Conclusiones de un somnoliento
Como cada noche, soñé con su piel y sus besos. Pero un día, al despertar, ella seguía ahí.
No puede ser real. No puede ser que haya en este mundo algo tan hermoso. Algo tan jodidamente bonito. No puede estar ocurriéndome a mí. Su respiración es pausada y tranquila, parece tan delicada en este momento nadie creería lo que acaba de ocurrir, pero tampoco siento la necesidad de contarlo. El mundo es un lugar que no se merece conocer los secretos de esta diosa que descansa sobre mi almohada.
Qué pelo, qué ojos. Qué maravillosa piel. Tengo miedo de tocarla, y que se evapore como un sueño, dejándome sólo con el lejano sabor de su presencia impregnado en mi cama. Continúo mirándola fijamente, tratando de aprender de memoria cada pequeña imperfección de su piel, para convencer a mi cabeza de que esta mujer es tan real como yo, como las sábanas, como el placer de dormir a su lado.
Ella aún no se ha movido. Quizás esté cansada despues de la noche anterior. Fue bastante agotadora para ambos. Será mejor que me levante y coma algo.
En mi cocina hay poca cosa cubiertos para uno, café para uno, tostadas para uno. Pero mi vida por fin parece cobrar sentido, y nunca, nunca más volveré a estar solo. Con ella descansando en mi cama se ve todo diferente.
Vuelvo a mi cuarto sin hacer ruido, para ver si sigues allí o el café ha terminado con las fantasías de un somnoliento. En efecto, sigues medio abrazada a mi almohada, enredada entre mis sábanas, con esa maravillosa expresión de serenidad en el rostro. Me acerco por detrás para acariciarte. Sólo soy un ridículo hombre que no merece este placer, pero estás aquí conmigo. Sólo para mí.
Una sonrisa se dibuja en mi cara mientras coloco tímidamente las yemas de mis dedos en tu hombro derecho. Lo acaricio hasta que la sábana que te cubre comienza a ser un impedimento para mi exploración, así que la aparto delicadamente para descubrir tu espalda. Me deleito con tu visión un instante antes de tocarte. Tu piel es tan delicada que temo estar pecando.
Desciendo por tu columna con mi dedo índice, hasta alcanzar el principio de tus nalgas. Ese culo maravilloso que me enloqueció la primera vez que lo vi pasearse por la oficina. Tan altivo y tan orgulloso como su propietaria. Recuerdo el trabajo en aquel antro. Aquello era un suplicio verte cada día sin poder tocarte, siempre tan ajena a mis ridículos intentos de hacerme notar. Porque te quiero más que a mi vida, y lo sabes. Te deseo más que otra cosa en este mundo, y jamás te dejaré ir de mi lado. Ahora que he probado el sabor de tu compañía no podría vivir sin verte a mi lado cada mañana.
Continúo el descenso hacia tus caderas pasando por tus costados. Qué cintura, que caderas sensuales. Recuerdo verte caminar moviéndolas de lado a lado, dispuesta a comerte el mundo. Tan segura de ti misma, la jovencita triunfadora, y ahora eres mía, y estás desnuda para mí en mi cama. Esto es más de lo que jamás me atreví a soñar. Mi pene comienza a hacerse notar tras unos instantes de paseo por tu cuerpo. Tus curvas son la armonía, la música para mis manos y mis ojos, que nunca se llenan de ti.
Me tumbo suavemente a tu lado, para no despertarte. Con una mano me toco el paquete, pensando que son tus manos las que me masturban, mientras con la otra realizo un peligroso descenso por tus piernas. Beso tus hombros, aunque mis labios no son merecedores de semejante contacto con tu piel, y aparto tu pelo, rojizo y ensortijado, para poder oler tu cuello. Ese aroma tan excitante, tan cegador que me hizo perder los estribos. La obsesión por ti me llevó a dar el paso. No puedo imaginarme el arrepentimiento si no hubiera aprovechado aquella oportunidad para abordarte y dejarme conocer. Seguro que tú la recuerdas tan bien como yo, a la salida de la oficina. Vinimos a mi casa en mi coche, y por el camino no me podía creer lo que estaba ocurriendo. Supongo que las rosas que te regalé influyeron en tu decisión. Sabes que en el fondo soy un romántico.
El olor de tu cuello es embriagador, pero no ya no es suficiente para mi, ni para mi polla, que espera su gran momento con impaciencia. Paso la lengua por detrás de tu oreja, y al rato opto por morderte. Primero suavemente, pero recuerdo que ayer gritaste tan alto cuando te mordí con auténtica pasión mis dientes abrazan tu piel, apretando, mientras te saboreo. Cuando termino, he dejado una bonita marca amoratada. Sin embargo, tú no pareces inmutarte. Desde luego eres una mujer a la que le gusta llevar la contraria. Sonrío para mis adentros ante tu obstinación. Ayer de noche me entusiasmó tu cabezonería. Nunca vi a nadie tomarse tan en serio eso de "no dejarse" en una cama. En el fondo eres una chiquilla, mi amor.
Tomo tus cabellos hacia atrás para poder ver ese rostro maravilloso que me enamoró. Que serenidad expresa. Quizás estés realmente dormida. No se con exactitud cuántos tranquilizantes faltan en el bote que hay en tu mesilla, pero pareces relajada. No te culpo por nada, ahora mismo se que la empresa no va muy bien y quizás eso tenga algo que ver en lo intranquila que estabas anoche.
Al girarte puedo ver tus senos. Me viene a la cabeza el balanceo hipnótico de tus tetas mientras te penetraba. Mi mano izquierda sigue ocupada acariciando mi miembro, y la derecha ahora se entretiene con tu pezón. Está marcado, probablemente de los mordiscos que le propiné ayer, pero sabes que no era mi intención hacerte daño. Tú me obligaste. Eres realmente una mujer sorprendente.
Eso me recuerda que tus tobillos continúan sujetos. Anoche, tuve que parar en mitad del polvo para atártelos. Hay que ver como gemías. Desde luego es una suerte que complementes así mis aficiones.
El ritmo de mi paja va acelerando a medida que voy recordando la noche anterior. Te obligo a inclinarte hacia delante y te penetro desde atrás. Estás seca, para mi decepción, pero con paciencia y a base de saliva consigo metértela. Que coño. Que maravilla sentir mi polla dentro de ti. Eres mejor incluso que en mis sueños solitarios de los meses pasados. Si supieras las horas que dediqué a seguirte. A observarte desde mi puesto de trabajo, sentado delante de mi ordenador. Temía que el amor por ti llegara a obsesionarme, pero a merecido la pena. Ahora eres real. Por fin eres real.
Mis empujones son rítmicos, sólo deseo ver mi semen manchando tu piel.
Gimes, y te mueves. Así que estás despierta. Sabía que no podrías resistirte a la excitación de sentir mi polla en ese coño apretado que tienes. Te giras levemente y me miras. Eres realmente preciosa. Eres un sueño hecho realidad. Pero sabes que no me gusta verte llorar.
Podías haber escuchado mis ruegos y mis palabras de amor, pero se ve que yo era poca cosa para ti. Sabes que yo te iba a cuidar más que nadie, que te iba a querer más que nada en el mundo. Pero no pudo ser. Te di la oportunidad para venir por tu propio pie, pero eres tan morbosa que te empeñaste en hacerlo por las malas. Te gusta provocarme y ponerme cachondo. Te gusta. No eres más que una mujer cruel y calculadora. Una maravillosa mujer cruel y calculadora.
Llevas con esa mordaza en la boca desde que entraste en el maletero de mi coche. ¿No crees que estás exagerando con tu juego? Te la quitaría, pero sabes que no me gustó nada que me llamaras loco. Todo tiene un límite. Y yo sólo quiero que me ames.
Nota: espero que comprendáis que al subir este relato no sabía muy bien en qué categoría colocarlo. La correcta sería "No consentido", pero creo que entonces estropearía la historia. Gracias por leerla.