Con una pelirroja de verdad

El título lo dice todo.

Como de costumbre, los sábados a medio día solíamos quedar toda la peña en la zona de la Plaza del Salvador, a charlar tomando cervecitas y montaditos. Solíamos vernos amigos de toda la vida, y amigos de amigos que se fueron agregando con el tiempo.

Hacía semanas que se había agregado al grupo un nuevo componente, en este caso una chica, Mary, la cuál había terminado la relación con su novio, el cuál al parecer la estaba engañando con una amiga. Mary era amiga de una pareja de nuestro grupo y salía con ellos para distraerse un poco e intentar olvidad a su exnovio. Ya desde que llegó la primera vez todos intentaban emparejarnos, pero yo dejé claro que aún no estaba en disposición de echarme novia y cambiar de vida, vivía bien y no tenía ganas de echarme más responsabilidades.

Y ¿cómo era la chica?..., pues una pelirroja de veintipocos años, delgadita, cintura estrecha, pecho pequeño y un culito redondo y respingón, aunque era guapa, el hecho de tener la cara, brazos y piernas llenas de pecas le desfavorecía un poco.

Aunque nunca solía ir en coche a la zona, en esta ocasión el caso era distinto, me acababa de comprar un coche nuevo, así que lo llevaba para mostrárselo a mis amigos. Lo típico, todos reunidos alrededor del nuevo coche, puertas abiertas y todo el mundo curioseando por todas partes y mirando todos los detalles, incluso la guantera, en la cuál ya tenía guardada mi cajita de condones, lo que produjo risas entre el público. Mary se sentó en el asiento del conductor y me dijo:

-          Oye, tienes que dejármelo conducir.

-          Ok, no hay problema - Respondí, cuando nos vayamos a ir, te dejo que lo conduzcas hasta tu casa. Hoy te vas a ahorrar el bus.

No pude evitar mirarle las piernas, las cuales, a sentarse en el asiento, se mostraban hasta casi el límite al habérsele subido la minifalda. Tras mostrar mi nuevo vehículos a los amigos nos dirigimos a la plaza como de costumbre a tomar tapitas y cervecitas.

Mary vestía camiseta y minifalda de lycra negra, que se le subía al andar y nos tenía a todos con los ojos como platos y la lengua afuera como los toros. Así estuvimos todo el mediodía, en que el tema de conversación era el coche y de paso me iba enterando que eran esas cosas extras que tenía y que por supuesto no tenía mi antiguo Ibiza. Airbag, rds, abs y muchas cosas terminadas en s de las que me fui enterando para que servían. El segundo tema era la minifalda de Mary, eso cuando las mujeres del grupo no se enteraban.

Después de una bonita velada, ya eran las tres de la tarde de un soleado y caluroso día del mes de septiembre del año 2000 y ya era hora de irnos cada uno a su casa a descansar. Mary no olvidó el ofrecimiento de dejarla conducir el nuevo coche así que partimos juntos. Le di la llave y nos pusimos en marcha.

Íbamos por la autovía de circunvalación SE-30 charlando y yo no podía evitar mirarle las piernas, cuya falda subida casi al límite ofrecía un agradable panorama, todo ello mejorado a causa de que al estar tensada la falda de lycra, dejaba pasar los rayos de sol que atravesaban el parabrisas y los poros del tejido, iluminando a través de la falda permitiendo la transparencia de la misma de los que pude ver que llevaba una braguitas rojas. Del mismo modo, la tensión de la camiseta me permitió comprobar que el sujetador era del mismo color.

Mary se percató de mis miradas y descaradamente me preguntó:

-          ¿Qué miras?

-          Yo, con total sinceridad respondí. Se te transparenta la falda.

-          ¿Y que ves?

-          Tus braguitas, respondí.

-          ¿Las ves mejor ahora? Dijo, subiéndose la falda para mostrármelas directamente. Pillín, que se te van a salir los ojos.

Seguía conduciendo tranquilamente con la falda subida, pudiendo observar una preciosas braguitas rojas, de encajes, que permitían ver claramente su vello púbico, pelirrojo lógicamente, que brillaba con un color cobrizo con los rayos de sol que incidían sobre ellos.

La situación me produjo una erección instantánea y mis ojos no se podría apartar de la perspectiva que me ofrecía.

-          ¿Te gusta? Me dijo.

-          Si, respondí, lo tienes pelirrojo.

-          ¿Y que esperabas? Soy pelirroja de verdad.

-          Nunca he visto un chocho pelirrojo.

-          Pues si quieres que te lo enseñe tendrá que ser en otro sitio. Conduciendo no voy a quitarme las bragas.

-          ¿Nos vamos a mi apartamento? Le pregunté.

-          No. Respondió. Quiero estrenar tu coche nuevo.

Esto de ‘estrenar’ me sonó a que íbamos a echar un polvo. Así que me puse a pensar rápidamente dónde podíamos ir a plena luz del día. Y me llegó la inspiración. Recordé una zona con camino rural que estaba cerca donde podríamos encontrar algún lugar discreto.

Le indiqué un lugar donde salir de la autovía y nos dirigimos al camino que conocía, recorrimos dos o tres kilómetros por el camino hasta que vimos una zona de arbustos, en un descampado fuera del camino, así que camino a través y muy despacito llegamos con el coche hasta el taraje donde podría quedar oculto a las vistas de cualquiera que pudiera pasar por la zona.

En cuanto paramos, nos fundimos en un beso con lengua de película, y no pude evitar meter mano entre sus piernas.

-          Espera que me hago pis.

Abrió la puerta del coche y salió rápidamente.

-          Dame el paquete de toallitas que tengo en el bolso.

A tiempo se subía la minifalda hasta la cintura y se bajaba las bragas hasta las rodillas ofreciéndome una espectacular panorámica de su pelirrojo chocho. Tenía en vello púbico en forma de pequeño triángulo, no muy corto, que partía desde la rajita de sus labios mayores hacia arriba, careciendo totalmente de vello los labios mayores, entre cuya comisura se asomaban los labios menores, de color rosado a modo de una fina lengua asomándose entre éstos.

Le di el paquete de toallitas y se agachó frente a la puerta abierta del coche, mirando hacia mí, por lo que pude ver con todo detalle, como por la postura se separaban sus labios mayores y al mismo tiempo los menores, con la impresionante vista del coño totalmente abierto del que empezó a salir un chorro de pis a gran presión, inicialmente hacia un lado, lo que casi hizo que se mojara un pié, pero reaccionó rápidamente abriendo aún más las piernas. Después, el chorro fue aflojando hasta quedar en unas gotas que corrían pegadas a su piel hasta casi llegar al culo, de donde comenzaban a caer al suelo. Una vez teminado, sacó las toallitas del paquete y comenzó a hacerse una limpieza total de toda la zona en cuestión.

Se levantó, se colocó de nuevo las braguitas y sin bajarse la falda dijo:

-          Vamos atrás que estaremos mejor. Al tiempo que abría la puerta trasera y se colocaba en el asiento de atrás.

Yo salí de mi asiento delantero para colocarme también atrás no sin antes aprovechar para desplazar los asientos hacia delante y así dejar mas espacio, que como era nuevo, me costó algo de trabajo encontrar el mecanismo para hacerlo. Mientras que pude observar como se quitaba la minifalda y la camiseta, quedándose en braguitas y sujetador.

En cuanto logré desplazar los asientos, salí y me colé por la puerta trasera donde ella me esperaba en pose de maja, y yo no tardé nada en ponerme totalmente en pelotas.

Ante la situación ella hizo lo mismo, primeramente se quitó el sujetador, mostrándome sus pequeños pechos. Eran tan pequeños que parecían montañitas coronadas por aureolas que se presentaban como algo hinchadas, también en forma de pico de un color rosado tan claro que casi no se distinguían del color del resto del pecho, que al efecto de aire frío del climatizador se pusieron erectos, arrugándose la aureola y saliendo el pezón, que al contraerse mostraban un color rosado algo más oscuro, siendo más intenso en el pezón.

Al quitarse las braguitas me dijo:

-          Así que nunca habías visto un chocho pelirrojo ¿verdad?

-          No, - Respondí. Lo cierto es que no es algo muy común, la mayor parte de las mujeres son morenas, otras rubias, aunque no todas las rubias son de verdad, y pelirrojas no hay muchas, por lo que sois muy cotizadas. Tienes un chocho precioso.

Realmente era precioso, el vello de color rojo cobrizo, brillaba con la luz del sol, era muy rizado, y algo más áspero al tacto que el vello de los que había podido palpar hasta ahora. Este fue el primero y el único pelirrojo que podido disfrutar hasta hoy, aunque sigo deseando poder tener de nuevo entre mis manos a una pelirroja.

-          Pues mi exnovio no hacía más que insistir en que me depilara totalmente. Decía que le gustaban los chochos pelones. Ja, Ja, Ja. Una vez lo hice para darle el gusto, pero no lo vuelvo a hacer, no veas lo que me picaba al día siguiente. Y el muy cabrón encima no me lo comió, que decía que si me lo afeitaba me lo iba a hacer con la lengua. Y cuando llegó el momento me dijo que le daba asco.

-          ¿Tan mal te huele? – Pregunté en todo de broma.

-          Puedes comprobarlo – Me respondió, al tiempo que se abría de piernas.

Mi reacción fue dirigirme directamente hacia su entrepierna. Al tener ella una pierna sobre el respaldo del asiento delantero y la otra sobre el del trasero, tenía el chocho totalmente abierto con unos labios menores carnosos muy bien formados y lisos, un clítoris muy pequeño que no llegaba a salir de la piel de la caperuza que lo cubría y el agujero de la vagina que estaba ligeramente abierto. Así que mi lengua fue directamente al mismo, introduciéndose en éste, arrastrándola después hacia arriba hasta llegar al clítoris con la mezcla de mi saliva con el jugo que manaba de su vagina. No era la primera vez ni la última en que me encontraba con alguna chica a la que su novio no le comía el chocho, parece que hay muchos hombres que tienen escrúpulos en darle placer a las mujeres con la lengua. Yo alguna vez he desistido de hacerlo, pero ha sido en alguna ocasión en que al acercarme me ha dado realmente mal olor por falta de higiene, en cuyo caso es normal y recomendable no hacerlo.

La reacción de ella fue un suspiro que terminó casi en un grito de placer.

-          Está riquísimo – Le dije.

-          Pues cómetelo todo – Me contestó. Es la primera vez que me comen el coño y quiero disfrutarlo.

Mi lengua se paseaba entre sus labios menores, subiendo hasta el clítoris donde se detenía jugueteando con éste al tiempo que uno de mis dedos se introducía en su vagina. Ciertamente estaba riquísimo, tenía un sabor más dulce, menos salado que otros coños que había probado hasta entonces. Podría decir que era el más sabroso que había probado y no hice flaqueza en saborearlo y devorarlo como merecía.

No tardó mas de cinco o diez minutos cuando empezó a correrse, al tiempo que gritaba de placer, se estremecía, me tiraba del pelo, me apretaba la cabeza contra su coño. Estuvo como otros cinco o diez minutos sintiendo orgasmos, parecía interminable, cuando parecía que terminaba le llegaba como una nueva oleada y así una tras otra, y yo con mi cara prácticamente metida en su raja casi me ahogaba.

Una vez complacida la dama, éste se dispuso a hacer lo mismo conmigo.

-          ¿Me pongo el condón? – Pregunté

-          No, - Respondió ella. Después de que te la chupe. Pero no te corras, y menos en mi boca, que me da mucho asco. Mi novio una vez no me avisó y se corrió en mi boca, pero me lo eché todo en la mano y se lo restregué por su cara al muy cerdo.

Cogió mi polla con una mano y la apretó fuertemente. Mostraba unas gotas de líquido preseminal en la punta, que observó y las chupó. Esto no le daba asco, porque empezó a ordeñar mi pene hasta que volvía a salir y volvía a chupar. No era muy habilidosa chupando pero estuvo un buen rato haciéndolo y dándome mucho placer.

Decidió que ya era hora de empezar así que cogió un condón de la caja y me lo puso con habilidad. Me indicó que me sentara en el centro del asiento y se puso de rodillas sobre el asiento, agarró mi polla que estaba que iba a estallar y se la dirigió directamente a la entrada de su coño bajándose sobre la misma clavándosela hasta el fondo.

-          ¡Que ganas tenía de meterme una polla! – exclamó. Llevo dos meses sin comerme una rosca es estoy salida como una perra.

Se puso a cabalgar como una loca sobre mi polla, mientras que yo intentaba comerle las tetillas como podía, la cuales botaban con un movimiento muy sugerente. No tardó mucho en correrse, al igual que la vez anterior, un orgasmo larguísimo, tras el cuál decidió cambiar de postura colocándose a cuatro para que yo le diera por detrás.

A ver como asomaba su coño entre sus piernas, la mata de pelo rojo en la parte de delantera, mostrando la totalidad de sus labios mayores, libres de pelillos, hasta unirse la raja con la del culo, al cuál abrí con ambas manos para verla en toda su extensión, desde el coño al culo, y pude ver que no tenía ni un pelo en toda la raja, ni siquiera en el culo, lo que me incitó a arrastrar la lengua desde su coño, pasando por el culo hasta la espalda, lo que le produjo un escalofrío que quedó saciado tras introducir mi polla en su coño que presentaba gran cantidad de humedad hasta el punto que le chorreaba físicamente.

La facilidad con que entró fue pasmosa, era tanta la humedad que apenas sentía fricción. Esto iba a ayudar a que durara más tiempo sin correrme. No fue el caso de ella, que nada más empezar a moverme comenzó a correrse nuevamente.

-          Cuando me corro la primera vez, ya no puedo parar de correrme, me decía.

Multiorgásmica, supuse.

-          ¿Paro un poco o sigo? – Pregunté.

-          Sigue, sigue, no pares, me decía.

Continué y en cinco o diez minutos volvió a correrse con tanta o más intensidad que las veces anteriores.

Decidí cambiar de postura. Esta vez la senté en el centro del asiento trasero con los pies apoyados en los respaldos de los delanteros y me puse de rodillas en el suelo. En esta postura podríamos hacerlo al tiempo que le podía comer esas diminutas pero preciosas tetillas que tanto me gustaban.

Comenzó a correrse nuevamente con tan sólo el primer roce de mi lengua en sus pezones al tiempo que mi polla entraba y salía, algo más apretada debido a la postura, lo que me producía más placer.

-          Quiero que te corras en mis tetas – me rogaba al tiempo que se le volteaban los ojos con el orgasmo que estaba sintiendo.

Yo no pude aguantar más, así que se la saqué, me quité el condón y ella que se apercibió, se tumbó en el asiento para que pudiera descargar sobre sus tetillas. Se las cogía con dos dedos al tiempo que rozaba con la punta de mi polla sobre sus pezones, hasta que chorros de leche salían de mi polla mojando la teta en cuestión llegándole hasta el cuello. Se la pasó a la otra teta para que el resto cayera sobre ésta, tal como ocurrió.

Terminado comenzó a extenderse mi semen sobre los pechos a modo de crema, y yo me entretuve mientras acariciando ese precioso e insaciable coño pelirrojo.

Estuvimos enrollados varios meses, eso sí, discretamente puesto que no deseábamos que los amigos de la peña supieran de lo nuestro. Ella solía pasarse por mi apartamento casi todas las tardes cuando salía de su trabajo y echábamos un par de polvetes antes de irse a su casa.

Fue en el mes de diciembre del 2000, cuando un sábado a mediodía de los que como de costumbre nos reuníamos la peña de amigos en la plaza del Salvador, los amigos de Mary comentaron que seguramente dejaría de venir por aquí, al parecer había vuelto por navidad con su exnovio. Esas palabras me dejaron totalmente perplejo, precisamente la tarde del viernes como de costumbre se había pasado por mi apartamento y habíamos estado follando y no me dijo nada. O sea, que o había hecho las paces con el novio esa misma tarde después de estar conmigo, o ¿ya estaba con él y conmigo al mismo tiempo? La llamé en cuanto pude para pedirle explicaciones, me sentía algo molesto, pero no quiso darme explicaciones, nunca entendí tal reacción. En varias ocasiones me crucé con ella por la calle, acompañada de su novio, pero hacía como si no me conociera, pero ya hace años que no sé de ella. De todos modos está perdonada por mi parte, y todavía sueño algunas noches con ella. Igual es lectora de TR y se pone en contacto conmigo, je je je.