Concierto descontrolado (04)

Tania sigue con el fin de semana a tope. Una nueva experiencia se le presenta por sorpresa. Una doble sorpresa.

Concierto descontrolado IV

El semen va garganta abajo y una sonrisa de satisfacción aflora en mis labios.

Isa me mira con cara de asco. Abre la boca para añadir algo…pero entonces aparecen Jorge y Alberto gritando: " menudos cabronazos. Ya era hora de que os encontrásemos. Vaya cuatro. Nos dejáis colgados y os encontramos charlando aquí tan panchos. ¿Os molestamos o algo así?" Evidentemente están muy enfadados.

Miradas furtivas entre los cuatro señalan que hay muchas cosas que esconder y poco para contar. Yo los miro sin decir nada. Sigo degustando lo que me acabo de tragar. No podían haber sido más inoportunos: justo cuando me disponía a dejar limpia esa enorme polla que ha explotado en mi boca. Recuerdo con pena ese momento: viéndola flácida, colgando hacia el suelo pero aún morcillona, bastante gorda, larga, goteante, lubricada y sobretodo, aún muy apetecible, se me han despertado las ganas de volverla a sentir en mi boca. No me puedo creer que ya no la chuparé más. Me encanta relamer una polla cuando se acaba de correr. Por eso me he quedado con las ganas de levantarla, apretarla con mi mano, volver a introducirla en mi boca suavemente, pasar la lengua por todos sus rincones y pliegues en busca de restos de la sustancia que acaba de escupir y, una vez encontrado, recogerlo en mi boca y tragar sin dejar nada. En una palabra, saborear. En vez de eso, me he tenido que conformar con recoger con un dedo lo que había caído en mi camiseta.

Sergio, que si supiese lo que estoy pensando se estiraría de los pelos, se lanza con una evasiva: "Nosotros os hemos estado buscando. Acabamos de entrar a ver si estabais aquí. Tania se ha encontrado mal y nos hemos sentado un rato." - yo afirmo sus palabras con suaves movimientos de cabeza y pensando "qué mentiroso e hipócrita eres". Para acabar de darme la razón le pregunta a Isa con todo el desparpajo que dónde había estado ella.

Isa se lo queda mirando. Intenta hablar, pero sólo le sale un leve tartamudeo -"po…po.. por aaa.. ahí, no os encontramos y también fuimos en vuestra búsqueda", todo esto con una voz muy temblorosa.

-"Pues nosotros no nos hemos movido de dónde estábamos, y no os hemos visto"- le dice Jorge.

Mientras admiro la escena, sigo repasando la boca con mi lengua en busca de restos. Sin dejar de hacerlo, admiro la escena con mis mofletes abultándose por el movimiento de la lengua en su interior.

La cara de Isa ya está completamente roja. Supongo que de vergüenza y rabia. Se gira buscando ayuda en Fran. Ya no está. Ha desaparecido en medio del follón. Menudo mierda.

Como si el cargado ambiente de ahí dentro fuese la causa de nuestras tensiones, salimos al exterior. El aire es muy fresco y limpio. Los cinco nos quedamos parados mirando cada uno sus cosas.

Sergio, mirando a Isa con dureza, le dice: -"Vayamos a casa y lo aclaramos allí con tranquilidad."-y, girándose a nosotros, añade: -"Adiós. A ver si nos vemos mañana por aquí." Como un funesto presagio un relámpago acaba con la oscuridad por unos instantes y, acto seguido, un enorme trueno remarca las palabras de Sergio. Todos nos miramos asustados. Nos ha pillado por sorpresa.

Igual que la lluvia que empieza a caer sobre nosotros. Son gotas gordas y frías que caen con súbita violencia. La gente empieza a correr hacia todas partes: unos a cobijarse bajo los árboles, otros a las carpas, otros se dirigen hacia la salida. Unos pocos pasan de todo y se mantienen haciendo lo que hacían. Nosotros vamos con los que van a la salida. Los cinco vamos bien juntos, como queriendo protegernos de la lluvia unos a los otros. Aunque sirve de bien poco. Más que una lluvia es una tormenta en toda regla. El viento azota nuestras caras con fuerza. Nos cuesta mantenernos derechos. Así agarrados con fuerza y la cabeza baja, llegamos a la salida.

Ahí el panorama es desolador. No alcanzo a ver más allá de pocos metros. La cortina de agua es densa. Ante mis narices alcanzo a ver gente corriendo alocada en todas direcciones, gritando, resbalando y desapareciendo bajo el agua. Empiezo a estar asustada. Eso no es una simple tormenta de verano, es mucho peor. En medio de todo ese follón Sergio pega un fuerte grito: -"vamos todos al coche. Venga seguidme." Y arranca a correr cogiendo a Isa por la mano. Jorge logra cogerse a Isa y me arrastra con ellos. Alberto es el último. Nos sigue como puede, agarrado a mi mano con todas sus ganas.

Así, con la cabeza gacha y ligeramente encorvados (como si sirviese de algo) nos paramos ante un coche deportivo. Sergio aprieta un botón y el coche le responde con un guiño de intermitentes. Abre una puerta y nos hace entrar, uno a uno, en su interior. Así cubiertos asistimos aun espectáculo dantesco. El agua azota el pequeño coche sin compasión. El parabrisas es una cascada continua de agua. Nos mantenemos todos en silencio y bien quietos. Como os he dicho, es un coche deportivo, con sus consabidos inconvenientes de aforo. Yo me encuentro con la cabeza contra el techo del coche, sentada en el regazo de Alberto y mis pies sobre las rodillas de Jorge, que está a nuestro lado. Delante suyo Isa, en el asiento del copiloto. Sergio ocupa su puesto natural. El de conductor.

Pasa el tiempo y la lluvia no cesa. Ni tiene pinta de hacerlo. El viento zarandea el coche con una facilidad espantosa. Isabel grita ante una violenta racha de viento. Yo me agarro al cuello de Alberto con fuerza. Nos mantenemos expectantes. En cualquier momento saldremos volando.

-"Deja, déjame. Que me ahogas". El sonido de esas palabras me despierta de la hipnosis a la que me ha sumido la contemplación de la lluvia. Sigo agarrada al cuello de Alberto. Él forcejea para librarse de mi implacable abrazo.

Un "lo siento" entre risas es lo único que se me ocurre decir antes de soltarle el cuello. Estaba demasiado asustada para darme cuenta qué pasaba. Ni para pensar en lo apretados que estamos ahí detrás. Ni de lo mojada que voy. Ni de que mi camiseta blanca sin mangas sigue ahí, pero ha desaparecido. El agua la ha dejado completamente empapada y mis tetas se enganchan a ella con pasión. Mis pezones se ven claramente a través de la tela blanca. Mis endurecidas aureolas también llegan a intuirse sin demasiado esfuerzo con la piel granulada que las forma. El frío ha hecho el resto, y el habérme quitado el sujetador en el chillout también. Intento taparme en un primer arranque de vergüenza. Después de pensar un poco me doy cuenta de lo tonta que soy: bajo mi culo está el tío que casi me lo desvirga esta tarde. A su lado el que se corrió ante mi sin tocarlo y, el conductor, para que hablar de él y su desatascador de gargantas. No tardo en separar mis brazos y adoptar una conducta más relajada. Además parece que nadie se ha dado cuenta.

-"Joder tía, como te pone la lluvia". El siempre agradable Jorge llevándome la contraria.

Inmediatamente todos dirigen sus miradas hacia mí. Me pongo roja al instante. No sirve de nada taparse. Hay que llevar la situación con honor porque mis pezones se ven como si estuviese desnuda. Aprietan la camiseta hacia fuera, como queriendo demostrar que ellos también existen. Y también tienen frío.

  • "Sí. ¿Y qué?.- les digo o los cuatro. -"nunca habéis visto unas tetas o qué?. Al acabar la frase empiezo a quitarme la camiseta por encima de mi cabeza. Al subir mis brazos las tetas suben y se estiran. Al bajarlos caen con todo su peso rebotando en su posición normal. Si pudiese ver a Isabel la vería con los ojos como platos. A Sergio, que no me las había visto aún, enfocando el retrovisor para no perderse nada y de Jorge para que hablar, babeando como siempre. El mas tranquilo, aparentemente, es Alberto. Y digo aparentemente porque una presión bajo mi culo me indica que no es así. Mantiene la compostura, pero está claro que su cuerpo le traiciona. A todas estas yo ya estoy rebuscando en mi empapada mochila. Dejo pasar un buen rato. Veo mi objetivo enrollado ahí dentro, pero me quiero recrear. Al poco, saco mi camiseta de Chupachups. La toco por todos lados comprobando que se mantiene bastante seca. Vuelvo a subir los brazos y me enfundo en ella. Que gusto notar ropa seca. Evidentemente mis pezones siguen en pie de guerra y deforman la camiseta con su abultada forma. Para acabar de adecentarme recojo mi pelo a un lado y lo estiro, intentando secarlo todo lo que puedo.

Jorge sigue mirando mis pechos como si fueran cántaros de agua en medio del mayor desierto del mundo. Alberto sigue apretando con su paquete. Su mano se postra en mi cintura. -"Tranquilo, entiendo que no puedas controlar según qué cosas, pero esa manita, cuidado" le digo con firmeza. La respuesta es inmediata. Su mano se apoya en el cristal del coche y pone cara como de tonto. La frota contra el frío vidrio, quitando el vapor que hay condensado en él. Se puede comprobar que la tormenta se ha ido igual como ha venido: de repente.

-"Bien, ahora que ha acabado el espectáculo, vayamos a casa. Os venís, no?"- nos propone Sergio mientras yo me pregunto a qué espectáculo se refiere.

Sin dar tiempo a Isabel a protestar gira el contacto del coche, mete la primera y lanza el coche hacia delante, camino a su casa.

El tránsito es horrible. Un montón de coches han salido al mismo tiempo. El movimiento del coche no ayuda en nada a Alberto. Yo voy rebotando sobre su erecta dureza y mis tetas, libres de sustento, siguen bamboleándose arriba y abajo a escasos centímetros de su cara. Ya está sudando y apartando la mirada de mí. Supongo que intenta pensar en otras cosas. Yo no estoy cómoda, así que empiezo a mover mis caderas en busca de la posición idónea. Mis finos pantalones de algodón aumentan el contacto. Alberto se agarra al asiento de Sergio con fuerza. Decido acabar con mi disfrute y me siento un poco más adelante, sobre sus rodillas. No quiero que manche sus pantalones. Él pone sus manos en su regazo. Intenta disimular su tremenda erección.

Parece que yo soy la única que se ha dado cuenta. Sonriendo empiezo a mirar el recorrido que sigue el coche.

Al cabo de un rato, que a mí me a parecido un suspiro, nos paramos ante una puerta con barrotes de madera. Miro a través de ella. Una casa aislada, rodeada por un gran jardín con una piscina en uno de sus extremos. En definitiva, un paraíso en comparación con el camping.

Sergio aprieta el botón de un mando y la puerta se abre, dejándonos a la vista un camino empedrado y lleno de árboles. Avanzamos por el camino hasta que Sergio detiene el coche cerca de la puerta de entrada a la casa. Salimos como podemos y completamente chorreando.

Entramos en la casa. Un gran salón nos da la bienvenida con sus papeles pintados en las paredes que, con sus flores y redondas de colores, demuestran que es una casa que lleva tiempo sin reformas. El suelo de moqueta no hace más que darme la razón a cada paso que doy. El salón es grandecito y sin paredes ni columnas que interrumpan su forma cúbica. Al final una pared con tres puerta es el único indicio de estancias en la planta baja. En la esquina está la escalera que sube al primer piso y a su lado la cocina. Es tipo americana con una barra de madera con unos taburetes que le dan servicio.

-"Tomad lo que queráis. Aclaro unas cosas y volvemos enseguida. Aquí tenéis unas toallas para secaros"- nos dice Sergio antes de desaparecer por la puerta de la derecha. La cierra con fuerza. Con tanta fuerza que la puerta rebota quedándose entreabierta..

Alberto se dirige a la nevera. Nos pregunta qué queremos. Todos votamos por unas cervezas.

Mientras busca en el interior de la nevera, Jorge añade: -"Estoy empapado. Me voy a congelar." Yo lo miro con desinterés, pero agradecida de que me acerque esa cerveza fresquita.

Le pego un buen trago y noto como mi garganta me lo agradece. Joder, eso de chupar da más sed de lo que recordaba.

Pensando en los beneficios de la cebada líquida no me doy cuenta de lo que está haciendo Jorge para evitarse un resfriado. A mis espaldas Jorge se está quitando la ropa. Seguramente le importa un pito mi presencia. Es evidente, si yo ayer ya le vi todo lo que hay por ver. Se quita la camiseta por encima de la cabeza y la deja caer en la pica de la cocina. Al girarme para decirle algo que ni recuerdo, le veo agachado, bajándose los pantalones hasta los tobillos para quitárselos con la ayuda de sus pies. Veo perfectamente sus calzoncillos negros, tipo slip. Apretaditos y realmente pequeños. Apretados y escurridizos, porque enseguida van piernas abajo para reunirse con los pantalones. Al agacharse le veo perfectamente su culo, con su oscura ralla cruzándolo de arriba abajo. He visto como se le ha abierto ligeramente, enseñándome todo su interior. Ha sido un instante, porque se ha movido y la barra de la cocina me tapa la vista, de cintura para abajo. Como su cara ya la tengo muy vista y, sorprendiéndome a mí misma, me pongo de puntillas para ver algo más.

Buen culo, sí señor.

Igual de fugaz vuelve a ser la visión, porque se enfunda enseguida con una de las toallas que Sergio nos ha dejado.

Jorge se gira y me pilla mirando. Rápidamente le pregunto por el resto de toallas. Buena excusa, si señora.

Sin darme tiempo a nada más, una toalla aterriza sobre mi cara. La oscuridad me impide ver como le tira otra a Alberto.

Mi camiseta está seca, pero los pantalones chorrean. Recogiendo la toalla de mi cabeza la empiezo a pasar por mis piernas, empezando por abajo. Al acabar dejo caer las perneras que había enrollado. Me vuelvo a sentir completamente empapada otra vez (en el buen sentido). Joder, está claro que no conseguiré nada hasta que no se sequen los pantalones.

Alberto hace lo que yo: intentar secarse con la ropa puesta. Evidentemente no conseguirá nada. Tampoco quiere mostrar su orondo cuerpo a la audiencia. Aunque no sirva de precedente, Jorge ha sido el más inteligente.

Dolida por esta idea, me lanzo en busca de otra opción. Cualquiera menos quitarme los pantalones ante estos dos. Así que empiezo a rebuscar en mi bolsa. La camiseta que llevaba antes, dinero, condones, un tampax y mi sujetador. No sé, igual esperaba encontrar unos pantalones sequitos en mi bolso. Nada, que tendré que aguantar con mis pantaloncitos mojados. Para adelantar trabajo pongo mi camiseta en la barra de la cocina. A ver si se seca, da menos calor que la que llevo ahora.

Cerveza en mano y mojaditos (excepto Jorge), charlamos tranquilamente. Comentamos los conciertos de la noche, lo lleno que estaba todo, etc… Todo muy amigable y entrañable.

Cervezas vacías.

Jorge se levanta a por más. Al pasar por la barra toca su ropa a ver si se ha secado más. De repente se queda parado, mirando mi camiseta.

Me mira fijamente, luego vuelve la mirada a mi camiseta.

Otra vez me vuelve a mirar.- "Joder, no sé de qué es, pero esta mancha parece que no se va".- dice Jorge mientras agarra la camiseta y empieza a frotarla.

A todas estas mi cara está como un tomate. Que descubra de qué es esa mancha me incomoda mucho. Y eso que el ya sabe de lo que soy capaz, al menos este fin de semana. Supongo que siempre prevalece lo que puedan pensar de ti sobre lo que haces o eres de verdad.

-"Tía, parece que se te han caído los mocos." – señala Jorge con una amplia sonrisa en su cara.

"Sí, es que estoy constipada. Tengo la garganta fatal." - le contesto con evidente ironía.

-"Pues yo te puedo dar algo que va fenomenal para el constipado"- me vuelve a decir Jorge entre carcajadas, a las que también se une Alberto.

-"No sé que tienes, pero seguro que ya lo he probado. Y la verdad, me ha ido bastante bien". Respuesta para dejarle con serias dudas.

Los dos callan de golpe.

El tiempo pasa, igual que otra cerveza en nuestros cuerpos.

-"pero es que eres una cacho puta…"- es el grito que sale de la habitación. Todos nos quedamos parados y en silencio. Agudizamos el oído. Es que, en el fondo, todos somos unos cotillas.

-"¿No quedamos que esto iba a acabar?- Sergio vuelve a gritar.

-"Yo te prometí…." Y no se puede escuchar nada más. Han vuelto a bajar el volumen.

Otra cerveza, en vista de que el espectáculo ha llegado a su fin. Noto que tengo ganas de mear, pero creo que aguantaré un poco más.

Alberto se decide a romper el silencio: ¿Tú crees que ha follado de verdad con Fran? - me pregunta.

Me lo quedo mirando con cara de tonta. ¿Me está tomando el pelo o que?. -"Pero tío, no recuerdas lo que hemos visto esta tarde en la tienda?"- le digo en referencia a la enculada de la tarde.

-"Yo, de esta tarde, sólo me acuerdo de una cosa" dice Alberto mirándome fijamente.

Silencio tenso entre los dos.

-"¿Qué?"- es la pregunta de Jorge antes de pegarle un tiento a su cerveza.

-"¿Qué de qué?- le pregunto yo.

-"Qué ha de recordar Alberto? ¿Qué habéis visto?- pregunta sin mucho interés Jorge.

Alberto me mira.

Yo también a él.

Sonríe levemente y, girándose a Jorge, le dice: -"Pues un culito preciosamente abierto, con un agujerito sabrosísimo en su centro. Un culito redondo que pedía marcha."- antes de acabar esta frase se ha ido girando hacia mí.

-"Precioso vale. Pero cómo puedes saber que era sabroso?. Otra pregunta de Jorge.

La cosa empieza a ponerse peliaguda. Al menos para mi honor y el de mi culo.

Me dispongo a interrumpir con no sé qué escusa cuando un grito sale de la habitación:

-"Ya sabes cual es el precio por lo que has hecho". Es Sergio. Justo después se oyen unos sollozos entrecortados. Isa está llorando.

Yo sigo mirando a Alberto. No me doy cuenta que Jorge se ha escurrido al lado de la puerta de la habitación.

La presión que noto en mi vejiga, me hace volver en mí. Está a punto de explotar.

Ya ni me acuerdo de Jorge ni Alberto y mucho menos de los otros dos. Toda mi atención está en descubrir dónde está el baño. Miro alrededor. Hay tres puertas posibles. Una es la habitación de los pipiolos discutidores. Hay otras dos. Tampoco será muy difícil. Probaré con la de en medio.

Me dirijo hacia ella sin prestar atención a Jorge. Supongo que no hace falta que os explique lo angustioso que es mearse y no ver el momento de vaciar. Así me dirijo a mi objetivo. Con pasitos cortitos y sin separar las piernas demasiado. Hay que mantenerlo todo dentro.

Después de una eternidad tengo la maneta de la puerta entre mis dedos.

La giro.

Un ligerísimo y discreto -"Nooooo veasssssss" me mantiene en el sitio. Me giro y veo a Jorge espiando a través de la puerta. -"Venid, venid. No os podéis perder esto".

Mientras Alberto se acerca a él, me veo ante la puerta, ahí parada. Las ganas de ir con ellos y espiar son grandes e intensas. El cosquilleo de la curiosidad me eriza los vellos de la nuca. Siento como mi mano se humedece de sudor nerviosa. Mi cuerpo empieza a girar. Mi pie da un primer paso en dirección a Jorge y Alberto. La presión caliente y aguda de mi entrepierna me devuelve a la realidad. La humedad de mis pantalones no ayuda demasiado. Sin darme tiempo a pensar, mi cuerpo ya ha entrado en el lavabo.

Cierro la puerta detrás de mí. Lo justo para acallar un "menuda cacho polla" que Jorge deja ir alegremente. Ni pestillo ni nada. No estoy para perder el tiempo.

Rápidamente me dirijo a lo que para mí es, ahora mismo, el trono de una reina. El inodoro.

Levanto la tapa del trono. Al mismo tiempo que me giro enfocando mi culo al agujero, voy bajando mis pantalones y el tanga. Cuando llegan a la altura de mis tobillos yo ya estoy sentada. Los pantalones caen por su propio peso de humedad. Siento las piernas húmedas y frías. El tanga lo tengo que acompañar hasta su destino. Relajo todos mis músculos… ni siquiera me importa notar el frío contacto del plástico contra mis nalgas. Como os he dicho, no estoy "pa ostias". La vejiga relajada y el caliente líquido ya va taza abajo. El ruido que hace contra el agua así me lo indica. Apoyo los codos en mis muslos y mis ojos se cierran de puro placer. Ese placer que sólo una buena meada puede proporcionar. La primera remesa acaba. Con dos pequeños esfuerzos de vejiga, acabo completamente vacía. Queee gusto!!!!!. Al apretar noto un escozor un poco más abajo de mi rajita. Es mi culo que protesta.

Sin hacerle caso, cojo un poco de papel y me limpio restregando arriba y abajo con suavidad. Vuelvo a notar el mismo escozor en el mismo sitio de antes. Seguro que el ano protesta por la pequeña invasión a la que ha sido sometido estos dos días. Primero por mis dedos y después por los intentos fallidos de la polla de Alberto. También noto que las comisuras de los labios protestan agudamente. También los he forzado mucho con la polla de Sergio. Bueno, no pasa nada, se pueden considerar pequeñas "heridas de guerra". Quien algo quiere, algo le cuesta.

Ensimismada con "mis heridas" dejo caer el papel en lo profundo de la taza y aprieto el botón mientras empiezo a levantarme.

Un "vamos de rodillas" gritado con fuerza me deja clavada en mi posición con las rodillas flexionadas. La voz llega clara y concisa a mis oídos. Aún petrificada, miro a los lados, hacia el techo y hacia la puerta.

Nadie.

Ha sido Sergio, eso seguro. Aquí en el lavabo está claro que lo que hablan Sergio e Isa llega con menos obstáculos. Agudizo el oído para ver si capto algo más

-"Yo no he hecho nada" suplica Isa.

-"Ah no?, zorrita mentirosa. Y esta tarde en la tienda del tío ese?- replica Sergio con crudeza.

Un largo silencio precede a los balbuceos de Isa: -" Cómo,….., cómo lo sabes?"

-"Eso da igual. Ahora paga o será peor, ya lo sabes"- Sergio otra vez.

Isa parece derrotada. No sé cómo tendrá que pagarle pero creo que se ha ido por el silencio que reina en la habitación. Decido subirme el tanga y los pantalones visto que el espectáculo ha acabado.

Cuando me he puesto el tanga y me dispongo a subir los pantalones, otro grito me deja a medias: -"Vamos de rodillas". Sergio.

Ay, ay que me imagino la forma de pagar sus pecados

Definitivamente no se oye nada más. Me separo de la taza y vuelvo a subirme los pantalones ante el espejo de la pica.

Vuelvo a quedarme a medias

En el lavabo hay dos espejos enfrentados. El de encima la pica, más apaisado y, enfrente, las puertas de un armario, también de espejo. Con el juego de reflejos puedo ver perfectamente mi parte trasera en el espejo en el que me estoy mirando. Puedo ver la estrecha cinta de mi tanga perderse bajo los pantalones semi-bajados (o semi-subidos según vuestro ánimo). Las redondeces de donde mi espalda pierde el nombre afloran por encima de los pantalones. En fin, muy bonito, pero creo que ahora necesito adecentar otra parte de mi cuerpo. Qué pinta llevo. Menuda cara. Parece que haya envejecido cinco años. Sin dormir casi, bebiendo, fumando, no sé que espero. Mala vida en general. Me agacho y lleno mis manos con agua fresca. Me mojo la cara con ella estirando sobretodo la piel del lado de mis ojos. Está castigada. No parezco yo la que se refleja en el espejo. Me acerco a él para asegurarme que soy yo. En efecto, esa soy yo. Mi pelo está completamente libre, colgando a los lados de la cara formando una imperfecta raya en medio. Están enredados. Sergio me ha despeinado con sus empujones mientras me agarraba por los pelos. Paso suavemente las yemas de los dedos entre ellos, intentado arreglar el desaguisado.

No se si ha sido al pensar en Sergio o que, pero la boca se me ha llenado, de repente, de ese gusto salado tan característico en los hombres. Un frasco con líquido rojo se me antoja como la mejor opción. Lo agarro y me lleno toda la boca con parte de su contenido. Lo remuevo un rato ahí dentro y lo escupo. Lo repito otra vez. Es que me quiero asegurar. Dejo el recipiente en su sitio.

Al dejarlo puedo ver otra vez mi culo reflejado, aún con el tanga a la vista. Mi mente empieza a maquinar. Está siendo un fin de semana de descubrimiento de la parte trasera de mi cuerpo. Nunca me lo he visto. He visto algunos en alguna peli, pero el mío, nunca. Y ahora me hace daño, igual debería asegurarme… Miro a lado y lado otra vez para asegurarme que estoy sola.

Evidentemente no hay nadie.

Mis manos van más rápido que mi cabeza y se sitúan sobre la parte posterior de los pantalones, tirando hacia abajo y liberando el culo de la presión a la que estaba sometido.

Me contorneo a los lados disfrutando con la vista. Las nalgas forman, alrededor del tanga, unas redondeces perfectas. Perdonad por mi "modestia" pero es que es verdad.

Levanto los pies sacándolos de los arrugados pantalones.

Separo ligeramente las piernas.

Tiro el cuerpo un poco hacia delante y miro al espejo de enfrente.

Sólo me veo mi cara y, al fondo, parte de mi culo asomando por los lados y por encima del reflejo de mi cabeza.

Ladeo las caderas un poco hacia la derecha.

La imagen es perfecta. La cinta se pierde hacia abajo, entre las dos nalgas, dejando entrever unos pocos pelos de mi entrepierna. Bueno, son más que unos pocos, pero tampoco es una melena. Por aquel entonces no me había depilado nunca.

La imagen me hace sentir segura de mí misma. Y a la vez excitada. Recuerdo cómo he hecho correr a Jorge sólo mostrándole este cuerpo. Cómo he vuelto a Alberto loco de excitación con este lindo culito puesto en pompa y cómo me he tragado la polla más grande que he visto en mi vida. Y, creo, que nunca veré otra igual.

No sé cómo, pero mis manos se han deslizado dentro del tanga. Palpando la pelambrera, jugando con los pelitos rizados. Poco a poco han ido bajando hasta el centro del coño.

Tiro más mi cuerpo hacia abajo, formando un ángulo recto con las piernas. Mis manos asoman por la parte inferior de las nalgas. Las puedo ver perfectamente hurgando en mis bajos. El bulto que forman con el tanga se mueve con ellas. Un dedo se introduce en mis profundidades.

Levanto la cabeza y me miro en el espejo.

No sé cómo he llegado a. esta situación, pero no puedo pararla. Mi pelo vuelve a estar suelto por la postura. Me tapa casi toda la cara. Mis manos casi se mueven solas en busca de su objetivo. El fin de semana se está desmadrando a medida que avanza. Al menos sexualmente hablando. Si alguien me viera… no sé que podría pensar.

Saco una mano del tanga y me apoyo en el mármol de la pica. La otra mano empieza a trabajar con libertad. Un dedo entra mientras los otros acarician los labios. Noto como el dedo introducido se va humedeciendo, cómo sube de temperatura y cómo, cada vez, llega más profundo. Noto como el coño se "hincha" por dentro atrapando al dedo en su interior. Cada vez noto más cómo entra y sale. Cómo sale y entra.

El tanga empieza a molestarme. Me suelto del mármol y reúno al tanga con los pantalones. Ahora sí que veo perfectamente mi dedo meterse en mí. Veo como los otros dedos me abren, enseñándome mis rosadas y pudorosas partes. Cierto brillo me indica lo bien que responde mi coño al contacto.

También puedo ver algo más

Sobre mis trabajadores dedos se muestra mi descubrimiento del fin de semana: mi arrugada entrada/salida de mi culo.

Y está enrojecido.

Dejando mi coñito en paz, me separo una nalga para verlo mejor. La raja se va oscureciendo a medida que se acerca al culo. La oscuridad plena está rodeada de un bulto en forma de aro, con una piel arrugada con un agujero en el centro. Todas las arrugas tienen un marcado color rojo.

Paso suavemente un dedo por encima.

Noto las arrugas y la piel muy seca en esa zona. Me escuece al tocar.

Estiro más aún las nalgas.

Las arrugas del ano se hacen más largas, llegando a la piel que lo rodea. El agujero se agranda un poquito. Que pequeño es!!! Y por ahí me la iban a meter….

La puerta se abre produciendo un sonoro golpe al chocar contra el armario.

Ahí está Jorge, de pie, sólo cubierto por una abultada toalla blanca. Su boca abierta y sus redondos ojos me indican lo sorprendido que está.

Igual que yo. Aún ni me he soltado las nalgas.

Mis profundidades inferiores abiertas de par en par al visitante.

Sin darme tiempo a añadir nada, se abalanza sobre mí con ímpetu desenfrenado. Apartándome las manos, me agarra las nalgas con fuerza. Jadeando como un animal desbocado, empieza a empujar con fuerza entre mis piernas con su paquete. Con toalla y todo.

Intento ofrecer resistencia. Le quiero apartar con todas mis fuerzas, pero no consigo separarlo ni un centímetro.

-"Déjame" le grito con fuerza, a ver si así entra en sus cabales.

Nada. Ni caso.

La presión entre mis piernas se hace más puntual. Los empujones más bestias.

Ya estoy contra el mármol de la pica del lavabo, yendo y viniendo. Mis tetas se reflejan en el espejo moviéndose y girando como locas.

Me dejo caer a un lado con todo mi peso.

Llego al suelo parando el golpe con mis manos.

Jorge cae encima de mí.

No puedo moverme. Siento su aliento en mi nuca. Me lo imagino babeando con la boca abierta, los ojos saliéndose de sus cuencas. Loco de excitación.

Sus manos se meten entre mis nalgas, apuntando su polla hacia mi coño. Empiezo a notar como toca por todos sitios, ahí abajo. La postura no le facilita el tema y, evidentemente, yo tampoco lo haré. Al contrario, lucho con todas mis fuerzas por zafarme del placaje del bestia este.

Jorge está acercándose a su objetivo. Noto la punta de su capullo cerca de mis labios inferiores. Noto como pasa un dedo entre ellos. Me está abriendo a la fuerza.

El caliente capullo se asienta entre los forzados labios de mi coño.

-"Cabrón"- le grito con todas mis fuerzas- "Déjameeeeee" mientras cierro los ojos con todas mis fuerzas y apoyo mi frente contra el suelo, intentando mitigar el daño que espero notar en un momento en mi coñito y en un acto de resignación por lo inevitable.

La presión ya está entre mis labios. Cierro las piernas con todas mis fuerzas, pero me tiene bien cogida y no consigo mucho. Al contrario, sólo consigo que apriete con más fuerza.

El capullo separa mi coño en forma de "O" y, entonces, desaparece de golpe.

Un ruido seco produce algo al chocar con el suelo. Abro un ojo y veo a Jorge a mi lado, caído boca abajo.

Me giro y veo a Alberto de pie, ante mí. También se le nota el paquete abultado. Está rojo de furia. Le grita a Jorge cosas que ni entiendo. Aún estoy atontada por lo que ha estado a punto de pasarme. Y lo peor no es eso. Aún noto mi coño caliente y húmedo. Mi cuerpo me traiciona.

Tendiéndome una mano y sin para de decirle cosas a Jorge, Alberto empieza a tranquilizarse un poco. Al menos ya no tiene la cara tan roja. Y la vena esa del cuello ya no se le marca tanto.

Consigo ponerme de pie y me abrazo a él. Jorge se da la vuelta mirando a los lados, como si no supiese dónde se encuentra. Nos mira a los dos.

-"Dios, qué he hecho. Lo siento. Lo siento. Tania perdona"- es todo lo que puedo entender entre tanto balbuceo.

Me agarro con más fuerza a Alberto. Estoy asustada de lo que un hombre puede llegar a hacer estando excitado como un toro.

-"Lo siento, nunca había visto a una mujer haciéndose una paja en directo. No me he podido controlar"- dice Jorge.

Noto como Alberto me mira de arriba abajo. También noto el frío que me recorre todo el cuerpo. ¡Si estoy desnuda! Y abrazada a un tío empalmado

Separándome de Alberto me enfundo mi tanga y me pongo la camiseta, lo más rápido que puedo.

-"Yo no me estaba haciendo una paja" - es evidente que no puedo admitir lo caliente que estaba a estos semidesconocidos. "me dolía y quería verme. Nada más."- Es admirable lo que puede inventarse una con tal de no admitir lo evidente. Aunque todo ha empezado por el dolor.

-"¿Te dolía? ¿El qué?-" me preguntan lo dos al unísono.

-"No me dirás que tenías jaqueca. Ni que te estabas tomando una aspirina… a no ser que te doliese tanto la cabeza que ni te acordabas por dónde debías meterla…" - es evidente que Jorge se está recuperando. Él y su característico humor.

-"No, capullo, me dolía el culo"- está claro que la paciencia no es una de mis virtudes. Antes de acabar la frase ya me estoy arrepintiendo de lo que he dicho..

-"¿El culo?. Es por mi culpa?- me pregunta Alberto.

Mis ojos se vuelven a cerrar y bajo mi cabeza en signo de no poderme creer lo que acaba de decir.

-"Cómo que culpa tuya?" le pregunta Jorge. - Era evidente- pienso para mí mientras dirijo a Alberto mi más dura mirada.

Risas. Y más risas de Jorge. -"no me jodasssss. Le has petado el culo a esta zorra. Y ahora no me dejas disfrutar a mí. Y además, tú - señalándome con el dedo- ni me dejaste que te tocara ayer en la tienda.

Otra vez mis ojos cerrados. Estoy quedando como una cualquiera.

-"Por algo será"- le contesta Alberto, que parece que se lo ha tomado por otra vía. Sonriendo, pasa un brazo por mi hombro y esboza una sonrisa enorme. Está contento. Se piensa que anoche rechacé a Jorge y que esta tarde me he enrollado con él. Perfecto, sólo falta que declare su amor por mí

-"Venga, vete que Tania no quiera nada contigo"- le dice.

Con un rápido movimiento de hombros me sacudo el abrazo de Alberto. -"Ahora dejadme sola. Quiero estar sola. Salid."- le digo con dureza a los dos.

-"Pero. Pero, .. Tania"- balbucea Alberto.

-"Fuera". Concisa como siempre.

-"Pe, pe, pe, pero Tania" se burla Jorge de Alberto. "Venga chaval vamos, que esta es sola una puta barata. Además la fiesta sigue aquí al lado. No te querrás perder nada más? Le dice y se escurre rápidamente por la puerta.

Alberto me mantiene la mirada, pero no tarda en salir, siguiendo el camino del otro.

Por fin sola. Que tranquilidad. Recojo los pantalones del suelo. Los sacudo un poco. Están completamente arrugados. Poco a poco voy repasando lo que ha pasado aquí dentro. Desde luego hay que parar esto. Han estado a punto de violarme. Y eso no podría soportarlo. No podría soportar no ser dueña de mis actos, ni de los actos que hacen conmigo… "la fiesta sigue aquí al lado.." es la frase que, de repente, ha cruzado mi mente.

Salgo del lavabo con cuidado y lentitud. A la izquierda están Jorge y Alberto, mirando por la ajustada puerta de la habitación de Isa y Sergio. Alberto está de pie y debajo de él, un poco agachado, está Jorge. Los dos siguen abultados.

-"¿Qué pasará ahí dentro?- me pregunto ilusa de mí.

Así, vestida con mi tanga y mi camiseta de ChupaChups, dejo caer los pantalones al suelo y me acerco a ellos.

Llego al lado de una puerta de madera. Hay una separación de unos pocos centímetros. Acomodo la cara enfocando con mi ojo derecho.

Puedo ver una gran habitación con una cama doble en el centro, con unas paredes pintadas de amarillo pálido. Al borde la cama están Sergio e Isa. Sergio desnudo. Está de pie. Isa , ante él. De rodillas y moviendo la cabeza.

Hace poco rato me preguntaba qué vería alguien que me viera chupándole eso a Sergio. Pues aquí lo tengo, ante mis ojos.

Sergio mantiene las palmas de sus manos en sus riñones, tirando hacia fuera. Parece que quiera sacar más polla aún.

Una sonrisa aparece en mi cara.

Isabel no se traga ni la mitad. Estoy orgullosa.

Mientras, Sergio hace levantar a Isa. Le da media vuelta y, tirando su cabeza hacia abajo, la pone mirando de espaldas a él. Le separa un poco las piernas. Agarrando su enorme tranca, empieza a apretar y empujar. Los jadeos de Isa se oyen perfectamente.

Le entra casi toda de golpe.

Un ahogado jadeo/ grito inunda la estancia. Aunque le ha entrado bastante rápido y fácil. Ya debe estar más que acostumbrada.

Sergio bombea sin compasión, importándole muy poco los gritos de su novia. Isa se mantiene en esa postura como puede. Ya hace fuerza con pies y manos para mantenerse de pie. Su pelo cae sobre su cara y va y viene como sus tetas.

En el fondo está disfrutando como una perra en celo.

Miro hacia arriba para ver qué hacen Alberto y Jorge.

Ni siquiera llego a verles las caras. Mis ojos se paran en sus paquetes, abultados como intentando igualar mi excitación. Sí, como oís. Mi excitación. Mi coño no se ha tranquilizado de mis toqueteos ante el espejo. Se ha asustado un poco con Jorge, pero ver esto lo ha despertado otra vez.

Mi cabeza empieza a dar vueltas. Estoy en una encrucijada mental.

Mi cuerpo me pide más.

Mi cabeza me dice que me vaya.

Mi coño me pide marcha. Igual que las pollas de éstos, abultadas en signo de clara excitación.

Un montón de ideas cruzan mi mente.

"No, no Tania" me digo a mí misma.

"No, no". Intento negar lo que me está cruzando la mente ahora mismo.

Finalmente me lanzo a mis pensamientos. No puedo evitarlo. No puedo dejar de pensar que nunca me han compartido dos hombres. Es una de mis fantasías, pero con ellos… Esto empieza a desmadrarse….. No puedo. No sé como puedo estar pensando en algo semejante.

Intentado alejarme de la fuente de semejantes ideas, me levanto y me voy al sofá.

Por un momento creo que he ganado a mis pensamientos. Creo que, de un momento a otro, voy a salir corriendo de la sala.

Pero, mientras pienso esto, mi cuerpo se sienta en el sofá

Mi cabeza me imagina yendo hacia el baño, recogiendo los pantalones y saliendo de la casa.

Mi cuerpo separa las piernas

Mi cabeza me imagina yendo a la tienda, recogiendo las cosas y yendo a la estación de tren para coger el primer tren que venga.

Mi cuerpo se palpa sobre el tanga y comprueba que está ardiendo y goteando.

Mi cabeza me imagina encerrándose en el lavabo hasta que todo el mundo se olvide de mí.

Mi cuerpo introduce la yema de un dedo en mi boca. Y lo humedece con la punta de la lengua.

Mi mente lanza un último grito de negación.

Mi cuerpo llama a los dos tíos que están en la puerta.

Que se giran al unísono.

Mi cabeza se imagina diciéndoles que se vayan, que me dejen sola.

Mi cuerpo saca la mano de la boca y la va bajando hasta meterla dentro del tanga. Empieza a frotar arriba y abajo.

Yo no sé lo que piensan esos dos, pero sus cuerpos se miran, sonríen y se dirijen hacia mí.

Desde luego que no sé lo que piensan, pero estoy segura de lo que están viendo: una tía sentada en el sofá, con los piernas abiertas y su mano entre ellas, palpando su ropa interior.

Llegan a plantarse ante mí, con sus pollas luchando por la libertad.

Mirándoles a los ojos y sonriéndoles todo lo pícaramente que puedo.

¿Ya no estás enfadada? - me pregunta Jorge, que desde luego, si Dios le ha dado algún don, no es de la oportunidad.

La única manera que se me ocurre para mostrarles mi estado de ánimo es pegarle un tirón a la toalla de Jorge.

Su polla aparece ante mí, completamente trempada, apuntando al frente, paralela al suelo. Un saludo duro y decidido.

Como ya deberíais saber, es una buena polla de 17-18cms, gordita, tensa y sin ninguna arruga. Tiene un cuerpo musculado. Igual que su cuerpo. Pero ahora no estoy para descripciones. Quiero notar, saborear, sentir y disfrutar.

Me levanto. Me quedo a un escaso metro de ellos.

Los recorro con mi mirada de arriba abajo.

Y menos mal. He estado a punto de echar todo por tierra.

-"Los calcetines. Fuera" - le digo. Menos mal que lo he visto. Es que no lo soporto. Me dejaré hacer muchas cosas en mi vida pero, nunca, nunca, follar con un tío con los calcetines puestos.

Obedientemente, se los quita. Alberto también.

Me quedo mirando a éste último. Parece nervioso. Mira más a Jorge que a mí. Está sudando a chorros. Su frente está empadada. Él ya va sin calcetines, pero aún con pantalones y camiseta.

Le miro fijamente.

Pero vuelve a mirar a Jorge.

Este está cagado. Está claro que no le atrae la idea de hacerlo con un tío tan cerca.

Doy un paso al frente y me pego casi a ellos. Con la mano derecha agarro la polla de Jorge y empiezo a pajearla. Con suavidad. Alberto se deberá convencer él solito de si acepta las reglas o no.

Suavemente voy bajando y subiendo la piel de la polla mientras miro fijamente a Alberto. Con suavidad le pajeo, pero duro. Duro.

Igual de duro que la cabezota de Alberto. Que sigue vestido, pero sin calcetines. Eso sí.

Decido emplear el Plan B.

Me agacho.

La polla de Jorge se planta desafiante ante mis ojos. Sin ninguna arruga. Parece como si la piel no estuviese preparada para tanta polla. Es como una gran morcilla con un capullo siempre visible. Debe estar operado de fimosis o algo así. De cerca supera todas mis expectativas y mis recuerdos de la noche anterior.

Me la meto en la boca mientras sigo mirando, desde abajo, a Alberto.

Parece que él también está librando una batalla como la mía de hace unos instantes.

Y parece que también ha ganado su cuerpo, porque empieza a desabrocharse sus pantalones. Que no tardan en caer al suelo.

Para mi sorpresa su polla sale al exterior. No llevaba ropa interior. Ostia, esto parece ya una peli porno.

Con el plan B cumplido, me saco la polla de mi boca y me separo un poco para comparar.

Alberto tiene una polla arrugada. Muy diferente a la de Jorge. Es más pequeña. Pero no me importa. Es que parece como más vieja. No sé, como más usada. Seguro que se mata a pajas y la tiene así de machacada. La cojo con mi mano izquierda y le bajo la piel. Debo hacerlo para verle el capullo. Otra diferencia con Jorge. Es una polla completamente cubierta de piel. Con la piel bajada, noto como va creciendo y engordando entre mi mano.

Las pajeo a la vez. En estéreo, como mi cadena de música.

Tiro de ellas hacia mí.

Mis rodillas quedan entre sus abiertas piernas.

Le pego un lametón a la polla de Alberto. Bajando su piel recorro su capullo.

Me retiro y, ladeándome a la derecha, degusto a Jorge.

Vuelvo a Alberto. Meto mi lengua en el agujero que deja su piel. Lo paso entre su capullo y su piel. Tiro hacia abajo la cabeza y dejo entrar el capullo en mi boca.

La mano derecha sigue con Jorge. Lo hago más rápido y duro. Para que no se queje. Aprieto con fuerza sintiendo la apretada verga palpitando entre mis dedos. Caliente. Siento como si me llamase.

Me saco de mi boca a Alberto y voy a por Jorge. Me la trago de un tirón y la resigo con mi lengua.

Ahora pajeo a Alberto con la mano izquierda.

Mientras la piel de Jorge baja y sube entre mis labios, la polla de Alberto crece en mi mano. Las arrugas de su piel se reúnen cerca de sus huevos, mostrándome la suave piel de su capullo. Brillante, rojo. Apetecible. Con la polla de Jorge taladrándome la boca, giro los ojos para ver mejor la polla de Alberto.

No puedo evitarlo.

Saco la polla de mi boca y meto la que tengo ante mis ojos.

Estoy desbocada. No puedo parar, quiero una y cuando veo la otra, también la quiero.

De repente la solución aparece en mi cabeza, tan rápido como fácil es la solución.

Devuelvo el miembro de Alberto al exterior y, cogiendo las dos con mis manos, me las quedo mirando. Las acerco una a la otra. Esto hace que Alberto y Jorge se queden muy cerca uno del otro. Si quisiesen podrían besarse sin problemas pero, al contrario, intentan separarse lo más que pueden. Así se quedan los dos, arqueados y con sus pollas casi en contacto.

Yo sigo de rodillas mirando los dos capullos, tan diferentes el uno del otro pero igual de apetecibles.

Los uno todo lo que puedo y me acerco a ellos.

Más

Casi las puedo oler ya.

Abro la boca hasta hacerme daño.

Introduzco los dos capullos entre mis dientes. Ambos se juntan dentro de mi boca a la par que las cabezas de los dos machos se separan. Parece que les gusta que me haya metido las dos en mi boca, pero no les gusta notar como se tocan esas partes tan íntimas y masculinas de su cuerpo.

En fin, quien algo quiere algo le cuesta. Los dos miran al techo mientras mi boca se agranda como nunca para abarcar semejante intrusión. Mi lengua juguetea en ambos capullos, primero uno y después el otro. También ambos a la vez.

Ya tengo bastante.

No acabo de disfrutar con las dos pollas en mi boca. No puedo chuparlas como a mi me gusta. Enteras y de principio a fin.

Sigo de rodillas, ahora pajeándolos a la vez.

Alberto tiene los ojos cerrados. Suda copiosamente.

No quiero que le pase lo de esta tarde. Tendré que cambiar de táctica. Alberto se tendrá que ocupar de otros "menesteres".

Jorge ya vuelve a tener sus manos en mi cabeza, dirigiéndome a su polla. Como no quiero desilusionarle, ataco rápidamente y sin compasión.

Me la trago toda.

Mi garganta vuelve a ser penetrada, aunque con menos profundidad que antes.

Un "OOOrggghh" grave y profundo proveniente de la boca de Jorge me muestra lo poco que se esperaba semejante trago.

Un "jodeeer" de Alberto no hace más que confirmármelo plenamente.

Ahora que Jorge me ya no aprieta tanto mi cabeza, decido volver a mis planes anteriores.

Dejando su polla otra vez al exterior, me levanto viendo como sale toda completamente recta y mojada de mi boca.

Con su cara a la altura de la mía, le noto la polla contra mi muslo derecho. Le planto un profundo morreo a Alberto mientras Jorge nos mira con la boca abierta.

Nuestros labios se juntan y se abren para permitir que nuestras lenguas se enlacen en un largo y húmedo beso. La sensación es intensa. Nuestras lenguas resbalan una contra la otra mientras nuestras cabezas se mueven al compás de ellas. Al hacer esto, me doy cuenta que , después de todo el descontrolado fin de semana, este es el primer morreo que me doy.

Disfruto de él todo lo que puedo.

Disfruto del caliente cosquilleo que nace en mi boca y que se traslada al resto de mi cuerpo, haciendo que los vellos de mi nuca se ericen, que mis pezones se pongan más duros aún, que mi entrepierna parezca un mar de lujuria y desenfreno.

Noto las manos de Jorge alrededor de mi cintura. Noto como tiran de mí. Al poco ya lo tengo ante mi cara.

Le planto otro morreo a él.

Mientras disfruto de sus carnosos labios, pongo una mano en el hombro izquierdo de Alberto y le hago ir hacia abajo. Jorge también me sujeta a mí, pero con una mano por detrás de la nuca, acompañando el beso, haciéndolo más profundo aún. Como un salvaje aprieta sus labios contra los míos y mueve su cabeza a los lados a través del eje que marcan nuestras enredadas lenguas. La otra mano de Jorge recorre el interior de mi camiseta, rozando mis tetas por encima del sujetador. Se centra especialmente en los pezones. Los aprieta con dureza, estirando lo que el sujetador le permite. Estoy demasiado ocupada para explicarle lo poco que me gusta eso.

Demasiado ocupada porque ya siento la cabeza de Alberto contra mi entrepierna. Demasiado ocupada porque ya noto el tanga entre sus dedos, como tira de él suavemente y pasa sus labios entre él y mi piel. Demasiado ocupada porque con el tirón se ha llevado algunos pelillos de mi chocho, provocándome un corto pero intenso dolor que me hace separar de la boca de Jorge para lanzar un quejido.

También demasiado ocupada para explicarle a Jorge que no ha sido un quejido de placer, sino de dolor y claro, él se lo ha tomado como que me estoy volviendo loca de placer y decide pasar al ataque situándose detrás de mí, obligándome a levantar los brazos, y mi camiseta con ellos. La deja por encima de mis tetas.

Mientras siento a Jorge en mi espalda, los dedos de Alberto se cuelan entre mi ingle derecha y el tanga, recorriendo mi raja de arriba abajo con suavidad. Seguro que piensa que si aprieta demasiado le desaparecerá el coño que tiene ante sus narices. Aún cree que esto no le está pasando a él. Se le nota inseguro pero, intentando comprobar que es un coño de verdad, introduce su dedo medio en él. El dedo desaparece rápidamente entre lo más profundo de mis piernas. Su nariz se acerca y aspira hondo. Cierra los ojos. Parece que ya empieza a creer que el coño es real. El movimiento de su dedo en el interior de mi vagina así me lo indica.

Los dedos de Alberto no son los únicos que se mueven y trabajan. Jorge me tiene bien agarradas las tetas por detrás. Las aprieta y masajea con fuerza. La carne de mis pechos se acomoda a la forma que le marcan sus dedos a la vez que los pezones se deforman entre sus dedos puestos en forma de pinza. Yo me estiro completamente arqueando mi espalda y apoyándome en Jorge. Levanto los brazos y los paso por detrás de su cuello y apoyo mi cabeza en su hombro. Así Alberto entrará mejor. Y más adentro. Así mis tetas se tensarán más y los masajes de Jorge serán más placenteros. Así también puedo besar la boca de Jorge. Al menos me sirve para hacerlo un poco más cálido.

Alberto no sé lo que ha tocado ni cómo pero me hace arquear, cerrar los ojos y la boca y apretar con fuerza los dientes. Jorge mete su lengua entre mis cerrados labios como puede. Me coge las mejillas obligándome a abrirlos un poco. Le respondo, todo lo rápido que puedo, con un lengüetazo profundo y húmedo.

Jorge se separa de mí y me deja con la boca abierta en forma de "O" besando al aire con los ojos cerrados. Sigo así un rato, sintiendo como va bajando por mis hombros, mis brazos y se para en mis tetas. Empieza a besarlas por la parte posterior, donde nacen. Las resigue hacia adentro para ir subiendo en círculos hasta el centro. Cuando llega al pezón izquierdo se planta y lo rodea con sus calientes labios. Succiona y lo aprisiona. El pezón se estira y endurece en su húmeda boca.

Húmeda como mi coño.

El coño del que Alberto entra y sale con su dedo como un cuchillo caliente entraría y saldría de un bote de mantequilla. Mis caderas empiezan a moverse a lo largo del dedo follador. Siento como toda su longitud se introduce haciéndome gemir cada vez que se incrusta del todo. Una vez dentro se arquea intentando tocar cosas que ni yo misma sé que nombre darles. Al arquearse hacia arriba es como más loca me vuelve. Mis caderas cada vez se mueven con más ritmo y velocidad. De repente mis piernas flaquean y se me doblan las rodillas. El resultado es que el dedo se incrusta completamente en mi conejito, haciéndome notar los otros dedos en mis labios de abajo. La sensación me pilla por sorpresa. Ha sido una penetración por sorpresa y completa. Dejo salir un bufido acompañado de un profundo gemido. Es como si Alberto aguantase todo mi peso con un solo dedo.

Disfrutando de la presión en lo más profundo de mi coño, soy levantada otra vez agarrada por las tetas. Parece que a Jorge no le ha gustado que se les escapasen de la boca.

Así que, cuando más disfruto con el dedo, éste es retirado de mi interior, llenándome de un vacío enorme.

Casi me pongo a llorar y todo. Quiero sentir algo ahí dentro ahora mismo. Dejo salir un quejido de protesta, ahogado de inmediato por la lengua de Jorge. Mis manos bajan de su cuello a lo largo de toda la espalda, hasta llegar a su culo. Lo aprieto con fuerza. También lo acerco al mío. Noto su dura polla entre mis nalgas. Mis dedos aprietan y dejan marcas en las suyas. El culo está fuerte. Lo aprieto y abro mientras el hace lo propio con mis tetas. Le obligo a juntarse al máximo. Su pecho aprieta contra mi espalda y su polla contra mi culo, chocando con la cinta de mi tanga.

Una cinta que desaparece enseguida. Alberto que se ha tomado un descanso con su dedo se ha vuelto a arrodillar y me ha empezado a bajar el tanga. Cuando llega a mis pies me levanta uno y después el otro para dejar el tanga tirado por el suelo. Enseguida noto la polla de Jorge entrar entre mis nalgas. También el aire pasar entre mis piernas. El contraste de mi coño caliente con el aire fresco me hace estremecer. Enseguida esa sensación desaparece, toda mi entrepierna se llena de la cabeza de Alberto.

Jorge ve lo que hace su amigo y se tira un poco hacia atrás, haciéndome arquear la espalda. Le está poniendo mi coñito en bandeja. Para no ser menos, yo abro ligeramente las piernas.

Enseguida noto la lengua recorrer mi coño como si fuese una fruta jugosa y goteante. Entonces Jorge me pasa su lengua por mi oreja. Ufffffff eso me encanta. Lo mejor es notar dos lenguas a la vez. Ummmmmmm. Pasa por mi lóbulo para acabar otra vez en mi boca. Otra vez su lengua buscando lo más profundo de mi boca, igual que Alberto con mi chocho. Parece que quieran unir sus lenguas dentro de mí. Si siguen apretando parece que lo conseguirán, porque de un momento a otro me voy a fundir de placer.

Así, empalada por dos lenguas, vuelvo a cambiar la situación:

Con un golpe de culo hago salir las dos lenguas de mi interior. Jorge cae sentado al sofá de detrás suyo con la polla apuntando al techo y Alberto se queda lamiendo el aire con los ojos cerrados. Es una imagen cómica pero lo último que me apetece ahora es reír, la apeteceible polla del sofá me interesa más.

Cuando Alberto no ha podido ni cerrar la boca yo ya estoy a cuatro patas dándole mi culo a él y de cara al sofá.

La distancia que me separa de su polla es corta. Me acerco a ella gateando sigilosamente. Como una gata que avista su presa. Con el objetivo fijado me sitúo entre sus piernas y hundo la polla en mi cabeza. Poco a poco, para degustar con tranquilidad la verga.

Eso es lo que yo pienso pero Jorge quiere otra cosa. Ya me tiene agarrada por los pelos y me baja la cabeza, penetrándome la boca hasta el fondo. Sin compasión ni tregua alguna.

De Alberto ni rastro. Intento girarme pero la tranca de mi boca me lo impide. Es evidente que tampoco puedo llamarle.

Decido llamarle sin palabras. Dejando la polla sola entrando y saliendo de mi boca, me agarro las nalgas y las separo un poco.

Nada. El mensaje parece que no le llega.

Las separo un poco más. Y más, hasta notar mi agujerito estirado.

Mi abierto ano con la pelambrera del chocho asomando por debajo debe ser un apetitoso manjar porque no tardo en notar el aliento de Alberto en su húmedo contorno y, enseguida, sus manos manteniéndome las nalgas separadas. Después su lengua recorriendo todo mi trasero, raja arriba y raja abajo.

Como la polla de Jorge que entra y sale golpeando el final de mi boca.

Decidiendo repetir lo de unas horas antes dejo que traspase mi boca y llegue a mi garganta. Igual que la lengua en mi culo, ya introducida y entrando y saliendo cada vez con mayor facilidad.

Vuelvo a sorprenderme por la gratificante que es que te chupen el culo. Nunca me lo habían hecho y me vuelve completamente loca. En busca de mayor contacto con su miembro bucal, empiezo a contraer el ano, para ofrecerle más resistencia de la que ya tiene de por sí. Alberto cree que no me gusta lo que me hace y deja de lamerme. Jodido imbécil.

En cambio Jorge se lo está pasando en grande. Ya me vuelve a tener agarrada por los pelos y tira de ellos haciéndome tragar aún más su polla. ¡Qué pesados son los tíos con eso!

Mis manos vuelven a bajar para llamar la atención de Alberto. Ahora sitúo los dedos a los lados de mi coño y los separo. Mis rosadas partes íntimas quedan al descubierto entre la pelambrera negra. Un dedo se introduce furtivamente en él. Es mío, pero lo saco enseguida esperando que Alberto se lance. Enseguida noto su lengua recorriendo mis pliegues. Ahora son sus dedos que me penetran. Poco a poco y palpando. Está mirando si estoy suficientemente lubricada. Pobre iluso. Si estoy chorreando.

Como la polla de Jorge. Mi saliva cae sobre el tronco de su polla. Él sigue apretando mi cabeza. La tengo toda dentro. Abro la boca y saco la lengua. Noto algo blando. Al principio me sorprendo, pero está claro lo que es. Empiezo a chuparle los huevos mientras cruza al completo mi cabeza con su polla. Al abrir la boca, la saliva cae aún más, embadurnando sus testículos.

Igual que mi coño, otra vez, recorrido por la lengua de Alberto de arriba abajo. Se separa un poco y escupe en él. Si no tuviera lo que tengo en la boca le partiría la suya ahora mismo. Pero qué se cree.

Me estoy quedando sin aire.

Retiro mi cabeza con fuerza para que jorge no me lo impida. Un hilo de saliva me sigue uniendo a su verga.

Una vez llenos mis pulmones de aire, vuelvo a atacar con el vaivén característico de toda mamada. Mis pelos van y vienen. Igual que mis tetas.

Jorge lanza un gemido y, queriendo dar todo lo que sabe, aprieta su culo poniendo la polla más dura e hinchada aún. Yo lo interpreto de otra manera y me aparto con rapidez esperando la corrida.

Al tirarme hacia atrás me encuentro con un regalito: los dedos de Alberto. Uno entrando en mi coño y el otro cerca de mi culo. Haciendo pinza no tarda en penetrarme por mis dos agujeritos. Lena al completo empiezo a cabalgar moviendo las caderas. Al tirarme atrás la polla de Jorge sale de mi boca, pero los dedos de Alberto entran todo lo adentro que pueden. Al tirar hacia delante es mi boca la que recibe el premio.

Cada vez tengo más sensibles mis bajos. Noto como si los dedos que me están follando fueran cada vez más grandes. No veo el momento de tirarme otra vez hacia atrás. Me olvido de la polla de mi boca y me concentro en esos dedos penetrantes. Los veo entrando y saliendo. El dedo gordo, que está en mi culo, está completamente empapado, pero no fuerza mucho, en cambio el de mi chocho me llega muy adentro y me abre como una flor. Una flor que empieza a hincharse, a sensibilizarse.

Cada empuje hacia atrás lo acompaño con un sonoro gemido.

Dios que dedos, si parecen pollas enormes.

Un apretón y le dedo hasta el fondo.

Una explosión en mi interior.

Mi cuerpo se tensa, mis dedos se separan y mi cabeza sube al arquear la espalda. El orgasmo me ha pillado por sorpresa, como casi siempre. Me he quedado con los ojos cerrados y la boca abierta, de la que sale suspiro largo y continuo

Ahogado de improviso por la polla de Jorge, que no ha desaprovechado la ocasión, como casi siempre.

La follada de mi boca empieza a ser violenta. Jorge vuelve a agarrarme la cabeza una vez más y dejo de chupar. Definitivamente me la está follando. No puedo hacer nada por evitarlo.

Alberto parece que admira el espectáculo, porque ha retirado sus dedos y no hace otra cosa que mirar como la polla entra y sale de mi boca cada vez más rápido.

Con la boca no puedo hacer nada, de momento, pero mi chocho quiere más. Vuelvo a abrirme el coño de par en par con mis dedos.

Nada. Alberto sigue mirando.

Muevo la mano intentando llamar la atención del mirón.

Nada.

Me señalo el coño con el dedo índice.

Nada.

-"Pero capullo, no ves que esta zorra está pidiendo a gritos que te la folles". Jorge tan pragmático como siempre.

Menos mal que alguien me entiende.

En agradecimiento a sus palabras de apoyo, dejo caer todo el peso de mi cabeza sobre su polla. El resultado es una nueva penetración de garganta coronada con una lamida de huevos.

Un "Oooh" es todo lo que Jorge puede articular como respuesta.

Aún así, Alberto continúa quieto. Está sudoroso y parece nervioso.

No sé qué le pasa, pero me trae sin cuidado. Realmente mosqueada saco la polla de mi boca de un tirón para poder decir, casi gritando: pero tío, me la metes de una vez o no?. Fóllame o sino ves a buscar por ahí fuera a alguien que pueda acabar lo que tú no eres capaz."

Alberto se queda mirándome con la boca abierta. Y con la cara completamente roja. Una vena le aparece cruzando la frente. O se pone a llorar o está mosqueado de veras.

Quizás me he pasado un poco.

Pensando en una disculpa para suavizar mi pronto, Alberto se agarra la polla con fuerza y se acerca hacia mí apuntándome con ella.

Respirando con fuerza, está hecho un verdadero toro mosqueado, me envite por detrás con todas sus fuerzas. La polla entra en mi coño con una fuerza inusitada. Me penetra hasta el fondo sin contemplaciones.

No puedo seguir chupando. Intento ahogar un grito pasándome la polla de Jorge por los labios mientras cierro los dientes con fuerza. Si aprieto más me saldrán despedidos en mil pedazos.

Alberto empieza el vaivén. Igual de bestia y fuerte que la penetración.

Ya no puedo reprimirme más. Cada embestida es contestada por mi garganta con un jadeo. La polla de Jorge empieza a pasearse por mi cara. Si me la dejo en la boca acabaré mordiéndola.

De repente Alberto la saca, para empezar a pasearse por mis labios, de arriba abajo.

Eso me encanta. Crea una sensación de suspense, de no saber cuándo te entrará. Mientras se pasea un calor casi doloroso se concentra en mi interior uterino. Sólo una cosa lo podrá mitigar.

Y Jorge lo hace. Y cómo.

Noto rebotar sus huevos contra mi culo cuando me empala sin compasión, gritando cada vez que me la hunde.

Al hacerlo mi cara se mete entre las piernas de Jorge. Ante mi cara tengo sus huevos, mientras la polla me cruza la cara y su capullo se estampa en mi frente. Así que empiezo a chuparle otra vez los huevos, pero ahora con más facilidades. Los recorro completamente. Cuando bajo Jorge se tira para atrás, levantando ligeramente las piernas.

Vuelvo a subir, pero Jorge me manda otra vez para abajo.

Le vuelvo a lamer los huevos. Jorge sigue haciéndome bajar mientras el se estira más para atrás, subiendo su culo poco a poco.

Así me encuentro con el nacimiento de sus huevos. Una tira de piel un poco más dura me indica que así es. La resigo mientras Jorge empieza a gritar que siga, más y más. Hasta el final. Para ayudarme levanta sus pies y los pasa por encima de mis hombros, dejándolos descansando sobre ellos.

Así puedo verle perfectamente su polla dura con sus huevos endurecidos debajo. Y el agujero de su culo.

Me lo quedo mirando sorprendida. Si acababa de descubrir el mío hace un rato, imaginaos lo que es ver el de un tío espatarrado.

De repente una embestida me lo coloca contra mi cara.

Es como el mío, pero con algunos pelos más. Eso lo hace un pelín desagradable pero poco más. Al menos se ve muy limpio.

Otro apretón de Alberto me incrusta entre las piernas de Jorge. Mi lengua topa con el fondo de sus nalgas.

Casi sin quererlo, ya le estoy chupando el culo. Sus palabras así me lo confirman: "chupa, zorra, si,sí, así, chúpalo entero".

Alberto , que lo ve todo desde su privilegiada posición, empieza a mover su polla de lado a lado, recorriendo círculos. Todo esto antes de retirar la polla de mi coño.

Yo sigo entretenida con mi nueva experiencia. Endureciendo la lengua, me dispongo a follarle el culo a Jorge. Ya debe notar la punta de mi lengua en la entrada de su ano.

Igual que yo empiezo a notar algo similar en el mío. Pero no es una lengua.

Sé perfectamente lo que intenta follarme el culo. Cierro los ojos esperando la explosión de dolor.

Nada. No llega.

La presión aumenta. Igual que la de las manos que me sujetan las nalgas.

Pero nada de dolor.

"Aaaahhhh" es lo que mi boca quiere gritar con todas sus fuerzas cuando la mitad de la polla de Alberto me peta el culo de un apretón. He notado como si una costura se petase, como si se me hiciese una carrera en el agujero de mi culo. Ha cedido de golpe, admitiendo, de repente, algo que lo supera ampliamente en diámetro.

-"joder qué estrecha eres" se esfuerza Alberto por recordarme. Como si yo no lo supiese.

No consigo articular palabra. No puedo. Creo que hasta afloran lágrimas en mi cara mientras la polla empieza a entrar milímetro a milímetro con cada embestida. Dios que dolor!!!!

Una nueva y decidida presión me indica que acabo de perder la virginidad de mi culito ahora mismo. Mi grito así lo comunica al resto del vecindario. Me giro para pedirle a Alberto un poco de compasión.

Está ido. Sus ojos abiertos como platos, completamente rojo y resoplando. A este no lo para ni un tren. Además su polla cada vez entra más y más.

El dolor se va estabilizando.

Cierro los ojos a ver si así desaparece del todo. Una pena, porque no veo venir las manos de Jorge, que me invitan, muy amablemente como siempre, a seguir con la limpieza anal.

Empiezo a lubricarle su ano, como si pudiese servir de algo con el mío. Quiero pasarle todo mi dolor. Quiero que sienta lo que yo siento. Quiero que grite como yo hace un momento. Pero está claro que no puede ser. Yo grito cada vez que la polla de Alberto de hunde en mi intestino pero Jorge no hace más que gemir y llamarme zorra.

Alberto me da una tregua sacando su polla pero abriéndome las nalgas de par en par con sus manos.

-"Joder Jorge, si pudieses ver esto, parece el túnel del Cadí. Menudo boquete le estoy haciendo". – dice Alberto con tono jovial, antes de añadir: –"Y no se ve el fondo"- mientras mete un dedo.

-" Tío, me cabe un dedo sin tocar los bordes"- se jacta el cada vez más lanzado Alberto.

-"Venga, cabrón, cámbiame", grita Jorge a su enculador compañero.

-"Y una mierda" le responde éste- "Quiero correrme en su culito" para pasar a meterme otra vez su polla en mi dilatado ano.

-"Venga, tío, quiero petarla" – le vuelve a suplicar Jorge, poco antes de que yo vuelva a meter mi lengua con todas mis fuerzas en su culo. Así que acaba diciendo: "petarlaa…aaaah…aaaaaaah", poco antes de añadir: "vale , te dejo pero date prisa".

Yo observo como se me rifan. Qué poco me conocen. Decido tomar cartas en el asunto diciéndoles, como puedo entre los jadeos que me producen las embestidas del enculador, : -"Tú Alberto….oooooh, te correras en mi culo…oooooh cuandooo yo te … te… te lo diga. Y desde luego no te lo diré ahoraaaa….. aaah. Y tú Jorge, tranquilo, tendrás mi culo, pero no seas ansioso."

Parece que todo vuelve a su cauce. Los dos calladitos siguen con sus tareas. Jorge cada vez abre más las piernas para mí. Alberto ya me la mete y saca hasta el fondo como si me follase el coño. Noto sus pelotas rebotar en mi coño, y su mano deslizarse, por detrás, hasta mi clítoris, para empezar a masajearlo con delicadeza. Todo la delicadeza que le falta en la polla la tiene en los dedos.

Definitivamente somos un único ser. Cada vez que Alberto me aprieta toda su morcilla yo me voy contra el culo de Jorge y le meto la lengua en su arrugado aro posterior. No soy más que una extensión de la polla de Alberto, que penetra a Jorge. Los tres jadeamos al unísono. Los tres disfrutamos. Los tres estamos llegando a un orgasmo colectivo.

El sensible clítoris me está haciendo olvidar el dolorido culo. La mano de Alberto debe estar chorreando mientras me frota poco a poco. De delante atrás y de atrás a delante, para luego, volver a empezar. Una y otra vez. Cada vez que pasa por el botoncito, una burbuja crece en mi interior. Una burbuja que crece. Y crece. Y crece. Me llena toda interiormente, apartando el dolor de mi culo hasta un sitio donde ni lo llego a sentir. Sólo noto el bajo vientre de Alberto rebotando contra mis glúteos. La polla ha dejado de ser algo doloroso. Mi culo la empieza a aceptar y se divierte con ella.

-"Fóoooo…llaaaaa…me durooooo. Duro. Máaaas durooooo". Una corta frase que dura una eternidad.

Alberto aprieta con todas sus fuerzas toda su verga. Casi llega al estómago. O al menos es la sensación que noto.

Aunque sólo por unos instantes. La burbuja explota.

Mi lengua vuelve a salir como una exhalación de mi boca, junto a un fuerte jadeo-grito clavándose a la primera en Jorge.

Mi cuerpo se tensa y vuelve a temblar una vez más. Noto como el vibrar de un tambor después de golpearlo. Y sus vibraciones me traspasan de pies a cabeza.

Disfruto mientras como el culo a Jorge con todas mis ganas. De afuera adentro, por los lados recorriendo círculos cada vez más pequeños y rápidos.

Alberto me agarra con fuerza por las caderas. Casi me hace daño. Con la polla clavada empieza a temblar como yo hace unos instantes. Noto la leche llenar mi culo por dentro. Nunca había sentido algo así.

De repente el ano que rodea mi lengua empieza a cerrarse y abrirse. Unos jadeos parecidos a los míos acompañan estas contracciones.

Humedad caliente en mi espalda.

Sorprendida me levanto, haciendo que la polla de Alberto sala de mi culo con un sonoro "Bloooop".

Humedad caliente en mi cara.

Ante mí, la polla de Jorge escupiendo su fluida esencia.

Me tiro hacia a tras más sorprendida aún, cayendo de culo al suelo.

Humedad caliente en mis tetas.

Vuelvo a tener mi cuerpo rebozadito de semen. No me excita ni me gusta en exceso. Me hace sentir una cualquiera. ¿Aunque no es lo que estoy buscando este fin de semana?

Mis pensamientos se interrumpen con el ruido de unas llaves contra la puerta de entrada.

Una voz masculina se adentra en la casa.

Mi embadurnado cuerpo corre a esconderse del desconocido. Alberto y Jorge hacen lo mismo.

Ellos son mas inteligentes: suben escaleras arriba mientras yo me refugio detrás de la barra.

El silencio se apodera de la sala.

Una puerta se abre y deja pasar a Sergio. En calzoncillos y con su enorme paquete a la vista.

Al salir de su habitación tiene una vista perfecta de toda la cocina. No tarda en verme sentada en el suelo con las piernas cruzadas y tapándome las tetas.

Tampoco tarda mucho en ver todo lo que cubre mi cuerpo. Nada aparte de los jugos de mis amigos.

La voz entrante no ha venido sola. Una fémina lo acompaña.

Sergio sigue mirándome. No se cree lo que está viendo.

Rápidamente se deshace de los visitantes, que resultan ser su hermano con la novia.

Mientras los acompaña a la habitación de al lado del baño yo me escabullo escaleras arriba, sujetándome los pechos con una mano mientras con la otra intento tapar mis partes íntimas.

Al llegar arriba me siento aliviada. Qué vergüenza!.

Empiezo a recuperar la respiración normal y acompasada mientras abro una puerta y me meto en la oscura y desconocida habitación.

Cierro la puerta y ahora si que me siento completamente a salvo. Parece que nadie sabrá nunca en que habitación estoy.

Eso porque no he visto el rastro de gotas que he ido dejando en mi escapada. Gotas espesas y blancas.