aquella situación, me sonrió mostrando placer mostrándome los restos oscuros que le manchaban los dientes y la lengua que agitó fuera de su boca con lascivia. Reprimiendo una arcada volví la cara para dar con otra escena parecida, los dos ancianos estaban siendo penetrados de la misma forma mientras besaban sus bocas manchadas de excrementos. A mis pies, Germán estaba empalado el un grueso pene cuyo propietario le amasaba las nalgas dejando ver un orificio sucio que embarraba el miembro que lo atravesaba... Tuve que volver a cerrar los ojos.

Aquello duró un buen rato, me llegaron olores nauseabundos, de excrementos y orines, de sudor y sexo, gemidos, gruñidos, palabras soeces. Me sentía mareado, la cara de Gonzalo volvía a mi cabeza, aquel hombre que un par de horas antes hablada de su mujer y sus hijos con orgullo, estaba sometiéndose por su propia voluntad a las peores vejaciones... Si en algún momento entreabría los ojos, solo veía cambios de actores en la misma escena nauseabunda, se penetraban unos a otros, rotaban entre ellos para hacérselo, se lamían sin ningún asco, orinaban en cualquier sitio y sobre cualquier cuerpo, bebían sus jugos... supe que alguien había orinado dentro de uno de los ancianos porqué abrí los ojos al notar las salpicaduras de un potente chorro que salía de entre sus nalgas caidas para estrellase en la cara de, como no, Gonzalo, empapando sus venerables canas. Borbotones de semen empezaron a caerme por encima de la piel, preludio del fin, alguien orinó sobre mi sexo, un chorro se semen impactó en mi frente... y yo permanecía con los ojos cerrados intentando abstraerme a aquella lluvia de inmundicia que caía sobre mi cuerpo, inmundicia que a veces alguien lamía con fruición, no siempre... poco a poco los gemidos y los gruñidos empezaron a ceder, las respiraciones se normalizaron, los cuerpos cayeron exhaustos por el suelo... durante una media hora se hizo el silencio, aquellos hombres tumbados unos sobre otros recuperaban fuerzas.

Cuando empezaron a incorporarse abrí los ojos, Ferrán vino hacia mi y por fin me quitó la mordaza y me deshato, alguien me ayudó a incorporarme. Vi mi cuerpo desnudo manchado de excrementos y semen en un charco de orines y se me derramaron unas lágrimas. Viéndolo Gonzalo vino hacia mi y me abrazó;

Venga Javi, te has portado muy bien, tienes que perdonar a estos viejos cerdotes, no te enfades con nosotros venga dame un beso.

Y quizá sin percatarse de los excrementos todavía manchaban su cara, intentó besarme la boca, horrorizado, me doblé sobre mi estómago y vomité sobre sus pies sin poderme contener. Lejos de enfadarse, me sujetó la frente mientras yo me convulsionaba entre el murmullo de risas de los demás. Me quedé de pié, como un muñeco, desnudo y manchado mientras aquellos hombres se iban incorporando y empezaban a salir de la estancia. Ferrán se volvió hacia mi espetándome;

Venga, no te quedes ahí parado, ahora viene lo mejor.

Que significaban aquellas palabras, a que nueva vejación me iban a someter? Asustado e inmóvil sentí como dos lágrimas me corrían por las mejillas y sin que pudiera evitarlo, mis orines descendían por mis piernas fuera de todo control. Perplejo, Ferrán dijo riendo llamando la atención de los demás;

Pobre, se ha meado del susto – hubo un estallido de risas – no hombre no, ahora viene... la ducha! O no te apetece?

Aturdido asentí y seguí a aquellos cuerpos desnudos por el patio, inmune al frío, sin saber porqué, cubriendo mi sexo con las manos en un absurdo gesto de pudor a aquellas alturas. Nos introducimos todos en una estancia caldeada donde se habían instalado un par de duchas rudimentarias, y algunas manguera, con la vista baja acepté el jabón que alguien me tendió y me lavé con furia intentando borrar toda la inmundicia de mi piel, sintiendo flaquear las piernas y el persistente dolor en el ano que me causaba estar de pie. No miraba a nadie, aquellos cuerpo de duchaban desbordando naturalidad en su desnudez, enjabonándose unos a otros, algunos se introducían las mangueras en el recto y vaciaban el contenido sobre el suelo entre las risas de los demás. Alguien me ofreció una manguera para que hiciera lo mismo, la rechacé, una voz dijo;

Tu mismo, pero te iría bien.

Avergonzado tomé la manguera y me la acerqué al ano sintiendo el alivio del agua tibia, alguien me conminó a que me la metiera dentro, otro dijo que no podía, otra voz dijo que solo el agua. No se quien hablaba, pero dejé que el agua entrara dentro de mi cuidando que el borde de la manguera no rozara mi sensibilizado ano. Todo me daba igual, sentía alivio, solté un chorro de agua por el ano delante de todos sintiendo vergüenza pero alivio. Aparecieron toallas de algún sitio y todo el grupo nos dirigimos a la casa principal. Casi todos se dirigieron al salón, pero tomándome por el hombro Ferrán me guió escaleras arriba hacia la habitación de mi tío.

Mi tío Paco enfundado en un pijama de seda dormitaba con un libro en las manos, nuestra entrada lo despertó. Sorprendido nos dirigió una mirada y sonrió al vernos, Ferrán con una toalla arrollada a la cintura me sujetaba por el hombro, yo, totalmente desnudo, tembloroso y con la vista baja volvía a taparme el sexo con las manos.

Que tal? Como se ha portado? – preguntó mi tío.

Como un hombrecito. – Contestó Ferrán.

Aquella noche infernal fue el verdadero inicio de mi carrera como esclavo sexual, todavía tendría que pasar por varias pruebas hasta ser consciente que mi voluntad había sido anulada.

Si lo queréis, os lo seguiré contando, me va bien, hacédmelo saber, me gustan vuestros comentarios.