Confesión de como me convertí en esclavo (5)

El instinto sádico de mi tio despierta de nuevo, lo más fuerte todavía está por llegar.

Yo vivía en aquel limbo de felicidad, solo perturbado por las miradas que a veces sorprendía en mi tío que me recordaban a aquel que me había violado brutalmente apenas unas semanas antes. Si se daba cuenta de mi perturbación cambiaba el ceño por su habitual sonrisa, pero yo intuía que algo corría por su cabeza.

A pesar de que me prometió que él no volvería a penetrarme hasta que yo se lo pidiera, y todavía tenía demasiado fresco el recuerdo del dolor que me causó para que yo ni me lo planteara, había algo en sus frases cuando hacíamos el amor que me angustiaba, cuando me llevaba al clímax de la excitación siempre me preguntaba si lo quería y si estaría dispuesto a hacer cualquier cosa por él, yo respondía que sí pero con temor a que llegara realmente a plantearme alguna prueba de mi amor. Además le gustaba inmovilizarme, atarme las muñecas al cabecero de la cama, como un juego decía el, y lo cierto es que nunca había aprovechado la situación para hacerme algo que yo no quisiera, pero el sentirme a su merced me devolvía la imagen de cuando me había atado a la mesa para penetrarme, y aunque el juego me excitaba, no dejaba de producirme una cierta desazón.

Un viernes por la noche después de nuestra sesión de sexo, mi tío se incorporó sobre mi y con una gran sonrisa que no presagiaba nada malo me preguntó;

Me darías un capricho? – como la alerta saltó a mis ojos no espero respuesta – No, tranquilo cariño, no quiero follarte, solo tengo un capricho, me dejas? Si?

Asentí sonriendo pensando que sería alguno de los muchos detalles que tenía conmigo.

Ven, levántate, vamos a jugar a la gallinita ciega. – y rebuscando en un cajón sacó un fular con el que me vendó los ojos - ven, vamos al baño.

Entre risas me guió por el pasillo hasta el cuarto de baño, no veía nada, pero estaba tranquilo, divertido incluso, pensando que me preparaba alguna sorpresa. Me hizo pasar por encima de la bañera y me levantó los brazos, atándolos con algo al soporte de la ducha. De nuevo atado.

Muy bien, bomboncito mío, ahora te voy a lavar como a un niño chico – me dijo riendo.

Y para esto hace falta que me ates? – contesté sin acritud – quítame la venda por lo menos.

No, no, no, yo pongo las normas, tu déjame hacer, te gustará.

Empezó a enjabonarme con una esponja, acariciándome, lamiéndome de nuevo... sentí como se me erguía el pene.

Ummm, míralo, hace cuatro días no querías ni que te viera desnudo y ahora a la mínima y estás pidiendo guerra – dijo al darse cuenta.

Yo reí nerviosamente, en mi fuero interno todavía sentía pudor de verme desnudo junto a él, todavía me ruborizaba al ver la naturalidad con que se movía en pelotas por la casa con sus pesados genitales bamboleando al ritmo de sus movimientos... Pero mi sexo no entendía de pudores y respondía al menor estímulo. Durante mucho rato estuvo frotándome, enjabonándome, aplicándome cremas, recreándose especialmente en mis genitales, en mis nalgas de una forma que me hacía estremecer, no había perdido el miedo que sentía cuando sus dedos rozaban mi ano y menos si como entonces se recreaba en masajearlo. Luego hizo un descanso para fumarse un cigarro, le pedía que me desatara, que sentía frío, pero me contestó que todavía no, que le gustaba verme así, desnudito y atado, que quería disfrutarlo un poco más... no protesté a pesar de que estaba incomodo sabiendo que estaba delante de mi, mirándome, especialmente porque sentía la presión de la sangre en mi pene que no tenía ninguna intención de ceder.

Al fin me enjuagó y frotó con la manopla de crin, proteste un poco pero me dejé hacer, especialmente porqué cuando hubo terminado empezó a recorrer mi cuerpo de nuevo con la lengua e hizo que eyaculara de nuevo con sus manipulaciones.

Una vez descargado de la excitación, me desató las manos y cuando fui a quitarme la venda sentí su mano que me lo impedía.

No, todavía no, ahora viene la sorpresa, ven... – me hizo salir de la bañera y colocándose detrás de mi me aflojó la venda – listo? – preguntó – mírate.

Abrí los ojos divertido, sin saber, y el espejo que cubría la pared del baño me devolvió el reflejo de mi cara. Tardé un instante en comprender lo que había de raro en mi imagen, el instante que tardé en bajar la vista hacia el reflejo de mi pubis. Todo mi vello corporal había desaparecido, mi tío sin que yo me diera cuenta me había aplicado crema depilatoria por todo el cuerpo. La mano de mi tío en mi vientre me sacó de mi estupor.

Te gusta? – no respondí, pero no, no me gustaba, me sentía ridículo – No te gusta? Pero si estas muy guapo, pareces un niño pequeño, mira, que lisito, mira...

Como si fuera un muñecote mi tío me hizo evolucionar delante del espejo, además de la mata de pelo del pubis había desaparecido el vello de las axilas, de las piernas, de la nalgas... y por supuesto la espesura que nacía de debajo de los testículos y ascendiendo por la raja me cubría púdicamente el ano que ahora aparecía descaradamente, rosado y perfectamente definido. Realmente mi sexo flácido, desprovisto del vello de la madurez parecía haber retornado a los años de mi infancia y tanto mi pene como mis testículos, libres de adornos pilosos parecían haber encogido más todavía.

Hubiera querido llorar, pero me contuve, a fin de cuentas si a él le gustaba... pero mi cara me delataba e instintivamente mis manos volvieron a intentar cubrir aquello que me avergonzaba.

No, no, no, otra vez remilgos no – me dijo mi tío sujetándome las manos a los flancos – dices que me quieres no? Pues a mi me gusta tenerte así, es que no ere capaz de darme ni un gusto después de la paciencia que te tengo!

El tono con que me habló me asustó, volvía el hombre brusco, me puse a temblar y sin darme cuenta empecé a gimotearle;

No tío, por favor, otra vez no, haré lo que quieras, pero no me vuelvas a hacer eso... no tío... por favor...

Cállate nenaza! - Me cortó gritando - quieres ser un hombre, pues habla como un hombre coño! "Eso" es follarte, darte por el culo, empujarte la mierda, petarte el kaka... me tienes harto ya con tanta tontería!

De un empujón me tiró al suelo, me replegué sobre mi mismo y usé la única baza que creía tener.

No, no me lo hagas, por favor, me lo prometiste!

Jodida promesa... muy bien no te follaré, pero me vas a hacer una mamada como diós manda, disfrutarás de mi polla como la maricona que eres o no habrá promesas que valgan, entendido puta!

No respondí, ni el lo esperó, se abalanzó sobre mí y agarrándome del pelo me hizo incorporar del suelo y me restregó la cara contra su sexo. Un par de bofetones bastaron para que yo levantara las manos como si esperara una paliza en cualquier momento, los golpes no llegaron, pero allí mismo en el suelo del baño mi tío me forzó a chuparle el rabo con la brusquedad de la primera vez.

Yo no entendía nada, durante varias semanas se lo había chupado cada noche y creía hacerlo como a el le gustaba, suavemente pasaba mi lengua por todo el tronco de su pene, le chupeteaba el glande, me la introducía en la boca y la recorría con mis labios hasta que me dolían la mandíbulas intentando encajar aquel pedazo de carne en mi boca, cuando llegar el orgasmo me retiraba y le masturbaba con fuerza hasta que su semen estallaba por toda la cama mientras el se retorcía de placer. Nunca había dejado que se vaciara en mi boca como yo hacía a veces en la suya, pero tampoco me lo había pedido.

Allí, en el suelo del baño, no hice nada de todo aquello, soporté las embestidas de su verga dentro de mi boca, me atraganté de nuevo cuando me la hundía hasta la garganta, aguanté los tirones del pelo, las bofetadas, intentaba lamérsela pero no me dejaba tiempo ni espacio, tiraba de mis orejas, me sujetaba la nuca... violencia, lo que le gustaba era hacérmelo violentamente, sin dejar de insultarme, escupiéndome...

Cuando me tiró sobre mi espalda creía que había llegado el momento final, que me retiraba para correrse, pero en lugar de eso giró sobre mi y su trasero casi cayó sobre me cara. Se sentó literalmente sobre mi boca mientras gritaba;

Y ahora comerás culo de macho, mueve la lengua cerda, muevelaaaa! Y como no lo hagas bien te prometo que te rompo el coño aquí mismo!

El sabía que no podía hacerlo, que me daba un asco infinito, habíamos acordado que no tendría que hacerlo... pero ni pude ni quise protestar, en lugar de eso saqué la lengua y la moví tan frenéticamente como fui capaz, lamí aquel agujero oscuro, velludo que olía a retrete y sabía acre, hundí mi lengua entre sus pliegues sin pensar lo que estaba haciendo, ignorando las nauseas, el ahogo del peso de sus nalgas en mi cara..., lamí con desespero aterrado al descubrir de nuevo en mi tío a la bestia.

Apenas tuve tiempo de tomar una bocanada de aire cuando se incorporó porque de nuevo su polla se introdujo en mi boca, tumbado boca arriba, cerré los ojos e intenté controlar la respiración para que sus embestidas no me dieran arcadas, me concentré tanto que hasta unos instantes después de que un líquido denso y salado chocara contra mi garganta no comprendí que aquellos borbotones que me llenaban la boca significaban que mi tío acababa de correrse en ella.

Cuando volví a abrir los ojos, lagrimeando por el esfuezo mi tío estaba de pié, con las piernas abiertas, jadeante y sudoroso, secándose la frente con el antebrazo. Tumbado entre sus piernas, no me atreví a escupir aquella sustancia pastosa que tenía dentro de la boca y simplemente la dejé caer por la comisura de los labios, sintiendo como resbalaba por mi barbilla para caer en mi omoplato.

Mi tío no se movía y yo tampoco me atrevía, me miraba con dureza pero no decía nada, alargó su mano para alcanzar el tabaco y mientras se encendía un pitillo le oí decir entre dientes.

Bien, bien, no te gusta mi leche eh putita? -Como no respondí me dio un golpe con el pié en la cadera – di, no te gusta? – solo alcancé a negar con la cabeza – vaya con don remilgos, no le gusta la leche de su hombre. Bueno, bueno, habrá que descubrir que es lo que te gusta – añadió exhalando el humo de su cigarrillo y sacudiéndose la últimas gotas de semen sobre mi – a lo mejor te gusta mas esto...

Como tenía la mano sujetando su vega ya morcillona creía que se refería a ella, pero tampoco dije nada y le miraba en silencio. En apenas dos segundos comprobé asqueado a lo que se refería, del grueso capuchón que le cubría el glande cayeron unas gotas en mi vientre y antes de que pudiera reaccionar, un potente chorro de orina empezó a caer sobre mi cuerpo.

Replegándome empecé a sollozar por aquella nueva humillación mientras mi tío, silencioso, manipulaba su miembro e iba mojando mi pecho, mi cara y mi cabello con sus orines. Al sentir aquel líquido caliente y maloliente sobre mi cara, cerré los ojos y los labios con fuerza, pero no pude evitar sentir su escozor en mis retinas y el sabor amargo y salado de los orines de mi tío.

Cuando por fin terminó de mear, se la sacudió y le oí rezongar;

Pues no, parece que tampoco le gusta el meo de su hombre. Muy fino ha salido el señorito. – mientras salía del baño todavía añadió – vale ya de lloros, esto te ha pasado por no haberme querido dar un capricho. Dúchate y ven a la cama, apestas a meadero.

Otra vez en estado de shock me duché, sequé el suelo con unas toallas que dejé en el lavadero y antes de salir del baño todavía di una mirada a mi cuerpo depilado sintiendo vergüenza de mi propia imagen.

En la habitación mi tío dormía ya despatarrado sobre la cama, su miembro exhausto descansaba pesadamente sobre su muslo. Sin encender la luz me acurruqué en un esquina y automáticamente el cuero de mi tío giro para abrazarme y depositar un beso en mi nuca. Adormilado sururró un; Buenas noches cariño, te quiero mucho, hasta mañana. No entendía nada, mi tío era capaz de pasar de la ternura a la brutalidad sin transición y yo todavía no lo había asimilado, pero acabaría atrapado en su juego.

Y esto es todo por hoy, si quereis que os siga contando mi historia hacedme llegar vuestros comentarios, os aseguró que todavía no he contado nada.