Con una compañera en la playa
Un encuentro casual con una compañera de trabajo acaba con una fantástica sesión de sexo anal
o que voy a contar me ha pasado este verano, y desde entonces se ha convertido en un recuerdo recurrente que no deja de producirme excitación cada vez que me acuerdo.
Con un trabajo de horario bastante amplio, me gusta cogerme un rato a mediodía para salir de la oficina, comer algo y desconectar antes de volver a la vorágine. Una de las opciones para ese rato es acercarme a la playa nudista del Saler, que está escasamente a 10 minutos en coche de donde trabajo, y tumbarme a tomar el sol escuchando música. Dicho sea de paso que esta playa me ha proporcionado muchos momentos “alegres” en lo que a dogging se refiere… Normalmente me pongo alejado de la orilla, tras las dunas, porque se está más tranquilo además de protegido del viento que normalmente a esa hora suele girar y se vuelve un poco más incómodo.
Pues bien, aquel llegué como de costumbre y me puse en el sitio de costumbre. Me desnudé, me tumbé sobre la toalla y me puse los cascos para escuchar música, sin ninguna otra intención que pasar el rato tranquilo hasta que se hiciera la hora de volver a trabajar.
A los diez minutos de estar allí, calculo, porque creo que me quedé algo traspuesto, una sombra sobre mi cara que me tapó el sol me hizo abrir los ojos.
- Hola! – me dijo alguien
No pude reconocer a primera vista quien era porque el sol quedaba detrás de esa persona y mis ojos no se habían acomodado a la luz, pero rápidamente me di cuenta. Se trataba de Clara, una compañera de trabajo. Clara es pelirroja, con el pelo rizado, no muy alta ni muy agraciada pero simpática como un cascabel, lo que hace a cualquier mujer muy atractiva para cualquier hombre. Con poco pecho, siempre me había fijado en ella porque tiene un culo respingón y precioso, que normalmente acompaña con unos vaqueros ajustados y unos tacones altísimos. En fin, era la compañera de trabajo a la que miras de reojo que despierta ciertos deseos pero que no te tiene la mente absorbida permanentemente.
- Hola – contesté.
Mi primera reacción fue taparme. Reacción absurda porque se trata de una playa nudista y porque ella ya me había visto todo lo que tenía que verme.
No te tapes, hombre! Que ya te he visto de sobra!!!! Jajajaja
Pues tienes razón – contesté. - ¿Qué haces por aquí?
Esta tarde no trabajo y he venido a pasar la tarde a la playa. He visto tu coche aparcado allá – dijo, señalando hacia la zona de parking
Conoces mi coche? – pregunté un tanto incrédulo
Pues claro!! Y también sé que vienes muchos mediodías a esta playa. Te importa si me pongo aquí?
Naturalmente que no me importaba, pero he de reconocer que la situación me resultaba un poco incómoda. La desnudez es un estado que me encanta, que no me incomoda en absoluto, pero estar de esa manera delante de una persona con la que siempre había tratado en entorno trabajo no era lo más confortable.
Extendió la toalla, dejó la bolsa que llevaba en el suelo y comenzó a quitarse la ropa. Intentando que no se me notara procuré no quitarle ojo de encima (las gafas de sol son únicas para conseguir ese propósito…) y lo que empezaba a ver respondía exactamente a lo que se intuía con la ropa puesta: un pecho escaso pero firme y un culo precioso.
Se quedó enfundada en un bikini de color ocre, con la parte de abajo muy pequeña, y se sentó en su toalla.
No te quiero interrumpir, estabas escuchando música. Sigue, por favor – me dijo.
No te preocupes, siempre es mejor tener compañía – respondí
Ahí iniciamos una conversación de lo más banal que incluyó trabajo, hábitos a la hora de comer, estado meteorológico, sequía y lluvias previsibles, etc. La cuestión es que estábamos hablando con plena naturalidad y yo estaba completamente desnudo. Me di cuenta que ella no miraba más allá de mis ojos en ningún momento, tal vez por prudencia o seguramente porque no le interesaba, pero a mi me hizo sentir cómodo ya que le dio una apariencia de normalidad a la conversación.
Al rato se levantó.
Me voy a bañar. Estoy muerta de calor. Vienes? – dijo
Creo que no, gracias. No me apetece – contesté
Está bien, como quieras. Me voy al agua.
Se quitó el bikini y lo dejó en la toalla. Pude ver sus tetas pequeñas, con pezones pequeños y el coño depilado con una fina hilera de vello en vertical. Y efectivamente, el culo era perfecto. Respingón, grande, como a mi me gustan, y con un poco de celulitis. Vamos, perfecto.
Se fue a la orilla y mientras se alejaba me levanté y la miré. La melena rizada pelirroja le caía por la espalda. Mi polla empezó a animarse y comenzó a adquirir tamaño, pero decidí volver a la toalla porque no quería que me viera en ese estado cuando volviera del agua.
Al poco rato, chapuzón corto, volvió. Con todo el pelo chorreando y el cuerpo empapado daba una imagen más que agradable. Se sentó en la toalla y, con descaro, me dijo:
- Parece que se te ha animado! Jajajaja
Efectivamente, mi polla aún estaba grande, no con una gran erección pero sí grande.
Eso no será porque me he quitado el bikini, verdad?
No creas – contesté. “No poco”, pensé yo.
Oh vaya!!! – dijo riendo.
Se tumbó en la toalla boca abajo, pero mientras lo hacía se puso a cuatro patas durante tres o cuatro segundos buscando las gafas de sol en su bolsa de la playa. La vista de su coño y su culo por detrás fue lo que necesitaba para que mi polla volviera a crecer y llegara a una buena erección. No sabía si esa maniobra había sido intencionada o no, pero por si acaso volví a tumbarme y a ponerme la música y cerrar los ojos.
Al poco rato noté como ella se movía en la toalla y abrí los ojos. Se había puesto de rodillas a mi lado y miraba mi polla con la vista clavada. Alargó la mano y la puso encima de ella.
Me gusta, la tienes muy grande – me dijo
Pues que sepas que ahora sí que es por tu culpa – contesté
Me alegro y me gusta. Sabes una cosa? Desde que entraste en la empresa me fijé en ti – confesó
No te creo, no bromees – respondí, algo azorado.
Entonces empezó masajear mi polla, primero con una mano, un largo rato, luego con las dos, subiendo y bajando mientras aquello ya se me había puesto como una piedra. Su cara reflejaba deseo de más y a mi me estaba volviendo loco, así que la moví hasta colocarla con su coño encima de mi cara para empezar un sesentaynueve. Su coño sabía rico, salado por el agua del mar, y estaba rezumando flujo. Me encantan los coños depilados, y aquel es una verdadera delicia. Mi polla se hundía en su boca mientras yo le lamía el coño y subía hasta mojarle con la lengua el culo. Me di cuenta que cada vez que se lo chupaba gemía con más fuerza, lo que indicaba que le gustaba especialmente, así que decidí concentrarme en el culo y chupárselo sin parar.
Como aquella posición no es la mejor para hacer una buena comida de culo, me levanté y le pedí que se pusiera a cuatro patas con las piernas separadas. La visión de su culo y su coñito desde detrás era excitante. Ella, con la espalda arqueada, pidiendo que se lo comiera. Me puse detrás y empecé a chupar su ano, que cada vez más mojado por mi saliva, recibía mi lengua entrando y saliendo. Sus gemidos aumentaban y con ellos mi excitación, así que me levanté y se la metí muy despacio por el coño, empapado y caliente. Poco a poco fui aumentando la intensidad de las embestidas. Tenía el coño pequeño y mi polla no le cabía hasta el final pero ella se movía y empujaba buscando metérsela toda.
Yo estaba detrás de ella, con los pies sobre el suelo, inclinado sobre su culo y su espalda y follándomela por el coño. Varios minutos estuvimos así hasta que empezó a gritar:
- Me corro, me corro, me corro!!!!!
Su orgasmo fue delicioso. Tuvo espasmos en el coño y en todo el cuerpo a la vez que soltaba chorros de flujo que pusieron la toalla perdida. Se quedó sin fuerzas durante aproximadamente medio minuto, hasta que se dio la vuelta y puso su boca a la altura de mi polla. Empezó a chupármela tragándose todo lo que podía y mirándome a los ojos diciendo:
- Seguimos? Me has puesto muy cachonda.
En ese momento se dirigió a su bolsa y sacó un bote de lubricante (el Durex del envase color naranja con efecto calor – una maravilla, por cierto - ). Lo abrió, puso una buena cantidad en su mano y me la extendió por toda la polla. Luego cogió más y esta vez se puso de nuevo a cuatro patas y se lo extendió por el ano a la vez que se metía un poco con dos dedos por dentro.
Me arrodillé detrás de ella y acerqué mi polla a su culo. Empecé a empujar despacio, no quería hacerle daño, pero el lubricante y sobre todo el trabajo previo con mi lengua hicieron efecto y fácilmente entró mi polla. Con el capullo dentro, busqué el lubricante y me puse más en la parte de rabo que me quedaba fuera y poco a poco fui metiendo el resto de la polla. Le entraba con facilidad pese al tamaño, se movía bien para encajársela y sus grititos de placer eran cada vez mas fuertes.
Una vez dentro, empecé a empujar, meter y sacar, cada vez más intensamente. Al principio solo una parte de la polla pero en seguida las embestidas fueron más fuertes. Ella gemía, se notaba que le gustaba, y mi polla entraba y salía con facilidad. Durante un rato estuve metiéndola y sacándola del todo de su culo, y cada vez que volvía a entrar ella daba un grito de placer hasta que volvió a anunciar que se corría.
- Sííííííííííí´!!!!!! Me corro otra vez!!!!!!
Esta vez no hubo el chorro de flujo tan enorme de la anterior pero sus espasmos fueron igualmente intensos. La excitación que siempre se me produce cuando una mujer llega al orgasmo en este caso se multiplicó por cien y no pude contenerme y saqué mi polla para correrme encima de su ano y por su espalda con una cantidad de semen que pocas veces había visto antes.
Caímos los dos sobre la toalla, exhaustos y satisfechos. Su espalda estaba llena de mi leche y su culo se veía abierto. Estuvimos sin hablar un buen rato hasta que miré el reloj y vi que era la hora de volver a trabajar.
Me voy a la ofi. Te quedas?
Sí. Voy a tomar un rato el sol, que al fin y al cabo es a lo que he venido, jajajaja! Mañana nos vemos.
Me vestí y me despedí de ella. Cuando me alejaba me dijo:
Repetiremos?
Claro que sí – le dije
Y hemos repetido, ya lo creo que sí!!!
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