Conejito cremoso

Al novio de Verónica le gustan los bollitos rellenos de crema. [Infidelidad, Voyeurismo, Fetichismo, Sexo Oral, Jovencit@s...]

Dónde diablos se había metido? Ya hacía media hora que debía de haber llegado. Me senté en el sofá y cogí una revista al azar. En la portada, dos tías buenorras se rozaban las lenguas. La arrojé ipso facto al revistero y me levanté de un salto. Era un manojo de nervios. Pero dónde demonios estaba?

Cogí el teléfono y comencé a marcar su número de móvil. "El teléfono móvil al que llama está apagado o fuera de cobertura" le avisaba una voz femenina grabada. Maldita sea, por qué tardaba tanto? Volví a echarle un ojo al reloj de pared de mi abuelo. Treinta y cinco minutos de retraso. Algo le había pasado. Decidí coger las llaves del coche y salir a buscarla. Un acto sumamente absurdo teniendo en cuenta lo grande que es nuestra ciudad, pero en aquellos instantes no estaba en condiciones de razonar.

Salí como una exhalación del apartamento y llamé con impaciencia al ascensor. La espera se me hizo interminable y a punto estaba ya de bajar por las escaleras cuando se abrieron las puertas. Me desesperó la lentitud con la que bajaba el ascensor. Para entonces ya estaba que me subía por las paredes. Se abrieron finalmente las puertas de aquel maldito cubículo y allí me la encontré de sopetón, de pie, en el vestíbulo, esperando al ascensor.

Su brillante y amplia sonrisa me hizo olvidar todo lo que tenía en mente. Sus grandes ojos color avellana cautivaron mis pensamientos al instante. No sabría decir cuál fue el detonador de que mi cabeza se quedara absolutamente en blanco. Quiero pensar que era algo espiritual, que su sola presencia bastaba para calmar mi ansiedad y hacer desaparecer cualquier pizca de estrés que pudiera tener. Sin embargo, algo me dice que a lo mejor la falta de ideas en mi cerebro era causa directa de la afluencia masiva de sangre a esa otra cabeza de todo hombre, más pequeña, más instintiva y más calva.

– Verónica, cariño, me tenías preocupado.

– Sí, ya lo veo.

Me dijo sin dejar de sonreír. Lo dijo pausadamente, degustando las palabras una por una. Antes de terminar, su mano yacía ya sobre mis pantalones, tanteando con deliciosa suavidad la erección que me había provocado con tan sólo verla.

– Muy preocupado, por lo que noto.

El movimiento de sus finos labios era hipnotizante. Aun así, conseguí articular un par de palabras para conseguir algo de información.

– Cómo has tardado tanto?

– Surgieron complicaciones de vuelta a casa.

No dijo nada más. Me empujó ligeramente al interior del ascensor y apretó el botón adecuado. Sentí el impulso de volver a preguntar pero me hizo callar colocando el dedo índice de su mano derecha sobre mis labios. Al tiempo, con la otra mano tomó la mía y la dirigió bajo su falda. Tenía las bragas absolutamente empapadas. Aquello me hizo olvidar las últimas preguntas que residían en mi cabeza. Retiró su dedo índice de mis labios y me arañó lenta y suavemente la mejilla con la uña. Cuando llegaba por el cuello, se acercó a mí de puntillas y me estampó un sabroso morreo. El sabor de su boca la delataba, como tantas otras veces. Sentí el frío del piercing de su lengua desplazarse por mi boca; nunca me acostumbraré a esa sensación. Por un lado, el insensible metal me causa cierto reparo, pero por el otro, me produce una extraña sensación que nunca he sentido con una lengua desnuda. No me gusta, o eso creo, porque al mismo tiempo mi excitación crece más. Supongo que será a causa del juego que da a la hora de practicar una felación, el subconsciente que me juega una mala pasada. Sí, debe ser eso.

Se detiene el ascensor en la planta adecuada. No se ve a nadie pero estoy seguro de que las marujas están pendientes de todo lo que suceda en el rellano. Su sexto sentido las avisa de que hay almas y no pueden evitar pegar el ojo a la mirilla.

Le meto mano a Verónica por todas partes mientras nos dirigimos dando tumbos hasta la puerta de mi piso. La tengo enfrente de mí, dándome la espalda. Su pequeño culito respingón apretado contra mi miembro. Sitúo sus brazos abiertos, colocando las manos sobre el quicio de la puerta. Está ligero agachada, aunque no del todo. Mis manos se apoderan de sus pechos, los cuales según desabrocho botones de su blusa son más y más visibles. Le levanto la falda y observo unas bragas blancas con florecillas de colores, salpicadas aquí y allá de gotitas resecas de esencia masculina. No puedo evitarlo y, bajándome levemente los pantalones, saco mi verga y la froto por toda la tela. Estamos apenas minuto y medio, lo justo para que a la puta mirona de enfrente se le moje el chocho reseco y se joda. Apenas Verónica suelta el primer gemido, meto la llave en la puerta y entramos en casa.

Comienza a reírse sin parar. No puedo evitar soltar también una carcajada.

– Eres un cerdo.

– Por eso estás conmigo.

Se vuelve a pegar a mí y me da otro morreo. Sus manos expertas manipulan mi miembro con soltura. Yo no me quedo atrás y sobo con ansia sus pechos ya descubiertos. Está pegajosa, cubierta de sudor. Lo siento y lo saboreo cuando aproximo mi lengua a sus pezones. Me gusta el sabor salado que me ofrecen. No dejo ni un milímetro sin lamer, lo quiero todo para mí. La echo sobre el sofá y me arrodillo frente a ella. Paso la lengua por su vientre, donde encuentro otro piercing. Estas modas adolescentes! Abro el cierre de su faldita tableada y me deshago de ella. Observo su pubis cubierta tan sólo por su ropa interior.

Sus labios y su vello se transparentan con total claridad, están completamente empapadas. Toco la tela húmeda y siento el tacto viscoso. Le miro la cara y me responde con una mirada viciosa, mordiéndose los labios. Sus manos se acarician los pezones recién lamidos. Presiono las braguitas por la zona de su raja y ella suspira. Mi lengua ocupa el lugar de mi dedo y ella jadea. Intento hacerla sufrir con la espera pero no puedo resistirlo. Quiero comerme todo lo que tiene dentro de ese conejito lindo. Le bajo las bragas empapadas de esperma y separo sus piernas. Lamo toda la zona externa de sus labios y los alrededores de sus muslos. Capto unas primeras gotitas que rebosan de su coño abierto y baboso, pero desaparecen en un abrir y cerrar de ojos tras mi lengua. Meto un dedo entre esos labios tan apretados que posee y siento la calidez de su interior bañado en semen. Lo muevo en su interior haciéndola gozar y cuando lo saco, aparece un borbotón de leche de su interior, la cual trago sin dilación. Repito la acción pero introduciendo la lengua en lugar del dedo. Me encanta saborear bollitos rellenos de crema como este.

Sigo zampándome con gula los jugos de ese desconocido que localizamos por internet. Un dedo en su agujero posterior, aún más cerradito si cabe, y espontáneos lametazos a su pequeño clítoris la llevan en volandas hasta la explosión del orgasmo. Se agarra con fuerza a los cojines del sillón mientras se deshace entre las mieles del placer, al tiempo que yo termino de rebañar las mezclas de fluidos que emanan de su interior.

Me levanto y con parsimonia me acerco al ordenador, que está conectado a la televisión. Está todo preparado. Pongo en marcha el vídeo grabado hace apenas una hora y este aparece en la pantalla de la televisión. La calidad es muy mala, pero eso le da ese toque amateur tan excitante. En la imagen sale la cama de la habitación del chaval. Sentado en la misma está un chico con gafas, delgado y no muy alto; nada del otro mundo. En apenas unos instantes aparece Verónica en escena.

Yo entretanto me he sentado al lado de Verónica, que presa aún de los últimos estertores de su orgasmo, yace sobre el sofá calmada como una gatita mimosa. Apoya su cabeza sobre mi pecho y la abrazo con cariño.

En el vídeo, ella ya está desnudando al chico, el cual demuestra buenas dotes amatorias o, al menos, buena herramienta. La que tiene buenas dotes es Verónica, sobre todo en el arte de la felación. En cuestión de segundos, el chico está al borde del éxtasis mientras mi niñita devora con fruición su miembro colosal. Está tan concentrado en evitar correrse demasiado pronto que ni siquiera toquetea a mi esforzada chiquilla. Pero Vero sabe cómo retenerle al borde del orgasmo y aprovecha para dejarse acariciar por el chaval, que le toca y besa los pechos ahora ya con más calma.

Los minutos de la escena van pasando, alternándose furiosas mamadas con tranquilos sobeteos. En el salón de mi casa, Vero está encendiéndose otra vez, comprobando como en tantas otras ocasiones lo excitante que es verse practicando sexo. Con una mano alcanzo hasta su chochete enrojecido y lo toco con suavidad, apenas pasando la yema de los dedos. Con la otra hago lo propio con sus pezones. Ella se va recostando hasta quedar su cabeza justo delante de mi verga, la cual se mantiene en posición de firmes. Sólo tiene que cogerla con una de sus delicadas manitas y metérsela en la boca. Y lo hace.

En el vídeo se está produciendo un acto crucial. Vero se ha levantado y se ha desecho de sus bragas. Se encarama encima del muchacho y desciende lentamente sobre su verga tiesa. La cara del chaval lo dice todo. Primero se mueve de arriba abajo; después se frota de atrás adelante hasta que, finalmente, comienza a cabalgar cual amazona sobre aquel mástil incandescente.

Verse en esta situación la enciende aun más y me la va chupando cada vez con más intensidad. Se le nota con sed y con ganas de tomarse un poquito de leche calentita para recuperar fuerzas pero de pronto se detiene bruscamente. Saca mi polla de su boca y, con esta aún abierta, jadea muda en busca de aire. Mis dedos han sido más rápidos que su lengua y ahora mismo está a merced de un nuevo orgasmo. Con los dedos pringosos de su flujo la acaricio sin pudor el pelo, el cual está recogido en dos graciosas coletas que le ponen la guinda a su atuendo colegial. Casualmente, cuando está ya recuperándose del último clímax, en el vídeo se ve que ella misma está comenzando a sentir otro, aunque sea en diferido. Para su sorpresa, el chico resultó aguantar bastante y le dio tiempo a correrse dos veces antes de que él la regara por dentro.

Tras observar su reacción en la pantalla, retoma lo que tiene delante de sus narices. Se ceba con mi capullo, está ansiosa de su merienda, tiene que reponer fuerzas. Y cuando se le antoja algo a esta niña no hay dios que se lo niegue. Yo me vengo en un brutal orgasmo, intenso como pocos en mi vida y ella bebe y bebe como una gatita, una gatita cariñosa y linda como ninguna, pero que se transforma de cuando en cuando en una fiera de cuidado. Tras dejarme completamente seco, vuelve a dejar reposar su cabecita sobre mi torso, ronroneando de gusto. En la pantalla, se acerca el final del polvo. El chico se agita entre las piernas de Verónica. Empuja con fuerza. Una, dos, tres, cuatro veces. Acaba de correrse en su interior. Permanece un par de minutos así, con él aún en su interior. Se levanta con cuidado y se coloca la mano a su cálida entrada. Nada más salir la verga de su interior, gotas de semen espeso brotan de su interior. Se coloca las bragas con pericia y se acerca a la cámara, dónde muestra su manita llena de esperma. Y entonces mi gatita saca su lengüecita y comienza a lamerse la mano hasta dejarla reluciente. Se despide del chico, que está exhausto, y desaparece de la escena.

– Qué bien te has portado, cielo.

– Ha estado bien.

– El chaval iba muy cargado, no?

– Por qué lo dices?

– Porque a pesar de que se desbordó mucho cuando te saliste, tenías aún mucha leche en tu interior.

– Ah... eso.

La miré fijamente con extrañeza.

– En realidad, eso fueron las complicaciones de las que te hablé.

– Oh.

– Durante el camino de vuelta me encontré con Rodri, ya sabes, ese chico de mi clase.

– Sí, ya sé.

– Y bueno, supuse que te gustaría un poquito de sustancia extra.

– Acertaste.

– Estaba segura.

Estuvimos durante quince minutos compartiendo el silencio, recostados sobre aquel sofá, intercambiando caricias inocentes y besos castos. Al cabo de un rato, ella se levantó dispuesta a darse una ducha bien merecida. Tal y como estaba, con aquellas dos coletas, la blusa abierta mostrando sus senos, visible su coñito irritado y brillante, los calcetines hasta la rodilla y los zapatos negros, me resultó de lo más morbosa y, según veía su culito alejarse por el pasillo rumbo hacia el cuarto de baño, mi polla se endurecía a marchas forzadas. Me acerqué al ordenador y busqué alguno de los otros vídeos que había realizado mi niña en casas de desconocidos. Recogí sus bragas manchadas de leche en el suelo y me dispuse a realizarme una paja más.