Con una mujer casada. (Parte 1 de 3)

Una bella historia, que ojalá vuelva a ocurrir.

PARTE I

Todo comenzó allá por el final de la década de los 90, en una soleada tarde de primavera, tomando cervecitas con mis colegas por los bares del centro de Sevilla, salió el tema de conversación de los chats. Mis amigos me comentaron que solían conectarse a salas de chat y que allí se ligaba bastante con chicas. Esto me dio la idea de cambiar mis hábitos de ligue, ya que todos mis ligues se centraban en amigas de amigas, amigas de amigos, primas de amigos, exnovias de amigos, etc.

Así que sin más vacilaciones, pasé por una tienda de informática, compré un módem de 56k, que era lo que había entonces, y contraté el servicio de internet en mi piso, servicio que en aquella época no incluía la tarifa plana, sino que el tiempo que estabas conectado, contaba como una llamada local y se tarifaba así, además de quedar inutilizado el teléfono mientras estabas conectado.

Comencé a entrar en las salas de chat y a buscar chicas nuevas y lo más morboso, desconocidas. Fueron muchos los contactos que hice, algunos de amistad y otros de cibersexo. Pero al principio sólo conseguía contactar con chicas de fuera de Sevilla, lo que impedía que pudiésemos quedar y llegar a algo más. Hasta que un día contacté con una chica que tenía el nick “María25”, y ¡suerte!, era de Sevilla.

Estuvimos chateando durante días, todas las noches me conectaba y allí estaba. Empezamos charlando, contando cosas de nuestras vidas, y poco a poco fuimos intimando, llegando a calentarnos, y tener cibersexo. En cuanto lo hicimos la primera vez, ya diariamente lo hacíamos. Nos tocábamos cada uno en su puesto mientras nos escribíamos cosas de lo más excitante hasta que nos corríamos.

Llegamos a tal nivel de complicidad, que nos vimos en la necesidad que quedar y hacer realidad nuestras fantasías, pero ella solía echarse atrás a última hora, incluso con la condición de sólo quedar a tomar una cerveza y si no nos gustábamos físicamente, pues no pasaba nada, adiós y hasta siempre. Pero a pesar de mi insistencia seguía negándose, a lo que me contestó que no había sido totalmente sincera conmigo. En ese punto me quedé un poco bloqueado.

-¿Acaso eres un tío haciéndote pasar por una chica? (estos casos se solían dar con frecuencia)

  • No, no es eso. Me contestó. Soy mujer, solo que estoy casada.

Vaya decepción, aunque nunca pensé en ligar con una casada, no formaba parte de mis convicciones morales por aquel entonces, pero el caso es que había llegado a un punto tal que el haber mantenido relaciones sexuales con ella aunque fueran cibernéticas, ya no me importaba tener una relación con una mujer casada, el caso es que me tenía enamorado.

  • Tampoco tengo 25 años, me confesó. Siento mucho haberte engañado. Además tengo dos hijos, una chica de 19 y un chico de 17.

  • Entonces tienes más de 40 ¿no?.

  • Sí, 42. Me casé joven con un hombre mayor que yo. Nos llevamos 15 años.

  • Siempre le he sido fiel, a excepción de los chats, pero eso no lo considero infidelidad. Lo cierto es que tengo una vida sexual casi nula, y veo que estoy perdiendo mi juventud sin disfrutar.

Aquello me hizo sentir apenado, pasándoseme el enfado que inicialmente había adquirido al encontrarme con que me había estado mintiendo respecto a ella, haciéndose pasar por una chica de 25, estudiante y sin novio.

  • ¿Me perdonas?

  • Claro mujer, al fin y al cabo, en los chats todo el mundo miente un poquito.

  • ¿Quieres que te describa las braguitas que tengo hoy puestas....?

Al final terminamos como de costumbre, haciéndonos pajas delante del teclado.

  • Si quieres podemos quedar mañana en conocernos en algún sitio, igual terminamos haciendo realidad nuestras fantasías, aunque no te lo prometo. Primero debemos gustarnos mutuamente, y segundo, que es la primera vez que hago algo así y lo mismo me echo atrás en el último momento.

  • Vale, pero ¿no sospechará nada tu marido?

  • Tranquilo, va a estar toda la semana santa en la playa con los chicos, se han ido hoy viernes y no vuelven hasta el lunes pasada la semana santa. Yo no voy porque no me gusta la playa, no soporto la arena que se mete por todos los sitios, y no suelo ir con ellos. Tenemos un chalet en Mazagón, ellos se van la semana santa y todo el verano. Yo sólo voy un mes de verano por estar con ellos.

  • ¿No trabaja tu marido en todo el verano?

  • No, es empresario, y trabajar trabaja poco, sólo se encarga de seguir el negocio pero no precisa estar allí todo el tiempo, así que los veranos se los pasa en la playa con los chicos y controla todo por teléfono, y a través del encargado y yo, que me encargo de llevar la facturación con clientes. Su prioridad es el negocio y el fútbol, que no se pierde un partido de su equipo aunque juegue fuera. Y a mí ya ves como me tiene, tenemos sexo alguna vez cada bastantes meses, si a eso se le puede llamar sexo, porque no se le pone dura del todo y siempre acaba corriéndose en la puerta, no alcanza rigidez como para poder metérmela. Y yo me quedo con las ganas y tengo que hacérmelo sola mientras ronca a mi lado.

  • Vaya, ahora te entiendo.

  • Pues si te viene bien quedamos mañana sábado en el centro comercial (...) a las 5 de la tarde, pero no tomamos nada juntos, no quiero que me vea ningún conocido tomando algo contigo y así evitar sospechas. Me indicas que ropa vas a llevar y me sentaré un una mesa junto a la tuya, iré con bolsas de compras, tomaré algo y si estamos de acuerdo ambos, nos lo indicamos y nos vamos a un sitio que tengo planeado.

  • De acuerdo, contesté yo, lo mejor es llevar ropa sencilla, como de diario, y así nadie puede sospechar que es una cita. Así que llevaré unas zapatillas de deporte, unos vaqueros y una camiseta de un grupo de rock. ¿Qué llevarás tú?

  • No lo he decidido, pero lo que sí te puedo decir es que llevaré ropa interior muy sexy.

  • ¿Haber si tu marido va a ver que estas usando ropa interior sexy... no va a sospechar?

  • Tranquilo, yo siempre visto ropa interior sexy, me gusta sentirme bien por dentro, y apenas uso ropa interior vulgar, sólo la uso para los días de menstruación. Soy una enamorada de la lencería y me gusta comprarme conjuntos de lencería de calidad, y mi marido está acostumbrado a ver el tendedero con mis colecciones que he ido usando durante la semana.

Y llegó el sábado, y allí estaba yo en el lugar acordado a la hora acordada. Estaba nervioso, y tenía una gran preocupación que era que si no me gustaba físicamente, no sabía como rechazarla, me parecía cruel, creo que en tal caso no iba a ser capaz y haría de tripas corazón y lo haría aunque no me resultara agradable.

Sentado en una mesita del bar con mi copa, no perdía la vista a todas las señoras que pasaban por la galería comercial pensando ¿será esta?.... Cuando finalmente vi aproximarse a una señora, elegantemente vestida y cargada de bolsas de compras, observé que me miraba fijamente mientras pasaba el interior de la cafetería. Creo que es ella, al poco tiempo volví la vista hacia el interior y vi como me seguía mirando mientras le servían el café en el mostrador. Seguro que es ella.

Salió con su café y las bolsas colgadas del brazo y se sentó en la mesa que había frente a la mía y mirando hacia un lado, tomó un sorbo de café y me dirigió de nuevo la mirada.

  • ¿Eres Fran?.

  • Si, y tu María, supongo.

  • Ajá, esbozando una discreta sonrisa.

Hice el intento de levantarme para colocarme en su mesa, pero me hizo un gesto para que no lo hiciera y permaneciera donde estaba.

¿Y como era ella?.

Pues no era como me la imaginaba, pero tampoco estaba mal para su edad. Vestía totalmente de negro, con falda a la altura de las rodillas, medias, zapatos de tacón altos, camiseta ajustada que hacía resaltar sus pechos aunque no exageradamente grandes eran bastante sugerentes y una chaquetilla. No puedo decir que era un cañón de mujer, ni una belleza, pero tampoco que no fuera atractiva, que sí que lo era. En general era una mujer bastante normal de aspecto, ni guapa ni fea, lógicamente teniendo más de 40 años se notaba la edad en el contorno de los ojos. No estaba gorda, pero marcaba piernas y un culito gordito, y algo de barriguita, normal para una mujer de su edad y que había tenido hijos.

Yo ya había terminado mi copa y ella tomando el último sorbo de su café, cuando desde la mesa de al lado me dirigió nuevamente la palabra.

  • ¿Nos vamos?.

  • ¿Juntos o cada por su lado? Respondí.

  • Tengo mi coche en el parking, me levanto primero yo y tu me sigues unos pasos atrás. Cuando suba a mi coche, esperaré a que cojas el tuyo, me haces una señal, salgo yo primera y me sigues con tu coche. He reservado una habitación en un hotel, y antes de llegar te haré una señal para que aparques tu coche y subas conmigo para entrar al aparcamiento del hotel.

Quedaba claro que yo era de su agrado, y ella por su parte había tomado la decisión sin preguntarme si yo aceptaba, daba por hecho que yo no la iba a rechazar. Por mi parte, aunque acostumbrado a las chicas de mi edad por aquella época, la veía un poco mayor para mí, pero el hecho del tiempo que llevábamos haciendo amistad, ya no me importaba la diferencia. En el fondo la deseaba.

Cogió sus bolsas y se encaminó hacia las escaleras mecánicas que bajaban al parking, y yo unos pasos atrás sin quitar el movimiento de culito que tenía, sabía que la miraba y se recreaba en moverse bien.

Llegamos al parking y se dirigió a su coche, un moderno todo terreno de alta gama, así que me dirigí a mi coche que estaba mas atrás y tuve que volver sobre mis pasos. Empecé a sentirme algo ridículo. Una señora elegante, muy bien vestida, con un coche de lujo, y yo, un niñato, vistiendo vaqueros, camiseta y zapatillas, con un viejo Seat Ibiza, rojo descolorido y lleno de abolladuras.

Cogí mi coche y cuando llegué a su altura le hice una señal para que saliera delante mía. Circulamos hasta el Aljarafe de Sevilla y me hizo una señal para que aparcara mi coche un una calle de la localidad. Lo aparque, subí a su vehículo y entramos al hotel que estaba a la vuelta de la manzana. Un discreto hotel conocido como lugar de parejas y con un discreto aparcamiento donde nadie puede ver tu coche. El sitio ideal para estos casos.

Casi sin darnos cuenta, ya estábamos abriendo la puerta de la habitación, íbamos casi corriendo.

Nada más entrar nos abrazamos y nos dimos un fuerte beso, ella me metió la lengua hasta casi las campanillas mientras yo le agarraba el culo con ambas manos quedando al instante con una fuerte erección.

Al poco me apartó con ambas manos y me dijo.

  • Haber que compruebe la mercancía.

Así que me quite toda la ropa, dejándola tirada en el suelo.

  • Túmbate en la cama, me ordenó.

Obedecí y me tumbé en el centro la cama totalmente desnudo con el cipote apuntando al techo.

  • Vaya, contestó. ¿Esto te lo he provocado yo?

  • ¿Tú que crees? Le contesté.

Abrió la puerta del armario, y lentamente comenzó a quitarse la ropa y colocarla en el mismo. Y yo había dejado tirada la mía en el suelo.

Estaba de espaldas a mí. Primero se quitó la chaquetilla que tranquilamente colgó en una percha, después la camiseta por lo que pude ver sólo la espalda y los tirantes del sujetador que era negro, acto seguido bajó la cremallera de la falda que estaba en el lateral dejándola caer al suelo para después agacharse a recogerla sin volverse. Vestía una braguitas negras de tela como de velo, totalmente transparentes por lo que podía ver con total nitidez su hermoso culo y unas medias de esas que no llevan liguero, y que van adheridas a medio muslo con un remate como de encaje. Uff, la polla se me estaba poniendo que me iba a estallar.

Una vez colgada la falda en el ropero se dio la vuelta y extendiendo los brazos me dijo.

  • ¿Qué te parece?

La miré de arriba abajo. Estaba muy pero que muy excitante. Con un conjunto de lencería negra totalmente transparente a través de la cual podía ver sus rosados pezones que los tenía erectos, y el chocho, con el vello muy recortado, formando un rectángulo vertical, tan recortado de dejaba ver perfectamente la rajita y cuyos vellos negros moteados por algunas canas, estaban tan recortados que atravesaban el velo de las braguitas.

Se sentó en el borde de la cama dándome la espalda e inmediatamente agarró mi polla con una mano, volviendo la cara hacia mí me dijo.

  • Joder, la tienes como un palo.

  • Creo que a mi marido nunca se le ha puesto tan dura como la tuya.

No me agradaba que me mencionara a su marido en esta situación, pero en fin... tampoco quería hacerle el comentario.

Me la agarraba fuertemente con una mano y al mismo tiempo empezó a moverla lentamente de arriba hacia abajo haciéndome una pajita.

Estiré la mano hacia su espalda, con la intención de desabrocharle el sujetador, y ella reaccionó bajándose hacia mi polla metiéndosela en la boca. Creo que al sentir mi mano en la espalda interpretó que lo que quería era que me la chupara.

Su cabello caía sobre mi cuerpo, lo que me impedía ver como me lo hacía, por lo que alargué el brazo para apartar el cabello y poder verla.

  • ¿Quieres ver como te la como? – Me preguntó al tiempo que esbozaba una pícara sonrisa.

  • Si, contesté.

Se levantó y se volvió a sentar esta vez mirando hacia mí, me agarró fuertemente la polla al tiempo que se la introducía en la boca mirándome a los ojos. La chupaba con maestría, poco a poco cada vez más profundamente al tiempo que acompañaba el movimiento con la mano que a sujetaba. Hasta que tuve que decirle que parara porque si seguía iba a terminar corriéndome.

Se puso de pié en el frente de la cama, llevándose los brazos a la espalda para quitarse el sujetador y me lo lanzó, liberando sus dos hermosos pechos, que le colgaban un poco, normal para su edad, pero no quita que me gustaran. Después se quitó las braguitas, lanzándomelas también, las cuales al tocarlas pude comprobar que las tenía totalmente mojadas. Se quitó los tacones y quedó sólo con las medias. Puso una pierna sobre la cama y me preguntó que si se las quitaba o prefería que se las dejara puestas. En esa postura quedaba su coño semiabierto, pudiendo ver asomar en su rajita sus rosados labios menores brillantes de la humedad que manaba de su precioso coño.

Le dije que no se las quitara, no quería retrasar más la situación. Tenía que coger los condones que llevaba en el bolsillo del pantalón que había quedado tirado en el suelo. Ella me dijo que por su parte prefería hacerlo ‘a pelo’, pero que si por mi parte deseaba usarlos tampoco había problema, estaba sana y si yo también lo estaba pues podemos prescindir de ello. Por mi parte tampoco tuve objeción, así que ‘a pelo’.

Se dio una vuelta sobre si misma mientras me preguntaba que qué le parecía.

  • Estas muy buena – le contesté.

  • Ya la edad no perdona – me dijo. Se te caen las tetas, te salen estrías, te sale barriguita...

  • Aun así me gustas, le volví a contestar. Y en verdad, aunque no fuera perfecta, su sensualidad y feminidad hace que uno no se fije en esos detalles, ni importen. Lo que importa es disfrutar y gozar dándonos placer el uno al otro.

Se tumbó en la cama junto a mí, y tras darme un largo beso, me preguntó:

  • ¿No tenías ganas de ver mi coñito?, Al tiempo que abría las piernas.

Me pasé a los pies de la cama para tener mejor visibilidad al tiempo que ella con sus dedos separaba los labios mayores para mostrarse totalmente abierta.

La imagen eran dos preciosos labios menores rosados y carnosos, brillantes de la humedad que se unían en la comisura de la caperuza de un clítoris ya hinchado por la excitación, de un color rosado más pálido al que comenzó a tocarse con la yema del dedo de la otra mano.

  • Esto es lo que hacía las últimas noches imaginándote.

  • ¿Te gusta mi coñito?

  • Me encanta, respondí. Es precioso.

  • Mi marido decía que mi coño era lo más bonito de mi cuerpo. Ahora ni me lo mira el muy cabrito.

Vaya, pensé, otra vez con su marido. No me agradaba mucho que lo mencionara en esta situación, pero ya empezaba a acostumbrarme.

La visión de su jugoso coño abierto con sus dedos recorriendo toda su morfología me provocó unas ganas irrefrenables de comérselo. Y eso hice.

Inmediatamente metí la cabeza entre sus piernas mientras ella se lo mantenía abierto con una manos, le pasé la lengua desde casi desde el culo hacia arriba, recorriendo todo su interior hasta llegar al clítoris en el que me paré para darle vueltas alrededor con la punta de la lengua, al tiempo que ella jadeaba de placer, bajé de nuevo y le metí toda la lengua en la vagina mientras la punta de mi nariz apretaba sobre su clítoris, me agarró la cabeza con ambas manos y comenzó casi a gritar al tiempo que me apretaba fuertemente la cabeza contra su coño.

Subí de nuevo mi lengua hacia el clítoris al tiempo que metía la mano por debajo y le introduje dos dedos.

Me embriagaba el sabor a mujer de su sexo, que a su vez tenía un ligero olor a perfume, sin duda se había puesto unas gotas de perfume en su pubis.

Así estuve varios minutos hasta que...

  • ¡Que bien lo haces cariño!, Vas a hacer que me corra.

-  Me estoy corriendooo, me estoy corriendooo, me corroooo.

Bajó las piernas estirándose como una tabla al tiempo que gritaba de placer y me apretaba más fuerte la cabeza contra su coño, teniéndome así un buen rato hasta que terminaron las contracciones de placer que acababa de tener. Minutos después se destensó, quedando totalmente relajada, volviendo a abrir las piernas. Momento en que entendí que debía salir de su entrepierna.

Al levantarme, vi que tenía toda la cara empapada de sus jugos. Su coño estaba totalmente abierto, empapado, y sobre la sábana había una mancha de todo el jugo que había chorreado.

  • Jamás en mi vida había sentido tanto placer. Me dijo.

Al tiempo que se levantaba de la cama mientras me decía.

  • Ahora me toca a mí.

Yo me tumbé boca arriba en el centro de la cama mientras que ella se dirigía a los pies de la misma.