Con unos franceses en las costas de Senegal

Sofia y José salen de Namibia y ponen rumbo a Cabo Verde.

PARA ENTENDERLO MEJOR HABRIA QUE LEER LOS RELATOS ANTERIORES,

Dando la vuelta al mundo con Sofía

Con Sofia y con Paz en un barco en Los Angeles

Averiados en una isla abandonada

De Filipinas a Viet Nam

Disfrutando del sexo persaLa pasión Tanzana

De Madagascar a Ciudad del Cabo

Violadas en Namibia

AUNQUE SE PUEDE VIVIR SIN ELLO CIERTAMENTE…

Me sentía bastante culpable por hacer creer a José que tres negros nos habían violado a mi amiga y a mi, pero no sabía la reacción que podría tener mi acompañante si supiera después de lo mal que lo había pasado, que todo fue una tomadura de pelo de mi amiga para que ambas pudiésemos sentir aquellas tres joyas de ébano en nuestro interior.

José me cuidaba en todo momento, quedando el pobre agotado de tanta guardia que impedía que yo hiciese y que él hacía por mi.  No me podía quejar pues me cubría de atenciones a cada minuto.

José me dejaba distancia y la verdad aunque me subía por las paredes por falta de polla no me tocaba un pelo.  Me imagino que es lo que se debe de hacer con una recién violada, pero yo me moría por tener aquella polla que tantas satisfacciones me había dado perforando mi necesitado coño.

La verdad es que nos esperaban 3 semanas de travesía desde Namibia a la Isla de la Sal en Cabo Verde y me veía a pan y pajas los 21 días que faltaban.  Lo intenté por activa y por pasiva y no fue hasta que decidí acabar con todo aquello de una vez por todas.  Mientras José hacía unos cálculos con los mapas y rutas, cogí uno de nuestros vibradores favoritos y sin pensármelos dos veces me lo clavé en el culo en el camarote principal.  Me di caña con él hasta que mi ano quedó claramente dilatado.  Esperando que llegase de un momento a otro, me despojé de mi camiseta y completamente desnuda me puse a cuatro patas en medio de la cama y empecé a meterme el vibrador en el coño dejando a la vista mi abierto culo.

Fue una reacción en cadena la de José al entrar en el camarote, verme a cuatro patas masturbándome duro y mi culo abierto le hizo reaccionar.  No dijo ni hola, simplemente agarró su nabo y me lo clavó en todo el culo empezando a darme sin pausa y matándome de gusto cada vez que la punta de su polla chocaba en mi interior con el falo de goma que me rompía por dentro.

Fue corto pero intenso.  José estaba fuera de si, como un búfalo al galope.  Me dio durante no más de tres minutos hasta provocarme un tremendo orgasmo que sirvió como espoleta para que llenase mis intestinos con su cálido néctar victima de un maravilloso orgasmo.

Yo acabé destrozada sobre la cama, había sido un orgasmo muy fuerte que me dejó sin fuerzas para continuar con el vibrador, José estaba cortado por haberme montado después de lo que supuestamente había ocurrido.  Fui yo la que le hice ver que la vida continuaba y que le deseaba más que nunca.  Le mencioné alguna chorrada tipo – con tu polla podré olvidar a esos apestosos negros – o algo así.

Desde esa noche y hasta llegar a las costas caboverdianas me dio de lo lindo sin descanso, estaba como queriendo recuperar el tiempo perdido y yo lo disfrute como una loca.

José silbó en cuanto tuvimos delante la costa de Santa María.

-       joder como se ha puesto esto, cuando estuve hace 10 años, había un hotel y casas de pescadores – dijo con pesar.

Y efectivamente, la maravillosa playa estaba inundada de hoteles inmensos, nada que ver con el paraíso que mi Capital Nemo particular me había hablado.  La verdad es que daban pocas ganas de quedarse, pero 3 semanas en el mar es mucho tiempo como para darse la vuelta.

El plan era hacer Namibia, Cabo Verde, Canarias, Barcelona, pues yo iba con el tiempo pelado para que se cumpliese mi año de excedencia en mi trabajo, pero claro la mierda en la que se había convertido aquello cambiaba nuestros planes.

-       te propongo, pasamos dos días aquí descansando y comiendo bien.  Y tiramos hacía Senegal y allí descansamos unos días en sus playas vírgenes.

Ni se me ocurrió objetar.

Descansamos dos días a base de mucho sueño, alguna copa y cenas comidas en los mejores hoteles.  Con la despensa llena levantamos anclas hacía Dakar después de un día de playa rodeados de turistas del tipo “todo incluido”.

El tiempo era maravilloso por lo que casi dormíamos en la cubierta, al tercer día de navegación me despertó el ruido de una gaviota.  Al levantarme vi en el horizonte una gran playa infinita.

Navegamos paralelos a la costa hasta encontrar un pueblo de marineros enfrente al cual anclamos el barco.

Con la zodiac nos acercamos al pueblo donde no había anda reseñable, salvo un pequeño bar.  Nos sentamos a comer lo poco que tenían.

Volvimos al barco y pusimos la proa hacía el norte.  Avanzamos hasta que llegamos a un resort que resulto ser francés.  No era más que un hotel con unas 20 habitaciones.  Era la hora de cenar por lo que repetimos la operación.

El hotel resultó ser un hotel nudista.  Al ser temporada baja solo una par de mesas estaba ocupado.  Nos sentamos, pedimos y a los postres se nos acercó el dueño para saber de donde veníamos. Se quedó impresionado con nuestras aventuras.  Una pareja de franceses maduros se unió a nuestra conversación y poco después se unió la esposa del dueño.  Allí estábamos nosotros en pelotas rodeados de cincuentones o sesentones franceses intentando explicarnos mitad en ingles, mitad en francés, mitad en español todo lo vivido.

El alcohol corrió a litros y cuando nos dimos cuentas as francesas me invitaban a desnudarme y bañarme con ellas en la piscina como dios me trajo al mundo.

Los gabachos suelen estar acostumbrados a estas cosas, pero a los dos franceses se les fueron los ojos hacia mi cuerpo en cuanto me levanté del sofá en el que estábamos para dirigirme a la piscina y lo pudieron contemplar en su plenitud.

La verdad es que ambas mujeres eran muy sobonas, tanto entre ellas como conmigo.  Evidentemente estas dos ya se conocían de antes.  El alcohol hacía mella, pero las dos mujeres ya habían intimado antes.  No me sorprendió mucho cuando la dueña del hotel se agachó enfrente de su marido y agarrando su polla la engulló de un bocado.  La otra francesa no pudo ser menos e hizo lo mismo con su marido, yo me quedé mirando a José y este me hizo un gesto con la cabeza por lo que me arrodillé a su lado y empecé a mamar yo tambien.  Debía ser de coña la visión de tres mujeres chupándoles la pollas a tres hombres que sin soltar su copa de balón no dejaban de hablar entre ellos.

La cosa no paso de ahí.  Nos dependimos rechazando la invitación de quedarnos a dormir en una de las habitaciones, pero quedamos en que al día siguiente les llevaríamos a pasear en barco.

Volvimos en la zodiac con una ataque de risa comentando lo ocurrido.

Dormimos la mona hasta que un Comment allez-vous? Nos despertó, cuando aun desnudos salimos del interior del barco nos encontramos a los franceses desnudos que se habían instalado en el barco como si andasen por su casa.  Evidentemente se habían tomado al pie de la letra lo del paseo en barco.

Desayunamos con la viandas que habían traído los galos y cuando todo el mundo estuvo saciado y nuestros cuerpos los cubría crema solar levantamos anclas.

Como buen francés, el dueño de hotel sacó una botella de espumoso nada más pasar la aguja del reloj de las doce.  Aquello empezó con champán y continuó con una buena variedad de vinos suyos y nuestros, acabando cuando ya empezaba a anochecer con copas a tutiplén.

Esta vez fue Diane, la hostelera quien agarró de la nuca a su marido y le hizo bajarse al pilón.  La otra pareja de franceses siguió hablando como si nada allí ocurriese, nosotros estábamos un poco alucinados, pero seguimos con la conversación.  A la que le estaban comiendo el coño empezó a gemir y suspirar y ante mi perplejidad se recortó en le sillón y se metió la polla de José, que lo tenía lado, en la boca.  Esta pasó de estado flácido a empezar a endurecerse en la boca de aquella mujer.  Me imagino que si lo nuestro hubiese sido una pareja normal e incluso si no llevase tantas copas, aquello me hubiese hecho estallar, pero con lo borracha que estaba y sabiendo la cantidad de bocas que habían mamado aquel nabo en el ultimo año, sencillamente me descojone de risa.

La francesa chupaba como podía pues la lengua de su marido en su raja hacia milagros.  La verdad es que me estaba calentando bastante la situación por lo que abrí mis piernas mostrando mi raja y señalando con el dedo al hombre que quedaba libre le hice ponerse en acción.

La verdad es que nunca me había comido el coño nadie de esa edad, pero al tío se le veía experiencia  de sobra para satisfacer a una mujer.  Eche la cabeza para atrás para disfrutar de la comida cuando note que me empezaban a lamer los pezones.  Ni miré, simplemente dirigí mi mano hacia la cabeza de la chupadora y empecé a masajear aquel cuello cabelludo.

Diane cerró las piernas como señal que estaba saciada.  Se sacó la polla de José de la su boca y se sentó encima de ella empezando a cabalgar.  El hombre se acercó a mi y de pie en el sillón acercó su dura polla a mi boca para que empezase a mamar.

Allí estamos los dos.  Uno con una madura botando y yo con uno comiéndome el chichi, otra las tetas y el otro francés siendo lamido por mi.

José se tumbó en el suelo para que su amazona estuviese más cómoda.  El que me comía el coño le dijo algo al oído a su mujer que rápidamente tomó posición con su coño sobre la boca del capitán del nave.  José por los gestos de ella, empezó a lamer.  LA otra mujer se subió sobre la polla y empezó a botar.  Ambas se besaban mientras recibían placer de mi acompañante mientras sus cuatro tetas botaban sin parar.

Renne, el hostelero me guió hasta uno de los camarotes.  Se tumbó en él y yo aunque lo dude decidí probar lo que era el sexo en la tercera edad.

-       ¿estas pollas llevan pastillita azul? – les pregunté mientras metía un nabo duro como el hormigón.

-       No salimos de casa sin ella.

Anton se acercó a mi por detrás y me metió la polla en el culo sin demasiada ceremonia mientras me agarraba las tetas  por detrás compitiendo con su amigo por tomar posesión de ellas.

Notaba aquellas dos pollas dopadas entrar y salir de mi interior.  Me mataban de gusto, me retorcía de placer ante tanta lujuria que los dos abuelitos destilaban.

No me dieron pausa ni un solo segundo.  Yo solo pedía que me diesen en distintos idiomas, creo que use hasta el italiano, pero no hacía falta que dijese nada pues los dos hombre me fustigaban sin descaso.

Fuera en la cubierta oímos un grito.  Los tres paramos de golpe.  Otro grito, después otro.  El que me sodomizaba sacó su dura polla de mi, el otro me hizo levantar y los tres salimos al exterior.

Dos hombre apuntaban con dos pistolas medio oxidadas a las dos mujeres y a José.

No entendía muy bien que decían pues hablaban un francés mezclado con dialecto.  Renne intentaba tranquilizarles pero los dos chicos estaba fuera de si.  Nos insultaba llamándonos perras cristinas, putas, zorras y amenazándonos con matarnos.

Tanto las mujeres como José y Rene estaban realmente asustados, pero Anton los miraba fijamente como un animal a la espera de atacar.

Todo fue muy rápido, cuando uno de los jóvenes se acercó a él, Rene inmovilizó la mano que portaba el arma y con la navajita de una sacacorchos, literalmente le rebano la garganta, inmediatamente arrebató el arma de la mano inerte y descargó el cargador de la misma en el pecho del segundo atacante.

Las tres mujeres gritamos, José y Rene se quedaron con los ojos como platos.  Anton ni se inmutó.  Miró alrededor del barco por si hubiera más asaltante y con indiferencia tiró la pistola al mar.

Con el resto de nosotros paralizado, cogió al chico con el cuello seccionado y lo tiró por la borda, se acercó al otro e hizo lo mismo.

-       estos dos cabrones seguro que son de Mauritania, dos pequeños cabrones que se amparan en el islamismo para dedicarse a robar y matar a turistas en veleros.  En el agua se los comerán los tiburones, si algo llega a la costa nadie se preocupara por saber quienes eran.  Si los llevamos a tierra íbamos a tener problemas, con ellos en el fondo, ninguno – dijo mientras se ponía una nueva copa.

Todos nos tomamos una copa de licor a pelo y de un trago.

-       bueno sigamos con lo que estábamos y luego limpiamos esta mierda – dijo Anton mientras volvía a meterse en el camarote.

Me chorreó el coño de ver lo es tener agallas, entendía que el resto no estaba para follar pero mi coño me pedía a gritos acabar de follarme a nuestro salvador.  Sonreí al personal y le seguí.  Cuando llegué al camarote Anton me esperaba tumbado en la cama mostrándome una gran polla a la que no pude resistirme a chupar a pesar que mi coño pedía carne con ansiedad.

Se la chupe no más de cinco minutos hasta que  no pude más y me encaramé sobre ele clavándome todo su esplendor hasta la matriz.  Empecé a cabalgar como si la vida me fuese en ello.  Me empecé a correr desde el segundo uno y no pare hasta que el francés me hizo descabalgar y vació sus cojones en mi cara.

Me había jodido viva, pero aun pretendía que me perforase el culo el cual se había quedado con ganas.  El hombre no lo dudo y al verme que me ponía a cuatro patas pasó un dedo por mi esfínter y acto seguido metió su duro miembro hasta lo más profundo de mis intestinos.

Me dio de lo lindo duramente más de 20 minutos mientras mis tetas bailaban a compas de sus embestidas.   Grite como si la vida me fuese en ello cunado noté una nueva corrida que inundaba mi recto pude ver que el resto de la “tripulación nos observaba desde la puerta sonriendo”.

Cuando salimos, yo aun chorreando lefa de mi ano, al exterior, los chicos lo habían limpiado todo y nada hacia sospechar que dos hombres habían muerto no más de una hora antes.  Anton nos confesó que había sido boina verde y que el instinto no se perdia.  Juramos no hablar de ello.

Volvimos a puerto y nos alojamos en el hotel el resto de la semana, por supuesto que me volvía deleitar con los quehaceres amatorios de Anton y de Rene.  Fue una semana muy gratificante en lo sexual y nos ayudo a los seis a olvídanos del triste incidente de los piratas.  Creo que las dos francesas quedaron encantadas con la polla de José y yo desde luego quede totalmente complacida de los trabucos gabachos.

Dejamos el hotelito entre abrazos y navegamos con buen mar y aun desnudos hacia las Islas Canarias, la penúltima etapa de nuestro viaje.