Confesión de como me convertí en esclavo

Mi iniciación al sexo a manos de mi Tío, el relato seguirá, tengo que contarlo todo.

Cuando a los 18 años llegué a Barcelona para iniciar mis estudios de telecomunicaciones yo estaba muy lejos de sospechar el vuelco que iba a dar mi vida. A pesar de que ya no era un niño, el hecho de haberme criado en un pequeño pueblo de Lleida, el ser hijo único, y mi carácter tímido y retraído habían hecho que hubiera pasado por la adolescencia sin ningún atisbo de sexualidad más allá de mis rápidas y frecuentes masturbaciones, que llegaban más por el despertar de los instintos que por una conciencia clara de un deseo sexual, y aun con un cierto sentimiento de culpa cuando había terminado.

Ni mi orientación sexual estaba clara, solo sabía que en las escasas ocasiones en que había visto a alguno de mis compañeros desnudos (nunca me gustó el deporte y eso impidió que estuviera habituado a las típicas escenas de vestuarios y duchas), mi cuerpo reaccionaba con una desazón que sólo disminuía después de la manipulación frenética de mi sexo en la soledad de mi habitación, con el consiguiente sentimiento de culpa, estas veces mayor por haber sido originada por algo que consideraba "anormal".

Supongo que también era bastante tonto, porque lo cierto es en las conversaciones de mis amigos el tema sexual cada vez estaba más presente, y se hablaba de chicas, coños y follar con toda naturalidad, lo cual lo único que conseguía era incomodarme y que me retrajera más en mi mundo.

Podría extenderme más, pero para no aburrir al lector resumiré en que pasé por la adolescencia como un corderito inocente, tímido, introvertido, estudioso y supongo que bastante acomplejado por todo ello.

Cuando para seguir con mis estudios tuve que desplazarme a Barcelona, mis padres decidieron que la mejor opción era que me alojara en casa del tío Paco, el único pariente que teníamos en la ciudad. No era, es, mi tío en realidad, es un primo de madre al que yo conocía de sus visitas al pueblo en fiestas y Navidades. Amigo de mi padre desde la infancia, son de la misma edad, el tío Paco tenía entonces 45 años y era soltero, vivía en Barcelona desde que yo recordaba y era un personaje que me caía bien por su carácter franco y extrovertido tan distinto al entorno de mis padres, buena gente pero muy conservadora. En el pueblo tenía fama de mujeriego supongo que más que nada porqué no se había casado y se le presuponía una vida disoluta. Cuando se le planteó la posibilidad de acogerme en su casa se mostró bien dispuesto y a pesar de las reticencias de mi madre que no lo veía con muy buenos ojos, la amistad con mi padre allanó el camino y así me vi iniciando mi aventura en la ciudad instalándome en la pequeña habitación de invitados de su apartamento de la calle Balmes.

Los primeros día fueron muy agradables, todo era nuevo, el tío Paco se mostraba encantador y en lo poco que coincidíamos por nuestros horarios nos íbamos conociendo mejor, me sacaba al cine, al teatro, a conciertos, exposiciones... el tío Paco, abogado de profesión vivía bien y tenia un nivel cultural que me fascinaba, más cuando me invitaba a compartirlo. Supongo que le divertía aquel niñato tonto que le había tocado en suerte. Lo único que me incomodaba era un pequeño detalle sin importancia pero que a mi llenaba de angustia, la ausencia de pestillo en el baño, lógico por una parte a mi me aterraba el saber que mi intimidad podía verse invadida, aunque parezca ridículo, nunca me había desnudado en público y la sola posibilidad de que algún despiste pudiera exponerme a los ojos de mi tío me llenaba de desazón.

La justificación de mi desazón no tardó en llegar. Por las mañanas el tío Paco se levantaba antes que yo y cuando yo lo hacía ó ya había salido ó estaba a punto por lo que podía disponer del baño para mi solo. Llevaba poco más de un mes en Barcelona cuando una mañana me levanté como todos los días y me fui al baño a asearme, no oí al tío Paco por lo que pensé que estaba solo, ese día decidí afeitarme, nunca he tenido mucho vello, el normal en los sobacos y el pubis, lacio y castaño como el de mi cabeza que llevaba bastante largo por entonces (parecía una niña decía mi padre) con la excepción de mis piernas, cubiertas por una fina capa de vello que se prolongaba por mis nalgas, espesando entre ellas cubriéndome el ano, en la cara no era lampiño pero tenía una barba irregular y fina que solo me afeitaba cada 4 o 5 días. En eso estaba cuando me sobresaltaron unos golpes en la puerta.

Puedo pasar? - preguntó mi tío Paco asomando la cabeza – hostia me he dormido! - Dijo riendo – hoy no llego si no me doy prisa, me voy duchando mientras te afeitas ok?

Me quedé lívido, los ojos que hacia un segundo me miraban adormecidos a través de mis gafas redondas de intelectual prematuro se despertaron de golpe. Hubiera querido salir para dejarle el baño libre pero fui consciente que hubiera parecido muy raro estando con la cara a medio afeitar, y me quedé embobado viendo por el espejo como el tío Paco, de espaldas a mi, se despojaba de la camiseta y se bajaba el calzoncillo a toda prisa dejando a mi vista un culazo grande y velludo, y se metía tras la mampara de cristal de la ducha.

Por el espejo tenía una vista privilegiada del cuerpo desnudo de mi tío que empezaba a enjabonarse a toda prisa. El tío Paco es un hombretón grandote, a pesar de que me saca sólo 15 cm de altura, yo mido 1’70, a mi lado parece un gigante, yo era y sigo siendo delgadito y estrecho de huesos por la falta de ejercicio, mi cuerpo sería totalmente plano si no fuera por unas prominentes nalgas que procuraba disimular dejándome la camisas por fuera ya que me producían un cierto complejo. Paco al contrario, era todo prominencias, sin llegar a ser gordo estaba en el umbral de un cuerpo que ha conocido la musculación y se va abandonando a las buenas comidas, patazas, fuertes brazos, ancho de espalda y con una barriga que tendía a desarrollarse a pesar de que vestido todavía no destacaba.

Como seguía de espaldas a mi, yo podía observar impunemente por el espejo como sus manazas iban enjabonando su cuerpo velludo, cuando se agachó para alcanzar sus pies sus piernas se arquearon y pude ver como sus gordos testículos asomaban entre las nalgas. En ese momento constate con horror que mi sexo amenazaba con salirse de mi slip henchido por una incontrolada erección, Dios! Por suerte era lo bastante ceñido como para poder disimularla pero maldije a mi pene por ponerme en evidencia de ese modo.

En eso pensaba, cuchilla en mano cuando de repente el tío Paco se dio la vuelta y me sorprendió embobado mirando por el espejo, mis ojos se fueron directamente a su entrepierna para descubrir entre una maraña de vello negro un gran cilindro de carne que bamboleaba al ritmo de sus movimientos. Aparté la mirada avergonzado y temblando de nervios seguí afeitándome sin poder evitar seguir echando miradas furtivas al cuerpo de Paco que sin ningún pudor me mostraba todos sus encantos, el cabrón tenía la polla mas grande que yo hubiera visto antes, aun flácida como estaba doblaba el tamaño de la mía lo cual le daba un peso y una candencia al ritmo de su enjabonada.

Cuando me incorporé después de enjuagarme la cara, el tío Paco ya estaba fuera de la ducha con una toalla enrollada a la cintura y se colocó a mi lado.

Cambio! – me dijo, sonriendo – si ya estás, pasa a la ducha mientras me afeito.

Horror! Era lo natural pero yo no me había duchado nunca delante de nadie.

No, da igual, ya me ducharé luego – acerté a balbucear.

No seas tonto, llegarás tarde, o es que te da corte... – dijo con ironía.

No claro que no – contesté nerviosamente y sin darme más tiempo a dudar y ponerme más en evidencia le cedí el espacio y me dirigí a la ducha.

Como mi pene no cedía su presión me puse de espaldas rezando que el tío Paco no se diera cuenta de mi erección, con un gesto rápido me bajé el slip y me metí en la ducha sin poder dejar de pensar que mi tío me estaba viendo el culo como yo había visto el suyo. Ni el agua fría consiguió bajarme la erección y yo me duchaba como podía intentando que no se viera, de espaldas al tío Paco por lo que no me percaté de que se había acercado hasta que alargué la mano intentando dar con la toalla y sentí con horror como Paco me asía la muñeca.

Joder chaval, menuda trempera mañanera! – Dijo riendo y mirando sin ningún pudor a mi miembro erecto.

Me encogí instintivamente, sonrojado como la grana, intentando tapar mi sexo con la mano que me quedaba libre.

No te tapes, eso nos pasa a todos, si quieres te ayudo a bajar eso... – señaló mi polla que apuntaba al techo sin que yo supiera que decir – quieres? – yo estaba paralizado sin saber donde mirar – veamos que puede hacerse, jajaja

Agarrándome por las caderas el tío Paco me dio la vuelta y me puso frente a él, fue todo muy rápido, casi sin decir nada más mi tío se arrodilló frente a mi y empezó a masturbarme, para cuando me quise dar cuenta ya tenía su boca alrededor de mi verga erecta, me sentía avergonzado pero la calidez de su boca en mi miembro, las evoluciones de su lengua, la nueva sensación y la excitación me impidieron reaccionar. Me dejé hacer y ni tan solo dije nada cuando sentí que mis testículos se endurecían y llegando al clímax me vacié en su boca entre estertores de placer.

Hostia macho, otro día avisa cuando vayas a correrte, menuda lefada me has soltado – dijo el tío Paco pasándose el dorso de la boca por los labios. Lo dijo sin mala leche, riendo, pero me sentí fatal por el reproche.

Como un idiota me quedé de pie con el pene flácido ya sin saber que hacer mientras mi tío se enjuagaba la boca. Levantó la vista y me miró sonriendo por el espejo.

La primera vez que te la maman no? – no esperó respuesta – venga sécate y vístete, voy a afeitarme o llegaremos tarde los dos – dijo como si no acabara de pasar nada.

Atropelladamente salí del baño y fui a vestirme sin acabar de creerme lo que había pasado, como aturdido, ya salía disparado hacia la facultad cuando me crucé con el tío Paco que salía del baño.

Que tengas buen día – dijo con la naturalidad de todos los días – ah! Me debes una eh? - Y sin mirarme siquiera me dio una palmada en el culo y se metió en su habitación.

En el ascensor seguía sin reaccionar pero con aquella última frase resonando en mi cabeza. Ni sospechaba lo que entrañaría en lo que quedaba de curso.