Confesión (2a parte)
En mi primer relato, Confesiones, narraba cómo, siendo ya una mujer de 30 años, con dos hijas, me divorcié de mi esposo, cómo conocí a un jovencito de apenas 19 años, cómo me enamoré de él y cómo, dentro de nuestras locuras y fantasías sexuales, opté por complacerlo e irme a prostituir.
Confesión (2ª parte)
Resumen:
En mi primer relato, “Confesiones”, narraba cómo, siendo ya una mujer de 30 años, con dos hijas, me divorcié de mi esposo, cómo conocí a un jovencito de apenas 19 años, cómo me enamoré de él y cómo, dentro de nuestras locuras y fantasías sexuales, opté por complacerlo e irme a prostituir. La vez pasada narré la primera parte de mi primer cliente, como prostituta. Aquí la continuación.
Luego de haber conocido a mi “primer cliente”, un hombre quizás mayor de los 50 años, que yo ya sabía que era “golpeador y exigente”, estuve con él, habiéndome llevado a tener una enorme cantidad de orgasmos, uno tras otro.
Cuando al fin nos detuvimos, cansados, sedientos y hambrientos, luego de más de dos horas de estar teniendo relaciones sexuales, decidimos salir de la habitación para ir a cenar con la Vicky, la señora que nos había “presentado”.
Me fui para el baño, me lavé, me puse un baby doll, uno negro, bonito, atractivo, que me había comprado específicamente para estar con Venancio esa noche, con una pantaletita del mismo conjunto, y regresé a la recámara, en donde me estaba esperando, tan solo con una bata. ¡Eran ya poco más de las 10 de la noche!.
Salimos hacia la sala de Vicky y…, ¡estaba con otros dos hombres…!. ¡Sentí mucha vergüenza y me regresé a la carrera p’al cuarto…!, ¡me daba mucha pena que me miraran así…, semi-desnuda, con apenas ese baby doll tan coqueto.
Don Venancio me alcanzó en el cuarto y me preguntó qué pasaba. Le expliqué qué me pasaba:
- ¡me siento incómoda con esos dos hombres ahí…, mirando mi desnudez…!,
= pero…, sí te ves rete linda…, te ves como diosa…, verdaderamente atractiva con ese
camisoncito que traes…,
me dijo Venancio, tratando de convencerme de que regresara a la sala, así como estaba, pero le dije que no:
- ¡este camisoncito es nada más para ti, para nosotros dos, en la intimidad…!,
y creo que hasta ese momento me comprendió. Ya no dijo más; se regresó con los otros y yo mientras me puse mi vestido de calle y me peiné, aunque ya no me pinté.
Luego de eso, los alcancé; la Vicky me presentó. Estaban tomando y comiendo unos bocadillos. Yo tenía mucha hambre y me puse a devorar esos bocadillos, y a tomarme un refresco, pues también andaba sedienta.
Me sentía muy inquieta por la mirada tan penetrante de aquellos hombres y no dejaba yo de abrazar a Venancio, a tomarle su mano, como para protegerme de ellos.
Estuvimos casi una hora con ellos, hasta que llegaron unas muchachas y nosotros nos retiramos al cuarto.
= ¡Me gustaron mucho varias cosas de ti!:
Me dijo Venancio, haciendo luego una pausa:
= que te pusieras ese conjunto negro, tan lindo…, ¡te veías muy bonita y provocadora…!.
Me sentí yo halagada, y lo abracé de inmediato, dándole un beso en una de sus mejillas, cosa que al parecer le gustó, y luego le continuó:
= me gustó tu comportamiento con esos hombres, afuera, con Vicky…,
que regresaras a quitarte el conjunto…, que regresaras vestida para estar con
nosotros…, y que nunca te apartaras de mí y siempre estuvieras conmigo…
- ¡Venancio…!,
Le dije, muy enternecida por sus palabras y lo abracé nuevamente, dándole otro beso, ahora un “piquito” en su boca, al que entonces me contestó, me abrazó y comenzamos a besarnos, ahora sobre de la cama, hasta que Venancio me señaló:
= ¡Vuélvete a poner tu conjunto…, y déjate las medias y los tacones…!.
Me fui a la carrera p’al baño. Me puse como Venancio quería, y de nuevo me regresé para el cuarto.
= ¡Qué bárbara…, te ves rete linda, mujer…!.
- ¡Venancio…!,
le dije, otra vez halagada.
= ¡Modélame…, quítate despacio tu camisón…, pero déjate lo demás:
las bragas, las medias y los tacones…!.
Comencé a retirarme mi baby doll, poco a poquito, tratando de moverme lo más sensual que pudiera, para complacer a Venancio, “mi cliente”, quién me tomó de la mano, me recostó sobre de la cama y luego se me trepó. Comenzó a mamarme mis senos, que de inmediato se me pusieron erectos y luego, se recostó al lado mío, ya desnudo. Su pene estaba a medio parar, y me pidió que se lo mamara, cosa que me apresuré de inmediato a empezar.
Me hinqué al lado de su pene, lo tomé con la mano y comencé a llevarlo a mi boca, a chuparlo con mi lengua. ¡Me emocionaba sentir cómo iba levantándose hacia el techo, cómo tomaba volumen, cómo se estiraba y se ponía más largote. ¡Sentía que eso le pasaba por mí!, y me dio mucho gusto.
= ¡Recuéstate…!,
Me ordenó, y yo obedecí. Me coloqué mirándolo, boca arriba; él se me aproximó y colocándose encima de mí, me puso su pene en medio de mis dos senos y comenzó a masturbarse con ellos. Su pene sobresalía y yo alcanzaba a darle de chupetones con mi lengüita. ¡Lo sentía rete rico, porque mis senos son la parte más erótica que yo tengo, y me calentaba muchísimo!:
= ¿Te gusta, cabrona…, te gusta…?,
Me dijo de la nada Venancio, dándome un par de cachetadas muy fuertes, que me hicieron soltar muchas lágrimas de mis ojos…
- ¡Sí Don Venancio…, me gusta…, me gusta mucho todo lo que me hace…!.
= Entonces…, ¡mámamelo…, mámamelo…, hasta adentro, cabrona…!,
¡tan puta…, tan puta, tan puta…!,
me gritaba, como enloquecido, subiéndose sobre de mi cabeza y mi cara, dándome de cachetas y de manazos, empujándome su pene en mi boca, con mucha desesperación.
Me lo dejó ir hasta el fondo, hasta mi garganta de nuevo, sin dejar de golpearme mientras me introducía su pistola en mi boca, dejándome ir todo el cuerpo, su pesado cuerpo sobre de mi boca, para hundirme su pene hasta adentro: ¡quería meterme sus huevos!, pero se arrepintió y se salió de mi boca, se acomodó entre mis piernas y me metió su pistola en mi sexo:
- ¡Aaaaggghhh…, Don Venanciooo…, Don Venancio…, quéee ricooo…!,
pero, contra todo lo que esperaba, Don Venancio se detuvo, me sacó su pistola de mi estuchito y me la mostró:
= ¿Ya lo miraste, cabrona…, ya lo miraste putita…?,
me dijo, en tono de verdad desafiante, en verdad de amenaza, enseñándome su pistola: ¡la tenía toda blanca, barnizada por mis secreciones…, me tenía bien caliente con todo aquello que no había dejado de hacerme!.
- ¡Perdón Don Venancio…, perdón…, no me puede aguantarme…, me vine yo solita antes
de que me lo metieras…, perdóname papacito…!.
= ¿Perdóname…?, ¡madres…!,
y volvió a cachetearme, con fuerza, haciéndome que yo mirara estrellitas, y luego de eso, se volcó sobre de mí, sin dejar de pegarme y gritándome:
= ¡Vas a limpiarme la verga…, perra cabrona…, puta callejera…!,
y volvió a meterme su verga, hasta el fondo, hasta mi garganta, para que yo lo limpiara. Me lo metía y lo sacaba, muchas veces, hasta que decidió detenerse y:
- ¡Aaaaggghhh…, Don Venanciooo…, Don Venanciooo…, despaciooo…!,
pero Don Venancio estaba ya desatado y no dejaba de bombearme con muchísima fuerza, dándole unos grandísimos golpes a la cama, que no dejaba de rechinar, y a la pared, que al golpearse la cama pareciera que quisiera tirar esa casa.
Yo no dejaba de gritar, y de suplicar, y de pedir, de gemir, de pujar:
- ¡Aaaaggghhh…, Don Venanciooo…, agh…, Don Venancio…, agh…, despacio…,
más suave, más suave.., me duele…, despacio…, Venanciooo…!.
¡Me vengo Venancio, me vengo, me vengooo…!,
pero ese hombre tenía cuerda para mucho rato; me siguió bombeando con mucha velocidad, con mucha fuerza, sin detenerse ni un rato, con lo que me hizo que yo continuara gritando, gimiendo y pujando, sin detenerme pa’ nada, empapando las sabanas de la cama con todos los fluidos que de mi vagina emanaban.
Me vine al menos tres veces, ante esa escalada de violencia sexual, pero a Venancio, luego de eso, se le ocurrió que:
- ¡Pónteme en cuatro patas, putita…!,
y toda cansada y exhausta por las venidas que acababa yo de tener, como pude me coloqué en cuatro patas, como me lo estaba ordenando Venancio.
Puse mi cabeza recargada contra una de las almohadas y levanté mi trasero, para que Venancio me llegara por detrás y comenzara a apuntarle a mi rajadita.
Lo sentí en posición y lo sentí cómo comenzó a penetrarme, ¡muy rico…, hasta adentro…!.
- ¡Agh…, aaahhh…, Venancio…, qué ricooo…, te siento hasta adentrooo…, Venanciooo…!,
le gritaba, jubilosa, llena de placer y retacada de verga, ¡hasta adentro!.
Venancio comenzó a meterla con fuerza, hasta adentro, a bombearme, entrando y saliendo, arrancándome quejidos, pujidos y ayes de placer:
- ¡Aaaaggghhh…, Venancio…, agh…, Venancio…, agh…, qué rico…, agh…!,
¡te siento muy rico…, agh…, Venanciooo…, aaayyy…, agh…, agh…!,
Me estuvo ensartando muy rico; me hizo venirme muchísimas veces de nuevo:
- ¡Venancio…, me vengo, Venanciooo…!,
Me hizo derrumbarme de tanto placer; ya no pude aguantarle en las cuatro, y me dejé caer sobre de ese colchón.
No conforme con eso, Venancio se zafó de mi vaginita y así como estaba, me separó mis nalguitas y se me colocó por el ano:
- ¡Venancio…, no…, por favor…, me vas a romper…, me vas a destrozar por detrás…,
no me lo metas por aaayyy…, aaayyy, aaayyy…, Venanciooo…, me duele…, aaayyy…!.
Pero Venancio, recargando con fuerza todo su peso sobre de mí…, me dejó ir su pene hasta adentro (aunque no era la primera vez que me lo hacían por mi cola, pues a mi marido y a “mi amor” también les gusta darme por ahí, pero no son del mismo tamaño que el de Venancio); sentí que me desgarraba completamente mi cola, y no dejé de gritar todo el tiempo:
- ¡Aaaayyy…, Venancio…, papito…, me duele…, agh…, despacio…, agh…, me duele…!,
¡Aaaayyy…, detente…, agh…, me duele…, Venanciooo…, me rompeees…, Venanciooo…!.
Y afortunadamente, quizás debido a la presión de mi culo, quizás debido a su excitación, se vino luego de algunos minutos, retacándome por completo de esperma mis intestinos, y luego de ello, se retiró de mi ano, quedándose dormido a mi lado.
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Nuevamente detengo por aquí mi relato, que, aunque algunos lectores me han entusiasmado y dicen que no es muy largo, creo que por el momento le dejo aquí, aunque queda la parte más pequeña por relatar.
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