Concierto

Arremolinado entre la gente, no puedo objetar nada, todos se mueven, solo que esto es distinto, su pelvis contra mis nalgas, simplemente en otras circunstancias pienso que me la quiere dejar ir, profunda y despiadadamente

Sin proponérmelo, me encontraba en medio de una multitud de jóvenes, todos entusiasmados por el calor, la música electrónica y porqué no decirlo, uno que otro humo a hierba que salía entre esa muchedumbre.

No me gustan las multitudes, mucho menos las apretadas, las que no te dejan respirar o no permiten que ni un pensamiento te salga de ahí. Pensando en mi seguridad, mi camiseta floja, ni una sola alhaja, el dinero en la calceta del tenis y mis pantalones de mezclilla comunes.

Un viejo entre todos ellos, jóvenes radiantes.

Mis pensamientos rondaban en lo que un joven siente a su edad, no más de 20 años. La facilidad de desprenderse y no tener problemas. Envuelto en mi catarsis, oigo los sonidos que en momentos provienen de un lado del escenario y luego por otro lado, música electrónica y un atardecer prodigioso. Me aprietan y me mueven, gritan y se contorsionan. Visto el espectáculo desde arriba, solo pareceríamos un dibujado derroche de cabezas, que olean desde una esquina a la otra.

Todos parecen estar de baja estatura, yo y pocos más somos de un metro ochenta, mas que menos.

En conciertos de música electrónica y en este conglomerado, a veces siento que las cabezas voltean hacia todos lados, menos hacia el escenario, hay un solo tipo, moviendo y moviéndose curiosamente.

Comienza el temor de algo suceda, ese temor desconocido, que en soledad, porqué nadie me acompaña, me sucede a veces. Existen jóvenes de todos los tipos, hombres y mujeres, predomina el color café oscuro o el pelo negro. Siento la mirada a mi lado, las luces ahora predominantes del estrado, no me permiten discernir, con sus estallidos multicolores, quien o quienes me observan.

Volteo la cabeza y observo, mientras la música trastoca más a mis compañeros.

En estas circunstancias estaba, cuando siento en mi espalda el toque de un cuerpo, de manera distinta a como hasta hace unos instantes era el juego. Antes el toque de los chavos, era del torso para arriba, ahora el toque es del torso para abajo.

Arremolinado entre la gente, no puedo objetar nada, todos se mueven, solo que esto es distinto, su pelvis contra mis nalgas, simplemente en otras circunstancias pienso que me la quiere dejar ir, profunda y despiadadamente. Acerco mi mentón a mi hombro derecho, no puedo voltear más y veo solo carne, es alguien sin camisa, mostrándose en plenitud. El lugar es lo de menos, un monumento gigantesco en cuatro patas, alegoría que mi libertad me permite.

Solo a mi se me ocurre venir aquí. Existen bailes y mi compañero trasero, se encuentra dándome con fervor, excitándose, lo siento en el tamaño de su pelvis en mis nalgas, me empuja cada vez más, no me puedo mover para el frente, pensarían que estoy haciéndole lo mismo que me están haciendo a mí y no es mi interés o intención.

Toman sus manos un rumbo peculiar, ya no me empuja, se detiene en mi cinturón y poco a poco me va envolviendo en mi cuerpo, como si de un borracho se tratara y yo su poste favorito. Esto en otro tiempos pasaría percibido, ahora es un tiempo libre para abrazar a cualquiera.

Yo me dejo llevar, no se quien sea, ni para que me quiera, mucho menos el estado en que se encuentra, solo se que el abrazo es cálido y fortificante.

Siento como sus manos llevan la camiseta para afuera, dejando que el aire entre por abajo. Sus manos recorren mi piel, desde mi ombligo hasta mis pechos. Caramelizan mis pezones sus dedos calientes y ambos pechos son aromatizados y expuestos a la rigidez.

Una de sus manos permanece en mi pecho y la otra se ubica alrededor de mi ombligo, siento que sus dedos aprisionan mis pocos pelos que ahí tengo, en un esfuerzo de alargarlos y peinarlos. Su antebrazo denota fuerza, denota pelambre, que me pica y que me excita.

La camiseta guanga, permite que los demás no observen como va introduciendo su dedos mas largos y ahora toda su mano finge tener pena y se oculta atrás de mi cinturón. No hay desaprobación de mi parte, solo dedos y calentura. Baja más y me atrae hacia él, portentosamente agrandando mi pene, encima de la ropa interior.

Aprieta y distiende mi pubis, mano ajena a mí, que ahora hago propia, que abarca mis testículos y los aprieta sin pretender lastimar. Miles y miles de cabezas alrededor mío, mi temor de que volteen al unísono y griten, par de putos, déjense hay.

Recorren sus dedos abajo de mis huevos, aloja su mano mi pene, hurgan en la ropa. Mi humedad es cabrona, estoy lecheando ese líquido transparente, seminal. Su mano se empapa en mí, ya que la frontera de tela ha sido rota, el resorte y todo el calzón es bajado y su mano, pretende distender más mi pene.

El helicóptero, redondea en el cielo y su luz nos ilumina gratamente, par de cabrones en celo, cojiéndose cariño en una plaza harta de gente.

Mi pene no circunsiso, es tocado en su cabeza por el dedo índice que se introduce entre la piel y se humecta, se fuga entre los pliegues, ayudado por otros dos dedos que hacen las veces de instrumento de sujeción. Circunda su dedo desde mi frenillo hasta que cierra el círculo de mi circunferencia. Una mano haciendo esto y la otra, terminando de redondear la aureola de mi pezón. Dos círculos en diferentes partes han sido tocados.

Ha bajado el ritmo de la música y nadie empuja, solo mi poseedor, potencia el contacto, por atrás y por delante, forma un receptáculo con su mano que baja de arriba a abajo, pausadamente.

La masturbación va acompañada por su otra mano en mi parte superior que ahora se dirige a mis axilas, llenas de pelo, Acude a más humedad y forma una pinza que mi músculo del bíceps recibe y delinea. No se que más me excita, si su mano en mi pene, masturbándome o su cuerpo compactado al mío, si la multitud que está aquí en esta supuesta oscuridad o sus cabellos del antebrazo que cosquillean en mi pecho.

Pretende que exude semen y lo está logrando, con cada movimiento de su mano calmada en mi verga, siento que ya casi es el momento, un estruendo en el escenario me hace que me venga en su mano y en mi pantalón.

Mano que ahora se voltea y exprime mi verga, que deposita en su palma más semen. Mano que se cierra con su carga de vida y que la saca de mis pantalones y la dirige hacia afuera con el contenido intacto. Mano que me abandona, temblando y flaqueando.

Momentos sin pensamientos y sin movimiento. Mano que ahora siento que hurga en los pantalones del dueño. Mano tras un pantalón que ahora con mi semen en su pene, golpea a mis nalgas y masturba a su dueño.

Mano que no dura en obtener los líquidos de su propietario. Mano que recorre de nuevo el camino de regreso a mi pecho, que embadurna todo su contenido en su pecho y que pega mi camiseta en su humedad.

Mano que ahora me abandona y que desaparece.

Estoy sin pensar, sin ubicar que acaba de suceder, mientras siento que algo en mi pecho se seca. Pego mi mentón a mi pecho y subo la camiseta y huelo el perfecto olor, del gozo con un desconocido que nunca veré, que me hizo olvidarme de esta multitud.

Sin inhibirme me han hecho gozar, me han hecho la noche.