Con una vecina

Una vecina exhuberante, días después de una fiestecita divertida y excitante.

Con mi vecina

La historia que os voy a contar me ocurrió el verano pasado, y la verdad es que creo que es una de las más morbosas que me han ocurrido nunca, ya no tanto por la historia en sí, sino por el hecho de haber sido con una mujer a la que sigo viendo prácticamente a diario. Como todos mis anteriores relatos, es absolutamente real.

Vivo en una urbanización de chalets en un pueblo cerca de Valencia. Somos 25 chalets y por el hecho de tener zonas comunes se ha establecido una buena relación entre todos los vecinos. Compartimos piscina y allí se suelen celebrar tertulias improvisadas que en verano se prolongan hasta bien entrada la noche. Aunque yo no soy habitual de esas reuniones, pues por mi trabajo tengo que viajar con bastante frecuencia y estoy poco en casa, alguna vez sí que intento forzarme a aparecer por ellas porque tampoco quiero que piensen que soy el típico vecino huraño. Resumiendo, que es la relación menos habitual entre una comunidad de vecinos, donde tan habituales son las movidas por asuntos banales que acaban en malas relaciones.

Una vez al año, y coincidiendo con el principio del verano, solemos hacer una fiesta nocturna en la que cada uno aportamos algo de comer y algo de beber y en el borde de la piscina comunitaria montamos unas mesas, manteles de papel, botellas de refresco de dos litros, litronas de cerveza y platos y vasos de plástico y nos pasamos una buena noche bebiendo y comiendo. Como veréis, nada sofisticado y con la única intención de pasarlo bien.

En esta ocasión, la fiesta era una noche de sábado del mes de junio que, tal y como había transcurrido el día, daba la sensación que iba a ser una noche sumamente calurosa. A la hora convenida, las ocho de la tarde, empezamos a acercarnos todos los vecinos a la piscina y, en contra de lo que solía ser habitual, nos juntamos ese día, entre adultos y niños, más de 40 personas. Entre ellas había una vecina que vino con su marido y que desde el primer día que la vi cuando me mudé a vivir allí me llamó la atención. Se llama Esther, tendrá en torno a 35 años, casada y con dos hijos que estarán en torno a los 8 y 10 años y son el terror de la urbanización por sus travesuras. Es bastante seria, de hecho no es una de las personas con las que resulta fácil establecer una conversación, pues parece que siempre está pensando en cualquier otra cosa que es, seguro, mucho más importante que tú y que lo que tú le estás contando. Es una persona cambiante, de manera que un día te puedes cruzar con ella en el supermercado y lanzarse a hablar contigo y no dejarte en paz en tres cuartos de hora y al día siguiente, en las mismas condiciones, ni siquiera te saluda. Vamos, que no es alguien con quien me iría de vacaciones. Es bastante atractiva sin llegar a ser una belleza, castaña, melena corta, unas tetas no demasiado grandes pero unas caderas anchas y un culo que es algo espectacular. Grande, firme y respingón. Algunas veces hemos coincidido en la piscina y ver el culo que se le marca con el bikini me pone a 100 por hora, tanto que más de una vez me ha servido como inspiración en mis "ejercicios autoamatorios" ;o). Es la típica mujer que en invierno apenas te fijarías en ella, pero que la poca ropa a la que nos obliga el calor del verano le descubre formas realmente excitantes. Esa noche iba de lo más recatada. Llevaba puesto un pantalón largo color verde y una blusa a juego. No se adivinaba nada de su anatomía, pero cómo yo la conocía ya de verla en la piscina, ni falta que me hacía para que me siguiera pareciendo igual de atractiva que siempre.

Pues bueno, la cena estaba siendo bastante divertida. Cada uno habíamos aportado las típicas tortillas de patata, empanadas, bocadillos, etc... y mucho de beber. Las cervezas frías eran lo más útil para combatir el calor que hacía esa noche y era la situación clásica en la que empiezas a beber y a comer y cuando te quieres dar cuenta llevas un puntillo alegre muy divertido. Como éramos mucha gente, en estas situaciones siempre se da la circunstancia de que se forman grupos más pequeños para tener conversación más fácilmente, pues entre una multitud nunca hay posibilidad de charlar. Yo estaba hablando con un grupo entre los que estaban Esther y su marido y en el que éramos en total 11 personas entre hombres y mujeres. La conversación se iba haciendo cada vez más animada y todos habíamos cenado poco y bebido mucho, con el consiguiente efecto que eso tiene. Yo me había sentado a su lado y estábamos todos compartiendo chistes que con el paso del tiempo iban derivando en chistes verdes. Esther no paraba de beber y cada vez se la notaba más alegre, lanzándose a contar chistes que no pegaban en el aura de antipatía que tenía. Pero se notaba que iba un puntito borracha. Aunque el marido estaba cerca y nada indicaba que ella podría ser presa para esa noche, no sé por qué tenía yo una sensación de que algo podía pasar....

La noche continuaba avanzando, y cuando nos dimos cuenta nos habíamos quedado en el borde de la piscina sólo los 11 del grupo en el que yo estaba. Eran casi las 3 de la mañana y el resto de vecinos habían ido progresivamente abandonando la cena. Algunos nos habíamos acercado a nuestra casa y habíamos traído botellas de whisky, ron, ginebra.... y con la juerga que llevábamos todos teníamos un nivel de alcohol importante. Es ese momento de toda fiesta donde uno sería capaz de hacer lo que fuera por que no terminara, e incluso de hacer cosas que en estado sereno nunca las harías. De repente Marcos, uno del grupo, soltó:

  • ¿Por qué no nos bañamos?

Su propuesta fue recibida con entusiasmo. Hacía calor y no era una mala idea.

  • Vale, -dijo alguien.- Vamos a casa a por los bañadores y en cinco minutos todos aquí. ¿De acuerdo?

  • No, no!!!!! Todos en pelotas!!!!!! -dijo Marcos.

Aquello era lo típico que nadie iba a secundar. Mucho decir, pero a la hora de la verdad, nadie iba a estar dispuesto a despelotarse delante de un grupo de tus vecinos con los que te ves a diario.

  • Venga gallito, pues tú el primero!!!!! -sonó de entre nosotros.

Y sin pensárselo dos veces, aquél se quitó la ropa en un santiamén, se quedó en pelotas y se lanzó a la piscina. Marcos es un hombre de unos 50 años, muy simpático, bastante gordo y con una mujer que se llama Amparo de la misma edad aproximadamente y también entradita en carnes. Todos nos quedamos un tanto cortados, pensando que nunca creímos que lo hiciera y mirándonos los unos a los otros esperando a ver quién era el siguiente en dar el paso, con esa mirada en la que ruegas que sea el otro el que se atreva antes que tú.

Marcos estaba ya en el agua diciéndonos:

  • ¡¡¡Venga, joder, no seáis cortados!!!!! -y dirigiéndose a su mujer: ¡¡¡Amparooooo. Metete conmigo, venga!!!!!!!!

La tal Amparo llevaba un pedete que casi no se tenía de pié. Reía a carcajadas sin darle importancia a lo que su marido estaba haciendo. De repente dijo entre risas:

  • ¡¡Espérame que voy, cariñooooooo!!!!!

Y dicho y hecho. Se despojó delante de todos del vestido que llevaba, del sujetador y de unas bragas que podrían servir como funda de un coche y se tiró al agua junto a su marido.

Aquello fue la chispa que encendió todo. Animados como estábamos por el alcohol, todos empezamos a desvestirnos entre risas, tonterías, empujones, etc. Yo no quitaba ojo de Esther, que no hacía nada y que se mantenía separada de todos sin atreverse a desnudarse. A mí, el hecho de pensar que pudiera verla totalmente desnuda me estaba excitando una barbaridad, y la polla notaba como se estaba desperezando.

En menos de un minuto estábamos todos en el agua, desnudos, menos Esther, empezando un improvisado partido de voleibol acuático con una pelota hinchable que había llevado yo de las que regalan con un bronceador. Todos la jaleábamos desde dentro del agua y su marido, Carlos, la animaba para que hiciera lo mismo, pero ella de repente dijo:

  • Yo no. No me apetece bañarme. Me voy a casa.

Y se dio media vuelta y se fue a su casa. Aquello desbarataba cualquier esperanza de verla desnuda. Mi gozo en un pozo. Quería salir de la piscina, correr hacia ella, intentar convencerla de que era una fiesta divertida y nada más, que sólo era buen rollo.... pero lógicamente eso era algo que en todo caso tenía que hacer su marido, y no un vecino en pelotas como yo. Si el marido no hacía nada, a mí se me desvanecía cualquier esperanza de verla como Dios la trajo al mundo.

Carlos se encogió de hombros y, sin darle importancia, volvió a buscar la pelota con todos. Yo me quedé un poco decepcionado, pero al fin y al cabo me iba a quedar como estaba; es decir, nada perdía.... así que lo mejor que podía hacer era seguir pasándomelo bien.

Allí estábamos en el agua 10 personas, 6 hombres y 4 mujeres, en algo que suponía un contexto un tanto pintoresco: vecinos y vecinas tan cercanos muchas veces pero tan lejanos otras.... y todos como en una nube de irrealidad que parecía que aquello no estaba pasando. Nadie sabía cómo habíamos llegado hasta ahí ni sobre todo cómo nos veríamos mañana.

Pero mañana sería mañana y en ese momento nos lo estábamos pasando bomba. Hicimos dos equipos de 5 personas (de 3 hombres y dos mujeres cada uno) para hacer un partidillo en el agua. Aunque el motivo era el juego, todos y todas se notaba que estábamos empezando a mirarnos entre nosotros sin ninguna inocencia. En mi equipo cayó Teresa, una mujer de treinta y largos años, rubia, con el pelo largo rizado y pasadita de kilos. No era una vecina con la que hubiera tenido mucho trato nunca, sólo la típica relación de hola y adiós. Tenía un cuerpo que resultaba sumamente excitante, sin ser ni mucho menos un cuerpo 10... pero ni falta que le hacía. Lo que más llamaba la atención eran sus tetas: algo realmente gigantesco (no entiendo mucho de tallas de sujetadores, pero debería gastar una 120 por lo menos)... y llevaba una borrachera que la hacía reír sin parar y ante cualquier tontería. Las improvisadas reglas del partido de voley acuático sin red consistían en que perdía el punto el equipo que no consiguiera devolver la pelota, con todos situados en la zona de la piscina en la que hacíamos pie, con lo que los esfuerzos que hacíamos para llegar a la bola provocaban choques entre nosotros en más de una ocasión. En uno de los lances del juego Teresa y yo fuimos a buscar una pelota al mismo tiempo saltando, y yo salté más que ella de manera que mi polla quedó prácticamente a la altura de sus tetas, un poco por debajo. Al caer caí encima de ella de forma que no pude evitar casi abrazarla, con lo que pude sentir sus tetas pegadas a mi cuerpo y cómo ella se agarraba a mí cogiéndome del culo con las dos manos. Cuando me separé, ella seguía riendo y riendo de una forma casi histérica, con lo que deduje que lo había hecho de forma inconsciente en medio del pedal que llevaba encima. Además su marido estaba también dentro del agua, lo que descartaba cualquier intento voluntario de toqueteo por su parte.

El partido continuaba, pero yo no dejaba de pensar en ese momento. Mi polla se estaba empezando a poner alegre de recordar lo que había pasado y cuál había sido mi sensación al rozarme con aquél cuerpo de morbo y con aquellas tetas enormes. Además, no sé si voluntaria o involuntariamente, me daba la impresión que Teresa me echaba miradas con frecuencia, lo que me provocaba una tremenda excitación. Mi polla se iba endureciendo y yo no quería que se notara porque hubiera cantado mucho y además era algo que por su gran tamaño era imposible disimular. Llegó un momento en que ya estaba totalmente empalmado. Afortunadamente el agua servía de ocultación, pero resultaba evidente lo que pasaba si alguien se ponía cerca de mí.

Ante la vergüenza que me daba estar de esa manera dejé de saltar a por balones y sólo le daba cuando me caía cerca. En un momento dado, Teresa pasó delante de mí dándome la espalda y con sus manos detrás me echó mano a la polla durante apenas 1 segundo, sin dejar de reír y gritar no sé si por disimulo o porque seguía metida en la fiesta. Aquello casi me hizo reventar. Tenía ganas de cogerla allí mismo, sobarle las tetas y follármela dentro del agua... pero como era algo imposible decidí irme de la piscina porque sabía que me iba a poner enfermo si no me hacía una buena paja de inmediato.

Lo complicado entonces era salir del agua con la polla a tope como la tenía. Mi erección era tremenda. Con el tamaño de mi rabo (me mide casi 26 cm en ese estado) no podía hacer nada para disimular, con lo que la única opción era armarse de valor y salir de la piscina para llegar cuanto antes a la ropa a taparme. Así que dije:

  • ¡¡¡¡ Bueno, yo me marcho ya a casa !!!!

Los reproches en broma de cobarde, rajado... etc.. me los esperaba y aparecieron. Pero a mí lo que más me preocupaba era tardar el menor tiempo posible en hacer el tramo entre el borde de la piscina y mi ropa tirada en el césped. Salí y corrí hacia la ropa con mi erección a la vista de todos que provocó algún comentario jocoso del estilo "cuidado no tropieces, etc...". Me moría de vergüenza, de verdad. En cuanto me pude poner el boxer, mojado y todo como estaba, miré a la piscina y vi como ya pasaban de mí todos y habían vuelto al partidillo excepto Teresa que me miraba fijamente con una sonrisita en la cara.

Llegué hasta mi casa en menos de 30 segundos, y lo primero que hice fue tumbarme en el sofá y hacerme una paja pensando en las tetas de Teresa que me provocó chorros y chorros de semen que saltaron hasta mi pecho y me lo inundaron como nunca lo había visto. Me quedé un rato allí tumbado y me dormí para a la mañana siguiente amanecer con bastante resaca y una sensación de calentura todavía importante.

Era domingo y me quedé en casa todo el día. No se fue de mi cabeza lo que me había pasado con Teresa, su insinuación cuando me cogió la polla, sus tetas... aunque con el transcurso del día acabé convenciéndome de que no había sido una insinuación como tal, sino una consecuencia de la borrachera que ella llevaba y que seguramente hoy ella habría defendido ante un juez y plenamente convencida que nada de aquello había pasado.

Dos días más tarde, cuando volvía del trabajo a las ocho de la tarde, paré en el pequeño supermercado que hay cerca de la urbanización a hacer una compra de última hora. Entré, y en la cola para pagar, a punto que la atendieran, estaba Teresa con una cesta llena de productos. Iba vestida con un pantalón blanco holgado y una camiseta ajustada que le marcaba enormemente sus tetas. A pesar de que me moría de vergüenza sólo de pensar en lo del sábado, no quería darle al asunto más importancia de la que tenía sobre todo si ella seguramente, por lo que había bebido, ya no se acordaba de nada, y por eso me acerqué a saludarla:

  • "Hola vecina",- le dije

  • "Hola Javier",- me contestó

  • "¿Haciendo compras de última hora?", -pregunta evidente, pero de algo tenía que hablar.

  • "Si",- me dijo. "Necesito algo para el desayuno de los niños. Por cierto... el sábado te rajaste pronto eh?"

Dios mío.... había sacado el tema. Pero ya que lo había hecho, decidí no esconder la cabeza debajo del ala. ¿Y si por casualidad sonaba la flauta?

  • "Pues sí. Se estaba poniendo el agua muy caliente"

Ella sonrió a medida que se sonrojaba un poco, y me dijo:

  • "Al final nos quedamos con tu pelota... porque era tuya, no?"

  • "Si. Pero no te preocupes. No le tengo ningún cariño. Bueno, voy a comprar 4 cositas y me voy a casa. Me alegro de verte. Hasta luego"

  • "Hasta luego"

Compré lo que necesitaba y me marché a casa. Apenas había llegado cuando sonó el timbre de la puerta. Abrí y me encontré a Teresa con la pelota con la que habíamos jugado el sábado en la mano.

  • "Vengo a devolvértela"

El hecho de que hasta entonces hubiera sido una vecina más o menos lejana y que desde el sábado se atreviera incluso a venir a mi casa con una excusa bastante forzada me hizo pensar en darle cuerda a ver qué pasaba.

  • "¡Mujer, no hacía falta! Pero pasa, no te quedes ahí."

Ella entró y la invité a sentarse en el sofá del salón.

  • "Tienes una casa muy bonita. Fíjate que todas las casas de la urbanización son iguales por fuera pero tan diferentes por dentro",- me dijo.

  • "Muchas gracias",- contesté. "¿te apetece tomar algo? Estaba sacando las cosas del supermercado de la bolsa"

  • "Algo frío me vendría bien, gracias"

Me fui a la cocina a preparar dos cervezas. Mientras estaba allí trajinando con los botes y los vasos le daba conversación en voz alta sobre lo innecesario de devolverme la pelota, que no hacía falta, que se la podían haber quedado sus hijos, bla, bla, bla..... Volví al salón con dos cervezas y unas servilletas de papel.

  • "Desde luego que el sábado lo pasamos bien eh?", dijo Teresa.

Vale. Has vuelto a sacar el tema. Tú lo has querido.

  • "Muy bien. Creo que todo lo que bebimos fue lo que nos ayudó a no cortarnos."

  • "Pues tú si que te cortaste. Te fuiste enseguida y nos dejaste al equipo en minoría."

  • "No podía estar más tiempo en el agua", - dije.

  • "Ya te vi. Hay que ver como te pusiste", - contestó sonriendo.

El asunto se calentaba. Teresa bebía de la cerveza sin dejar de mirarme a los ojos y me daba la impresión de que aquello iba a terminar de una forma lógica.

  • "Y por cierto, ", - añadió, "no me imaginaba que la tienes tan grande".

Joder, sí que iba rápido la vecina. La verdad es que me quedé sin palabras, sin saber qué responder en ese momento. Al final sólo se me ocurrió soltar:

  • "¿Y por qué no te lo imaginabas?"

Era una pregunta bastante estúpida, y lo que es peor, cuando la dije pensé inmediatamente que podía provocar un corte de rollo que yo de ninguna manera quería que se produjera.

  • "No sé".- contestó. "Tienes carita de buen chico"

Decidí compensar mi pregunta estúpida de antes y cambiar el tono a uno más directo y rudo:

-"Puedo ser un buen chico y tener una polla enorme no?"

En aquel momento ella dejó la cerveza encima de la mesa y acercó su mano a mi pierna al tiempo que se lanzaba sobre mi boca y me plantaba un beso metiéndome su lengua hasta las amígdalas.

Empezamos a morrearnos mientras ella gemía y empezó a deslizar su mano hacia mi paquete, que ya estaba creciendo de forma considerable. Me tocaba la polla por encima del pantalón y comenzó a bajarme despacio la cremallera para meter su mano. Yo, mientras tanto, le sobaba las grandísimas tetas por encima de la camiseta, notando unos pezones rígidos como piedras. Cuando me hubo bajado la cremallera del todo, metió la mano dentro del pantalón y me sacó la polla que ya estaba dura y grande como una piedra. Sin decir nada, se bajó del sofá y se puso de rodillas delante de mí.

  • "Llevo pensando en esta polla desde el sábado, cabrón", - me dijo.

Aquella mezcla de sensualidad y rudeza, con esas palabras, me terminó de poner a 1000 por hora. Teresa había comenzado una lenta mamada que la concentraba en mi capullo, manteniendo los labios quietos y jugaba con la lengua dentro de la boca, mientras que con las dos manos me desabrochaba el cinturón y soltaba el botón y se concentraba en desabrocharme la camisa. Yo la cogía la cabeza, acariciándole el pelo rubio y rizado y con la otra mano intentaba inútilmente alcanzar las tetas que me moría de ganas de tocar.

Sacó mi polla de la boca y me dijo:

  • "¿Quieres vérmelas, verdad, cabronazo?"

  • "Lo estoy deseando, zorra".

Había decidido jugar a su juego de brusquedad.

En eso se levantó y apartó la mesa que hay delante del sofá. Se plantó delante de mí, que seguía sentado, y lentamente comenzó a soltarse el sujetador por debajo de la camiseta, sin quitarse ésta. Con dificultad pero con habilidad (las mujeres esto lo saben hacer muy bien) se sacó el sujetador por el cuello y sus tetas llenaron la camiseta marcándose claramente los pezones. Empezó a desabrocharse el pantalón que dejó caer a sus pies, mostrándome unas bragas bastante pequeñas para las carnes que Teresa tenía. Se le notaba que la humedad de su coño había traspasado la tela de sus bragas.

-"¿Has visto como me pone tu pollón?", me dijo

Me levanté del sofá y me quité lo que me quedaba de ropa tan rápido como me fue posible, mientras ella se despojaba de las bragas y se quedaba sólo con la camiseta y sin sujetador.

  • "Quítate la camiseta",- le dije. "Quiero ver tus tetas"

  • "Si las quieres te las tendrás que ganar",- me dijo sonriendo maliciosamente.

En eso la cogí y la lancé al sofá. La abrí las piernas y acerqué mi boca a su coño, con el vello corto aunque sin recortar. Olía a flujo muchísimo y se notaba que estaba caliente como una perra. Lentamente le abrí los labios y comencé a lamerle el clítoris. Teresa gemía mordiéndose los dedos de la mano izquierda. Como me di cuenta que le gustaba bajé hasta la parte de abajo de su vagina y empecé a subir muy lentamente la lengua lamiendo todo el coño y terminando en el clítoris al que le dedicaba un ratito. Esto lo repetí varias veces hasta que de repente Teresa soltó un grito largo y mantenido y mi boca se inundó de flujo. Se acababa de correr.

  • "Joder que comida de coño me has dado!!!!",- me dijo

Yo estaba ardiendo todavía y el lenguaje que utilizaba Teresa me ponía más aún.

Se levantó y me hizo sentarme en el sofá a la vez que me decía:

  • "Ahora quiero que me la metas toda. Hasta los huevos. No dejes ni un centímetro fuera, cabrón"

Y se puso encima de mí y empezó a meterse mi polla despacio, muy despacio, pero sin parar. Parecía que no iba a entrar toda, pero un golpe de caderas gordo acabó por enterrarla toda dentro de su coño empapado.

Seguía con la camiseta puesta y empezó a moverse muy despacio arriba y abajo mientras yo con una mano le sobaba las tetas y con la otra le acariciaba el enorme culo que estaba cabalgando encima de mí. De repente empezó a quitarse la camiseta diciéndome:

  • "Ahora sí te las has ganado"

Y se quedó totalmente desnuda. Las tetas eran evidentemente las mismas que el día de la piscina pero a mí me parecían aún más grandes. Con el movimiento saltaban y yo era incapaz de abarcar una con una mano. Pero eran absolutamente excitantes. Su cuerpo se movía ensartado en mi polla, cada vez más rápido, y sus tetas saltaban desafiando a la gravedad. Mi polla estaba cada vez más larga y mas dura y notaba como chocaba la punta con el interior de su cuerpo, lo que le hacía gemir de placer a Teresa.

Yo estaba a punto de correrme, y por si acaso lo que pudiera pasar, preferí advertirla:

-"Teresa.... me voy a correrrrrrrrrrrrrrrrrr!!!!!

-"Siiiiiiiiiiiiiiiii. Hazlo dentro de mí. Dame toda tu leche, cabrón!!!!!!"

Y dicho y hecho. Empecé a soltar chorros de lefa mientras ella entró en otro orgasmo que la hizo chillar aún más fuerte que en su primera corrida. Mi semen caía a través de mi polla al exterior mojándole la cara interna de los muslos, y ella quedó como en éxtasis con su cabeza apoyada en mi hombro. Cuando nos recobramos un poco, me miró a la cara y me dio un beso en los labios diciéndome:

  • "Me ha encantado. Me tenías enferma desde el sábado"

Se levantó, sacó mi polla de su coño y cogió una de las servilletas de papel para limpiarse la leche que le chorreaba por los muslos y empezó a vestirse con prisas.

-"¿Ya te vas?"

-"Sí. No me puedo quedar. Tengo que preparar la cena a mis hijos. Es tarde"

-"¿Lo repetiremos?, le pregunté yo

  • "Ya veremos. Me ha gustado mucho pero no te prometo nada. Soy una respetable señora casada.", contestó sonriendo.

Antes de abrir la puerta para irse me volvió a dar un beso en la boca, aún más ardiente, a modo de despedida, y se fue dejándome con una agradable sensación.

No hemos repetido lo de aquella tarde. Desde entonces nos hemos cruzado infinidad de veces por la urbanización o en el súper pero sólo nos saludamos discretamente como si nada hubiera pasado entre los dos. Espero alguna vez volver a repetirlo y si no, pues nada. Aquel polvo no se me ha olvidado.

Me gustaría recibir comentarios y proposiciones a mi e-mail sdtd@hotmail.com

Javier

sdtd@hotmail.com