Conectados

Cada noche ha estado cargada de magia, de pasión, de deseo, de todo el morbo que ha envuelto nuestros encuentros virtuales.

Querido David:

Han sido tantas y tantas las noches las que nos hemos conectado desde cada una de nuestras respectivas habitaciones, separados por cientos de kilómetros y unidos por la única ventana de nuestro Pc, que nos ha abierto un mundo desconocido y prodigioso a la vez. Tú guarecido en tu casa emitiendo un intenso calor y yo, receptora de tus ardientes caricias virtuales, desde la mía.

Ninguno de los habíamos protagonizado antes una pasión tan desenfrenada de un encuentro en vivo… y en cambio nosotros hemos hecho de cada uno de nuestras conversaciones fogosas, la mayor de las pasiones… las mejores aventuras soñadas.

Contigo David, todo ha sido tan fácil, tan intenso y tan adorable, como cada una de tus caricias, que me mostrabas con tus dedos a través de tu teclado y que yo reconvertía con mis propios dedos… como si estos fueran los tuyos sobre mi piel.

Nunca antes me he sentido tan excitada, tan nerviosa, tan caliente por unas palabras descritas con esa fuerza y esa sensibilidad que desbordabas en cada una de tus conversaciones que me dejaban extasiada sobre la cama en cada noche.

Mi ventana siempre te esperaba anhelante y tú siempre la abrías descubriéndome un nuevo punto que era algo parecido a un resorte de excitación, cuando mis piernas temblaban, cuando mis labios se dilataban, cuando mis pezones se endurecían.

Todo lo que mi cuerpo quería revelar tan cargado desde dentro, se expresaba con sumo descaro cuando tú llegabas cada madrugada… en aquellos mensajes exclusivos, eróticos y tan penetrantes. A veces no me creía ver a mi misma.

Nuestros cuerpos hervían, cegados por nuestra unión virtual, para hacerla casi, casi tan real, como si estuviéramos literalmente tocándonos, lamiéndonos, atrayéndonos… tal y como lo describíamos en nuestros mensajes calientes.

Han sido muchas las sesiones de sexo desenfrenado, hasta llegar a un orgasmo ocultado, desde nuestra atalaya encubierta, para no ser escuchados y desbordar nuestras sensaciones con teclas que eran devueltas con más ardor desde el otro lado de la línea.

El morbo era máximo en cada velada,  de no conocernos en absoluto y al tiempo saber al dedillo cada una de nuestras debilidades, todos y cada uno de nuestros puntos débiles. Y ese juego, nos hacía libres… vivos y especiales.

Cuántas madrugadas en vela, David, invisibles para los demás, silenciosos para no ser oídos, creyéndonos únicos en el mundo, imaginando como eras tú y sospechando  al tiempo como era yo para ti… formando parte el uno del otro, no solo en un encuentro carnal.

Aquel que dormía a mi lado eras tú, aunque no lo fueras realmente y aquella que cada noche abrazabas en tu cama, también era yo… en tus pensamientos, la que te devolvía siempre la misma energía y la misma exaltación que tú me entregabas.

Cada momento ha sido incrementado por más y más aventuras, que no cesaban, sino que progresaban. Me has hecho sentir muy mujer, mucho más deseada y completamente prodigada a una efusión complaciente que nos ha hecho, además… ¡tan felices!

Hemos navegado por mares tempestuosos, lugares a los que nunca partiríamos en otras circunstancias, pero nuestro secreto, nos ha permitido aventurarnos, entregarnos, soltarnos sin poner reglas, sin calcular, ni medir ninguno de nuestros perturbados actos.

Te he pertenecido de lleno en cada encuentro, David y sé que tú también a mí… con esa misma fuerza y esa misma entrega, la que nos ha dejado tan buenos recuerdos y un siempre adorable sabor de boca.

No sé cuantas veces tratamos de preparar nuestro encuentro real, ese que nos acercaría para siempre, el que nos permitiría, además de leernos, además de imaginarnos… de sentirnos, también para cruzar nuestras miradas de una vez por todas.

Me fui dispuesta a la cita, sí… pero antes de cruzar la puerta de aquel café, las dudas me invadieron, todos los miedos me acecharon, aterrada de ver que nuestros sueños pudieran desmoronarse como un castillo de naipes, que de una vez por todas se alejaran nuestros sueños anhelados, todas esas dulces sensaciones.

Estoy segura que al vernos, habríamos descubierto otras impresiones, otras muchas atracciones mutuas, sin embargo, he sido cobarde, me he dejado emocionar por mis propios impulsos y me he quedado paralizada… totalmente desconcertada y no he podido traspasar la puerta.

No quiero que sufras por esto, ni interpretes en mis palabras la duda, la confusión, la desilusión de ese encuentro soñado por ambos, pero creo, amado mío, que mis visiones de ti quieren seguir estando en esa ventana que nos ha unido todas y cada una de estas noches mágicas… eternamente conectados.

Sylke (29 de marzo de 2009)