Confesión de como me convertí en esclavo (7)

De como mi tio me arrastro a mi primera experiencia en grupo. Primera parte.

En aquella sala había una docena de hombre por lo menos, aplaudiendo nuestra entrada, no los recuerdo a todos, recuerdo que la media de edad era alta, parecían tener entre 40 y 50 más cercanos a la franja alta que a la baja. Varios bigotes, varias tripas prominentes, algún pendiente, algunas gafas, casi todos canosos o directamente calvos en mayor o menor medida, alguno ostensiblemente obeso y por lo menos un par que habían dejado atrás la madurez para entrar directamente en la ancianidad. Casi todos sostenían copas, algunos fumaban y todos iban completamente vestidos, algunos incluso con traje y corbata lo que me hizo sentir aun mas avergonzado si cabía por mi desnudez.

Solo uno estaba semidesnudo, un tipo de cabellos negros y rizados que, sentado al fondo, me miraba embobado luciendo sin ningún pudor una barriga descomunal incluso para su cuerpo grueso y casi totalmente cubierto de vello negro. Por toda vestimenta el individuo lucía unos anticuados calzoncillos pardos y unos calcetines caídos.

Los vi a dos en un instante, el instante que tardó Ferrán en hacerse oír entre los vítores;

Y bien Gonzalo?

Por toda respuesta, Gonzalo me hizo girar de modo que daba la espalda al grupo y acuclillándose agarro con una mano cada una de mis carnosas nalgas y las hizo vibrar mientras con la boca imitaba un redoble de tambores. Con un gesto seco y separó las nalgas y gritó;

Innnnnntacto!!! – los vítores estallaron de nuevo con mas fuerza – Si nuestro anfitrión quiere hacer los honores...

Con sumo placer – contestó Ferrán afectando formalidad.

No me atreví a girar la cabeza, pero lo sentí acercarse a mi y acuclillándose de modo que su cara quedara a la altura de mis nalgas, me introdujo la lengua en el ano lamiéndolo delante de todo el mundo. Aunque estaba habituado a que mi tío me hiciera aquello, el hecho de que fuera un extraño el que lamiera mi rincón más íntimo y además en publico, evitó que mi sexo reaccionara con la erección habitual a sus caricias, por el contrario se retrotrajo en mis pequeños testículos y así seguiría toda la noche, ajeno a todo lo que estaba sucediendo. Al cabo de un minuto, Ferrán sacó su rostro de entre mis nalgas y dirigiéndose a los demás exclamó.

Bocato di cardinale. Delicioso. Señores, si gustan...

Uno a uno fueron lamiendo mi orificio anal, intercambiando expresiones de complacencia, algunos mas de una vez creo, porqué aunque no me estaba tan avergonzado que no me atrevía a volver la vista, la rotación de lenguas lamiéndome el ano duró un buen rato. Incluso Gonzalo, que parecía un señor tan correcto, dejó de sujetarme para hundirme la lengua en el recto. Yo permanecía de pie, sostenido por los brazos de mi tío que me aferraban con fuerza, era tal la vergüenza que sentía que notaba la sangre bombeando en mis mejillas, solo a cabo de un rato me di cuenta que mi tío me susurraba al oido.

Bueno chaval – giré la cabeza para mirarlo y vi con horror la expresión que había visto antes en sus momentos de brutalidad – hasta ahora ha sido muy fácil, aunque cualquiera diría que no te gusta – dijo echando la cabeza atrás y mirándome la entrepierna que seguía sin reaccionar – ahora vendrá una parte algo más difícil, pero te portarás como un hombrecito verdad?

No sabía a que se refería pero intuía que a algo muy desagradable, asustado intenté decir algo, pero la bola que tenía dentro de la boca me lo impedía, intenté pedirle que me alejara de aquello con mis ojos, pero no se dio por aludido.

No, no, no, no quiero protestas, tu ya sabes lo que me gustaría a mi y no me dejas, yo te lo respeto pero eso tiene un precio cariño. Cuando lo hayas pagado volveremos a hablar de ello – y dirigiéndose al individuo que en ese momento aplastaba sus carrillos contra mis nalgas le espetó – Que Amancio? Que te parece mi sobrino?

Fantástico – farfulló el otro entre dientes sin dejar de agitar la lengua por el interior de mi recto – manjar de reyes.

Muy bien, muy bien, bueno chicos, aquí os lo dejo, devolvédmelo hecho un hombre! – les gritó al resto.

Como? No te quedas? – preguntó alguien?

No, hoy no, no tengo entradas para esta película, prefiero esperaros en la casa – contestó mi tío riendo y dirigiéndose a Ferrán que estaba de pie a mi lado añadió – Tu controla eh?

Tranquilo, nada que no hayamos pactado – y relevó a mi tío en sujetarme - Si cambias de opinión te vienes.

Aturdido vi a mi tío alejarse, esperando que de repente se girara y me llevara consigo, pero no fue así, sin ni volver la cabeza hizo un gesto de despedida y se perdió en la oscuridad. La voz de Ferrán me devolvió a la realidad;

Venga maricones, vale ya de comer culo, que le vais a gastar el ojete al chaval – hubo risas a mis espaldas. Ven ricura – me dijo dándome la vuelta – quiero que conozcas a alguien.

Al girarme vi de nuevo al grupo, aunque en general seguían vestidos, algunas piezas de ropa habían desaparecido, algunos me miraban abrazados, los más con gesto divertido. El grupo se abrió para dejarme ver al tipo en calzoncillos que había visto al llegar. Seguía sentado donde estaba al principio con la misma expresión embobada en la cara.

Este es Pixot, tu pareja de baile esta noche, eh Pixot? – por toda respuesta el tipo sonrió ostentosamente mostrando unos dientes horriblemente separados – No es muy listo, bueno, es bastante lerdo, pero la naturaleza no ha sido del todo injusta con él, verdad que no Pixot?

El tipo al que acababan de llamar retardado sin ningún tapujo, no pareció ofenderse y se limito a negar y siguió mostrando su horrorosa sonrisa mientras los demás le palmeaban la espalda y reían con camaradería.

Bueno, en realidad se llama Ramón, - continuó Ferrán – pero en el pueblo siempre le hemos llamado Pixot – Sabes porqué? – me preguntó – No? Enséñaselo Ramonet.

El tal Pixot se levantó y sin dejar de mirarme sonriente se bajó el calzoncillo hasta las rodillas y se quedó plantado frente a mi. Mis ojos no creían lo que veían, aquel individuo tenia un miembro como el de un caballo, a pesar de los años que han pasado y todas las experiencias que he ido teniendo, nunca he vuelto a ver nada igual, aquello pendía de una mata de vello negro que nacía más arriba del ombligo para caer a plomo hasta medio muslo. A pesar de su estado de flacidez su grosor era como el de mi brazo y el glande que apuntaba al suelo no desmerecía en nada al resto, ni al de mi tío Paco que como ya he dicho en otros capítulos en erección alcanzaba el tamaño de una pelota de tenis. A pesar del mareo que me invadió a ver aquello, tuve la suficiente lucidez para comprender el porqué del mote, Pixot en catalán es algo así como pollón, además de tener otros significados. Ferrán me sacó de mi ensimismamiento.

Para algunos es una deformidad, quizá si, pero en cualquier caso es lo que merece un coñito tierno y jugoso como el tuyo el día de su debut.

Comprendiendo, fui presa de un ataque de pánico, me zafé de sus brazos y me eché al suelo sollozando de angustia, junté mis manos y la dirigí rogando a quien fuera que me librara de aquella amenaza, me convulsioné y retorcí... no sirvió de nada. Varios brazos me inmovilizaron y cuando abrí los ojos me confortó algo ver la cara de Gonzalo frente a mi, tenía cara de buen hombre, a pesar de sus años era un hombre guapo y el corte de pelo de sus canas conferían a su cara un aire de respetabilidad. El me ayudaría. Pero me dijo en su tono tranquilizador;

Tranquilo, tranquilo Javi, no pasa nada, yo no dejaré que te pasa nada. Confía en mi, soy médico, si? Confias en mi? Estaré a tu lado todo el rato.

Con los ojos empañados por las lagrimas le supliqué que me evitara aquello, pero Gonzalo se mostró compasivo pero férreo, no se de donde sacó un frasco que aplicó a mis fosas nasales y me hizo inhalar varias veces. Toda la sala empezó a darme vueltas invadido por una extraña sensación de mareo que redujo mi resistencia. Unos brazos me hicieron levantar de nuevo y me pusieron cara a cara con Pixot. La voz de Ferrán sonó desde algún punto;

Venga Pixot no hagamos esperar más al chaval, como quieres hacerlo?

Oí por primera vez la voz del monstruo decir;

Como los perros, como los perros, como los perros...

Vale, vale, ya te hemos entendido, como los perros, - le cortó Ferrán entre el murmullo de risas de fondo – venga chicos.

Varios brazos me levantaron casi en volandas y me condujeron a una especie de tarima acolchada de sky negro que había en el centro de la sala, me pusieron sobre mis rodillas y me hicieron poner a cuatro patas en la medida que me permitían mis ataduras. La borrachera que me habían producido las inhalaciones hizo que me dejara colocar dócilmente, se hizo un silencio tenso solo interrumpido por mis sollozos que mi estado no había logrado mitigar. Alcancé a ver a Gonzalo manipulando una jeringuilla sin aguja, colocarse detrás de mi y vaciar el contenido en mi recto, estaba frío. Vi al grupo colocarse a mi alrededor, en mi posición, con la cabeza gacha no veía mas que pantalones, no importaba, Gonzalo se sentó junto a mi cabeza y acarició mi mejilla. Reinaba el silencio. Varias manos separaron mis nalgas en pompa, yo temblaba como una hoja al viento, lloraba sordamente y entonces lo sentí.

Algo duro, grande, terso se apuntaló en mi la boca de mi ano y sin pausa se introdujo, milímetro a milímetro, sin pausa, hasta que noté el pubis de aquella bestia descansando en mis nalga. No puedo describir el dolor, no era como la vez que mi tío me había violado brutalmente sobre la mesa, era algo más intenso que me empezó en el circulo exterior del ano y como un calambrazo recorrió mi espina dorsal, para volver al ano e instalarse ahí con fuerza, me sentí desgarrar, me sentí morir. Mi ano brutalmente dilatado trasmitía dolor a toda mis terminaciones nerviosas, se que lloraba porque sentía correr las lagrimas por las mejillas, se que intenté gritar porque oía mis propios gruñidos, se que intenté zafarme porque sentía multitud de dedos clavándose en mi carne, la bola de goma que tenía en la boca me ahogaba, la mordía furiosamente...

Decir que me desmayé quizá sería exagerado, lo cierto es que perdí el mundo de vista durante algunos momentos concentrado en el dolor que me desgarraba por dentro, cuando volví a tener percepciones de mi entorno, aquella monstruosidad entraba y salía de mi interior enviándome oleadas de dolor, con un ritmo constante, repetitivo... su propietario estaba inclinado sobre mi, sentía su olor, sus jadeos, su vientre golpeando mis nalgas. Las manos que me aferraban ya no estaban y los cuerpos de mi alrededor se despojaban se sus ropas, sacudían sus miembros viriles que me apuntaban como arietes. Yo lloraba sin contención alguna. Un murmullo de voces ahogaba mis sollozos, entendía palabras, frases entrecortadas; dale duro, rómpele el culo, así, asi, como los perros, no pares cabrón, fóllatelo, más fuerte, más... Perdí la noción del tiempo.

En algún momento alguien tiró de mi pello y me hizo levantar la cara, entre lagrimas mis ojos se enfrentaron al objetivo de una cámara, no se en que momento habían empezado a filmarme, quizás desde el principio, pero mi agonía estaba siendo inmortalizada con una malsana insistencia en recoger mi expresión, ya que a cada rato una mano volvía a tirar de mi pelo y el objetivo se recreaba en mi cara cubierta de lágrimas...

Duró una eternidad, se me acabaron las lagrimas antes que el dolor que no cesó ni un instante, como mucho variaba de intensidad para volver con más fuerza al ritmo de las embestidas. Por fin llegaron los espasmos del orgasmo, agradecí incluso aquella sustancia que me invadía a borbotones, consciente de que era el preludio del final. Me quedaba un último momento de dolor intenso cuando el monstruo se retiró de mi interior con un movimiento brusco, sin ninguna consideración, arrancándome el ultimo aullido. Mis rodillas no pudieron sostenerme más y caí sobre mi costado sintiendo mi ano palpitar al recobrar su forma, y algo húmedo y caliente que salía de mi interior para deslizarse por mi nalga.

Cerré los ojos, agradeciendo a quien fuera que todo hubiera terminado, el dolor persistía pero iba decreciendo, el ano maltratado, me seguí palpitando, la respiración se me acompasaba... todo había terminado... Pero a mi alrededor, la fiesta acababa de empezar y todavía tenía que depararme sorpresas desagradables, por suerte en aquel momento no lo supe y pude disfrutar de unos instantes de esperanza.

No puedo seguir, el recuerdo es duro, de todas formas si me animáis a ello seguiré contándolo todo.