Confesión de como me convertí en esclavo (4)

La relación con mi tío continua, si quereis saber como sigue hacedmelo saber.

Mi degradación sólo acababa de empezar, pero yo no fui consciente de ello hasta mucho tiempo después, en aquel momento fui incapaz de reaccionar, después de evacuar mis intestinos en el suelo me quedé inmóvil, en la misma posición en que acababa de ser violado brutalmente por mi tío Paco, doblado sobre la mesa salón. Ni tan solo me molesté en desatar la muñeca que seguía atada a la pata de la mesa con mi mano libre, todo me daba vueltas, todavía sentía el líquido cálido que me caía por entre las piernas y los pies húmedos en el charco de orines y excrementos que se había formado bajo mi. Oí como el tío Paco trasteaba en el baño y cuando volvió hacia mi cerré los ojos intentando escapar de la realidad.

Su mano sobre mi hombro me hizo dar un respingo.

Tranquilo Javi – volvía a usar mi nombre – ya ha pasado todo, ven, no te asustes, ya está, ya está, te has portado muy bien. Ahora vamos a lavarte y podrás descansar. Ya está...

Su voz sonaba cálida después de lo que acababa de hacerme, dulce, volvía a ser el de antes, incluso más cariñoso de lo habitual. Me desató y me hizo incorporar pero yo seguía en estado de shock, con la mirada perdida, en cuanto me puse de pié me fallaron las piernas, no se si por la distensión o por el dolor punzante que seguía sintiendo en el ano, mi tío me recogió al vuelo y me tomó en sus brazos como si fuera una pluma. Me llevó hasta el baño donde se estaba llenando la bañera y me sumergió en la espuma tibia. Como si fuera un niño chico, mi tío me bañó y enjabonó con una esponja suave, yo seguía con los ojos cerrados, avergonzado, solo reaccioné con un escalofrío cuando la esponja me rozó el ano. Mi tío se percató de ello y volvió a susurrarme palabras tranquilizadoras, como se habla a un animal herido o a un niño asustado.

Tranquilo, no te voy a hacer nada, pero tenemos que lavarte bien, déjate hacer, se lo que hago...

Cuando terminó de bañarme, me envolvió en una toalla y tomándome de nuevo en brazos me llevó hasta mi cama. Al poco volvió con una bolsa con hielo y me lo aplicó en el ano sin dejar de susurrarme que le dejara hacer, me aplicó una crema o una pomada, no sé, algo que desde luego me confortaba y luego me hizo tomar una pastilla, no sé si calmante o quizás un somnífero, lo cierto es que al poco me dormí.

Al día siguiente me desperté con el sol en la cara, era tarde. Por un instante pensé que todo había sido un sueño pero al moverme una punzada de dolor me subió por la espalda para recordarme que no. Lentamente me incorporé, me sentía como si me hubieran dado una paliza, me dolía todo el cuerpo. Por mi despertador vi que era casi mediodía, había perdido la mañana de facultad, daba igual, con movimientos lentos me vestí con un chándal intentando evitar el roce de la tela en el ano ya que lo sentía dolorido y salí al salón. Mi tío no estaba y en el salón todo estaba en su lugar, la porquería del suelo había sido recogida, los cordones de las cortinas volvían a estar en su sitio, y el frutero volvía a ocupar la mesa en la que había padecido mi tormento el día anterior. Me fui al baño y con miedo me miré el culo en el espejo, constatando que la hinchazón que sentía en el ano era real, un disco de carne inflamada lo rodeaba completamente. Sin poder evitarlo me eché a llorar, oriné y me volví a tumbar en la cama, pasé el día sin moverme, dormitando, intentando olvidar.

Así me encontró el tío Paco a la vuelta del trabajo, irrumpió en mi habitación con la jovialidad de siempre, bromeando sobre el día libre que me había tomado, contándome no se que tonterías de su despacho... mi mutismo no lo alteró para nada, el seguía haciendo como si nada, me hizo levantar a cenar y continuó parloteando como si no hubiera pasado nada la noche anterior. Yo estaba atónito. De repente a los postres, con toda la naturalidad me preguntó;

Ha hecho caca hoy? – por toda respuesta obtuvo mi sonrojo y mi expresión de estupor – no, supongo que no, ayer te vaciaste bien, jeje.

Mis mejillas ardieron, la noche anterior apenas fui consciente que cuando terminó de penetrarme tras orinarme dentro, sus orines había hecho el mismo efecto que una lavativa y me lo había hecho todo encima sin ningún control. Bastante humillante era recordarlo como para que además lo comentara como una gracia, me sentí empequeñecer de vergüenza.

No, te lo digo, porque tal como tienes el culete, si aguantas mucho tiempo sin ir, cuando hagas caca te dolerá si tienes que hacer fuerza, es mejor que te tomes un par de kiwis para que salga suave.

Aquel hombre o no tenía vergüenza o era un cínico, yo no salía de mi asombro, pero a pesar de que el rubor me delataba no pensaba darle el gusto de demostrarle lo humillante que me parecía su comentario. Seguí mudo pero me comí los kiwis.

Después de cenar me volví a mi cama si haber abierto boca todavía. No sabía que hacer, si irme, pero donde? Si reprocharle algo, si contarlo en casa... eso no, mi cabeza estallaba cuando oí que llamaban a mi puerta.

Javi, puedo pasar? – me quedé helado y no respondí, cuando vi que entraba me hice el dormido. Mi tío se sentó en mi cama y me acarició la mejilla – Duermes? No, creo que no, estás enfadado conmigo por lo de anoche. No quiero que te lo tomes así, lo hice porqué me gustas, y creo que yo también te gusto, si me pasé perdóname.

Que estaba diciendo aquel hombre? Me había violado y ultrajado como jamás hubiera imaginado que pudiera hacerme nadie y me pedía perdón ¿?.

Déjame en paz, cabrón! – le grité sin abrir los ojos.

Venga, venga, ya vale... si me perdonas te prometo que no volveremos a hacer nada que no quieras y además te lo compensaré si me dejas. Me dejas? Di, me dejas?

Como no respondía empezó a hacerme cosquillas hasta que incorporé por las presión de sus dedos y sin saber como mi cara quedó frente a la suya, y sin que me diera cuenta mi tío me dio mi primer beso, un beso dulce, húmedo, tierno... un beso que me desarmó y rompí a llorar en sus brazos. Mi tío no dijo nada, pero siguió besándome en la boca, despacio, besó mis lagrimas, mis ojos, me pasó su legua por el cuello, por las orejas... poco a poco, suavemente, fue venciendo mis resistencias, no quería perdonarle, pero sus caricias, sus besos me estaban proporcionando unas sensaciones desconocidas para mi. Empecé a gemir de placer cuando su lengua fue bajando por mi pecho, jugó con mis pezones, descendió por mi vientre y venciendo el elástico del pijama se enroscó en mi pene, que traicionando mi resentimiento respondió inmediatamente con una magnífica erección. Tumbado junto a mi, mi tío fue lamiendo cada rincón de mi cuerpo, solo mi ano quedó sin lamer en un gesto de consideración, cuando sentía acercarse el orgasmo abandonaba mi sexo y se dirigía a otro rincón de mi piel para volver a chuparme el pene al cabo de un minuto. Sus manos no dejaban de acariciarme, sin brusquedades, con una ternura impensable en el hombre que había abusado de mi apenas 24 horas antes. Acabé abandonando mi mutismo para rogarle que no parara de chuparme el sexo, y a pesar de que lo demoró tanto como supo y pudo al final acabé derramándome de una forma que no había hecho nunca antes, los chorros de semen brotaban de mi como de una fuente desbocada, totalmente descontrolada, salpicando todo mi vientre, mi pecho. Salpicaduras que mi tío lamió con fruición hasta no dejar rastro de mi explosión de placer...

No pasó nada más, no dijimos nada más, pero al día siguiente desperté en sus brazos y me sentí feliz, ajeno a la trampa en la que acababa de caer. Una trampa de sentimientos hacia mi tío que me llevarían a lo más bajo, a descubrir como podía trasformarse un hombre de ángel en diablo de un día para otro cuando sus instintos de bestia despertaban.

Las semanas que siguieron no ofrecen demasiado interés para el lector, mi tío fue tejiendo su trampa con cariño, atenciones y porqué no, amor. Fue haciéndose con mi voluntad, seduciéndome, enamorándome, en los ratos libres hacíamos montones de cosas juntos, cosas interesantes que me abrían a un nuevo mundo y por las noches nos acostábamos juntos en su cama e iniciábamos nuestra ceremonia de besos, caricias y felaciones. Aprendí a no ruborizarme cuando le oía decir "polla", aprendía a chupársela como el hacía con la mía, aprendí a dejar que me introdujera la lengua en el ano sin sentir vergüenza por ello aunque seguí sintiéndome incapaz de hacer lo mismo con el suyo, tampoco me lo pidió. Aunque alguna vez insinuó que le gustaría volver a penetrarme, mi reacción a la defensiva le hacía desistir y me prometió que no lo volvería a hacer hasta que yo se lo pidiera.

Fueron unas semanas felices, puedo decir que me enamoré de mi tío, ni por asomo se me ocurrió pensar que sólo era una estrategia para hacerse con mi confianza, con mi voluntad, que acabaría por pedirme un precio por quererle y que el precio sería muy caro. Quizá no era solo una estrategia lo que si era cierto, aunque yo no lo sabía todavía, era que mi tío no se iba a conformar con aquella forma de sexo tan casto que practicábamos. Sus instintos no tenían límites y me arrastrarían con el a lugares que nunca hubiera soñado visitar.

Si os interesa mi historia os seguiré relatando lo que aconteció, pero tengo que advertir a las mentes sensibles, que no habrá otro capítulo como este, lo siguientes serán cada vez más fuertes y os sorprendereis de hasta donde pude llegar. Aviso a navegantes.

Por cierto, hacedme llegar vuestros comentarios, me estimulan a seguir. Gracias.