Concierto descontrolado (02)

Continuación del relato donde Tania se va a un concierto, tres dias, acompañada con tres amigos. El primer día ya ha pasado y el primer tío ha "caído". Ahora viene el segundo, con otro amigo...

El calor es insoportable.

Me muevo. Estoy totalmente empapada. El sudor mancha las partes del colchón que estaban en contacto con mi cuerpo.

Me incorporo.

La claridad me deja sin vista. Intento proteger mis ojos de esa luz cegadora. Es imposible.

Salgo de la tienda y voy hacia los lavabos. Hay un montón de gente. Me doy una ducha rápida. Desde luego nada parecido a lo que he hecho hace un rato en una ducha como esta.

Una vez de vuelta a la tienda veo que los chicos no están. Me visto. Me pongo ese bikini blanco que tanto me gusta. Las braguitas están compuestas por la tela triangular delantera y una más grande para el culo, ambas unidas por una pequeña cinta que me permite mostrar los muslos al completo. El sujetador es igual de blanco, bastante fino (por lo que transparenta un poco cuando se moja) y con una cinta anudada por detrás de mi cuello y la típica banda posterior sujeta con corchetes. Encima una camiseta sin mangas y unos pantaloncitos de algodón, de esos que quedan muy ajustados y a nivel de la entrepierna. Me gustan mucho y, aunque no lo parezca, son muy cómodos. Y sexys. Salgo de la tienda, me enfundo mis gafas de sol y voy en su búsqueda.

Cruzo entre las tiendas mirando si están por ahí. Hay un montón de personas tiradas, durmiendo. Enfrente de nuestras tiendas puedo ver perfectamente a una pareja durmiendo los dos completamente desnudos. La tía con una pierna encima de su acompañante. La postura le hace enseñar parte de la pelambrera de su entrepierna. No se cortan ni un pelo.

Continúo la búsqueda.

Los encuentro en el parking, al lado del coche, tomando el sol y bebiendo cerveza. Los tres van sin camiseta. Sus caras, pechos desnudos y piernas captan los rayos del sol como haría un lagarto en cualquier tarde de verano.

Así vistos, los tres son muy diferentes. Jorge, como dije ayer, está bien formado. Sus abdominales y pectorales se marcan bastante y están recubiertos por una abundante pelambrera. Está bastante cuadrado. Alberto es el menos afortunado en este sentido. Barriguita cervecera coranada por unas tetitas un pelín pronunciadas para mi gusto y unos pelillos por aquí y por allá. Fran es el mejor, sin ningún lugar a dudas. Completamente depilado, aunque con menos abdominales que Jorge, presentaba un vientre absolutamente liso. Sus anchas espaldas mejoraban el aspecto de su pecho que, recorrido por abundantes gotitas de sudor, lo hacían brillar bajo el sol como un anuncio luminoso.

Sin dejar de admirar semejante espectáculo, me acerco a ellos quitándome la camiseta, quedándome en bikini y pantalones cortos, para igualarme a ellos. Al sacar la camiseta por encima de la cabeza, mis tetas vuelven a su lugar original con un visible bamboleo.

Los tres me miran. Bueno, me las miran, para ser más exacta.

-"Hola", les saludo con alegría y sabiéndome observada.

-"Hola", me contestan todos menos Fran, que aparta la mirada.

-"Ya empezamos de buena mañana…" digo mientras miro a Fran a ver si puedo saber qué le pasa.

-"Ya ves"- me dice Jorge mientras se acerca a mi y me pasa una mano por la cintura y me guiña un ojo.

-"Cuídate eso del ojo, que igual te ha entrado algo" le digo mientras me suelto su abrazo dirigiéndome hacia Fran. Le cojo su cerveza y le pego un trago.

Noto como los dos me miran de arriba abajo.

Extraño.

-"Menudo concierto os perdisteis ayer, dormilones" les digo a Fran y a Alberto.

Jorge añade: "irse a la tienda no significa irse a dormir, ¿verdad?" mientras me mira y suelta una carcajada.

Yo me quedo mirando a los otros dos y luego a Jorge. Decididamente es imbécil este tío y no ha entendido nada. O simplemente quiere que los otros se enteren

-"Si, ya. Está claro que no, pero si no dormisteis, ya me explicaréis que hicisteis los dos solitos". Contesto intentando evitar que siga hablando Jorge.

-"Bueno, no hicimos tanto como tú, al menos". Fran se ha decidido a hablar. Y menudo humor tiene. Joder este Jorge a saber qué les ha explicado

-"No sé de qué me hablas pero yo ayer no hice nada especial" le digo mientras miro inquisitivamente a Jorge. Éste se mete una mano en el bolsillo y me enseña una arrugada prenda. La reconozco enseguida, son las bragas que llevaba anoche. El muy cabrón me las ha robado.

-"Bueno, bueno dejémonos de historias y divirtámonos que a eso hemos venido" dice Alberto acercándome su botella de cerveza. Me la bebo de un trago (quedaba poco) y me siento en el coche, fuera de la inquisitiva mirada de Fran y del cerdo de Jorge.

-"¿Divertirnos? Aquí hay alguien que ya se ha divertido mucho. ¿Qué más quieres?- dice Fran bien alto.

Pongo los pies en el salpicadero y empiezo a pensar. Abro una botella de la caja que hay en el asiento del conductor. Así parezco una borracha pensativa, pero qué le vamos a hacer. Menudo cabronazo este Fran y ese Jorge por ir a chivarse.

Aunque a mí qué me importa, yo no he hecho nada malo.

Alberto decide estirarse para tomar el sol. Al poco rato, los otros dos le acompañan. Yo sigo en el coche con mi cerveza.

-"Os vais a quemar y luego os quejaréis"- es lo primero que se me ocurre decirles.

-"Sí, mamá. Por casualidad tengo yo aquí un protector. ¿Nos lo pones tú?, cariño."- dice Alberto mientras saca un bote de su mochila.

-"Vosotros mismos, Estoy muy bien aquí"- les hago saber.

-"Tú misma."- me contesta Alberto.

Fran mete mano en su mochila y saca un potecito más pequeño. Es de color azul, con el tapón blanco. Se lo enseña a los demás y me dice: -"Igual prefieres esto". Los otros dos responden con una gran carcajada. Fran lo vuelve a meter en su bolsa.

-"¿Qué coño era eso que ha enseñado Fran?". Es la pregunta que me hago en estos momentos pero, por no parecer tonta, no les pregunto nada. Seguro que es algo que debería saber. Ni idea. En fin yo seguiré admirando

Aún riendo, Alberto le pasa su protector a Jorge. Éste saca el tapón y se llena una mano con su contenido. La sustancia blanca y espesa llena completamente su abierta palma. Con ella en la mano me mira y me lanza una sonrisa de complicidad y me guiña un ojo mientras mueve la mano ligeramente hacia mí, como ofreciéndome lo que tiene ahí. No le hago ni caso. Él empieza a restregarse el cuerpo con el protector. Su brazo derecho, el izquierdo, el pecho, las piernas y finalmente lo que puede de su espalda. Se lo pasa a Fran.

Miro, disimuladamente, por encima de las gafas para no perderme ni un detalle. Me muerdo la punta de uno de mis dedos y lo muevo ligeramente. Así debo parecer muy inocente, si supieran lo que pienso…. Empieza igual que Jorge, llenándose su mano de líquido blanco protector. Se pasa parte de lo de una mano a la otra y empieza a fregarse el pecho con las dos. Aprieta fuerte. La piel se deforma muy poco por el paso de la mano. Está fuerte. Repasa el pliegue de debajo de sus pectorales. Pasa por encima de sus pezones casi sin tocarlos. Parece que yo tenga un zoom en mis gafas, porque durante un instante sólo he visto pezones. Menuda imaginación tengo. Baja sus manos. La barriga, igual de dura. Sigue extendiendo protección por sus brazos. Al doblarlos marca unos perfectos bíceps que se relajan e hinchan al ritmo que los dobla. Continúa por sus piernas. No las tiene tan desarrolladas como los brazos pero no están mal. Las recorre de abajo a arriba. Empieza por la derecha. Los gemelos, la rodilla, el muslo. Y sigue subiendo hasta meter una mano en sus pantalones por la zona de la ingle. Ahí dentro sigue fregando. Me imagino siendo yo la que le pone la crema y

Uuufff!!!, que calor...

Tendré que dejar de mirar o acabaré manchando los asientos del coche

Giro la cabeza y me centro en los pájaros, en los árboles verdes, en la brisa marina que pasa por aquí. En la gente que va de aquí a allá. En el sol…¿sol? me recuerda demasiado a Fran. Le vuelvo a mirar.

Ya le ha pasado el bote a Alberto.

-"Mierda." Pienso para mí sin quitar ojo de Fran. Así estirado, con el cuerpo brillante por la crema, dorado por el sol se me ocurren mil maneras de hacerle pasar el enfado sólo utilizando mi boca o mi entrepierna.

Me imagino quitándome las bragas, yendo hacia él y situando un pie a cada lado de su cara. Levantándome la falda (si la llevase) y bajando poco a poco. Sin ninguna duda, con la vista que tendría él desde ahí abajo ya se olvidaría del enfado. Cuando hubiera doblado completamente las rodillas y mi raja se acomodara alrededor de sus labios, aunque quisiera, ya no podría hacer nada para evitarlo. Al contrario, si intentase hablar para quejarse me haría feliz. Me imagino sentándome en su cara y él moviéndola para poder hablar y yo volviéndome loca notando como su lengua y sus labios ….

"Que si me pones crema en la espalda"….

Como su lengua y sus labios se mueven intentando librarse de lo que tienen encima….

-"Tía, Eoooo, ¿Dónde estás?" EEooooo. Tierra llamando a Tania. "

Con la vista perdida en mi imaginación me giro hacia la fuente de esas inoportunas palabras.

-"Que te digo si me pones crema en la espalda"-

Era Alberto. Todito lleno de protector excepto en su espalda. Está estirado bocabajo mirándome a través de sus gafas.

Hace un momento les he dicho que no. Pero eso era antes. Acabo de descubrir que mis pensamientos me han encendido mucho. Sólo hay una manera de apagarme: Acercarme a Fran.

-"Claro, claro…" le digo dirigiéndome a él.

Llego a su lado. Él sigue estirado bocabajo. Sitúo mis pies a los lados de su culo y me siento sobre él. Me pasa el protector. Lo abro y lleno mis manos con parte de su contenido. Me las froto y me tiro un poco hacia delante apoyando las palmas en su espalda.

Miro a Fran por encima de las gafas. Ni se inmuta.

Empiezo a mover las manos en pequeños círculos. Alberto tiene la espalda completamente embadurnada de crema y, poco a poco, se la voy extendiendo más. Y más. Noto la entrepierna sensible. A través de mis pantalones, el culo de Alberto presiona mi chochito. Está húmedo. Muevo mis caderas muy ligeramente. Lo de ahí abajo se va abriendo como una flor...

Su abriese los ojos vería a Fran mirándome atentamente. Intentando comprobar si estaba moviendo las caderas sobre Alberto o sólo eran imaginaciones suyas.

Vaya si las movía. Es un leve movimiento delante-detrás casi imperceptible. La postura produce el resto. Una nalga de Alberto se introduce más en mi entrepierna llegando a presionar mis labios hacia adentro. Uno roza con el otro. Cada vez que tiro hacia abajo se separan. Cada vez que tiro para arriba se juntan. Cada vez más sensible y húmedo

Al contrario que la espalda de Alberto, que estaba completamente seca. El protector lo había dejado, en el suelo, unos centímetros por encima de su cabeza, así que voy a por él. Para alcanzarlo, necesito inclinarme, apoyar una mano al lado de la cara de Alberto y con la otra intentar llegar al protector.

Está más lejos de lo que creía.

Me estiro más. Pongo el culo casi en pompa apoyándome sobre las rodillas.

Algo roza mis pezones a través de la fina tela del bikini.

Miro rápidamente, sorprendida por la sensación. La punta de mis pechos toca la espalda que tiene ante sí. Debido a mi postura y colocación, mis tetas cuelgan sobre la espalda de Alberto, rozándola levemente. Enseguida mis pezones, respondiendo al roce, se ponen completamente erectos, duros. El bikini queda marcado por dos pequeños botones encendidos. Dos botones de los cuales parece desprenderse calor. Un calor que se va juntando con el de mi entrepierna.

Alcanzo el recipiente.

En lugar de incorporarme verticalmente, hago rozar muy suavemente mis pechos contra la espalda de Alberto. Noto mis pezones endurecerse, todavía más si cabe.

No es que Alberto me excite, nada mas lejos de la realidad, pero con el calentón que voy cogiendo necesito hacer algo para "calmarme" un poco. Espero que Alberto no entienda lo que no es.

Me incorporo, ahora ya del todo con mi bikini completamente marcado. Si siguen así reventarán el sujetador.

Miro al frente con la mirada perdida mientras me froto las manos… y me imagino frotándome las tetas con el frío líquido para bajar el calentón. Y me imagino gimiendo al cabalgar sobre Alberto y entonces los otros dos se dan cuenta, se acercan se bajan los pantalones y

-Oye, ¿Qué haces? Me dice Alberto. ¿Qué no me pones más?

-"¿Qué?. Ah sí perdona"- le digo mientras levanto el bote y lo aprieto, enfocándolo a su espalda.

-"Joder, qué frío estáaaaaa!!!!"- se queja Alberto.

-"Venga, deja de quejarte y estate quieto, que si no, no podré acabar nunca". Y empiezo a repartirle todo por su blandita espalda.

-"Si por mí podrías quedarte toda la vida ahí - me dice- no sabes lo bien que estoy".

-"Me lo imagino - le digo dándole también unas palmaditas en la espalda- Ya está. Ahora me toca a mí".

Me levanto de su culo y me siento a su lado, dándole la espalda. Da la casualidad que estoy de cara a Fran, que sigue mirando el cielo.

Empieza a fregarme la espalda por abajo, justo donde acaban mis pantaloncitos. Continúa espalda arriba.

Choca un par de veces con la tira del sujetador.

-"Perdona, pero esto me molesta. Te importa si te lo subo un poco y luego te lo bajo para poder trabajar sin obstáculos?"- me dice muy bajito Alberto, como si no quisiera que se enterasen los otros dos.

-"Claro que no me importa. Pero será más cómodo quitarlo" - le digo inocentemente.

-"Ehhh?, no, no. No hace falta". Alberto, menudo bonachón.

-"Tranquilo, que no pasa nada." - le digo mientras paso mis manos por la espalda y libero los corchetes que fijan el bikini.

Las cintas se sueltan y salen disparadas, cada una hacia su lado.

Noto como mis tetas caen un poco al desaparecer la presión del sujetador.

Rápidamente pongo las manos alrededor de las copas del bikini. Abarco cada pecho con la mano contraria, sosteniendo el bikini en su sitio.

Alberto continúa con el masaje protector.

Me tiro hacia delante, aumentando la presión de mis tetas contra mis flexionadas piernas.

Puedo notar los pezones, aún duros.

Cierro un poco los dedos sobre ellas.

No sé si os lo he dicho, pero son unas tetas grandes. Medida 95. Aguantan bien el paso del tiempo. A mis años están en su plenitud. Duritas, firmes, tersas, suaves. Sobretodo eso, suaves. Me encanta tocar la piel de esa zona, extremadamente fina y sensible. No logro abarcarlas todas completamente con mis manos. Será que tengo las manos pequeñitas

Paso, disimuladamente, la mano derecha por debajo de la tela del bikini que cubre la teta izquierda y, tapándome con las rodillas, tanteo el pezón.

Completamente erecto.

Lo pillo entre dos dedos a modo de pinza. Sin apretar, que no me gusta. Son unos pezones pequeñitos de diámetro, pero de largo hacen un centímetro, diría. Las aureolas que los rodean también son pequeñitas, y rosaditas.

Cada vez estoy más encendida, y necesito hacer algo para apagar ese calor. Se me cruza por la cabeza la idea de ir a los baños y darme una "ducha" como la de ayer...ni loca, tengo a tres tíos semidesnudos y quiero hacer algo aquí, pero no quiero que se den cuenta, y mucho menos que me vean...

Quiero tocarme, necesito tocarme, mis tetas necesitan de mi atención, y mi entrepierna parece ir por el mismo camino.....uffffff......cada vez estoy mas excitada.

Al final, se me ocurre una idea:

-"Alberto, pásame un poco en las manos que yo iré haciendo el resto mientras tú te concentras en mi espalda." -le digo inocentemente. No penséis mal.

Tapándome ahora con el brazo y mano izquierdos, noto como el líquido frío va llenando la palma de la mano que le he acercado a Alberto.

Reparto entre las dos manos y empiezo a fregarme la barriga.

Enseguida empiezo a pasar las manos por dentro del bikini. Unto las tetas abundantemente. Me toco rápidamente. Quiero darme el gustazo de tocarme con Alberto detrás, pero tampoco quiero que me vea. Friego en círculos grandes, pasando también por los alrededores para disimular.

Mis tetas empiezan a responder....y de que manera...

Cada vez me gusta más esto.

El bikini se mueve un poco de sitio. Enseguida lo coloco en su posición y aprovecho para volver debajo de él. Ahora me limito a los pezones. Con la punta de los dedos los aprieto y recorro sus alrededores. Los dedos están absolutamente húmedos. Resbalan sobre los pezones como si fuera mantequilla fundida. Al apretar un jadeo pugna por salir de mi garganta. Lo ahogo como puedo.

Saco las manos de ahí.

Paso a mis piernas. De arriba abajo. Hasta los pies.

Vuelvo a pedir más crema.

-"Tía, que te la estás acabando, aprovecha que queda poca"- me dice Alberto mientras me llena la mano.

La pongo en mis ingles, para ir repartiendo hacia abajo.

En ese momento Fran se incorpora y se me queda mirando.

A través de mis gafas yo también lo miro fijamente.

Alberto sigue frotándome la espalda. También pasa un poco por los costados, tirando, cada vez más, hacia mi zona delantera.

Me olvido de Alberto.

Es mi oportunidad con Fran.

Levanto las manos otra vez. Y las coloco bajo el sujetador. Las muevo poco a poco en círculos, como he hecho antes, pero ahora ante la atenta mirada de Fran. No hago nada malo. Sólo me pongo crema. Por lo que parece él se preocupa mucho por mí y no se pierde nada. Hace un ratito estaba mucho más borde conmigo, en cambio ahora me presta más atención...(voy por buen camino, aunque no tendría que decirlo..)

Al dar vueltas con las manos sobre mis tetas, sin querer (eso es lo que debo decir como buena chica que soy), se me desplaza un poco el sujetador a un lado. Mi pezón izquierdo queda al aire.

Me saco las manos del sujetador y las pongo sobre mis rodillas.

Las voy separando poco a poco.

La crema que aún tengo ahí forma una gran mancha blanca en la parte interna de ambos muslos. Ha ido goteando hasta manchar mi blanca braga del bikini.

Empiezo a extenderla a lo largo de mis muslos. Vuelvo hacia abajo.

En este preciso instante la mano derecha que recorría la espalda se sobrepasa y me roza la parte externa del pecho.

Estoy demasiado puesta para quejarme.

Sigo bajando las manos. Están ya en mis ingles.

Los dos, Fran y yo, continuamos mirándonos a los ojos. Él, fugazmente, desvía su mirada un poco más abajo. Al menos eso me parece a mí.

Vuelvo a notar un leve contacto en mi pecho izquierdo. Yo sigo concentrada en mi cremita.

La llevo hacia mis ingles. Me las froto bien. Resiguiendo el borde de la braga voy adentrándome bajo mis piernas. En dirección a mi culo.

Vuelvo a subir. Paso muy cerca de mi rajita. Acaricio levemente alguno de los pelillos que la rodean.

Otra vez, por casualidad, se me queda la braguita ligeramente fuera de sitio. Se me ve claramente una pequeña mata de vello. Vuelvo a bajar y voy poniéndola en su sitio.

Algo me agarra mi teta derecha. Me sorprende pero tengo las manos ocupadas. La lengua la tengo libre, así que le digo: -"Alberto, me parece que te has pasado de frenada".

-"Vamos tía, que te estoy viendo hace rato. Si llevas todo el rato calentándome, intentando provocarme. No me digas que no es lo que buscabas."- me contesta Alberto al tiempo que me coge la otra teta con su otra mano.

Empieza a masajearlas.

Entonces Alberto se da cuenta que nos está mirando Fran. Para de mover las manos.

Pero no las quita.

Menuda imagen debe tener Fran. Una tía que la noche anterior se ha follado a un amigo suyo (según la invención del amigo, que conste) con las manos del otro amigo rodeando sus tetas bajo el desabrochado bikini y con las piernas abiertas, mostrando una entrepierna cubierta de un líquido espeso y blanco.

Me avergüenzo de mí misma. Retiro la mirada de Fran.

Me remuevo, bajando los brazos liberándome del "abrazo".

Fran, mirándonos con una cara que yo definiría como de asco, se levanta sin decir nada y desaparece detrás de los árboles en dirección a mis queridas duchas ante mi apenada mirada.

Sola con los otros dos, y sentada ante Alberto, con los pezones como escarpias, me vuelvo a abrochar el sujetador.

Al levantarme oigo como Alberto murmulla algo entre dientes. No se que ha dicho, pero tampoco le presto atención. Quiero irme, mis pensamientos ahora sólo están en una cosa...Fran, y lo que debe pensar de mi. Entre lo que Jorge le debió contar, y lo que acaba de ver, no quiero ni pensar la opinión que tendrá de mi. Además y para acabar de arreglarlo, el salido de Alberto me ha manoseado a conciencia las tetas. Espero que no piense que quiero algo con él, y que he querido calentarlo. Ni loca vamos....si no hubiera estado Fran, no le habría puesto ni una gota de crema encima...Sólo faltará ahora que ese salido quisiera hacer algo conmigo. Me levanto deprisa, y me voy sin decirles nada. Me parece escuchar que dicen algo entre ellos, pero muy bien podría ser que no. Estoy demasiado confundida.

Decido ir en dirección a la tienda. Estoy avergonzada. No hago más que ponerme en ridículo. Pero no puedo evitarlo. Llevo dos días que me entra una calentura espectacular y no hago más que calentar al personal. Esto no puede seguir así.

Sin darme cuenta vuelvo a estar ante a la pareja desnuda durmiendo a pierna suelta. La pelambrera de la tía sigue a la vista. Y algo más también. Entre su pelambrera llego a distinguir un par de líneas rosadas que la cruzan. Vaya donde vaya y haga lo que haga siempre acabo en lo mismo: sexo.

Está claro que este fin de semana no lo recordaré por la música sino por el sexo. Aún delante de la pareja desnuda me dispongo a irme. Me atrae un tatuaje que puedo ver en la nalga derecha de la chica. Es un símbolo oriental que vete a saber qué quiere decir.

Con esta imagen en mi cabeza, giro y empiezo a andar.

Finalmente llego a la tienda. Entro y me estiro. Estoy cansada.

Enseguida me envuelve la oscuridad

Otra vez ese cuerpo ante mí. Sólo cubierto con unos slips blancos. Mis manos se posan sobre ellos. Los bajo. Una hilera de pelillos negros se presenta primero.

Sigo bajando.

La hilera se convierte en una abundante mata de vello negro y rizado.

Continúo bajando.

El bello se separa, rodeando algo en forma de cilindro. Ancho. Unos granitos envuelven este cilindro y de él nacen algunos pelillos más. Lo que continúa desde este punto es largo y produce un bulto alargado y grueso en los calzoncillos.

Bajo más aún esa incómoda prenda.

Me encuentro con que algo ofrece resistencia y me impide bajarlos más. El bulto se hace más evidente al incrementar la presión.

Tiro con fuerza y los bajo hasta las rodillas.

Lo que andaba escondido bajo los calzoncillos, como un resorte, sale de golpe y se presenta ante mis ojos. Erecto, palpitante, desafiante y grueso, muy grueso. Algo rojo, y más ancho aún, lo corona.

Me acerco y paso mi lengua por él. Resigo una vena palpitante que lo cruza casi todo entero hasta meter mi nariz entre el bello del pubis.

Aspiro fuerte.

Puedo ver algo detrás de todos esos pelos. Es algo azul. Parece un tatuaje. Separo algunos pelos y veo que es un delfín saltando del agua.

Me separo extrañada.

La polla entonces empieza a crecer. Y crecer. A engordar sin parar. Debe llegar al medio metro de largo y a los 8 cm de ancho, como mínimo. La piel que rodea el capullo se abre.

Puedo ver unos dientes pequeños y tremendamente afilados.

La polla , o lo que sea, gira sobre sí misma. Parece que me está mirando.

Estoy asustada.

Sigue alargándose, acercándose hacia mí.

Me retiro todo lo que puedo, pero la tienda tiene un final. Me acurruco.

La polla entra como una exhalación en mi boca, abierta a punto de lanzar un grito.

Me despierto de golpe.

Me incorporo y abro los ojos. Todo blanco, otra vez. Mi dilatada pupila no puede soportarlo. Cierro los ojos otra vez.

Dios, demasiado manga japonés. Y eso que sólo he visto una peli que tenía mi hermano por casa y que encontré por casualidad. Pero una, por lo soñado, es demasiado.

Más tranquila, entreabro un poco los ojos y me protejo con la mano. Entre mis dedos puedo ver algo. Una sombra estirada a mi lado. Tiene la cabeza muy estrecha y unos pies juntos en algo negro y redondo.

Asustada por que pueda ser un demonio violador japonés abro los ojos de golpe y preparo un buen grito.

Me vuelvo a fijar. Me he equivocado. Es alguien que está estirado pero al revés de lo que pensaba. Está boca abajo, de espaldas a mí, mirando por entre la cremallera de la tienda.

Parece que mira, pero que no quiere ser visto.

"Joder"- dice el espía.

"Ejjj, eee… oye qué haces? Y quién eres?- le digo a la espalda, blandita y llena de carnes, por cierto, que se estira ante mí.

La espalda se gira y me deja ver la cara del espía.

Es Alberto, el tocador de pechos.

Se está riendo. Me mira de arriba abajo.

-"Buenas tardes. Pues nada, la verdad es que no miro nada, sólo el día tan bonito que hace."- me dice.

Al girarse, y ver cosas de él que antes no podía ver, empiezo a pensar que me está engañando.

-"Vaya, uno que se le empina con la boca de una foto y al otro con el Sol de un día de verano, menudos salidos"- pienso para mí en voz alta.

-"No sé de qué hablas, pero sí", mientras se gira a seguir mirando por la cremallera.

-"Bueno, mirón, apártate que me estoy meando. Tengo que salir."- le digo.

-"No, no ahora no salgas" - me pide.

-"¿Cómo?. ¿Que no me dejas salir?. ¿Quien me lo va a impedir?- le digo medio gritando.

-"No, si poder puedes salir, pero me parece que interrumpirás si lo haces.." dice sin apartar la mirada de fuera.

-"Vaya si interrumpirás"- sigue diciendo.

-"Interrumpir, qué? Venga apártate.- le digo mientras le empujo a un lado.

Mi cabeza sale de la tienda.

Efectivamente el día es precioso. Nada de nubes, un Sol radiante, unos árboles verdes y frondosos, con unas hojas meciéndose en una ligera brisa que refresca un poco el ambiente y dan sombra a una tienda que está enfrente nuestro, con las puertas abiertas de par en par y mostrándonos todo su interior

en el cuál una rubia, a cuatro patas, se está tragando una polla enorme.

Aparto la mirada y me quedo mirando a Alberto. Pestañeo un par de veces y mi boca se queda abierta.

-"Míralo, desde luego no pierde el tiempo"- me dice Alberto.

-"Ya veo, pero quién es"- le digo mientras vuelvo a mirar hacia la tienda de delante.

-"Cómo, que no lo conoces? Pensaba que ya lo habías visto así alguna vez. Es Fran"- me deja ir.

Es verdad, no lo había reconocido en "ese estado". Por lo que había entrevisto la noche anterior tenía un buen aparato, pero eso superaba todas mis expectativas.

Debía medir unos 20cm que, en comparación a la cabecita de la rubia, eran una exageración. (Ya se que muchos diréis, no es para tanto, pero, creedme, por mi experiencia, 20cm son mucho). Fran estaba de espaldas a nosotros. Su espalda era ancha, bien proporcionada y musculosa. Su culo era pequeño, o al menos así se le veía puesto debajo de esa espalda y se contraía al ritmo que penetraba la boquita de la tía. Su enredado pelo no me dejaba ver su cara, que me imaginaba con sus marrones ojos cerrados y la boca apretada en algún rictus de placer. La tía tenía buen saque porque no se tiraba hacía atrás ante las embestidas de Fran. Tranquilamente se tragaba, entre pequeñas lamidas de capullo, tres cuartos de miembro viril sin ningún tipo de problema. Yo, si hago eso le vomito encima a la primera embestida.

Mientras mis pensamientos calibraban la capacidad de mi boca, las manos de Fran rodeaban la rubia cabellera y mandaban sobre sus movimientos. La estaba obligando a tragar más.

Dios.

Pero la tía tragaba. Y cómo. Su nariz estaba clavada en el pubis de Fran. Con la polla clavada no sé donde, la tía movía su cabeza de lado a lado y fregaba su nariz entre los vellos enrollados de Fran.

-"Joder, de dónde ha sacado a esta aspiradora" pregunto sin esperar respuesta.

-"No sé pero yo me dirigía a la tienda, a echar una siestecilla y ha aparecido Fran acompañado de esa tía. Me ha dicho que se la ha encontrado en la duchas y que se la iba a follar. Que no iba a ser aquí el único que no iba a follar. Me ha dicho que si quería me metiese aquí a mirar, que no cerraría la cremallera de la tienda. Por lo que se ve ya la conocía y a la tía le va el rollo exhibicionista."- bonita explicación de Alberto a una pregunta retórica.

Durante esta pequeña fracción de tiempo que me he despistado nuestros amigos ya han cambiado de postura. El misionero se presenta ante nosotros, pero con las piernas de ella completamente abiertas y los pies cruzados apoyándose en el culo de Fran. Desde nuestra posición, y debido a la orientación de ellos, podemos ver perfectamente como la polla penetra el abierto coño de la rubia. Que por lo que acabamos de comprobar es rubia de pote (teñida para los amigos) porque presenta una abundante pelambrera negra que se pierde hacia las profundidades de su culo. También podía ver el culo de Fran. Sus empujes hacen que se contraigan las nalgas hacia el centro. Cuando las relaja, se puede ver su raja cruzada por unos pelos negros que se pierden hacia abajo, justo hacia donde le salen los huevos. Desde ahí también se los puedo ver perfectamente, como van y vienen, chocando con fuerza contra el culo de la tía. Cada apretón de Fran es correspondido por un jadeo de la rubia. Poco a poco el vaivén se va haciendo más intenso. Fran pasa sus manos por debajo de la chica y sujeta su culo con fuerza. Lo aprieta. Todo su peso está sobre ella, que casi ni se ve, sólo sus piernas que siguen moviéndose al son que le marca Fran.

Las manos de la rubita aprietan también el culo del macho follador. Lo aprietan con ganas. Entre sus dedos se pueden ver las carnes del culo de Fran. Aprieta con fuerza, lo quiere más adentro. Que tía.

Giran sobre sí mismos. Ahora está ella encima. Con las rodillas en el suelo y las manos en el pecho de Fran, hace fuerza y empieza a subir y bajar con la polla de Fran como guía. Se la mete hasta el fondo. Al principio, cada vez que baja, se amortigua un poco, haciendo fuerza con las piernas. Al poco rato ya se deja caer con todo su peso sobre el mástil que la está perforando. Y lo repite una y otra vez. Empuja un poco las piernas y sube hasta que se llega a ver un poco el pliegue del prepucio de Fran, entonces se deja caer. Eso debe entrar hasta lo más fondo de ella. Qué dura está la polla, ni se dobla ni tuerce.

Uuuuuffffff que envidia!!!

Algo roza mi pierna.

Miro, y veo que Alberto se ha acercado un poco a mí.

No le digo nada.

Debe haber sido sin querer.

Otro golpe en mi pierna. Ahora es algo más puntual, pero más duro.

Me giro y miro hacia abajo.

El paquete de Alberto roza mi pierna a la altura de mi muslo izquierdo.

Nos miramos.

Silencio.

Pone su mano derecha en mi espalda. La empieza a masajear.

-"Déjalo. No pierdas el tiempo"- le digo mientras aparto su mano, me giro y continúo mirando hacia fuera.

Delante, Fran se levanta y le da la vuelta a la chica, colocándola a cuatro patas. Los dos están de cara a nosotros. La mano de él me la tapa el trasero de ella, pero creo que hurga por ahí detrás, porque ella no para de soltar suspiros de placer.

Ahora es la cara de Fran que no está a la vista, sólo su pelo se muestra por encima del culo de la rubia. Al poco, se levanta la cabeza. La cara de Fran está completamente brillante, humedecida. Algo le chorrea desde la boca hacia la barbilla.

Él se incorpora y se coge la polla con una mano mientras con la otra separa una nalga de la perrita que tiene delante. Enfoca su polla y se acerca a ella, más aún. La tía baja la cabeza, cosa que le hace subir un poco más el culo, y se pone en la boca una de las manos que tiene en el suelo.

Parece como si quisiese ahogar un grito

Fran parece contrariado. Aprieta. Le cuesta, sigue apretando sin soltar la polla.

No puedo verlo, pero por lo hechos y la cara de la tía (ojos cerrados y dientes prietos) diría que la está intentado encular.

Fran vuelve a tirarse hacia atrás, agacharse y perderse entre el culo en pompa que tiene ante sí.

Se lo debe estar comiendo entero. Que gusto

Instintivamente, mis piernas se separan un poco

Que envidia. Recuerdo la noche anterior, con la lengua de Jorge jugueteando en mi ano y desearía ser yo la rubia de ahí delante.

Fran recoge su mochila del suelo de la tienda. Empieza a rebuscar en su interior. Empieza a mover con más prisa. Parece que no encuentra algo. Empieza a sacar cosas y tirarlas por el suelo. Parece desesperado.

Una sonrisa se esboza en su cara. Saca la mano de la mochila. Un tubo azul con tapón blanco aparece entre sus dedos.

Es el tubo que esta mañana me ofrecía entre carcajadas.

Saca el tapón. Aprieta. Una crema transparente sale de la punta del tubo y va a parar a la de sus dedos. Los dos empiezan a sonreír. Fran le pasa la mano por detrás.

Se lo está poniendo supongo, en el culo. Es lubricante.

Enseguida me viene a la cabeza las palabras de Fran respecto a ese tubo y a mi persona. Me decía que igual prefería eso al protector. Sólo de imaginarme a Fran detrás de mí llenándome el culo de esa crema, me derrito.

El chichi se me encharca.

La mano vuelve a mi espalda. Ahora no digo nada. Le dejo hacer. Sigo pensando en la crema.

Sigue bajando.

Me toca la piel que se ve entre mi camiseta y los pantalones. Suavemente me frota esa zona con el dorso de su mano.

Se me pone la piel de gallina.

Se me cierran los ojos.

Se abre mi boca.

Y con ella logro articular un "No, no" muy flojito.

Tan flojito que no sólo no para la mano, sino que ya está dentro de mis pantaloncitos. Moviéndose, magreando y apretando mis nalgas.

Los apretones dan paso a unas suaves caricias a lo largo de mi ralla del culo. Acaricia la parte interior de esa raja, empezando por arriba , llega hasta abajo, cerca de mi ano.

Vaya con mi ano, hasta hace un día sólo lo había hecho servir para una cosa, y ahora parecía que quería más, y más.

La temperatura de mi cuerpo sube, a la vez que bajan mis fuerzas para oponerme las caricias.

Con los ojos cerrados empiezo a disfrutar de las caricias. Mi culo se levanta levemente, con la intención de facilitar el trabajo.

Las caricias pasan del culo a más abajo. Empiezan resiguiendo mis labios, hasta llegar a mi bello púbico. Los dedos se enredan en ellos, siguiendo sus formas naturales. Vuelven a bajar, rodeando con maestría mi clítoris que, para entonces, ya se había empezado a despertar. Vaya que sí.

El calor en esa zona es increíble. Algo empieza a quemarme por ahí. Tanto que casi me hace daño.

Y sólo hay una forma de apagar ese fuego

Y parece que los dedos lo saben porque se introducen con cuidado en mí, moviéndose lentamente ahí dentro.

Un jadeo apagado sale de mi garganta, al mismo tiempo que mis caderas empiezan a moverse en pequeños círculos, acompañando el movimiento de dedos.

Pero los dedos, de golpe, se retiran.

"Joder, putita, como estás. Jorge tenía razón"- dice Alberto mirándose los dedos que hace un momento tenía dentro de mí.

"Calla, calla, y sigue si no quieres arrepentirte toda tu vida" le digo mientras le dirijo una fugaz mirada.

Está con el tordo desnudo. Su abultada barriga se agranda por su postura sentada. Su mano se pasea por su nariz, oliendo lo que, hasta hace un momento, estaba dentro de mí. Enseguida se pone de rodillas y fuerza por bajarse los pantalones. Yo vuelvo a mirar hacia fuera. Quiero volver a ver a esa tía follada por Fran y volver a recuperar mi estado de ánimo de antes que el gordo abriese la boca.

Fran vuelve a la carga. Sigue con una mano rodeándose la polla. La pasea en círculos por el culo que tiene ante sí.

Empuja y aprieta.

Los ojos de la enculada se cierran con fuerza. Sus dientes también lo hacen alrededor de uno de sus dedos. El empuje ha sido brutal. La cabeza casi le sale de la tienda. El grito llega a mis oídos con claridad. Fran empieza a bombear.

Dios quisiera ser ella con todas mis ganas.

Un gran peso me aplasta contra el suelo de la tienda.

-"Ya verás tía, todo lo caliente que me has puesto esta mañana con la cremita, lo vas a cobrar ahora. Te voy a pegar la follada del siglo"- me susurra el gran Alberto que ya está completamente desnudo. Noto su polla entre mis nalgas.

-"No, no. Déjame en paz. Por favor." - es casi una súplica.

Me siento libre enseguida del peso que tenía sobre mí. Si en el fondo, Alberto no es mal tío

Unas manos me agarran por la cintura y tiran hacia arriba.

Me obliga a ponerme a cuatro patas.

Sus manos rodean mi culo. Me separan las nalgas. Tiran aún más y me las separan al máximo. Siento un escozor en mi ano. Me lo imagino completamente estirado. Algo empieza a recorrerlo.

Es su lengua.

Húmeda y blanda rodea, aprieta un poco y se introduce.

Una vez más, vuelvo a cerrar los ojos de puro placer, pero le pido que pare.

La lengua me penetra por detrás.

Me separo de él, liberando mi culo de su lengua folladora. A causa del movimiento, mi cabeza sale de la tienda.

Debo haber hecho mucho ruido porque la rubia y Fran, que sigue bombeando, me están mirando.

Me escondo rápidamente.

Noto como la lengua vuelve a penetrar mi ano, pero ahora de golpe. Entra un buen cacho a causa de mi súbita retirada. Ahí dentro, la lengua sigue moviéndose. La noto muy adentro. Muy adentro

Apoyada en mis manos bajo la cabeza. El pelo cuelga libre a los lados de mi cabeza. No tengo fuerzas ni para aguantarla. Me está haciendo gozar el gordo.

Alberto se retira y me dice: -"Joder putita tienes un culo delicioso. Que bien sabe", mientras se relame su empapada cara.

Hace un rato ha conseguido cabrearme, pero ahora me ha hecho olvidar todo con su jugueteo de lengua. Lo quiero dentro de mí. Lo necesito dentro de mí.

Le cojo una mano y la dirijo hacia donde más quiero que me toquen. Lo paseo entre mis nalgas, humedeciendo sus dedos con la saliva que ha dejado. Pongo su dedo medio en la entrada de mi ano.

Aprieto.

Entra fácilmente. Con el ritmo que lleva este fin de semana, el culo se está ensanchando por momentos. O al menos es la sensación que me da.

-"Je, je, la quieres ahí?, zorrita" me dice Alberto sin retirar el dedo.

Yo no le contesto, pero bajo mi cabeza hasta dejarla descansando sobre mis manos, en el suelo. Mi culo ahora está más levantado.

Abro las piernas un poquito más.

No le he contestado, pero parece claro que lo ha entendido.

Su mano derecha sigue hurgando en mi culo con un dedo. La izquierda ha pasado a mi teta izquierda. La frota con fuerza. Me la aprieta. Le cabe toda en una mano sin problemas. Tiene las manos grandes.

Me giro para verle mejor. Así arrodillado se le ve mucho la barriga. Debajo de los michelines puedo ver su polla, bastante trempada. Es pequeña. Tampoco me importa. Para lo que quiero que me haga, es mejor así. Al estar de rodillas sus huevos están apretados entre sus piernas. Parece que se le salgan, que le vayan a explotar. Los tiene completamente rojos. Casi se le ve más huevos que polla

-"Aaahhh!!!!" un suspiro de dolor me sale de la garganta. Ha metido demasiado el dedo en mi culo.

Él se debe creer que ha sido de placer porque aumenta la presión en mi teta y hunde más el dedo en mi culo mientras exclama: -"Te gusta, eh!!!".

-"No tío, me haces daño" le contesto rápidamente.

Igual de rápido él saca el dedo de mi culo y me suelta el pecho. -"Ostia tía lo siento, no quería hacerte daño. Me he excedido", me dice mientras aparta la mirada de mí y se pone colorado.

Se esboza una sonrisa en mi cara. ¡Que majo!. -"Tranquilo, que no pasa nada, pero es que donde tenías tu dedo no es un lugar muy concurrido y me hacía un poco de daño." -dicho esto decido que quiero que sea este tío el que me desvirgue mi culito. Es tan delicado

-"Ceo que tu peor problema lo tienes en la cabeza. No te gusta que te lo hagan en el culo. ¿Me equivoco?"- me pregunta.

Muevo mi cabeza a los lados, afirmando sus palabras.

-"Pero me da igual. Estoy decidida a probarlo"- le digo.

Yo sigo a cuatro patas, con mis nalgas bien separadas y mirándole con los ojos de mi cara y con el del culo.

Intento dejarle claro qué quiero que me haga.

Vuelvo a apoyar la cabeza en el suelo y sigo mirándole. Me separo las nalgas todo lo que puedo. Tiene mi culo abierto ante sus ojos

unos ojos que se abren como platos.

-"Venga, todo tuyo" le digo y giro la cabeza dejando de mirarle. No quiero ver como me lo hace. Si le veo venir aún me cagaré de miedo.

Oigo ruido y movimiento detrás de mí. Se debe haber puesto muy nervioso. Es normal, creo, con mi postura.

Noto algo que me toca entre mi abierto culo. Es más gordo que antes. También noto su barriga en mi espalda. No se deja caer, porque si no me aplastaría.

Cierro los ojos con fuerza, a la espera de lo que creo que va a venir. No quiero que me haga daño.

Nada.

Silencio.

Todo quieto.

Un olor llega a mi nariz. Parece olor a sudado, pero con algo más. Es un olor que ya he notado otras veces. Me recuerda al olor a polla. Es algo más profundo, con más cuerpo. Más intenso.

Me roza la nariz.

Abro los ojos.

Ante mí está una de las manos de Alberto con su dedo medio extendido.

Le miro extrañada.

-"Huele. Verás que aroma tan increíble desprende tu culito" me dice.

Lejos de tranquilizarme, sus palabras hacen que le mire más raro aún.

-"Venga, ya verás- me dice acercando más su dedo a mi nariz- hazme caso.

No puedo apartar los ojos del dedo. Está limpio. No debería extrañarme, porque soy muy limpia yo, pero me extraña. No sé qué esperaba encontrar en ese dedo

Alberto, que perece leerme el pensamiento, me dice: -"Mira, está bien limpio. No te creas que eso de ahí detrás es algo sucio y feo. Ya verás. Huele".

Ante tanta insistencia, y evidentemente una curiosidad enorme, aspiro con todas mis fuerzas sobre el dedo que me tiende.

Ya he dicho antes a qué olía. Sigo manteniendo mis impresiones. Desde luego que no me imaginaba que mi culo oliese así. Tampoco es que huela a rosas, pero desde luego no huele a mierda. Mi nariz se ha llenado por completo de ese olor. Es olor a sexo, en definitiva.

Desde luego este Alberto me está camelando bien.

-"No puedes pensar que es algo malo hacerlo. Ya lo ves"- me dice mientras aparta una de las "puertas" de la tienda y me deja volver a ver a la pareja de delante.

Fran sigue bombeándola sin compasión. Sus movimientos son enormemente potentes. La rubia abre la boca cada vez que Fran aprieta. No llega a gritar, por que sino ya estaría aquí medio camping. Se le esboza media sonrisa en su cara mientras le follan el culo sin compasión.

-"¿Ves. La tía esa se lo está pasando en grande. Tú no quieres?. Acaso crees que a esa la están haciendo daño?" sigue insistiendo.

-"Pero tío, mira como estoy puesta. Que más quieres que haga? ¿No te parece claro que quiero que me lo hagas?. Venga calla de una vez" rotunda y clara, como me gusta.

-"Sí, sí. Ya veo que me lo estás pidiendo, pero quiero estar seguro de que eso es lo que quieres"- me dice el que empieza a ser ya un pesado y como no se dé prisa se le escapará la oportunidad de desvirgarme por detrás.

-"Si, eso es lo que quiero"- digo abriéndome aún más las nalgas y acercando mi cara a la mano que aún tenía ante mi nariz. La tengo tocando mis labios.

Los abro.

Empiezo a chupar el dedo que me daba para oler. Lo hago entrar en mi boca y lo lamo con mi lengua ahí dentro. Lo recorro entero desde la punta hasta el nudillo.

Retiro mi cabeza sacando el dedo de la boca y le digo: -"No sólo no huele mal, sino que tampoco sabe nada mal".

-"Veo que ya estás decidida. Que cacho puta eres. Sólo con decir eso me has puesto la verga a tope"- suelta Alberto mientras vuelve a incorporarse y se coge la polla con la mano derecha y mi nalga izquierda con la otra mano.

Yo suelto las nalgas y pongo las manos delante de mi cara, en el suelo. Imito a la tía de enfrente. Ella parecía que sabía lo que hacía.

Alberto comienza a apretar. Noto su punta en mi culo. Por fuera. Diría que tampoco está acertando de pleno.

Él también se ha dado cuenta, y apunta con un dedo metiéndolo un poco en mi ano.

Yo cierro los ojos con todas mis fuerzas pensando que es la polla lo que acaba de entrar en mí. Espero el estallido de dolor.

Nada.

Sigue la presión pero nada más.

Como veo que no puede, decido ayudarle. –"Oye porqué no la lubricas un poco."- Al decir esto me separo un poco de su polla y vuelvo a bajar las manos, pero ahora abriendo mi chorreante rajita. –"Ahí no tendrás tantos problemas".

Dicho y hecho. Alberto me empala el coño con todas sus fuerzas. O lo intenta. A la primera no acierta. Demasiado a un lado. A la segunda tampoco. Demasiado abajo. Decido tomar cartas en el asunto. Le agarro la polla con una mano y me la dirijo a la entrada de mi concha. La muevo ahí. De arriba abajo y de derecha a izquierda. Describiendo círculos. Humedeciéndola con mis jugos. Que no me faltan. La vuelvo a situar en mi coñito y saco la mano.

-"Ahora"- le digo con una poco de compasión y cabreo a partes iguales.

Alberto aprieta. Entra toda sin problemas.

Un Aaaahrrghh suyo y un aaaaahh mío lo dejan claro. Tenía muchas ganas de notar algo dentro de mí. El calor que desprende mi coño empieza a recorrer mi cuerpo. El bamboleo de su culo se transmite a mi cuerpo. Empiezo a ser follada como una perrita.

Alberto me sujeta las nalgas con fuerza mientras me mueve al son de la follada que me está pegando.

Sus movimientos empiezan a ser violentos y rápidos. Demasiado.

Me separo rápido y le digo que a ver si se olvida de algo, mientras vuelvo a separarme las nalgas. Una vez más.

Alberto, ciego de excitación, sitúa su polla en mi culo.

Vuelve a apretar.

Se agarra la polla y la aprieta hacia adentro. La mueve hacia los lados.

Yo relajo todo lo que puedo. Excepto mis ojos que vuelven a cerrarse con fuerza.

La presión empieza a convertirse en dolor. Un dolor agudo me crece en la zona del culo. Parece que lo está consiguiendo.

Yo empiezo a gemir. No por gusto físico, creo que es algo más psicológico. Como si mis jadeos pudieran engañarme del dolor que siento.

Alberto al verme gemir aprieta con todas sus fuerzas.

Un "aAAAArrgghhgh" largo y profundo sale de la garganta del enculador.

Una sensación de algo mojado y caliente en mis nalgas me pilla por sorpresa.

Instintivamente me separo de él con rapidez y me giro.

Está ahí, mirando al techo de la tienda, con los ojos casi en blanco, con la boca abierta y sujetándose la polla con una mano. La polla no para de escupir líquido blanco. El suelo de la tienda vuelve a llenarse otra vez del mismo fluido que anoche.

Así no pararé nunca de limpiar.

Me paso una mano por mis nalgas.

Mojadas. Completamente empapadas, mejor dicho. Y eso que he sido rápida y me he apartado enseguida. Si me pilla en el chocho, me deja preñada seguro. Menuda cantidad de semen.

Friego la mano en el suelo intentando limpiarla.

Alberto ya ha dejado de emanar semen. Joder parecía una fuente.

No me mira. Está callado, mirando ahora el suelo y sin soltarse la polla.

Yo sigo sentada ante él, con las piernas un poco abiertas. Quiero más. Delante suyo, me paso una mano por mi abierto coño. Le pido que siga y me separo los labios con mi mano. Entre los pelos negros rizados exteriores aparece el rosadito interior de mi vagina.

-"Vamos" le digo lascivamente.

Para mi sorpresa, Alberto se sube sus pantalones y sale de la tienda, dejándome sola, espatarrada y tocándome la figa.

Entre la sorpresa que me ha producido la corrida y la marcha de Alberto, el calentón me ha bajado completamente. Estoy más preocupada por otras cosas. ¿Tan fea soy que, aún enseñándole toda mi pelambrera y mi coñito abierto, el tío ha decidido escapar? ¿Huelo mal?.

Así, con el coño aún abierto, vuelvo a concentrarme en la tienda de delante y en mí.

Al final acabamos los tres al mismo tiempo