Con un muchachito en Cancún
Fue casi al final de un viaje de turismo que conocí, de manera impensada, a un chico muy joven, mucho más que mis hijos, con quien viví una aventura extraordinaria, que me permitió dejar el ayuno de sexo en que había yo caído. Fue algo como salido de un sueño, del que aún no he querido despertar.
En este relato quiero confesarme de algo que se me ha quedado atorado en mi conciencia, un “pecado” que aún no puedo sacar, luego de dos meses de sucedido. Fue algo impensado, algo que sucedió y que no se si se pudo haber evitado, pero no estoy arrepentida de ello, es más, lo sueño todos los días.
Quisiera describirme y describir mi situación: yo soy una mujer de 44 años, actualmente viuda, desde septiembre del año pasado. Mi familia, aunque no es rica, tampoco tiene problemas económicos. Yo me casé con un hombre mayor, “recomendado” por mis padres; me llevaba casi 16 años. Nos casamos cuando yo tenía apenas 15 años, él tenía 30. Fue el primer y único hombre en mi vida, hasta que sucedió lo que sucedió, y que se me ha atorado en mi ser.
Tuve dos hijos con él: un varón, que actualmente tiene 28 años, casado, con dos hijos, y una mujercita, de 25 años, que vive “sola”, pero rodeada de hombres, aun sin familia.
Llevaba una vida tranquila, ordenada, hogareña. Mi esposo, aun a sus 60 años, era un buen esposo y amante; teníamos aún sesiones de sexo gratificantes.
Al morir él, de manera impensada, imprevista, sorprendente, me vi de repente sola, sin hijos, sin nadie a mi lado y me sentí desamparada. Busqué a mi hija, quien anda en su trabajo y con “sus ondas” y poco caso me hizo, todo lo que me dijo fue: “¡búscate una pareja…!”, ¡como si se encontraran a la vuelta de la esquina!.
Quizás para los jóvenes esto les sea fácil: lo digo por mi hija, ¡cambia de “pareja” casi cada mes!. En su corta vida ha tenido al menos 20 parejas, que yo le he conocido, más muchas otras, que no le he conocido.
En fin, no me reponía de aquel golpe, y dudé muchísimo en hacer aquel viaje que me llevó hasta Cancún; hacía casi tres meses que acaba de perder a mi esposo y no andaba con muchos ánimos de viajar, pero a tanta insistencia de mi hija y dos amigas, que casi me forzaron a que tomara ese tour, lo tomé. Era una excursión que comenzó con un vuelo México DF – a Villahermosa y de ahí a Palenque, Campeche, Kobá, Kalackmul, Uxmal, Mérida, Chichen-Itzá, Tulum, Cancún y de ahí volábamos de regreso al DF.
Se había terminado el tour en Cancún y de ahí íbamos a volar de regreso a la ciudad de México. Dentro de las visitas que llevaba ya contratada había una cena en un restaurant típico, que estaba al lado de una plaza de toros y de ahí una ida a una discoteca de la zona turística, el Coco-Bongo o algo así.
Fuimos a cenar como a las 9 PM y salimos de ahí ya casi a media noche, pues hubo algo que le llaman trova yucateca, muy bonito.
Luego de ahí, pasada ya la media noche, nos llevaron a la disco, al “antro”, como le llaman aquí, y nos dejaron en ese sitio; cada quien debería de irse por su cuenta de regreso al hotel. Nos explicaron que había una base de taxis ahí mismo y que no había problema para regresar al hotel.
Yo, ya lo había comentado, iba sola; conocía a las compañeras y compañeros de viaje, pero pues no éramos más que eso, compañeros de viaje. Nos quedamos – como última parada de la noche – en ese “antro”. La entrada y consumo mínimo estaban pagados, eran dos copas, pero como era “Ladies Night”, me tocó doble trago, 4 copas. Cada grupo se acomodó; yo no llevaba grupo y me puse a “vagar” por la disco, viéndola, impresionándome de cómo era. La verdad que me había impresionado el ambiente, ¡era muy diferente de lo que yo recordaba de mis escasas idas a las discotecas de antes!.
Andaba “mirando”, luces, adornos, gente, “comportamiento”, cuando me topé con un grupito de compañeros de viaje, que ya se iban; me invitaron a que me fuera con ellos, pero les dije que me iba a quedar otro rato.
Ya me había tomado dos copas y fui por la tercera. Me la empecé a tomar sentada en una silla de plástico, blanca, fumándome un cigarro, para ocuparme de algo. Estaba tomando cocteles “dulces”: “piña colada” y otras cosas así…, fáciles de beber y que no las sentía yo muy fuertes.
¡Nunca había estado en una disco así!, casi al aire libre, parcialmente llena de gringos, haciendo “desfiguros”, besándose, fajándose y casi haciéndose el amor en ese lugar. No estaba asustada, más bien estaba sorprendida, impactada, pues eso no era de mis tiempos; la verdad, estaba en una banca, azorada, contemplando todo lo que pasaba cuando de repente, una figura masculina se detuvo a un lado mío.
No se si me estaba mirando desde hacía algún rato, pero no me di cuenta ni en el momento en que llegó a plantarse a mi lado, invitándome a que saliéramos a bailar. Yo lo vi sin verlo: vi su figura, muy alta, 1.83 m, y delgada, que se acercaba hacia a mí. Yo andaba en otro mundo, y no supe qué, pero estiré mi mano y esa figura masculina la tomó y me jaló para que fuéramos a bailar.
Desde que lo había visto venir había visto su silueta, alta delgada, algo morena, morena clara, y su carita…, ¡Se me hizo joven…!, pero de pronto, nunca pude calcular su edad, sobretodo porque no lo miré con fijeza, solamente vi su silueta.
Yo no andaba tomada, aunque sí llevaba tres copas, más bien andaba como “enajenada”, en un ambiente desconocido, el cual aún no terminaba yo de entender, de asimilar, sorprendida y cuando esa figura masculina me jaló para que fuéramos a bailar; yo la seguí, poniendo mis manos en su cintura, de lo alto que resultó para mí, que apenas mido 1.64 m.
Al llegar a la pista, la figura masculina me jaló hacia a él, pegando mi cuerpo a su cuerpo: ¡sentí como una descarga de electricidad, que me recorría desde la cabeza a los pies!, y luego, conforme me comenzaba a frotar su cuerpo a mi cuerpo…, su pecho a mis pechos y a tallarme su muslo contra mi panochita…, ¡sentí que fundía!. ¡Tenía ya casi 4 meses sin tener contacto sexual!.
= ¡Soy Oscar…!,
me dijo, sin decir nada más…
- ¡Marel…!,
respondí, brevemente también, y luego de eso, casi de manera inmediata, no se si fue de manera deliberada o por accidente, pero sentí que me tomaba de mis caderas y una de sus manos, la derecha, se escurría hacia mi pompa y me jalaba de ahí.
Al mismo tiempo de eso, sentí que me besaba en el cuello, en mi pelo, en mi cabeza, mis orejas, las mordisqueaba y…, ¡no pude evitarlo!, ¡comencé a reaccionar como hembra…, a desear ese atractivo sexual que me provocaba, a desearlo como hombre!, no sólo como silueta o figura masculina.
Cuando buscó mis labios, yo misma le brindé mis labios, ¡se los ofrecí…!, y él simplemente los tomó, como una fruta madura, de lo madura que era, de lo madura que soy.
El ritmo, tan contagioso, la música, tan estridente, las luces, tan provocativas, la noche, tan cómplice, su presencia, tan agradable: ¡todo ello se conjugó para que venciera mis atavismos!, y nos enfrascamos en un beso divino, un beso espontaneo, un beso deseado, para escaparme de mi realidad!.
No se si bailábamos o solamente nos besábamos, ¡era un torbellino sin fin!. Me dejaba ir en ese torbellino, me aferraba de su cintura, lo abrazaba con mis dos manos y él se flexionaba sobre de mí, para seguirme besando en la boca.
Cuando se hizo una pausa, la “silueta” me llevó hasta el fondo de una terraza, que no conocía, que ignoraba que existiera, que estuviese por ahí, aparentemente escondida, aunque llena de muchas parejas. Yo lo seguí hipnotizada, dócilmente entregada, subyugada por sus feromonas de “maschio”, de macho, de hombre. Tenía mucho tiempo sin estar con un hombre…, ¡tenía mucho tiempo de no sentirme mujer!.
Nos sentamos en un camastro de playa, de madera, con un colchón como de hule espuma, recubierto por un hule, amarillo. La música sonaba a lo lejos, las luces se prendían y apagaban y la “silueta” me tocaba mi carita, con mucha ternura, palpando mis mejillas, recorriéndolas con sus manos, jalando mi cabeza a la suya, en donde buscaba de nuevo mis labios, ¡y yo se los di!.
Nos enfrascamos en un beso muy lindo, muy largo, como nunca recuerdo haber dado ninguno, hasta en aquella ocasión. No se si pasaran las horas, minutos o simplemente había sido un simple beso fugaz…, pero de verdad que se me hizo un beso muy largo, que me hizo ver estrellitas y oír la música celestial.
Cuando por fin nos separamos del beso, fui yo la que tomó su carita y lo vi…, comencé a detallarlo…, ¡era un jovencito muy lindo!, quizás de 18 años apenas…, apenas lo suficiente para que lo hubieran dejado entrar a ese antro…, y sin haberlo querido, mi mente voló hasta mi casa, hacia mi hogar, hacia mi familia, hacia mis hijos, mis dos hijos, una hija y un hijo, ¡ambos mayores que él!. ¡Era más jovencito que ellos…!, ¡fácilmente podría ser su mamá!, y ahí fue que algo nuevamente se produjo en mi vientre, ¡un orgasmo tremendo se me presentó!. ¿Cómo era posible que un jovencito tan guapo y apuesto se hubiera fijado en una señora, señora madura, madre de dos hijos, mayores que él?. ¡No lo se, pero me aluciné!. ¡Creí que debía ser un sueño!, ¡y no quería despertar!, ¡quería vivir esa irrealidad, esa fantasía, ese sueño bonito, ese sueño de amor!.
Esa noche me había vestido muy fresca, para un destino de playa como lo es Cancún: me había puesto un top rojo, de licra, una falda blanca, de algodón, y abajo simplemente una pantaleta blanca. Casi nunca uso brasier, pues mis senos, como no son muy grandes, casi no necesitan ayuda, y los conservo firmes aún, a pesar de mi edad. Llevaba unas zapatillas rojas, abiertas, con correa alrededor del tobillo, de tacón alto y…, ¡ese chiquillo puso sus ojos en mí!.
Comencé a recordar los momentos previos al momento que me encontraba viviendo, sentada en ese camastro, con ese chiquillo tan joven, que me había invitado a bailar y acepté.
Cuando me pegó su mejilla a la mía, sentí que mi pantaleta se me mojaba, y cuando me besó con pasión en la boca, sentí que tenía que ser suya, ¡deseaba que me poseyera!, ¡deseaba que me diera su sexo!, ¡que llenara de pene y esperma caliente mi rajadita!.
Ahora que lo miraba, recordaba a mi hijo, mirando sus películas porno, sus revistas de maduras con chavos, y a mi hija presentándome a sus amigos, diciéndome que “saliera” con ellos: ¡no lo puede evitar!, algo que tanto me había perseguido, algo que tanto había tratado yo de evitar. Finalmente el destino me alcanzaba, y me ponía en sus manos, para que me llevara al encuentro con la juventud, a re-descubrir la sexualidad…, ¡mi sexualidad…!, con un muchachito…, con un jovencito más joven aún que mis hijos y que en mi mente calenturienta esperaba que me dijera “mamá”.
Tímidamente se lo pregunté, sintiendo yo mucha pena y vergüenza al hacerle aquella pregunta:
- ¡Oscar…!,
= ¿Si…?,
- ¿te gusto…?
= ¡Sí…!,
me dijo, muy seco, lacónicamente, sin darle importancia – creo – a mi pregunta, por lo que le pregunté aún algo más:
- ¿No crees que te llevo muchos años como para andar…, “bailando” conmigo…?.
= ¡No…!,
me dijo, muy parco en su respuesta, por lo que le volví a preguntar otra vez:
- ¿No te da pena o vergüenza que te miren besando a una señora que podría ser tu mamá…?.
= ¡No…, al contrario…, me da mucho gusto…, me gustan mucho las mujeres maduras…!,
¡así como tú…!.
- ¿Y si te vieran tus compañeros o amigos…?.
= ¡Me están mirando…, son aquellos de ahí…!,
me dijo, señalando a un grupito de chicos, de su edad, que – efectivamente – nos estaban mirando con mucho detalle.
- ¡Tengo muchas ganas de hacerle el amor a una señora que podría ser mi mamá…!,
me dijo, rompiendo por completo la última defensa que había tratado de interponer.
- ¡Tengo muchas ganas de hacerte el amor …!,
¡Todo ello se conjugó para que venciera mis atavismos!, y nos volvimos a enfrascar en otro beso, ¡divino…!, ¡provocativo!, ¡cachondo! – como dicen los chicos de hoy – para que ese chico volviera realidad su fantasía, para encontrarse con la mujer madura con la que soñaba: ¡la tenía ahí…, se le estaba entregando…, había respondido a su provocación…, me le estaba entregando…!.
Él ya me lo había sentenciado:
- ¡Tengo muchas ganas de hacerte el amor …!,
¡Yo no pensaba!, ¡todavía no pensaba!, ¡simplemente respondía a los estímulos, a la provocación, a la invitación, al momento!.
Recuerdo que me volvió a abrazar nuevamente y me jaló hacia a él, a su cuerpo, posando sus manos sobre mis pompas, de manera posesiva, apretándome fuertemente, como tomando posesión de mi cuerpo, recorriéndome el elástico de mi pantaleta, y luego de ello las desplazó para arriba, hacia lo alto de mi espalda, mientras continuabas besando mi boca.
Sentí que me metía sus manos por debajo del top y que las desplazaba muy hacia arriba y luego las regresaba, con algo de velocidad, y me preguntó, intrigado:
= ¿qué no usas brasier…?
- ¡No…!,
te dije, con algo de reserva, pues no sabía si era bueno o malo que no usara brasier.
Bajó nuevamente sus manos hasta mis pompas y las introdujo por el elástico que tenía mi faldita, topándose de manera inmediata con mi pantaleta y…
= ¿bailamos…?,
me dijo en ese momento, levantándose sin esperar mi respuesta, jalándome de la mano hacia arriba.
Nos paramos a bailar; me abrazó, me acercó a su cuerpo y bajó sus manos hasta mis pompas. ¡Se flexionaba completamente hacia a mí, pues es mucho más alto que yo!. ¡Yo nunca me opuse a su manera de bailar, simplemente le eché los brazos al cuello y ¡VIVÍ!, ese momento tan hermoso y tan lindo.
Volvió a besar mis labios y mi boca, jalándome de mis pompas, empujando su pene, tremendamente parado, contra de mi panocha, tremendamente mojada y comenzamos a hacernos un solo cuerpo de dos: ¡la bestia de las dos espaldas!, de Shakespeare, se me volvía a presentar.
Sentía que me tocaba mis pompas, que me las apretaba con fuerza, que me pegaba su boca, con muchísima fuerza, que frotaba sus labios y dientes contra de mi boca y que frotaba su pecho contra de mis senitos. Su pene quería romper su pantalón ¡y el mío!, ¡y penetrarme!, ¡ahí!, ¡a media pista!, “bailando”.
Sus manos, inquietas, estaban por debajo de mi faldita y mi pantaleta, acariciando mis nalgas, directamente en mi piel. ¡Me las apretaba con fuerza, casi haciéndome daño, haciéndome notar que estaba tomando posesión de todo mi cuerpo, y de todo lo que lo acompañaba!.
= ¡Me encantan tus nalgas mamita…, están muy sabrosas…!,
me dijo, provocándome doblemente otro orgasmo, al decirme “mamita” y al decirme que le encantaban mis nalgas, ¡era la expresión favorita de mi esposo!, sobretodo cuando llegaba tomado, excitado, ¡que tenía ganas de fornicarme con ímpetu…!.
Me condujo bailando, fajando, contra de una pared y ahí comenzó a tocarme mis tetas, por encima del top, pero casi de inmediato las metió por debajo del top y me las comenzó a apretar, también con muchísima fuerza, tomando posesión de mis senos. ¡Solamente le faltaba tomar posesión de mi sexo…!, y no tardó ya mucho en hacerlo. Bajó su mano derecha hasta la mitad de mis piernas, palpando toda mi vulva, por debajo de mi faldita y por encima de mi pantaleta.
Como vio que no hubo rechazo, de inmediato la metió por debajo, debajo de la pantaleta, directamente a mis vellos púbicos, a mi monte de venus, y hasta mi rajadita. Le introdujo su dedo y me hizo soltar un gemido en el preciso momento en que me llegaba el orgasmo:
- ¡Oooohhhooo…, Ooooscaaarrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr…!.
Y lo apreté con mucha fuerza hacia a mí, tratando de ser uno, de fundirlo conmigo en mi cuerpo, de que me penetrara, y así se lo dije en cuanto nos despegamos de ahí:
- ¿quieres acompañarme a mi hotel…?.
Y me dijo que sí.
Fuimos al baño. Mi pantaleta estaba completamente mojada. No se cómo andaba ese chico, si también había terminado en sus pantalones. Lo estuve esperando en la salida y luego tomamos un taxi y nos fuimos besando con mucha lujuria en el asiento trasero del taxi, sin importarnos gran cosa el chofer, ¡Íbamos desatados!, dando salida a mis ansias, dando salida a sus inquietudes y fantasías, deseando entregarnos completamente en los brazos, el uno del otro, sin que nada, ni nuestra piel opusiera un algo que nos separara.
Llegamos al hotel y nos fuimos casi corriendo hasta el elevador. Nos acabamos a besos en ese elevador; me abrazaba, me besaba el cuello, los ojos, mi frente, me tocaba mis glúteos, mis pompas, mis senos. ¡Me dejaba llevar por esa pasión!, y llegamos hasta mi cuarto, hasta ese refugio que ahora se iba a convertir en nidito de amor.
Entramos y…, nos dimos muchísimos besos. Me quitó de manera inmediata mi top, me mamó muchísimo mis chichitas, me las mordisqueaba, me besaba por todos lados, mi boca, mi cara, mis ojos, mi cuello, mis orejas, mis senos, se tardaba en ellos y…, yo todavía seguía sorprendida de estar ahí con ese chiquillo, a un paso de tener relaciones sexuales con él, con un ilustre desconocido, muy jovencito, que me tenía parcialmente desnuda y que me tocaba por todos lados. ¡No se qué era…!, pero era algo desconocido, que me tenía subyugada a ese chico. Me apretaba contra de él, me acariciaba todo el cuerpo de manera desordenada, pero tremendamente cachonda. Sus labios se restregaban contra mi boca y su lengua me llenaba de saliva el cuello, orejas y nuca, haciéndome gemir y alcanzar un orgasmo tras otro, sin que me hubiera aun penetrado mi sexo. ¡Me tenía acorralada contra de la pared!, no podía ni moverme, y ahí…, me hacía todo cuanto se le antojaba, sin que yo me animara a “defenderme”: ¡estaba entregada completamente a ese chico…!.
Sin tardarse mucho me levantó la faldita, me pasó las manos por debajo y me acarició mis nalgas y mi panocha. Prosiguió a dedearme, tanto mi ano como mi sexo. Me metió sus dedos y los meneaba. ¡Yo estaba completamente entregada!, ¡ida!, ¡embelesada con el momento!, ¡con los tocamientos!, ¡con todo lo que me estaba pasando!, ¡que estaba realmente por comenzar!, ¡y que desde ese preciso momento, no quería que jamás acabara!.
Luego, y de manera abrupta, sin quitarme siquiera la pantaleta, se sacó su verga parada y me la metió de golpe hasta el fondo, haciendo apenas de lado mi pantaleta para que dejara pasar a su verga parada:
- ¡Ooooggghhh...!, ¡Oooossscaaarrrr…!,
alcancé a vociferar, al sentir esa carne dura y caliente por adentro de mi intimidad. ¡Tenía retacada mi panochita batida!. ¡Se sentía deliciosa la sensación!.
Me levantó en vilo, me cargó completamente; yo estaba colgada de su cuello, por la diferencia de nuestra estatura. Comenzó a empujar y yo a menearme todita, sintiendo su verga hasta adentro de mi matriz, golpeándome fuertemente mi vientre:
- ¡Ooooggghhh...!, ¡Oooossscaaarrrr…!, ¡aaaggghhh...!, ¡así, así, asíiii...!, síiii…, ¡Oooossscaaarrrr…!.
Me agarraba las chiches; me las apretaba con fuerza, me apretaba los pezones, tremendamente parados, me los retorcía, me estimulaba inmensamente, me los mordía, me los besaba, me hacía…, ¡”como sus calzones”!, y yo disfrutaba tremendamente de sus caricias y tocamientos. ¡Estaba excitadísima!:
- ¡Más m’ijito, más…, no te detengas m’ijito…, síguele máaaasss…!.
Me levantaba con cada uno de sus empujones, me estrellaba contra de la pared; ¡no me dolían esos empujones, ni sus golpes contra de la pared, ¡los sentía deliciosos!, y creo que lo mismo le estaba pasando a él, que no pudo aguantarse más tiempo y comenzó a eyacular por adentro de mí, adentro de mi vagina, en mi sexo:
= ¡Me vengo bebé, me vengo…!,
gritaba ese chico, al momento de eyacular:
- ¡Sí…, sí…, dámelos todos…, todos…, toditos mijito…, lléname con tu semen…, inúndame todo mi sexo…, síiii…!.
¡Se vino abundantemente, tanto que creí que se estaba orinando adentro de mí!.
Después de esto, me quedé colgada de su cuello, y él aún soportando mi peso en sus brazos y piernas, cintura, pues le tenía mis piernas cruzadas por atrás, en su espalda, todavía empalada por su verga tremenda.
Me dedicó una sonrisa muy linda y me volvió a besar con una ternura infinita: la boca, la cara, los ojos:
= ¡Estás muy sabrosa, bebé!,
me dijo.
Luego nos “desenchufamos” y me fui a recostar en la cama, así como estaba, con los senos al aire, con mi faldita blanca por arriba de mi cintura, con mis zapatillas rojas y con mi pantaleta blanca, translucida, transparente, que dejaba mirar mi pelambrera en el centro del triángulo de mi entrepierna y mi pantaleta.
Él se terminó de desvestir, por completo. Se me apareció como una lindísima visión, con su cuerpo esbelto, alto, moreno y con su pene aun erecto: ¡no había perdido aquella erección!, ¡era de verdad portentoso!.
Coloqué mi cabeza en la almohada y extendiendo mis brazos le dije:
- ¡Ven…!.
Se abalanzó sobre la cama y se colocó a la mitad de mis piernas, observando muy fijamente mi sexo, que se traslucía por debajo de la pantaleta, que aún tenía puesta.
Se hincó frente a mi sexo, clavó su carita y su boca encima de él, por arriba de la pantaleta, que llenó de besos y luego, en cámara lenta, comenzó a bajarme la pantaleta, poco a poquito, sin dejar de besarme mi vientre, mis muslos, hasta pasarla por debajo de mis rodillas, de mis piernas, mis tobillos, y dejarla a un lado, sobre de aquella cama.
Volvió su vista a mi sexo; me lo acariciaba con sus manos, jugaba con mi pelambrera, moviéndola de un lado para otro, aparatándola de mi clítoris, de mi rajadita, de mis labios vaginales, separándolos para verlos, para ver más adentro de mi intimidad. Me clavaba su cabeza en mi sexo, mirándome con detalle, descubriendo mis pliegues, los más secretos, mis “rinconcitos”, hasta que…, luego de aquella inspección, indiscreta y detallada, sentí que clavó su cara sobre de mi vulva y empezó a llenarme de besos mi sexo:
- ¡Ooooscaritooo…, Ooooscaaarrr…, Ooooscaaarrr…, mijito…!.
Y después de sentir su aliento y sus besos en mi sexo, sentí que todo mi sexo me comenzaba a fluir, y no pude aguantarme las ganas y volví a suplicarle:
- ¡Ven…!.
Creo que no le hizo mucha gracia el hecho de que le pidiera que viniera a reunirse conmigo, pero cuando le dije de lo que se trataba, de formar un 69, se le iluminaron los ojos y miré cómo su verga, tremenda de largo, también se le puso más gruesa, infinitamente más gruesa, y no pude resistir los deseos de mamarla, y me lancé sobre de ella, para llevarla a mi cara, a recorrerme mi cara con ella, para finalmente enfilarla en mi boca y comenzar a mamarla, sopesando sus huevos, muy llenos de leche, muy llenos de semen, que quería sentir nuevamente en mi cuerpo, pero él tenía muchas ganas de mamarme mi sexo y se giró sobre de su pene y se acomodó sobre de mi cuerpo, pasándome una pierna de cada lado del tórax, dejándome su sexo en mi boca, para que le chupara su pene mientras él me chupaba mi rajadita.
¡Me la recorrió deliciosa e infinitamente con su lengua!, la cual se pasó hasta la raya de mi trasero, el cual también me lo mamó y me lo llenó de saliva.
Luego me empezó a meter un dedo en la vagina, luego dos y luego..., creo que me metió toda su mano. ¡Me dolía!, pero me encantaba ese tratamiento.
Por el otro lado, ¡su verga estaba enorme!, muy erecta y muy gruesa; yo la tenía aprisionada con mis dos manos y la mamaba incansablemente.
De repente sentí sus manos separándome mis nalgas, y luego, un dedo lleno de saliva que se empezaba a introducir en mi ano, dilatándolo lentamente, dándole masaje a mi roseta, al esfínter. ¡Era deliciosa la sensación!.
Poco a poco mi esfínter cedió y se abrió suavemente al paso del dedo, el cual metió hasta la empuñadura y volvió a sacar para regresar con otro dedo y querer meter los dos a un mismo tiempo.
Entraron esos dedos y permanecieron en mí un rato, dilatándome el esfínter de mi ano. Luego salieron y entraron tres juntos. ¡La dilatancia de mi ano me producía sensaciones muy placenteras!, que me hicieron alcanzar un orgasmo múltiple, que no pasó desapercibido por ese muchacho:
= ¡ya te veniste de nuevo bebé...!.
Dijo esto levantando mis piernas hacia el techo, y comenzó a metérmela muy adentro, muy profundo, muy fuerte:
- ¡Oscarito…, mijito…, precioso…, qué lindo…, Oscarito…, me vengo, Oscaritoooo…!,
y me vine en otro nuevo orgasmo múltiple y le bañé todo su pene con mi venida.
En ese momento se zafó de mi vagina y así, en la misma posición en que me encontraba, procedió a metérmela por el recto, a introducírmela por el ano. Me dilató nuevamente mi esfínter, y cuando por fin logró meter la cabeza, sentí una sensación…, ¡deliciosa!.
- ¡Oscarito…, Oscarito…, espérate un momento…, Oscaritoooo…!.
Se estuvo estático un momento y luego procedió su viaje hasta estamparme sus pelos contra mis nalgas.
- ¡Oooohhh…, aaahhhaaa…, aaaggghhh…, Oooohhh…, Ooooscaaarrr…!.
Hacía ligeros movimientos de cadera que estimulaban mi esfínter, y éste, al abrirse y cerrarse, presionaba su verga hasta que…, sin poder aguantar esa presión tan ajustada, lo hice venirse dentro de mis intestinos.
= ¡Me vengo bebé, me vengo de nuevo bebé…!.
- ¡Sí…, sí…, dámelos todos…, todos…, toditos mijito…, lléname de semen mis intestinos…!.
Y luego de ese coito sensacional…, nos quedamos dormidos.