Con una mujer casada. (Parte 2 de 3)

Continuación de una bella historia que ojalá se vuelva a repetir.

PARTE II

Se subió gateando por los pies de la cama, me quedé viendo sus pechos colgando y bamboleándose de un lado a otro mientras se acercaba a mi polla, pasándole la lengua a todo lo largo para después llegar a mi boca, sentándose aplastando mi polla contra su culo. Seguidamente se incorporó haciéndose un poco hacia atrás dejando mi polla a lo largo de su raja, podía ver asomar la cabeza de mi prepucio entre los rosados labios y la caperuza de su clítoris que se mostraba en la comisura de sus labios mayores, sintiendo sobre el dorso de mi polla el enorme calor húmedo que manaba de su entrepierna.

Se cogía los pechos con ambas manos pellizcándose los pezones al tiempo que se deslizaba hacia delante y atrás restregando toda su raja sobre mi polla, al tiempo que me decía.

  • Voy a hacerte cosas que seguro que ninguna niñata de 20 sepa o haya sido capaz de hacerte.

  • Hazme lo que quieras, - le contesté -, estoy a tu completa disposición.

Así estuvo un rato, impregnándome todo el tronco con sus jugos.

Se echó de nuevo hacia delante, dejándome uno de sus pechos sobre mi boca, el cuál fue atendido por mi lengua de inmediato, me pasaba uno y otro pecho alternadamente sobre mi boca para que no quedara ninguno de los dos desatendidos, al tiempo que jadeaba de placer, seguidamente elevó ligeramente el trasero dejando elevarse a mi polla, para después bajar bruscamente una vez esta quedó enfilada a la entrada de su vagina introduciéndosela hasta el fondo hábilmente sin utilizar las manos.

Sentía un enorme calor, nunca había sentido un coño tan caliente por dentro, podía notar como rozaba mi polla a lo largo de todo su interior al tiempo que subía y bajaba acompasadamente mientras que con mis dientes mordía suavemente sus pezones que tenían el grosor casi de un dedo meñique.

  • Vas a hacer que me corra, niñato. – Me decía.

  • Me siento puta, muy putaaaa...

  • Que gusto me estas dando con ese palo.

Se incorporó de nuevo quedando sentada como una amazona sobre mí, comenzó a pellizcarse los pezones al tiempo que con mi polla clavada hasta el fondo hacía círculos, postura que aproveché para meter la mano entre nuestros cuerpos y alcancé su abultado clítoris al que comencé a masajear haciendo círculos con el dedo, provocando que ella comenzara a soltar gritos de placer. Al tiempo que se deslizaba de adelanta hacia atrás con mi polla metida hasta el fondo, cada vez más hacia atrás, parecía que me iba a tronchar la polla, hasta me dolía pero me gustaba.

  • Que bien me tocassss.

  • Que palo tienessss.

  • Me corroooo, me estoy corriendoooo.

Podía sentir en mis dedos como su clítoris hacía contracciones al igual que su vagina que apretaba fuertemente en tronco de mi polla haciendo las mismas contracciones. Yo tampoco podía resistirme más.

  • Yo también me corro.

  • Échame tu leche cariño, dámela toda, lléname todaaa.

  • Tómala, te la estoy echando todaaa.

Comencé a soltarle chorros de leche, podía sentir como se mezclaba con sus jugos, cambiando el tacto del roce de mi polla con su vagina. Mi orgasmo fue de segundos, pero ella siguió creo que casi dos minutos gimiendo y haciendo contracciones hasta que cayó derrotada sobre mi cuerpo. Podía sentir su corazón sobre mi pecho que latía como una locomotora.

Permaneció un rato sobre mí hasta que besándome se hizo a un lado de la cama diciéndome – te quiero.

Tienes que hacerme un favor, me dijo. ¿Te importaría coger de mi bolso un paquete de pañuelos de papel?. Siento que me sale a chorros toda el semen que me has echado.

Me dirigí al armario donde había dejado el bolso, y mientras lo abría para coger los pañuelos, me quedé viéndola, totalmente abierta de piernas, sus labios separados y el agujero de la vagina todavía abierto, del que manaba un hilo de semen que pasaba por su culo y caía sobre las sábanas. Le lancé el paquetito mientras volvía a colocar el bolso en su sitio y me quedé allí viendo como se limpiaba. La escena hizo que comenzara a empalmarme de nuevo.

Me entregó los pañuelos usados para que los tirara a la papelera y cuando volví del aseo se estaba chupando los dedos.

  • Me gusta como sabe tu leche.

Al instante se percató de mi nueva erección.

  • ¡Vaya, así estas otra vez!

  • Lo siento, contesté. Es que me pones muy caliente.

  • ¿De verdad?

  • Aquí tienes la prueba, contesté, señalando a mi pene que apuntaba ya hacia ella, que permanecía tumbada en el centro de la cama mientras yo estaba de pie frente a ella.

  • ¿Vas a echarme otro? Me preguntó.

  • Si me lo permites sí, contesté.

  • Nunca he echado dos seguidos, me dijo. Aunque muchas veces me he quedado con las ganas de repetir... – Ven, me dijo haciéndome gestos con las dos manos al tiempo que volvía a abrir las piernas.

Me subí a la cama de forma similar a como lo había hecho ella anteriormente, solo que bajando la cintura de forma que cuando mi polla llegó a la posición de su coño, pasó directamente adentro del mismo, deslizándose hasta el fondo hasta que hizo tope.

  • Lo tengo un poco sensible después del lote que me he pegado. – Me dijo.

  • Si quieres te la saco y esperamos un poco a que te restablezcas. – Le contesté.

  • No, no quiero desaprovecharla como está. Déjala dentro de mí sin moverla. Verás lo que te voy a hacer.

Quedé quieto con mi polla totalmente dentro de ella, a tiempo que comenzó a hacer lo que dijo...

Comenzó a hacer contracciones con la vagina, podía sentir como apretaba fuertemente mi pene con los músculos de su vagina, apretaba y aflojaba secuencialmente, y la sensación era como si me la estuviera chupando. Era increíble la fuerza y el control que tenía sobre la musculatura de su vagina. Nunca ninguna mujer me había hecho algo parecido, y el placer que conseguía darme era casi indescriptible. Así estuvimos unos minutos, hasta que me dijo que ya estaba de nuevo cachonda. Quería que la follara fuerte a cuatro patas.

Así que nos separamos y se colocó en posición al tiempo que me miraba por un costado esperando a que la penetrara en ésa postura.

Me coloqué tras ella, deleitándome con a imagen de su culo en pompas, parecía mucho más grande de lo que ya era. Seguí la vista desde la parte superior de la raja del culo, pasando por su agujerito hasta llegar al siguiente agujerito, el de su precioso coño, que permanecía con los labios semiabiertos rodeados de unos escasos vellos, que se iban haciendo más poblados conforme avanzaba hacia la parte anterior.

Puse ambas manos sobre cada cachete, separándolos aún más al tiempo que adelantaba mi pene hasta enfilarlo con la entrada de su vagina, introduciéndolo hasta el fondo.

  • Uff, que bien la siento así. – Me dijo.

  • Dame fuerte.

Así que me puse a bombear con fuerza y velocidad. Se oían los cachetazos producidos al chocar mi cuerpo contra su culo en cada embestida, al tiempo que ella comenzaba a gemir, y casi gritar diciéndome que de diera más fuerte.

  • ¡Que polla tienes¡

  • Dame fuerte, párteme en dos.

La situación no podía ser más excitante. Volví a mirar su culo, con sus carnes moviéndose como un flan, al tiempo que mi pene salía abrazado por sus labios menores que se estiraban adheridos al mismo, y que se metían para adentro cuando me pene entraba de nuevo. Al tiempo veía como el oscuro agujerito de su culo, rodeado de algunos pelillos, se abría y cerraba con cada embestida.

Me entró la tentación... Aprovechando que mi pene salía totalmente lubricado, impregné mi dedo índice con el líquido resbaloso y blanquecino que impregnaba mi pene y acto seguido se lo introduje por al agujero del culo quedando frenado al llegar a la primera falange.

  • ¿Qué haces? – Me dijo.

  • Intento darte doble gusto con el dedito, le contesté. ¿No te gusta?

  • Nunca me habían hecho esto, aunque es cierto que me ha dado un poco de gustillo. Pero me parece un poco guarro para ti.

  • Si te gusta sigo, a mi no me importa.

  • Bueno, sigue – Me contestó, pero sólo el dedo. No se te ocurra intentar meterme lo otro.

Así que continué dándole doble placer, aprovechaba cada salida de mi pene para ir introduciendo más el dedo hasta llegar hasta la segunda falange donde volvió a quedar parado y de donde no pasé para evitar de que pudiera hacerle daño.

Sigue... sigue... me decía. Nunca me habían hecho esto, y me está dando un gusto que me muero.

Mi dedo permanecía dentro de su culo, al tiempo que con la yema del mismo acariciaba mi pene en sus entradas y salidas a través del fino tejido que separa ambos huecos.

  • Voy a correrme. Me gritó. Al tiempo que metía la mano entre sus piernas y comenzaba a masajearse el clítoris con intensidad. Sus uñas arañaban el tronco de mi pene en sus entradas y salidas. Saqué el dedo de su culo para poder agarrarme mejor y darle fuerte.

  • ¡No! No me saque el dedo. – Me dijo.

Así que volví a metérselo, al mismo instante que comenzaron de nuevo sus contracciones orgásmicas. Gritaba de placer al tiempo que mi polla comenzaba de nuevo a descargar todo el semen que tenía en mi interior dentro de ella. Esta vez sentía tanto en mi pene como en mi dedo sus fuertes contracciones, que se acompasaban con las mías en el orgasmo mutuo que estábamos sintiendo.

  • ¡Joder con el niño! - me dijo, una vez caímos rendidos cada uno a un lado de la cama.

  • Me vas a dejar destrozada.

Nos quedamos tumbados en la cama, ella con su cabeza sobre mi hombro, al tiempo que acariciaba mi ya fláccido pene al tiempo que decía:

  • Esta vez si que he conseguido matar a tu bicho.

  • No creas. – Le contesté. Como sigas tocándolo lo vas a resucitar. Eso sí, necesita algunos minutos de reposo.

  • La dejaré tranquila un rato. – Me dijo, al tiempo que dejaba de acariciarla. ¿Serás capaz de echarme otro polvo antes de irnos?

  • Podemos intentarlo. – Contesté.

Permanecimos descansando mientras charlábamos. Me comentaba que no le importaría tenerme como amante, pero el acuerdo al que llegamos era hacernos el amor y después no volver a vernos más. Sabía que tener un amante, a corto o largo plazo terminaría descubriéndose y no quería sacrificar su matrimonio y su acomodada vida a cambio de una aventura. Una aventura de un día es prácticamente imposible que alguien la descubra, pero cuando se convierte en rutina, al final sale mal en la mayor parte de los casos. Si yo hubiese hecho caso de lo que me dijo esta mujer en aquella época, me habría ahorrado un divorcio y todas las consecuencias que acarrea.

Llevábamos casi media hora tumbados, casi dormidos. Apoyé mi codo sobre la almohada colocándome de lado con mi cabeza apoyada sobre la palma de mi mano izquierda, mientras que con mi mano derecha comencé a acariciar su cuerpo suavemente, tenía las carnes flojas propias de una persona de su edad, sus pechos, blandos quedaban aplastados por su propio peso. Boca arriba su barriguita quedaba disimulada, elevándose sobre la superficie de su cuerpo su pubis abultado y recubierto de un corto vello que raspaba algo según la dirección en que fuese acariciado.

Ella permanecía con los ojos cerrados. Pasé a recorrer mi dedo, comenzando por el perfil de su nariz, siguiendo el recorrido hacia sus labios, que se entreabrieron un poco tocando ligeramente la yema de mi dedo con la punta de la lengua. Seguí por su cuello hasta llegar a la zona entre sus dos pechos. No sabía hacia cuál dirigir mi dedo primero. Ambos pezones permanecían fláccidos, confundiéndose con la aureola. Decidí dirigir el dedo hacia el pezón izquierdo y así con mis labios besar el derecho, comenzando a ponerse éste último en erección al instante, mientras el que acariciaba con mis dedos seguía bajado. Llevé mi mano a sus labios y mojó mis dedos con su saliva, para poder acometer de nuevo y dejar ambos pezones erectos.

Comenzó a suspirar profundamente, dejando salir de vez en cuando un leve gemido. Abrió ligeramente las piernas colocando una de ellas sobre mi cuerpo, al tiempo que llevaba los dedos de su mano izquierda a mi boca. Chupé sus dedos y seguidamente se los llevó a su coño. Alcé la cabeza para poder tener mejor vista de los que hacía. Abrió los ojos y me dijo:

  • ¿Te gusta lo que ves?

  • Si, contesté.

  • Ya lo noto... me dijo estoy sintiendo su polla clavarse en mi cadera, al tiempo que la agarraba con su mano derecha con cierta dificultad debido a la postura.

  • Quiero que me mires mientras me lo hago, quiero correrme para ti como hacía en el chat.

Yo observaba como tres de sus dedos se ubicaban sobre la zona del clítoris, los movía lentamente de un lado a otro y después de arriba abajo, estirando hacia arriba de sus labios mayores. Soltó mi pene de su mano derecha y sustituyó el masaje por esta mano sobre su clítoris al tiempo que su mano izquierda se dirigía a su entrepierna, y que aunque no podía verlo, estaría introduciéndose uno o dos dedos, acto que acompañaba elevando y bajando sus caderas sobre la cama.

  • Acércamela, quiero chupártela.

Intenté ponérsela a la altura de la boca, pero la postura impedía hacerlo. Se echó más abajo en la cama, colocando una de mis piernas flexionadas en la zona de la almohada, quedándome la obra pierna abierta, de este modo, y girando la cabeza, tenía mi pene perfectamente accesible. Comenzó a chupármela, al tiempo que sus dos manos daban placer a su sexo, mientras que yo me sujetaba al cabecero con una mano y con la otro sujetaba mi pene para que permaneciera en la posición más cómoda para su labor.

Llevábamos así varios minutos, hasta que mi deseo era volver a penetrarla se tradujo en una súplica hacia ella.

  • Vale, me dijo, pero quiero que me la saques antes de correrte y te corras en mi boca, quiero llevarme tu sabor.

  • De acuerdo, contesté.

Cambiamos de postura, mientras me decía, que tenía el coño todo dolorido, pude verlo y lo tenía todo enrojecido de tanta actividad que había tenido, al igual que mi polla, que presentaba efectos similares.

Monté sobre ella, puse mi cuerpo sobre el suyo al tiempo que se la introducía de nuevo mientras ella me abrazaba con las piernas dándome un empujón hacia ella con sus pies que apretaban contra mi culo. Me atraía hacia ella con los pies cada vez que yo reculaba y reía como una colegiala, hasta que el placer volvía a ponerla loca. Gemía y gritaba hasta que llegué al límite del orgasmo. Me puse rápidamente con mis piernas a cada lado de su cuerpo, de rodillas y aproximándome a su cara para entregarle todo mi semen, al tiempo que con una de mis manos hacia atrás le masajeaba el clítoris. Su boca recibía mi pene mientras mi mano de otorgaba un nuevo orgasmo, apretando mi mano entre sus piernas, al tiempo que mi pene empezaba a descargar dentro de su boca. Al primer impulso, puso la cara un poco rara. Como con un poco de asco, el segundo impulso cayó sobre sus labios, ya que el primero le había atragantado un poco, no por la cantidad ya que estaba casi con los depósitos vacíos, sino por que no lo esperaba. El tercer impulso le avisé que venía y aprovechó en metérsela de nuevo en la boca para recibirlo.

  • Hoy estoy haciendo cosas contigo que nunca antes había hecho, pero es que me encanta sentirme puta. Creo que debemos irnos, espero haber cumplido todas las expectativas, me dijo, con la cara manchada de semen, al tiempo que se relamía los labios.

Era el momento de la despedida, habíamos acordado no volver a tener contacto, ni tan siquiera a través del chat. Todo terminaba aquí. Nos sentíamos tristes, pero entendía que era lo mejor para ella y había que respetar su decisión, por lo que no insistí en acordar una nueva cita.

Esa misma noche al llegar a casa me conecté al chat y no la vi por allí, pasaron dos meses y llegó el verano cuando pude ver de nuevo a Maria25 ¿sería ella? Un nombre tan sencillo solía ser ocupado con frecuencia por otras personas. Creo que sí, que es ella...debe ser ella..., pero no quise contactarla tenía que respetar su decisión, pero... ¿porqué se había conectado? ¿Estaría buscando a otro? Me puse un poco celoso aunque no tenía derecho a ello. Creo que me había enamorado, era la mujer más elegante, sexy, morbosa y dulce que jamás había conocido.

Al poco se abrió una ventana de un privado María25 aparecía en el encabezado....