Concurso de gemidos en el hotel.

Unos vecinos muy ruidosos me hacen desear no estar sola. Por fortuna cerca hay un desconocido pensando lo mismo.

son las 3 de la mañana. Estoy en un hotel, tratando de dormir para la larga conferencia que me espera este día, pero el silencio de la noche es roto por una pareja bastante esforzada en la habitación de al lado. la mujer ha gemido por horas y el hombre se asegura de rugir como un león, como demostrando que su hembra goza de un barón que tiene para rato. Y así llevan desde las 12 de la noche, y yo no logro conciliar el sueño. claro, me excito con los ruidos y quisiera hacer lo mismo, y supongo que a otras parejas del hotel les ha excitado el concierto, porque empiezo a escuchar diferentes gemidos en otros lugares de mi piso.

¡estas paredes parecen de papel!

La cama de la pareja de al lado se escucha zarandear fuertemente, y mi corazón palpita al ritmo de algo en mi clítoris, hasta que decido salir a refrescarme un poco en el pasillo, por si logro escapar de los incesantes gemidos de gloria de la pareja de ruidosos amantes.

Fuera encuentro a un sujeto con apariencia de encontrarse de pocos amigos y presumo que también está desvelado por la desenfrenada actividad de los vecinos de piso.

No sabemos que decirnos, hasta que tras un gemido especialmente fuerte, nos reímos y hablamos un poco de lo gracioso de nuestra situación. Que sí, que no nos atrevemos a llamar a recepción para quejarnos, que es muy egoísta quitarles la diversión, que será que no nos deja dormir la envidia... En fin. circulan algunas bromas hasta que me mira y me dice muy decidido, que a él le gustaría demostrarle al vecino que no es el único que puede hacer gemir toda la noche a una mujer, y yo le contesto, tras algunos segundos algo incómodos,  que a mi me gustaría demostrarle a la vecina que no es la única que puede gemir con tanta intensidad.

Así pues, mensaje recibido. Sonreímos, nos dirigimos a su habitación, cerramos la puerta... El desconocido desabrocha la blusa de mi pijama, lame mis pezones, baja mi pantalón y mis interiores, mete su dedo en mi entrepierna y empieza la faena.

Me lanza a la cama, y mientras se desnuda y se pone un preservativo, yo termino de retirar las prendas que tenía a medio quitar. Francamente a este hombre no lo he visto bien si quiera, el pasillo y la habitación están a obscuras... pero no me importa. el concierto de gemidos ha bajado al fin su volumen, pero ya es demasiado tarde.

Mi hombre termina al fin de prepararse y se acuesta a mi lado. lentamente pero con experticia toca mis partes más erógenas, usa su lengua con destreza y sus dedos con un calculado y salvaje objetivo, que ciertamente está alcanzando sin demasiados esfuerzos. Estoy a su merced, y deseo ser penetrada. Rodeo con mis manos su miembro y me estremezco aún más por su gran tamaño. ahora lo monto y recordando nuestra tarea, empiezo a gemir al ritmo del colchón de la cama.

uf. El sujeto también recuerda a qué vinimos, y ruge como una bestia como para indicar a todo el piso que esta hembra está siendo poseída por un barón que no dejará terreno para nadie más. Giramos en la cama, caemos, me aprieta contra la pared, caemos de nuevo al colchón, sale y entra de dentro de mi... ay, qué delicia, esto es una guerra sin cuartel!. Mi hombre es alto y musculoso, y me frota contra su cuerpo como si yo fuera un simple juguete, una muñeca de plástico con la que puede jugar a voluntad. mis gemidos son agudos y fuertes... Prácticamente grito de contento, y los rugidos de mi macho me excitan más aún.

Mis espasmos son fuertes y a ritmo constante, y me aseguro de gemir bien fuerte para dejar cada uno de ellos en el tímpano de todos los vecinos de piso. Llegamos al clímax finalmente y ambos terminamos temblorosos y satisfechos. Desnudos, abrazados y sudorosos nos quedamos dormidos en su habitación, y al día siguiente en la noche él es quien va a mi cuarto para que se repita la faena.

al tercer día decidimos hablar un poco, desayunar juntos, compartir de nuestras vidas, de nuestros intereses y deseos, de nuestros trabajos y nuestras familias, y ya el sentimiento no es solo de deseo sexual. El desconocido ya no es tal. Algunos días después cancelamos la reserva de una de las dos habitaciones, y seguimos hospedados en una sola hasta que termina el mes de conferencias a las que yo debía asistir en esta ciudad. él ya había arreglado algunas citas de negocios más para acompasar su itinerario con el mío. visitamos museos y playas, hacemos el amor en otros lugares y volvemos a nuestras respectivas casas.

2 meses después, mi amor me pide matrimonio, y antes de aceptar, le hago jurar que en adelante, tendrá que usar tapones en los oídos cada vez que vaya a un hotel en otra ciudad.

fin.