Con un extraño
Le propuse a mi mujer si sería capaza de llevarse a la cama a alguien que no conociera
CON UN EXTRAÑO
En una ocasión se me ocurrió pensar en que me gustaría ver como Verónica se ligaba a un extraño hasta seducirlo. Saber que se lo follaba y me hacía definitivamente un cornudo, si es que aún podía serlo más. Por ello, sin ella saberlo, en una ocasión en la que fuimos a pasar una festividad en la que hacíamos puente, a una capital próxima, se me ocurrió que podría proponérselo a ver qué le parecía la idea. Ella en un principio parecía no estar muy conforme, pues claro, tendría que ser ella y únicamente ella, la que interviniera en el experimento. Pero poco a poco le fui dando detalles de las ventajas que tendría el hacerlo: conocería a un extraño al que se follaría, con el morbo que ello le produciría, además del placer. Y además, dispondría a su antojo para hacerle lo que quisiera, sin que nadie más interviniera, sin miedo a que en un futuro este la reconociera por no ser de nuestra ciudad.
Alquilamos una habitación en un hotel de la ciudad y, tras hacer las oportunas visitas turísticas durante el día, por fin llegó la noche en donde esperaba llevar a cabo mi plan.
Le propuse a Verónica que se arreglase de forma más provocativa de lo habitual a ver si era capaz de pescar a algún tío, cosa que no dudaba conseguiría, pues su cuerpo era totalmente deseable, y si, además, ella daba facilidades, a buen seguro que no tendría ningún problema en ligar con quien quisiera.
Se arregló como a mí me hubiera gustado que me llegara una tía: con un vestido negro muy corto y ajustado, con un escote tan grande que quedaba por debajo de sus hombros a modo de vestido mejicano. Llevaba el pelo suelto, lo que le confería una sensualidad muy apreciada por los hombres.
Bajamos al pub que había en el hotel, que estaba decorado al modo irlandés, hice que ella entrara primero, sola y después lo hice yo. Ella se dirigió a la barra donde tomó asiento en una de las banquetas, lo que hizo que sus piernas se mostraran en casi su total extensión. Yo tome asiento en una de las mesas de madera que quedaba en frente de donde estaba ella, de modo que podía observar todo lo que le ocurriera.
Estaba tomando la copa que se había pedido cuando se acercó a la barra, a unos dos metros de donde estaba ella, un tío, un poco mayor que nosotros, de aspecto respetable, típico de los empresarios que suelen frecuentar los hoteles durante sus viajes de negocios.
Observé como ella se percató de su presencia, y con disimulo me miró indicándome que ya había elegido a la “víctima”. Se giró un poco sobre la banqueta de modo que casi miraba directamente hacia él, aunque hacía como que no mostraba un especial interés por su persona. Aquel hombre no pudo evitar fijarse en ella, la recorrió íntegramente con la vista, a lo que ella contestó con una sonrisa. El individuo se acercó a ella y le hizo un comentario sobre algo que provocó la risa de ella, a saber qué tontería sería, pero que pensó obtendría resultado, como así facilitó ella.
Estuvieron un buen rato charlando, y yo llegué a pensar que Verónica no sería capaz de terminar la faena y llevarlo a la cama. Pero me equivocaba. Creo que es mejor que os lo narre ella pues su relato será más fiel a la realidad de lo que yo podré hacer.
Tras charlar y bromear durante un rato, él no paraba de hacerme insinuaciones sobre lo raro que era que una chica como yo estuviera sola. Le respondí que me encontraba en una convención de mi profesión, cosa que a veces ocurría en realidad, y que era la única que se alojaba en aquel hotel.
Antonio, que así se llamaba, me propuso ir a dar una vuelta por la ciudad, pero le respondí que tenía que madrugar y no quería trasnochar. Le dije que lo que tuviera que ser tendría que ser en el hotel. Creo que captó mi indirecta, por lo que me invitó a tomar una copa en su habitación. Realmente no me atrevía a ir a la habitación de un extraño, pero decidí arriesgarme, pues además no daba la impresión de ser un psicópata peligroso, por lo que acepté.
Subimos en el ascensor en donde ya pude sentir como se colocaba muy próximo a mí, quizá tanteando el terreno. Le comenté lo aburridas que eran las convenciones, que por suerte siempre las aprovechaba para pasar un rato a gusto. Aquello pareció darle alas y se puso frente a mí atrapándome por la cintura
- Yo te puedo ayudar a pasarlo bien ¿qué te parece?
- No esperaba menos de ti
Comenzamos a besarnos en la boca, hasta que el ascensor llegó a la planta elegida. Abrió la puerta de su habitación y nada más entrar me abalancé sobre él. Había conseguido ponerme realmente caliente con el besuqueo del ascensor.
Le quité la chaqueta, subí su camisa y comencé a besar y mordisquear su pecho, a la vez que desabrochaba sus botones. Pellizqué sus pezones, sintiendo como aquello le excitaba igual que me ocurría a mí. Me dejaba hacer, sintiendose usado como objeto sexual. Me encantó el ser yo quién dirigiera todo, la que mandase, el sentir como podía hacer con él todo aquello que quisiera. No podía resistir más y decidí quitarle la camisa definitivamente por la cabeza como si se tratase de una camiseta. Me arrodillé y comencé a desabrochar su pantalón. Bajé su bragueta, pudiendo percibir su erección. Dejé caer la prenda hasta sus rodillas, para centrarme en lo que realmente me importaba, en lo que realmente necesitaba: su polla. Comencé a pasar mi mano a lo largo de su miembro, acariciandolo por encima de sus calzoncillos. Él me seguía permitiendo que yo hiciera lo que quisiera sin tratar en ningún momento de tocarme, cosa que me excitaba aun más.
Decidí entrar a fondo, quería su rabo para mí. Eso era lo que mi marido esperaba que hiciera. Quería que le pusiera los cuernos y lo iba a hacer a fondo, totalmente.
Bajé sus calzoncillos permitiendo que su polla saltase de ellos como un resorte. La tenía muy bien puesta. No me lo esperaba pero me encantó comprobar que su polla era enorme.
La cogí con una de mis manos y la metí en mi boca, mientras con la otra acariciaba sus huevos. Comencé a chupar la punta de su polla. Movía mi lengua circularmente lamiendola por arriba y por abajo. Debió gustarle lo que hacía pues se echó hacia atrás, mientras su polla lo hacía hacia delante ofreciéndomela por entero. Comencé a meterla todo lo que pude dentro de mi boca, llegando a darme en la campanilla, aunque no conseguía que estuviera toda dentro pues su tamaño me lo impedía.
Ya no resistía más sin que me tocase. Yo también quería sentir placer y su inactividad me estaba volviendo loca, por lo que le imploré que me quitase la ropa.
Tiró de mi vestido hacia arriba despojandome de él por la cabeza y haciendo que quedara frente a él tan solo con mi ropa interior: un sujetador negro y una braguita de tanga a juego. Comenzó a besarme mientras una de sus manos acariciaba mi pecho por encima del sujetador y la otra hacía lo propio por encima de la braguita, la cual debió encontrar mojada de lo excitada que me encontraba. Me sentía como loca, necesitaba sexo, quería que me comiera de arriba abajo. No resistía más sin que me hiciera todas las guarrerías del mundo, cosa que con seguridad era lo que pretendía desde un primer momento.
- ¿a qué esperas para comerme el coño? ¿es qué te lo tengo que suplicar?
- Si
- Por favor cómemelo. No aguanto ni un segundo más sin sentir tu lengua jugando con los labios de mi coño.
- Túmbate
Me apresuré a hacerlo, necesitaba con urgencia sentir su contacto con mi coño. Se arrodilló entre mis piernas, apartó la braguita recreandose con la visión de mi coño totalmente mojado. Se acercó lentamente hasta llegar a él dandole una lamida de abajo a arriba con la que casi hace que me corra. Empezó a jugar con mi clitoris usando la punta de su lengua. Me estaba haciendo enloquecer. Bajó la punta de su lengua a través de mi raja hasta llegar al agujero del coño donde la introdujo, para después comenzar a meterla y a sacarla follandomelo con su lengua. Me moría de gusto y necesitaba más.
- Por favor desnúdame y fóllame, necesito sentir tu polla dentro de mí.
Esta vez no se hizo de rogar. Me ayudo a incorporarme y una vez de pie se deshizo del sujetador, admirando mis tetas. Comenzó a chuparlas mientras las tenía atrapadas con sus dos manos. Bajó mis braguitas dejandome totalmente desnuda delante de él. Se separó un poco de mí para contemplarme totalmente desnuda, provocando una serie de exclamaciones de admiración por el pedazo de mujer que tenía delante.
Ya no podía aguantar más, iba demasiado lento para mí, por lo que le empujé hasta la cama haciendo que cayera sobre ella, presentando su polla tiesa como un palo, el cual estaba deseando clavarme, por lo que no me lo pensé ni un solo instante y me subí sobre él. Tomé su polla y me la clavé totalmente en el coño. Creí que me corría de gusto al sentir tan tremendo trozo de carne dentro de mí. Comencé a mover mi culo con desesperación, necesitaba follármelo. Lo hacía en todos los sentidos y direcciónes, de modo que la sentía en todos los rincones de mí, hasta que por fin exploté en un orgasmo como hacía tiempo no había sentido. Pero necesitaba más, por lo que no le permití que se levantara de donde estaba. Cambié mi posición sobre él ofreciendole mi espalda. La clavé de nuevo todo lo que pude, para sin dejar margen alguno comenzar a cabalgarlo, notando como mi culo chocaba contra su vientre. Eché mi cuerpo hacia atrás apoyandome sobre su cuerpo con mis brazos, moviendome arriba y abajo como si la vida me fuera en ello. Tanto es así que me tuvo que detener pues iba a provocar su orgasmo.
- Ahora me toca a mí, me dijo a la vez que se incorporaba, tomandome en peso y colocandome boca arriba sobre la cama.
Apoyó una de sus rodillas sobre la cama haciendo que levantase una de mis piernas. Metió su rabo en mi coño totalmente, sentí como sus huevos chocaban con mi culo cuando su polla entraba y salia de mí. Me follaba fuerte, como a mí me gusta, tanto que tenía que sujetar mis tetas pues hacía que se bambolearan con tanta fuerza que llegaban a dolerme. Pero el placer que me estaba proporcionando suplía cualquier otra cosa.
Poco después hizo que me girase quedando a cuatro patas sobre la cama. Me la volvió a meter, más profundo aun, si ello era posible, y comenzó a moverse despacio, recreándose en ver como su polla entraba y salía de mi coño practicamente en toda su longitud.
Fue poco a poco incrementando el ritmo, intercalando en alguna ocasión una fuerte arremetida que hacía que enloqueciera por el placer que esto me provocaba. Siguió incrementando el ritmo, follandome cada vez más fuerte, registrando en este tiempo varios orgasmos.
Lo oía gemir, aguantando que llegara el momento final, pero este era inevitable y por fin, dijo que estaba a punto de correrse. Yo le pedí que lo hiciera en mi boca y en mi cara por lo que me arrodillé entre sus piernas esperando que cayera sobre mí toda su leche.
- ¡Ya, ya, ya…… ahhhhhh! Dijo a la vez que apuntaba su polla hacia mí, vaciando unos enormes chorros de leche dentro de mi boca y sobre mi rostro.
Estaba encantada de sentir su leche rodando por toda mi cara. Comencé a untarla por ella, llevándome los dedos a la boca impregnados con su leche, la cual me encanta comerme.
Me sentía especial por lo que esa noche había hecho: había seducido a un extraño hasta llevármelo a la cama, como si se tratara de una puta. Aunque realmente era peor, pues yo no lo hacía por dinero, tan solo por placer.