Con un jovencito, mi subordinado del trabajo
Yo, madura, 35 años, casada, con un hija, se me alborotó la hormona y luego de un desliz con uno de mis subordinados, más joven que yo, ¡acepté repetir!, ¡al mismo siguiente día!. Como no había nadie en casa, me lo llevé a pasar una noche entera de sexo en mi casa, donde descubrí la sodomía.
Resumen: Yo, mujer madura, de 35 años, casada, con un hija, se me alborotó la hormona y luego de un desliz con uno de mis subordinados, más joven que yo, ¡acepté repetir!, ¡al mismo siguiente día!, y, como no había nadie en casa, ni mi marido ni mi hija, por ser vacaciones, me lo llevé a pasar una noche entera de sexo en mi casa, donde descubrí la sodomía.
Al dia siguiente de un desliz que tuve con uno de mis subordinados, más joven que yo, asistí a mi trabajo, como siempre, aunque llevaba una gran sonrisa en la cara. ¡Lo había disfrutado!. ¡Aún me lo saboreaba!, pero, me puse a trabajar con ahínco, sacando mis pendientes cuando, casi a medio dia me llamaron por la red: ¡era José Luis!:
= ¡Hola…!, ¿cómo le va…?.
De inmediato le conocí la voz, del otro lado de la línea; ¡casi tuve un orgasmo en ese momento, de la emoción de recordar la noche anterior!.
- ¡Hola Sr…., qué gusto…!. A mí me va muy bien, gracias, ¿y a usted…?
= ¡Perfecto, de lo mejor…, muchas gracias!.
Oiga…, ¿nos vemos a la salida?.
¡Ay Dios…!. Se me vino el mundo encima. Mi mente y mi cuerpo entraron en conflicto en ese momento… Mi mente diciendo que no, mi cuerpo diciendo que sí. ¡Estaba hecha…, una confusión…!.
- ¿Me puedes llamar antes de comer…?,
y colgamos.
¡Me sentí emocionada!: ¡ese chico quería repetir!, ¡le había gustado estar conmigo!, y la verdad, yo lo estaba deseando, pero…, ¡había muchos peros…!.
Me puse a pensarlo por casi una hora, y cuando sonó de nuevo el teléfono, en ese instante tomé mi decisión:
- A ver…, nos vemos en el bar de ayer…, no adentro, afuera…, nomás paso por ti, en el coche… Me esperas enfrente del bar…
Y colgué.
Me fui a comer unos minutos más tarde, para no encontrarme con él. Cuando entré al comedor ya casi todos terminaban, pero me senté con unos compañeros y…, luego regresé a mi oficina.
Al dar la hora de la salida, me esperé varios minutos de más, dando tiempo a que él llegara a ese bar. Luego salí, me subí a mi auto y me fui a alcanzarlo, al lugar de la cita. ¡Ahí me estaba esperando!, de pie, en la banqueta.
Me acerqué, me detuve, se subió y me saludó con un beso en mi mejilla, poniendo su mano en mi rodilla, desnuda, pues llevaba una falda otra vez, aunque esta vez era una falda negra, recta, que me daba unos cinco centímetros por encima de mi rodilla. Se complementaba mi vestimenta con un pullover color azul turquesa, de manga larga y unas zapatillas de tacón alto, de color azul cielo. Tampoco llevaba medias.
Me arranqué, pero José Luis no retiró su mano de mi rodilla, y eso me calentó: ¡andaba queriendo!, ¡lo mismo que yo!.
= ¡está usted guapísima, señora…!,
me dijo, acercando su cara a mi cara, para darme un beso en mi mejilla derecha, pero también para introducir su mano derecha entre mis piernas, por debajo de mi falda, muy por encima de mis muslos.
Me tocó el muslo derecho y de inmediato prosiguió hacia arriba, hasta alcanzarme la tela de mi pantaleta; me comenzó a acariciar mi sexo, por encima de aquella prenda y:
= ¡andas mojadita de aquí…!. ¿Andas con calenturas…?.
- ¡Claro que sí…, si nada más me estás “alborotando” por ahí…!.
= ¡Es que estás muy sabrosa, mamita…!,
me dijo, retirando su mano de mi entrepierna para ahora, lanzar su cabeza sobre de mis muslos, para comenzar a besarlos.
- ¡José Luis…, vas a hacer que me choque…!,
le dije, pero sin querer que se retirara de ahí.
Ese chico comenzó a levantarme mi falda, llevándola más hacia arriba, desplazándola hacia mi cintura, pero no lo pudo hacer más, pues yo estaba sentada impidiéndolo, así que, apoyándome sobre de mis pies, levanté mis caderas y con ello mis muslos, con lo que José Luis logró llevar mi falda hasta mi cintura:
= ¡mamacita, tan rica…, que piernotas tan lindas…, que calzón tan coqueto!
Llevaba yo una pantaleta azul marino, con encaje, y algunos vivos en azul cielo.
= ¡y ya lo tienes mojada…, mamita caliente…!.
Y de inmediato me clavó su cabeza sobre mi entrepierna, sobre mi pantaleta, sobre de mi sexo, mi pubis, mi monte de venus. Yo solamente le acariciaba sus cabellos y creo que hasta le hacía algo de presión hacia a mí, para que me besara y me acariciara de aquella manera.
- ¡José Luis…, vas a hacer que me choque…!,
volví a repetirle, para no decirle lo mucho que me estaba gustando.
En unos pocos minutos llegamos hasta mi casa. Abrí el zaguán eléctrico y nos metimos a casa con todo y el auto, pero José Luis continuaba sobre mi sexo, besándolo, acariciándolo, estimulándolo, y estimulándome a mí, que ya venía “toda estimulada” desde antes.
- ¡José Luis…!. ¡Ya llegamos, precioso…!.
El chico se incorporó y lo primero que hizo fue darme un gran beso en la boca, al que toda presta le respondí.
En ese beso, muy largo y cachondo, José Luis comenzó a tocarme mi seno izquierdo, con su mano derecha y…, cuando por fin suspendimos el beso, me dijo:
= ¡Mamita tan rica…, qué delicia de pezoncito…, lo tienes muy paradito…!
- ¡Y ando tremendamente caliente…!,
le comenté, y de inmediato, sin esperar nada más, procedí a bajarme del auto y a abrir la puerta interior de la casa.
Entré y José Luis me siguió. Cerré la puerta y José Luis se me abalanzó, tomándome con sus dos brazos por encima de mi cuerpo, haciendo un “candado”, primero sobre mi pecho, acariciando mis senos y luego deslizando su mano derecha hasta mi falda, que comenzó a levantarme; ¡era salvaje!. Me apretaba contra de él, empujándome su pene, erecto, contra mi rajadita trasera; me acariciaba mi sexo, por debajo de mi pantaleta. Sus labios besaban mi cuello, mis orejas y sus dientes me mordisqueaban mis hombros y cuello. Su lengua me llenaba de saliva el cuello, orejas y nuca. ¡Estábamos muy calientes!.
Me levantó mi falda, hasta mi cintura: me pasó las manos por debajo y me acarició nalgas y coño. Luego procedió a bajarme las pantaletas, las cuales dejó sobre mis rodillas y de ahí ellas solas se resbalaron hasta mis tobillos y pies. Prosiguió a dedearme mi sexo. Me metió varios dedos y los meneaba, sacándome un sinfín de gemidos, muy placenteros.
= hueles a mujer “querendona”, mamita…
me dijo paseándome sus dedos sobre mi nariz y luego introduciéndoselos en su boca.
- ¡José Luis…!.
Luego, sin decirme más nada, se sacó su verga parada y me la metió de golpe hasta el fondo, empinándome contra la pared, estando yo solamente flexionada hacia el frente, con mis brazos estirados, deteniéndome con mis manos:
- ¡Aaaaggghhh…!, ¡José Luis…!,
me quejé, deliciosamente.
Me comenzó a empujar y yo a menearme todita. Me apretaba los senos; me los sacó del brasier y me los aplastaba de manera grotesca. ¡Yo estaba excitadísima!. Me empujaba contra de la pared y me levantaba con cada uno de sus empujones. Me estuvo bombeando y limando un buen rato, al menos unos 15 minutos, cuando:
= ¡Mamita…, mamita…, me voy a venir…, me vengo…, me vengooo…!.
¡Se vino…, a lo grande, litros y litros…!. Su semen, era tan abundante que desbordó mi vagina y se me comenzó a escurrir una parte por encima de mis muslos, pero la mayor parte comenzó a gotear sobre el piso.
= ¡José Luis…, mi precioso…, andabas cargado…!. ¿Me tenías muchas ganas…!.
- ¡Muchísimas, mamacita…, toda la noche estuve pensando en ti…!, ¡Tuve que masturbarme en la noche, y en la mañana, luego de levantarme!.
En la oficina también me di una masturbadita y ahora…, pues ya no pude aguantarme… ¡Estás muy sabrosa, mamita!, ¡me tienes idiotizado con la forma
en que te meneas, la forma en que mueves el culo, tus nalgas, en tu respuesta a cualquier caricia que te hago…!.
Nos separamos y lo jalé para mi recámara, donde terminó de desvestirme. Me quitó la falda, el pullover, brasier, y dejándome tan sólo con zapatillas, me lanzó sobre de mi cama y comenzó a mamarme mi sexo, todo batido.
= ¡José Luis…!, ¡muchacho loco…, qué haces…!. ¡Estoy toda sucia…!. ¡No nos hemos lavado…!. ¡Están tus “venidas”…, y también las mías…!.
¡Sentí algo de repulsión pues estaban sus mocos y mi venida!, pero cuando luego de mamarme retiró su boca y me plantó un beso en mi boca y…, ¡sentí enloquecer de la calentura!.
Me separó las piernas y me la volvió a meter. Entraba y salía con fuerza y con furia; nuestros pubis chocaban entre sí; yo gemía como loca y él no dejaba de decirme:
= mamita, mamita, mamita...
Me vine como tres veces seguidas, y luego de eso él me hizo girarme, poniéndome boca abajo; él se puso en cuclillas, me levantó las piernas y las abrió a la altura de su cintura, me colocó su verga y comenzó a metérmela. Me la metía hasta adentro y…, empujaba y empujaba. Mi cara estaba aplastada contra la almohada. El no cesaba de decirme
= mami, mami, mamita...
Pero luego de un muy largo rato que me siguiera bombeando, sin detenerse, limando y frotando las paredes de mi vagina, yo sentía que ya no aguantaba, que ya no podía: ¡ese condenado muchacho…!, ¡estaba abusando de mí!, y comencé a suplicarle:
= ¡Ya José Luis…, ya párale…, ya termina, ya dámelos, ya detente!, ¡ya no puedo precioso…, ya me siento cansada, ya me arde mi “cosa”…!,
¡ya párale, ya échamelo, dámelos, por favor…!.
- ¡Es que no me salen, mamita…, es que quiero acabar de nuevo dentro de ti!, ¡pero todavía no me salen, mamita…, aguántate otro ratito nomas, por favor…!.
Me siguió bombeando otro rato, con fuerza y velocidad, pero no lograba “venirse” por lo que sugerí:
- si quieres le doy una mamadita…, y terminas en mi boca… ¿Sí…?.
No muy convencido, José Luis se detuvo, me lo sacó y de inmediato me coloqué y comencé a chuparle su pene, a lengüetearlo, a hacerle caricias, acariciando sus “huevos”:
- ¡los tienes grandotes…!. ¡Seguramente están muy llenos de “leche”!.
= ¡jajaja…!, ¡no…, ya te los agotaste…!, entre ayer y hoy, las cogidas contigo y las masturbadas, ¡creo que ya se secaron…!.
Me jaló y nos recostamos uno al lado del otro, recargados en las almohadas, volteando a mirarnos:
= ¡déjale un rato, a ver si se recargan después…!. ¡Invítame un trago…!, y me cuentas tu “historia sexual”.
Me levanté de la cama. Fui a mi closet y busqué un baby doll negro, coqueto, “sugestivo”, olvidado desde hacía tiempo, que me llega poco abajo de mis ingles, semi-transparente y con un seductor encaje, transparente, a la altura de mis senos, que yo sentia que me hacía ver muy “provocativa”. Me lo coloqué sobre de mi cuerpo desnudo y me volteé a ver la reacción de ese chico, que no se hizo esperar:
= ¡mamita…, te ves…, súper rica…!. ¡Ya se me puso más dura mi verga…!, ¡lástima que ya no tengo lechita…!.
Y se me acercó de inmediato, a besarme, a acariciarme mis senos y a meterme sus dedos en mi panocha:
- ¡estate quieto chiquito…, que me vas a poner más caliente…!. Mejor vamos a tomar algo y a comer una hamburguesa, o un hot dog, o una carne asada…,
¿qué se te antoja…?.
= ¡Tú…!, tú te me sigues antojando…, ¡estás bien sabrosa y cogible…!.
- ¡Tonto…!. ¡Ven…!,
y tomándolo de la mano, me lo llevé a la cocina, pero al pasar por la sala le dije:
= Ve a prepararte tu trago…, ahí está la cantina…
Él se fue a buscar su trago y yo me fui a la cocina. Preparé una carne asada, saqué un puré que tenía y, cenamos. Yo con agua, él con una cuba que se preparó.
Al terminar de cenar, nos fuimos para la sala. Yo me preparé un té y él otra cuba, y volvió a insistirme:
= ¡cuéntame de tu vida sexual…!. ¿Siempre has sido caliente…?.
- ¡Sí…, desde niña me gustaban mucho los niños!. Buscaba siempre estar con amigos, más que con amigas. Me gustaban los niños más grandes, incluso los
ya jóvenes y hasta los señores. Me sentia muy feliz cuando estos me decían piropos o me acariciaban el pelo o la cara.
Y mientras le contaba mi vida, él me abrazaba y me acariciaba el cabello y mi cara, de manera muy tierna y:
- A los 12 años de edad, estando en sexto de primaria, un sábado en la mañana, llegó un tío mío, hermano de mi mamá, que vive en los USA.
Me trajo muchos regalos, dulces, chocolates, una muñeca y un vestidito de regalo. Me lo puse, feliz, pues me gusta que me consientan.
Mi mamá me lo vio y sólo me dijo: “está bonito…, te va bien” y se fue a su cocina. Mi tío se me quedó viendo con detenimiento y me dijo:
= “ya eres toda una señorita”.
En ese entonces ya media yo el 1.60 m que mido, aunque estaba muy flaca y sin senos ni pompas.
Mi tío también llevaba unos calzoncitos de nylon, que sacó de su equipaje y me dijo que me los pusiera. Lo hice. Eran unos rositas. Me los puse y:
= “¡están muy bonitos…!”,
le dije, levantándome mi vestido y enseñándole cómo me quedaban, con mucho orgullo, feliz, y me regresé a mi recámara, hasta el fondo de la casa, con mi vestido y mis calzones nuevos.
Mi tío me alcanzó en la recámara y ahí me dijo:
= “¡enséñame tus calzones nuevos!”
y yo, llena de candor y de inocencia, levantándome mi vestidito, se los volví a enseñar.
Ahora él me sentó en sus piernas y me metió la mano por debajo del vestidito; me lo levantó hasta la cintura y me empezó a palpar el calzón, preguntándome que si ese color me gustaba, si me gustaba ese material, que si quería traía en otros colores, que cual me gustaba más, etc. Yo estaba “turbada”; sentía un calor algo desconocido y una sensación..., diferente; sentía a mi tío de una manera…, distinta.
Me acarició largo tiempo por encima de ese calzón hasta que su mano pasó por debajo de él. Me gustó su tocamiento pero luego de un rato me dieron ganas de hacer pipí; se lo dije, me levanté y me fui al baño.
= ¡Maaamitaaa…, ya estoy muy caliente…!. ¡Te lo quiero meter nuevamente…!, aunque no se si ya tenga leche pa’ echarte…
Me dijo José, en un tono casi desesperado.
Se levantó, me jaló de la mano y me llevó hasta mi cama, donde de inmediato nos acostamos y, tomándome del cuello con su mano, me empujó para abajo, dirigiendo mi cabeza hacia su verga: ¡la tenía muy parada!.
= ¡chúpamela!.
Me acerqué a ella, la tomé con la mano, pero sentí que él me empujaba la cabeza y entonces, ¡me aloqué y comencé a bombearla y a recorrerla desde la punta hasta la base, tardándome en sus testículos!. La rajadita del pene parecía un ojo que me miraba. Yo le introducía la lengua. El chico me empujó a bombearlo y luego me jaló de las caderas para acomodarme sobre su cuerpo, pasándole una pierna de cada lado de su tórax y dejándole mi sexo en su boca, para que me chupara todo mi sexo. ¡Estábamos “haciendo un 69”, que tanto me gusta.
José Luis recorrió deliciosa e infinitamente mi rajadita con su lengua, y de ahí se pasó hasta la raya de mi culo, el cual también me lo mamó y me lo llenó de saliva. Luego me empezó a meter un dedo en la vagina, luego dos y luego..., creo que me metió toda su mano. Su verga estaba enorme, muy erecta y yo la tenía aprisionada con mis dos manos y la mamaba incansablemente.
De repente sentí sus manos separando mis nalgas, y luego, un dedo lleno de saliva que se empezaba a introducir en mi culo, dilatándolo lentamente, dándole masaje a mi roseta, al esfínter. ¡Esa sensación…, era extraña…, pero atrayente…!. ¡Comenzaba a embrujarme!.
- ¡Aaaahhh…, aaahhhjjjmmm…, Joséeee…!.
Poco a poco mi esfínter cedió y se abrió suavemente al paso del dedo, el cual entró hasta la empuñadura y volvió a salir para regresar con otro dedo y querer entrar los dos a un mismo tiempo.
- ¡Aaaahhh…, aaahhh…!.
Entraron y permanecieron en mí un rato, dilatándome mi esfínter. Luego salieron y entraron tres juntos.
- ¡Aaaaggghhh…, aaahhh…!.
¡Sentí que me llegaba un orgasmo!.
La dilatancia de mi ano me producía sensaciones muy placenteras y desconocidas que me hicieron alcanzar un orgasmo múltiple, que hizo sonreír a José:
= ¡te está gustando!, ¿verdad mami..., te gusta…?.
Dijo esto jalándome hacia un lado de él, en la cama. Luego me abrió las piernas, las levantó hacia el techo, y comenzó a metérmela muy adentro, muy profundo, muy fuerte. ¡Estuvo dándome verga en un vaivén cadencioso, fácil como 15 minutos, en los cuales tuve otro riquísimo orgasmo múltiple!, y le bañé todo su sexo con mi venida, ya que su pene seguía entrando y saliendo de mi vagina.
Luego de eso, me puso de lado, siguiendo la penetración, con un dedo estimulando mi ano.
- ¿qué haces, precioso…?,
le pregunté y él contestó:
= ¿me gustaría hacértelo por aquí…, me dejas…?.
Lo pensé por unos segundos y:
- José…, es que nunca lo he hecho por ese lado…,
le dije al oído, besándolo, por lo que José me preguntó:
= ¿Quieres que lo intentemos…?.
Lo dudé un poco; me quedé pensativa, y el chico, para convencerme me dijo:
= ¡No te preocupes, lo hago despacio y si te duele le paramos, si…?.
Acepté, con un meneo de cabeza, y en ese preciso momento se zafó de mi vagina; extrajo mis jugos vaginales y los puso en mi ano, introduciendo levemente su dedo en él, pero entonces le dije que me esperara, y fui al baño por un aceite de bebé, con lo que me “aceitó” mi esfínter por un buen rato, lubricando mis nalgas, mi ano y mi recto y luego se aceitó también su pene, a todo lo largo del tronco y en especial a su glande.
Se colocó en posición, puso su glande sobre de mi esfínter del ano y así, “de a perrito”, procedió a empujármelo por el culo, pero mi esfínter no cedía, por lo que con mis manos me separé mis dos nalgas y, parando bien mis caderas; él dirigió su pene sobre mi entrada trasera y empezó a presionar, hasta que…, ¡me introdujo su cabezota!
- ¡Aaaaggghhh…!.
¡Gracias al aceite pudo introducir por completo su glande, sin embargo, me lastimó un poco:
- ¡aaayyyhhh…, Ahhh…, aaayyyhhh!,
lancé un pequeño grito.
Él se detuvo y comenzó a masajear mi clítoris, pero ya no prosiguió empujando por mi ano: solo metió su glande, pero el tronco no y me empezaba a doler.
Le dije que fuera metiéndolo lentamente y así lo hizo y poco a poco fue entrando en mi recto, hasta estamparme sus pelos contra mis nalgas.
- ¡José…, qué cosas me haces…, José…!.
Ahí se estuvo estático otro momento y luego procedió lentamente a meter y sacar un poco su pene, sin sacarlo completamente, lo que me producía ya muy poco dolor, hasta que comenzó a llegarme el placer: ¡ese que sentí por primera vez en el sexo anal!: ¡nunca pensé que podría tener placer con el sexo anal!. Sentía rico de tener su pene en mi ano, pero mis piernas ya me temblaban, pues ya llevábamos como 15 minutos en esa “faena”; estaba a punto de venirme por las caricias que me hacía en mi clítoris y vagina, ya que para este entonces ya me había introducido un par de dedos en ella.
Hacía ligeros movimientos de cadera que estimulaban mi esfínter, y éste, al abrirse y cerrarse, presionaba a su verga, hasta que, sin aguantar esa presión tan ajustada, lo hice venirse dentro de mis intestinos. ¡Me lo retacó por completo!. Sentí dos fuertes disparos y otros más leves.
Él siguió penetrándome un rato más, no se si por lo mismo apretado de mi ano, pero tardó más tiempo en perder su erección.
En cuanto se salió su pene de mí, se fue a lavar; yo me quedé todavía recostada, disfrutando de sentir mi culo lleno de semen.
Nos quedamos dormidos, uno al lado del otro.
Al otro día me desperté yo primero, me levanté y me dirigí al baño, a lavarme. Él me alcanzó y se metió a la regadera conmigo; nos dimos un gran beso en la boca, tremendamente cachondo.
Me enjabonó, me pegó su cuerpo a mi cuerpo, colocando su pene sobre mis asentaderas. Con sus manos me enjabonaba los senos y el sexo.
De repente, el jabón se cayó, me agaché a recogerlo y en ese momento José se me acomodó por detrás, con su pene, buscando un huequito por donde colarse. Me flexionó contra el escusado y me la metió por detrás, por mi ano, ¡de nuevo!.
- ¡Aaaahhh…, José…, aaahhhyyy…!.
¡Me llegaba hasta adentro y me hacía gritar de dolor y de placer!, entremezclados, pero, para aumentar las sensaciones, comenzó a apretarme salvajemente las chiches y a retorcerme los pezones.
- ¡José…, bruto…, qué me haces…, me duele…!.
¡Me dolían enormidades!, pero me tenía muy caliente. Yo gritaba de dolor y de placer. Lo recibía todo sin moverme de mi sitio. ¡No me gustaba!, pero me tenía hipnotizada con todo cuanto me hacía ese José.
Se me hincó por detrás, y colocando su boca en mis nalgas adoloridas y enrojecidas por las nalgadas, me las comenzó a morder. ¡Yo me venía y me venía!, alcanzando una serie de orgasmos en repetición.
Me separó las nalgas brutalmente e introdujo su cara en mi ano, mordiéndome todo el esfínter y la raya de enmedio. ¡Era misteriosa esa sensación!; ¡entre más me dolía, más me excitaba!. Sentía que un orgasmo muy grande se gestaba dentro de mí y, cuando estaba a punto de alcanzarlo, él se retiró de mi culo, comenzando a morderme mi sexo, los labios y la vulva, mis pelos.
En una de esas mordidas eróticas, no pude contenerme y me vacié en su cara.
- ¡José…, me vengo…, José…, Joooséeee…!.
Era tan grande mi placer, que mi venida parecían orines y duró por varios minutos. Cuando logré recuperarme vi que él también se había venido sobre el azulejo del baño.
Nos apresuramos a arreglarnos pues entrábamos a las 8 y ya eran casi las 7:20. Ya ni desayunamos, salimos a la carrera al trabajo.
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