Con una mujer casada en la biblioteca

Les relato lo que me sucedió un buen día con una mujer madura y casada en la biblioteca municipal de mi pueblo. Disfrútenlo.

No había ni un solo sitio para aparcar, entre otras cosas, por culpa de los viejos que abarrotan todos los días el centro de salud, el cual está casi pegado a la biblioteca municipal. Al final como casi todos los días no me quedó más remedio que aparcar en unas calles un poco más alejadas, pero no me importó demasiado, ya que de camino a la biblioteca paso por delante de la cristalera de un gimnasio en donde están un grupo de atractivas y maduras madres haciendo sus ejercicios matutinos con sus ajustadas mayas y camisetas de tirantes poniendo tieso al personal mientras sus maridos están felices en el curro y sus hijitos en la escuela. <> pensaba todos los días, y seguro que más de una estaría dispuesta. Pero por desgracia nunca lo sabré.

Pasado ese grato momento del inicio del día comenzaba a pensar la mierda de mañana que me esperaba en la biblioteca estudiando asignaturas estúpidas que no me aportan nada, solo quebraderos de cabeza. Pero la época de exámenes en la facultad se acercaba y había que ponerse las pilas.

Después del paseíto llegué a mi destino.

La biblioteca municipal es un edificio bastante moderno, circular, y los pisos son anillos dentro de ese círculo dejando un espacio en el centro por el que entra la luz de una alta cristalera en la cubierta.

Como siempre me dirigí al primer piso no sin antes echar un buen vistazo a las guapas bibliotecarias que siempre están en la recepción del centro de la planta baja. <> pensaba.

Me senté en el sitio de siempre en la mesa de siempre. A la hora que llego, la biblioteca está casi vacía, de hecho durante la mañana casi no hay nadie. Solo señores mayores que se pasean por el piso de abajo haciendo que leen el periódico pero en realidad solo van para mirarle las piernas a las bibliotecarias.

Como de costumbre, justo en la mesa que hay detrás de mí, estaba Julia. Una atractiva mujer que en los últimos meses me estaba volviendo loco.

Debía rondar los 38 años, tenía el pelo largo y liso color caoba que a veces llevaba recogido con una trenza, pero ese día lo llevaba suelto. Tenía también unos ojos verdes preciosos, los cuales hacía que su cara fuese especial. Pero lo que más llamaba la atención de ella era su cuerpo. Era bastante alta, tenía unas piernas y unas nalgas perfectas, y sus pechos eran del tamaño justo, de esas que te llenan la mano. También me gustaba mucho su forma de vestir. Solía llevar faldas largas con botas y blusas que solía cubrir con un fular cuando hacía frio. Pero a veces llevaba vestidos cortos y medias de dibujos, y es entonces cuando mostraba su bello cuerpo en todo su esplendor. Pero más que su atractivo lo que más me gustaba era esa excitante y morbosa situación de estar a un par de metros de ella y verla allí sentada, estudiando, y observar como se levantaba de vez en cuando para ir al baño y pasaba a escasos centímetros de mí moviendo su culito y dejándome abobado mientras lo miraba. Pero sabía que nunca pasaría nada entre nosotros, porque es de esa clase de mujer que se ve formal y no un putón verbenero. Y que además está casada, como así lo indicaba su alianza.

Al sentarme la saludé como siempre. Ya teníamos ese grado de complicidad dado que nos llevábamos viendo en la biblioteca desde el verano. Habíamos tenido alguna que otra conversación en la entrada de la biblioteca mientras esperábamos a que esta abriese a primera hora de la mañana y también de vez en cuando me consultaba alguna duda matemática de los ejercicios que hacía de no sé qué oposiciones.

-Buenos días.- Le dije.

-Hola, buenos días.- Me respondió ella con una sonrisa en su cara.

Ese día llevaba uno de esos vestidos cortos de lana que tanto me gustaban y unas medias grises de rombos que cubrían sus hermosas piernas y unas botas de cuero negro.

-¿Me podrías ayudar aquí un momentito?- Me preguntó.

Se veía que estaba esperando a que yo llegase para consultarme, ya que no me dio tiempo casi ni a tomar asiento.

-¿Qué duda tienes?- Le pregunté.

-Verás, es que en esta gráfica debo calcular el área y no sé como plantear la integral.

Era algo más difícil de lo que pensaba en un principio, así que decidí tomar asiento a su lado. Casi tocando pierna con pierna.

Comencé a pensar el ejercicio y me puse a hacerlo. Mientras tanto ella me miraba. Se acercó más a mí para poder ver lo que estaba haciendo ya que yo soy zurdo y ella estaba a mi izquierda. Estábamos rozándonos pierna con pierna y brazo con brazo. El olor de su perfume era embriagador. Olía a paraíso. Notaba su aliento fresco en mi cara. Mordía el bolígrafo de una forma muy sensual mientras intentaba entender el ejercicio. La verdad era que me estaba excitando muchísimo aquella situación.

Durante los meses que la llevaba viendo en la biblioteca se puede decir que había endiosado a aquella mujer. Me daba muchísimo morbo. Así que no era de extrañar la semi-erección que estaba sufriendo por aquel acercamiento.

Cuando terminé, le expliqué lo que había hecho. No me quitaba ojo de encima. Su cara reflejaba que no se estaba enterando de nada.

-¿Estas entendiendo lo que te estoy explicando?- Le pregunté.

-Pues la verdad es que no me estoy enterando de nada.- Me espetó.- Dios…soy un desastre, perdona por hacerte perder el tiempo-. Me dijo con voz desesperada.

-No te preocupes, a mi no me importa explicártelo las veces que haga falta, tengo tiempo de sobra. Mira esto es muy fácil…-. Continué la explicación de forma más detallada y pausada para que lo entendiese mejor.

-Vale, creo que ya lo tengo. Lo voy a hacer sin mirar por lo que has hecho tú a ver si logro razonarlo yo sola.

Comenzó a hacer el ejercicio y ahora era yo quién la observaba. Tenía las piernas cruzadas y con el corto vestido que llevaba se le podían apreciar perfectamente sus hermosos muslos, que además estaban en contacto con mi pierna. Su cara pensativa era la de un ángel. Me dieron unas ganas tremendas de besarla, de acariciar sus muslos, de atraerla hacia mí y notar sus pechos contra el mío.

Cuando terminó revisé lo que había hecho y lo tenía perfecto. Le di la enhorabuena.

-¡Bien! Por fin…la verdad es que he estado un buen rato comiéndome la cabeza con esto, pero gracias a ti lo he entendido-. Me dijo al tiempo que me daba un abrazo y ponía su cabeza sobre mi hombro a modo de sincero agradecimiento.

-Muchísimas gracias, la verdad es que si no fuera por ti me tendría que pagar una academia particular, te tendría que pagar algo como agradecimiento. Me dijo en tono de broma.

-Bueno, en lugar de pagarme podrías invitarme  un día de estos a tomar algo y así podríamos conocernos un poco mejor-. Le dije envalentonado.

Ella se me quedó mirando un poco extrañada por lo que acababa de decir. Pero acto seguido me sonrió como si lo que le hubiese dicho fuese de broma.

-Si se entera mi marido que ando saliendo con jovencitos por ahí, me mata a mí y luego a ti. Además, ¿qué mejor sitio que una biblioteca para conocerse?

-Así que tienes un marido celoso. Pues tranquila que yo no pensaba hacer nada que tu no quisieras. Solo te lo decía para charlar y eso.

Ella se quedó un poco cortada y se puso algo colorada. No se imaginaba que lo de quedar se lo había dicho de verdad. Así que intentó arreglarlo un poco.

-No es que mi marido sea celoso, la verdad es que por las tardes no tengo mucho tiempo para quedar.

-Pues es una pena. Me caes muy bien y me gustaría tener una relación un poco más íntima contigo, en el buen sentido de la palabra claro-. Le dije un poco burlón.

-Claro que sí hombre, tu a mí también me caes muy bien. Me agrada que un chico joven como tú se interese tanto por mí. Seguro que si le pido ayuda a cualquier otro me manda a paseo.

-No lo creo. Es difícil rechazar a una mujer tan guapa y simpática como tú.

La estaba piropeando descaradamente para que se diera cuenta de una vez que me sentía atraído por ella. Para que supiese que si ella lo deseara, me tendría.

-Muchas gracias por el cumplido, pero sé que lo dices por quedar bien.

-Nada de eso. De todas las mujeres que suele haber en la biblioteca tú eres la más guapa y sexy. El que yo sea más joven que tú no quiere decir que me atraigan más las chicas de mi edad. Tú eres mucho más atractiva que muchas veinteañeras.

Por si no le había quedado claro que me quería meter en sus bragas. Ahí tenía la confirmación. Aunque esta vez me había pasado un poco con los cumplidos y se puso algo colorada.

-Vaya, no sabía que te gustase tanto. Tú también eres un chico muy guapo y simpático. Y te agradezco todos esos cumplidos.

-Si no estuvieras casada ya te abría tirado los tejos a la semana de conocernos. Le dije bromeando.

Ella forzó una sonrisa y se puso aún más colorada. Noté en mi pierna que su muslo comenzaba a temblar. Se estaba poniendo nerviosa. Tenía que aprovechar esa oportunidad. Debía subir un poco el tono de la conversación.

-Dime, si no estuvieras casada ¿me darías coba aunque fuese más joven que tú?

Su cara reflejaba cierta sorpresa por la pregunta, pero supo disimular y tomarla con naturalidad.

-Pues no sé qué decirte…

-Se que la pregunta es un poco indiscreta, lo siento, pero es que me interesa lo que piensan las mujeres sobre mí, ya sé que contigo no tengo posibilidades, así que por eso te lo pregunto de forma tan directa.

Después de mi aclaración se quedó un poco más tranquila.

-No te preocupes, no me ha molestado. Pues la verdad es que estás muy bien, si yo estuviera libre y tuviese unos años menos, seguramente te seguiría la corriente y me dejaría llevar.

-No digo si tuvieses unos años menos. Te digo ahora mismo, a tu edad. Si ahora mismo no tuvieses ese anillo en tu dedo ¿Qué harías?

-Pues a mi edad con un chico tan joven seguramente solo estaría dispuesta a un rollito y nada más.

Después de esto su pierna temblaba aún más, y ella notaba que yo lo sabía. Se la veía algo sofocada. El hablar de esas cosas con alguien que conoce solo de la biblioteca la hacía ruborizarse.

-Así que un rollito. Bueno, pues si algún día te separas avísame-. Le dije sonriente.

-Ja ja, vale, lo tendré en cuenta.

-O aunque no te separes, si quieres un rollito clandestino también estoy dispuesto, yo soy muy discreto-. Dije intentado estirar la broma más de la cuenta.

Esto no le hizo mucha gracia. Simplemente esbozó una sonrisa. No quería que se sintiese incómoda. Quería seguir llevándola a terrenos más sensibles. Pero entonces ella decidió cortar por lo sano.

  • Bueno, pues ya no tengo más dudas, muchas gracias por todo. Luego seguimos hablando. Me dijo con una sonrisa.

Yo no quería dejarlo ahí. Me gustaba tenerla tan cerca de mí y hablarle de cosas que la hiciesen ruborizar, me hacía pensar que de algún modo a ella también le gustaba. Que dentro de su nerviosismo y su coraza, le gustaba que alguien que no fuese su marido la estuviese adulando tanto.

Decidí tomar medidas un poco más drásticas, aún a riesgo de joderlo todo.

-¿Acaso te incomoda la conversación?, siento ser tan sincero contigo. Pero es que es la pura verdad. No tendría ningún inconveniente en ser tu amante si tú me dejases. Eres una mujer preciosa.

Me incliné sobre ella y puse mis labios sobre los suyos. Por un segundo ella me correspondió. Pero después de eso se separó de mí y me empujó hacia atrás. Acto seguido se levantó de la silla y se dirigió hacia las escaleras. Yo la seguí intentando frenarla para pedirle disculpas, pero ella bajó rápidamente y se metió en los baños de mujeres.

Me quedé parado sin saber qué hacer. Miré hacia un lado y vi a las bibliotecarias en el centro de la planta baja. Se las veía ocupadas y no se habían percatado que estaba enfrente al baño de mujeres. Así que sin pensarlo abrí la puerta y entré.

El baño estaba vacío, salvo por Julia que estaba inclinada sobre el lavabo refrescándose la cara. La verdad es que estaba en una posición que dejaba ver todas sus piernas hasta casi la baja nalga. Esa estampa hizo que mi excitación creciera. Sin hacer ruido me acerqué a ella y la cogí por la cintura. Pegó un grito de susto al sentir mis manos y se giró de inmediato.

-Lo siento Julia. Pero es que estoy obsesionado contigo. Me atraes muchísimo y sé que yo también te atraigo a ti.

La acerqué a mí y volví a besarla. Esta vez el besó duró más, pero su reacción fue la misma. Tras unos segundos apartó su cabeza.

-Pero qué coño te crees que haces chaval. Estoy casada y tú eres un crio-.

Sus palabras eran claras, pero el modo en que las decía no. Su voz dejaba entrever sus dudas y su nerviosismo por la situación. Así que continué intentándolo.

-No soy ningún crio. Me da igual que estés casada. Por mi parte no se va a enterar nadie.

Intenté besarla de nuevo, pero apartaba su cara. La tenía cogida por la cintura, pero no intentaba separarse, solo me giraba la cara cuando quería besarla, así que opté por comenzar a besar su cuello.

-Te digo que pares por favor. Esto no está bien.

Ya no era tan tajante como antes. Se estaba comenzando a ablandar. Mi siguiente paso fue empezar a acariciar su culo con mis manos. Mis besos en su cuello eran prolongados y procuraban tocar zonas erógenas.

-Para por dios, te ruego que pares-. Me decía con voz entrecortada.

Quité una mano de su culo y la dirigí a su muslo. Fui subiéndole poco a poco el vestido hasta que llegué a sus braguitas. Fui palpando mi mano por su entrepierna hasta que  quedó en contacto con un caliente y ya algo húmedo coño. Aunque por encima de la braga, comencé a masturbar a aquella diosa.

-Dios, no. Que no se entere mi marido por favor-.

Ya estaba hecho. La tenía toda para mí. Paré de chupar su cuello y volví a intentar besarla. Esta vez le di un morreo de escándalo, y por fin, ella lo correspondió.

Tomé conciencia de la situación en la que nos encontrábamos, podíamos ser descubiertos en cualquier momento. Por el ruido no había problema, ya que los extractores de aire del baño hacían un ruido tremendo que tapaba todo el sonido que pudiésemos ocasionar. El problema era, que aunque hubiese poca gente, alguien podría entrar y vernos en faena.

-Aquí nos pueden pillar. Puede entrar alguien en cualquier momento.- Le dije a Julia.

-Es mejor meterse en un wc, tienen seguro. Dijo.

En el baño había dos wáteres, uno normal y otro adaptado para minusválidos que era mucho más grande. Nos metimos en este último y echamos el cerrojo.

Me quité el jersey y la camiseta, me acerqué a ella y le subí el vestido hasta la cintura. Tenía las medias tipo panty y unas braguitas rojas. Le pasé las manos por debajo de ellas y estrujé sus tiernas nalgas. Ella se subió a mí cruzando sus piernas alrededor de mi cintura. Yo la coloqué sobre una repisa al lado del wáter. Estaba entre sus piernas, le bajé las medias hasta donde pude, ya que sus botas me impedían sacárselas por completo. Acaricié sus hermosos muslos suaves y lisos hasta llegar a su entrepierna. Ella comenzaba a gemir. Metí una de mis manos en el interior de su braguita y palpé su monte de Venus, tenía el bello bastante corto, continué bajando hasta tocar su coño, estaba mojado. En cuanto lo acaricié firmemente ella dio un respingo soltando un grito placentero.

-Dios mío, que cachonda me estás poniendo. Necesitaba esto desde hace ya mucho tiempo-. Me dijo con voz de lujuria.

-Pues estate tranquila porque vas a quedar más que satisfecha-. Le contesté con aires de machote.

La verdad es que hasta entonces había tenido unas cuantas relaciones, aunque no muchas. Mi principal virtud es que suelo eyacular dos veces en el mismo polvo sin perder potencia. Lo cual me hace durar bastante tiempo.

Comencé a masturbar su clítoris, y ella gemía aún más. De su coño manaban flujos como de una fuente se tratase. Comencé a desabrocharle los botones del vestido por la parte de arriba hasta que pude bajárselo por los hombros quedando ante mí un sujetador rojo a juego con las braguitas.

Ella se lo quitó de inmediato y por fin pude ver aquellos maravillosos pechos. Eran perfectos, colgaban lo justo y tenían unos pezones rosáceos que llamaban a chuparlos. Toqué con suavidad aquellas dos perlas, y pronto estuve con uno de aquellos pezones en mi boca.

Estuvimos así unos minutos. Ya tenía la polla durísima, y ella tenía las bragas empapadas.

-No lo aguanto más. Quiero que me folles ya, por favor, fóllame ya-. Me decía suplicante.

Entonces dejé de sobarle las tetas y me desabroché el pantalón liberando mi verga que ya estaba lista para perforar.

Agarré las bragas rojas y de un tirón las rasgué y se las quité. Apunté mi polla a su vagina y coloqué la punta en la entrada de aquel húmedo coño. De un impulso la penetré por completo, con furia. Ella pegó un bote y soltó un grito de placer impresionante. Comencé a follarla con unas penetraciones fuertes y continuas. Mi polla entraba y salía de aquel húmedo coño una y otra vez.

-Ahh, ah, ah, sí, sí…sigue así cabrón, no pares, joder que polla tienes-. Me decía.

-Sí, sí, fóllame, eres mi jovencito, eres mi niño. Me gusta que mi niño me folle-.

Continué con una penetración más rápida, notaba que mi primera carga estaba a punto de ser soltada.

-Estoy a punto de correrme-. Le dije.

-¿Ya!!? , pero si acabamos de empezar-. Me dijo ella sorprendida.

-Sí, pero tranquila que tengo más balas en la recámara-.

Entonces ella con cara golosa hizo que me separase de ella y se bajó de la repisa, se puso de cuclillas quedando mi polla delante de su cara. La cogió y se la metió en la boca de lleno.

No me esperaba que me fuese a hacer una mamada y menos estando a punto de correrme. Se ve que era una viciosilla. Su lengua se movía alrededor de mi falo como si de un chupa chup se tratase. Sentí un placer inmenso y sin avisarla me corrí de lleno en su boca. Ella succionó hasta la última gota de semen y luego se levantó y lo escupió en el wáter. No era tan cochina como para tragárselo.

Aunque me había corrido, seguía con mi polla intacta, dura como una piedra. Una vez se hubo limpiado la boca, comenzó a quitarse las botas, las medias y se quitó también el vestido quedando completamente desnuda.

Me agarró del brazo y me sentó en la tapa del inodoro. Apuntó mi pene a su coño y se sentó sobre él quedando este incrustado en lo más profundo de su útero. Comenzó a cabalgarme como una posesa mientras gemía cada vez más. Sus pechos botaban delante de mi cara. Comencé a chuparlos como loco.

Estuvo follándome largos y placenteros minutos. Con mis manos acariciaba todo su cuerpo, sus suaves muslos, sus tiernas nalgas, sus preciosos pechos, su tersa espalda. Estábamos echando un polvo impresionante.

-Ahora quiero que me folles tú otra vez-. Me dijo a la vez que se levantaba.

Me levantó a mí también y se colocó inclinada sobre la pared abriendo ligeramente las piernas para que me la follase por detrás.

-Venga, métemela otra vez coño, estoy a punto de correrme.- Me dijo casi con tono de enfado.

Obedecí sin rechistar. Apunté mi polla y se la volví a incrustar en su chorreante coño. Inicié una follada rápida. Veía como con cada envestida sus nalgas temblaban. Ella tenía las manos apoyadas en la pared, así que la abracé por detrás y comencé a sobarle los pechos que también botaban por la follada.

La penetraba cada vez con más fuerza, y ella gemía como nunca.

-Me voy a correr, me corro! Ah, ah, ah.- Gritaba.

De pronto sentí como un intenso chorro de flujos recorría mi polla. Salieron de su coño y resbalaron por mi escroto hasta que la gravedad hizo que el fluido gotease desde mis huevos hasta el suelo formando así un pequeño charco.

En ese instante se estremeció y dio unos gritos impresionantes de placer. Se había corrido y yo no estaba muy lejos de hacer lo mismo. Seguí con un ritmo aún más rápido. Mi polla y su coño palpitaban.

-Me voy a correr yo también, me corro-. Le dije.

-Córrete dentro, no te preocupes, inunda mi coño.- Me dijo fuera de sí.

En ese momento me daba igual correrme dentro, no pensaba en las consecuencias, así que lo hice. Un chorro de lefa inundó las entrañas de aquella maravillosa mujer.

Ahora sí que habíamos terminado, mi polla comenzó a perder fuerza y ya no se restablecería hasta pasado un tiempo.

De su coño empezaban a salir restos de mi semen mezclados con sus flujos. Cogió un poco de papel higiénico y se limpió. Yo hice lo mismo, mi polla estaba empapada.

Nos vestimos de nuevo, aunque ella iba sin bragas ya que se las había roto.

-Toma, te las regalo-. Me dijo. Están empapadas, así puedes pensar en mi cuando te pajees recordando esto.

-No me va a hacer falta pajearme. Esto tenemos que repetirlo más veces.- Le dije.

-Sí…bueno, ya veremos. Me dijo mientras se retocaba un poco el pelo y salía del wc.

Cuando salimos del baño nos dirigimos de nuevo al piso de arriba. Ella comenzó a recoger sus cosas.

-¿Ya te vas?- Le pregunté.

-Sí, estoy empapada de sudor, voy a casa a darme una ducha. El día de estudio ha terminado por hoy-. Me dijo.

-Bueno, pues hasta mañana entonces.- Le dije.

-Adiós-.

Yo me quedé un rato más intentando estudiar algo, aunque no podía dejar de pensar en lo que había pasado. Comenzó a preocuparme el hecho de haber eyaculado dentro de ella. En el momento me había dicho que no me preocupase, pero la verdad es que no me había dicho si tomaba algún tipo de método anticonceptivo. Se lo preguntaría al día siguiente.

El día siguiente llegó, pero Julia no apareció. Y tampoco al siguiente ni al siguiente. Pasaron las semanas y ni rastro de ella. No tenía forma de localizarla, no sabía donde vivía ni su teléfono. Me preocupaba la idea de poder haberla dejado embarazada, sentí pánico e impotencia por no poder saber nada.

Julia, mi diosa durante unos meses, me había abandonado.