Confesión (4a parte)

En mis tres entregas anteriores platiqué cómo fue mi primera vez con un cliente, trabajando como prostituta. Aquí les cuento la reacción que tuvo “mi amor”, cuando le conté mi aventura.

Confesión (4ª parte)

Resumen:

En mis tres entregas anteriores platiqué cómo fue mi primera vez con un cliente, trabajando como prostituta. Aquí les cuento la reacción que tuvo “mi amor”, cuando le conté mi aventura.

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Me despedí de la Vicky; tomé un taxi y me fui para casa; le dije que me esperara. Dejé mis cosas en la casa y en ese mismo taxi me fui para un centro comercial, que se encuentra cerca de casa. Iba yo con mucha ansia: ¡iba a comprarle un regalo a “mi amor”, con el primer dinero que había yo ganado de prostituta.

A él le gusta la cerveza, el futbol y…, le fui a comprar unos zapatos de fut, y un tarro cervecero, alemán, de Bavaria, muy bonito. Le compré también unos chones, de los que le gustan a él, unos bóxers: le compré tres, uno negro, uno rojo y un blanco.

Por mi parte yo también me compré pantaletas, para lucirlas con él: me compré unas tipo bikini, caladas, coquetas. Me compré unas rojas, unas rosas y unas moradas; las tres con encaje negro, que las hacían resaltar. A “mi amor” le gustan mucho las pantaletas de colores llamativos, por eso lo fui a complacer.

Regresé a la casa a toda velocidad y me metí a bañarme, de prisa. Cuando Salí del baño, me puse una de las pantaletas nuevas: la morada con vivos negros: ¡se me veía muy bonita!. Me puse a mirarme en el espejo de la recámara y al mirar mi cuerpo descubrí una serie de manchas negras en él: las había por muchos lados, pero las más visibles estaban en mi cuello, de los dos lados de mi cuello, en los hombros, en mis senos, en las aureolas de mis senos y cercanos a los pezones, en mi panza, en mis muslos.

Me quité mis pantaletas y…, también tenía manchas negras alrededor de mi sexo, en mis ingles: ¡eran moretones!, ¡eran chupetones y mordiscos que Venancio me había prodigado!. ¡Seguramente también debía de tener en la espalda, las nalgas y toda la parte de atrás de mi cuerpo, pues Venancio me había estado besuqueando todita, babeándome todo el cuerpo, paseándome su lengua y sus dientes!.

Saqué un espejo de mano y me miré la espalda contra el espejo de mi recámara: ¡estaba toda llena de moretones, de chupadas, de mordiscos, producto de la pasión que le desperté a Don Venancio!.

¡Me sentí angustiada!. ¿Qué le iba yo a decir a “mi amor” de todos esos mordiscos, de todos los moretones…?. ¿Cómo lo iba a tomar…?. ¿Le daría gusto verme de esa manera…?, ¿se enojaría…?. ¿Cómo se lo iba a contar…?, ¿cómo comenzaría mi relato?. ¿Me los debería de ocultar…, escondérselos…, para que no se enojara…?. Pero…, ¿y si le gustaban…?.

¡Estaba toda llena de dudas!. Me puse crema por todo mi cuerpo, y luego de ello me puse de nuevo las pantaletas, las moradas que ya había yo escogido. Me puse loción en el cuerpo. ¡Mis pezones estaban erectos!: ¡estaba yo deseando que llegara “mi amor”, encontrarme en sus brazos y que amara profundamente, con mucha pasión!.

Yo creo que era tan fuerte el deseo que…, al mismo tiempo que sentía una descarga de mi sexo hacia mi pantaletas, en ese mismo momento tocaron la puerta: ¡todavía no era hora de que llegara “mi amor”, era todavía muy temprano!.

Me puse una toalla alrededor de mi cuerpo desnudo, cubierto solamente por mi pantaleta morada y me fui a asomar a la puerta, por la mirilla que tiene: ¡era “mi amor”!, que se le había hecho temprano. ¡Me sentí emocionada, excitada, contenta, feliz, casi eufórica!, y de inmediato le abrí yo la puerta, lanzándome de inmediato a sus brazos y ofreciéndole mi boca a un beso todo apasionado.

La puerta se cerró detrás de él y la toalla fue a dar hasta el piso. Gerardo me abrazó emocionado y me recorrió las espaldas, desnudas:

  • ¡Gerardo…!,

le dije, volviendo a besarlo con mucha pasión, en señal de mi entrega completa. Gerardo respondió a mi beso y me lo contestó también con pasión, acariciando mi espalda y bajando sus manos hasta mis pantaletas, agarrándome de mi cola y pegándome fuertemente hacia él.

Sus primeras palabras coincidían con sus ojos, ¡me miraba con interrogación!:

= ¿Te cogieron…, te metieron la verga…?

  • ¡Sí…!,

le dije, emocionada, excitada, delirante de pasión, y me le colgué de su cuello, ofreciéndole nuevamente mi boca a su beso.

Gerardo me cargó entre sus brazos y yo, colgada de su cuello, le atenacé mis dos piernas alrededor de  su cintura:

  • ¡vamos a mi recámara…!,

le pedí, y Gerardo me llevó así cargada hasta mi cama matrimonial, que es una cama muy grande, muy ancha, pues a mi esposo le gustan así.

Me depositó sobre de la cama y de inmediato comenzó a desnudarse. No se dijo ni media palabra de más, los dos andábamos muy calientes y…, en cuanto estuvo desnudo, se lanzó sobre mí, procedió a quitarme las pantaletas y acompañado de un beso, comenzó la penetración: ¡me la metió bien adentro…, hasta el fondo…!, pues estaba muy lubricada y ganosa, y de inmediato comenzó con fuerza a bombearme, preguntándome con asombro, como si fuera ametralladora en repetición:

= ¿Te cogieron…, te metieron la verga…, te cogieron…, te cogieron…, te cogieron…?

  • Sí…, sí…, sí…,

le contestaba, emocionada, sin poder contestarle, teniendo una serie de orgasmos en serie…, el uno tras otro, sin dejar de mojarme, sin dejar de venirme, sin dejar de correrme, hasta que Gerardo, pletórico de emoción, también me acompañó en las venidas, inundándome mi chochito, que ni se acordaba de lo lastimado que estaba:

  • ¡Síiii…, Geraaardooo…, sí…, me cogieron Gerardo…, sí me cogieron, Gerardooo…!.

Gerardo se estaba viniendo, se estaba vaciando, se estaba corriendo y estaba que no cabía de la excitación. Se abrazaba a mi cuerpo y comenzó a girarse a los lados, comenzando a girarnos por encima de la cama, de un lado hacia otro, el arriba – yo abajo, el abajo – yo arriba, una y otra vueltas, de un lado de la cama p’al otro, sin dejar de bombearme, aunque ya se había vaciado las bolas en mi panocha, pero no dejaba de menearse pa’ todos lados, y yo pegada a su cuerpo, fundidos en un abrazo fenomenal, hasta que finalmente alcanzamos la calma:

= ¿De verdad te cogieron Elvira…, te metieron la verga…, te la metieron…?,

me preguntaba, insistente, con sus ojos encendidos por la duda, por la emoción de escucharme, por la emoción de que le respondiera a sus inquisidoras preguntas:

  • Sí Gerardo…, sí me cogieron…, sí me la metieron…,

= ¡Cuéntame con detalles…, cuéntame…!,

¿cómo te cogieron…, cómo te la metieron…, qué cosas te hicieron…?.

Y comencé entonces, con una verdadera emoción, a relatarle a “mi amor” lo vivido. Se lo relaté paso a paso: cómo me desvistió, cómo me tomó y cómo me puso sobre la cama. Le relaté cuando me mamó los senos, todas las cosas aquellas que yo sentía al entregarme a un desconocido, al entregarme a “mi primer cliente”.

Le conté cómo quiso que le mamara su pene,

= ¿Se lo mamaste…, lo metiste a tu boca…, le mamaste todo…, o nomas la puntita…?.

  • ¡Todo…!, hasta sus testículos…

= ¡Elvirita…!,

me decía, emocionado a más no poder.

Le conté cómo me quitó las pantaletas: ¡lo mucho que me gusta que me quiten las pantaletas!, y cómo después de eso me mamó mi panocha, me lengüeteó mi “espadita” (mi clítoris) y como me arrancaba pujidos:

  • ¡ya sabes que yo soy bien gritona…, y tampoco pude contenerme esta vez!.

¡Cógeme Gerardo…, cógeme de nuevo papito…, tengo ganas de venirme de nuevo…,

méteme tu camote Gerardo…!.

Y Gerardo, igual de caliente que yo, se me subió y de inmediato me perforó nuevamente mi chocho, comenzando a bombearme muy rico, pidiéndome detalles y explicaciones:

= ¡Cuéntame Elvira…, cuéntame más…, con detalles…, cuéntame cómo fue…!.

Le llené de detalles mi narración: las mamadas de senos, la lengüeteada de todo mi cuerpo, etc., ¡y sobretodo de cómo me metió el pene, ¡todo lo que sentí cuando me lo estaba metiendo, su pene, conforme se iba deslizando, despacio, en mi cuevita de amor,

  • ¡estaba yo muy mojada…!, ya sabes que yo me vengo muchísimo…,

que me mojo muy fácilmente…, y ese hombre, ¡estaba disfrutando de lo venida que

estaba…!,

y cuando se vino en mi vientre…!, lo abundante que fue su venida, cómo me inundó mi panocha con sus litros de esperma.

¡Toda la emoción se volvió a vivir en ese momento!. La excitación fue con mucho mayor y la gozamos juntos, haciendo el amor y con él un orgasmo…, ¡infinito…!.

  • ¡Aaaaggghhh, Geraaardooo…, agh…, me vengo, Gerardo, me vengooo…!.

Todo esto que estoy describiendo me gustó mucho; lo acepté de muy buena gana, aunque…, había tenido mucha reticencia; tuve que vencer muchos complejos y traumas causados por sufrimientos causados por alguien que me lastimó mucho cuando no sabía o no quería defenderme, pero hoy, al fin lo acepto: me gusta, me excita, me satisface y además me da una ayuda económica que es muy aceptable.

No creo que haya sido desperdiciar mis años pasados, al contrario: a mi edad es una halago a mi vanidad sentir cómo les gusto en determinado momento a los hombres, ¡me lo dicen…!, y lo siento, ¡soy deseada…!, y por otro lado…, ¡soy amada!, soy querida, admirada, en fin, estoy tranquila y me siento adecuadamente situada, adecuadamente en lo que estoy haciendo.

Regreso al momento de mi platica con “mi amor”. Nos quedamos recostados, uno al lado del otro, yo casi encima de él, pegándole mis chichitas a su pecho, acariciándole su cara, sonriéndole satisfecha, enamorada.

  • ¿Te gustó entonces que me hayan cogido…?.

= Sí…, me gustó muchísimo lo que hiciste…

  • ¿Te gustaron mis pantaletas…?,

Le pregunté, y él se quedó medio “sacado de onda”, sin saber de qué se trataba, y entonces le hice la aclaración:

  • las que traía yo puestas cuando llegaste,

y me paré a recogerlas, pues estaban tiradas encima del piso. Me las puse y se las modelé:

  • ¿Te gustan…?,

le pregunté, y Gerardo me contestó:

= Sí…, me gustan bastante…, se ten muy cachondas… ¡Te ves rete puta con ellas…!.

  • ¡Gerardo…!,

le dije, poniéndole cara de enojo, por su expresión.

= ¡Es que te ves rete sabrosa con ellas…, se te paran muy ricos tus nalgas…,

y se te transparentan tus pelos…, se te mira un triangulito tremendamente

cachondo…!. ¡Te ves rete puta con ellas…!, ¡jajajaja…!,

Y entonces, tomando una de las almohadas, le di con ella en su cabezota, me le eché encima de él y comencé a golpearlo, muerta también de la risa:

  • ¡Eres un sinvergüenza, un bandido…, canalla…!,  ¡jajajaja…!.

¡Esta y otras pantaletas!, que ahora no te enseño…, por andarte burlando de mí…,

me las compré con el dinero que me pagó ese señor…

Y me paré de la cama, “indignada”, pero “mi amor” me alcanzó y, comiéndome a besos, me pidió que se las enseñara, las otras.

¡”Me convenció”!, y se las enseñé. Le gustaron muchísimo todas, y luego de eso, procedí a enseñarle los bóxers que le había yo comprado:

  • ¡Es para que se te note esa verga tan rica que tienes, papito…!,

y le  recorrí con mi mano su pene, que estaba enfundado debajo de aquellos bóxers, los rojos:

  • ¡Te ves rete bueno, Gerardo…, por algo me gustas…!.

¡Desde que te conocí tuve la sospecha de que eras muy cogelón…!,

¡me imaginaba que eras muy bueno para la cama, papito…!.

Y nos volvimos a besar en la boca. Gerardo me agarraba las nalgas y yo le sobaba su pene, debajo de sus bóxers nuevos.

  • ¡Te compré también un tarro cervecero…!; a ver si te gusta…,

y se lo entregué. Lo vio por todos lados y luego me dijo:

= ¡está vacío…!,

y nos volvimos a reír y terminamos besándonos en la boca.

Nos metimos a bañar; estábamos los dos desnudos bajo la regadera, jugando, acariciándonos, cuando de repente “mi amor”, extrañado, me preguntó:

= ¿Qué son todos estos moretones que tienes aquí en la espalda…?.

¡Sentí que me tragaba la tierra!. ¿Qué le debía contestar…?. La verdad…, creo que era lo mejor, y así lo hice:

  • Son chupetones…, que me dejó ese señor…,

= ¿Chupetones…?,

Me preguntó extrañado, “mi amor”:

  • Sí…, me daba besitos y me chupaba con fuerza…, sacándome esos moretones…,

¡por todos lados…!. Los tengo en mi espalda, mis piernas, en el cuello, en mis senos,

en mis nalgas…, y ¡hasta en mi chocho me dejó chupetones…!.

= ¡Pinche Elvirita tan puta…!. ¡Te ves rete puta con chupetones por todos lados…!,

me dijo, con el pene tremendamente parado de nuevo: ¡se había vuelto a calentar nuevamente!.

Flexionó un poco sus piernas para colocarme su pene en mi rajadita (pues Gerardo es más bastante más alto que yo) y luego de eso, cuando ya lo tuvo en la posición, me la dejó ir muy adentro:

  • ¡Geeeraaardooo…, Gerardo…, cariño…!.

Lo sentí que me llegaba hasta el fondo, hasta adentro, que me despanzurraba completamente, y entonces me cargó entre sus brazos, levantando mis pies de ese piso.

Me le colgué de su cuello y lo atenacé con mis piernas y comenzó a bombearme con muchísima fuerza, estrellándome de vez en cuando en contra de la pared de mi baño:

= ¡Cabrona tan puta…, que chupadas te dieron, Elvira cabrona…!.

Yo nada más repetía su nombre, sintiendo lo rico que me penetraba, ¡hasta adentro!, recorriendo con fuerza todos mis rinconcitos sexuales: ¡lo sentía rete rico!, hasta que de repente, en una de esas bombeadas, no se qué cosa accionó, ni cómo me penetró que me tocó una de las fibras más sensibles de mi chochito y me hizo gritar como loca, aullar como una perrita, en un gemido que duro mucho tiempo: todo el tiempo que tardé yo en venirme y en llenar con una descarga tremenda de orines todo el pene de Gerar…, que no tardó gran cosa en acompañarme con su venida en mi sexo. ¡Fue una venida muy rara…, que nunca antes había yo tenido!: fueron chorros de mis venidas, mezclados con mis orines.

= ¡Qué pinche miada te echaste, Elvirita…!.

Fue lo último que me dijo Gerardo esa noche.

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Con esto termino mi Confesión , que  dividí en tres partes modulares y esta cuarta, a manera de epilogo. Gracias por haberme leído. Marel.

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