Con un desconocido

Le conocí por casualidad. Nunca lo hacía la primera vez que conocía a alguien, pero esa vez fué diferente.

Un día de verano, me encontraba tomando una cerveza en una terraza con mi amiga Laura, cuando apareció un chico que se sentó en una mesa cercana a la nuestra. Mi amiga no paraba de mirarle y la dije que disimulara un poco, que se iba a dar cuenta.

  • No puedo evitarlo, está el tío como un tren, además de guapo que es el cabrón- me respondió.

Eché una ojeada con disimulo y le observé. Era alto y fuerte, moreno y atractivo. Llevaba un pantalón vaquero y una camiseta que le marcaba la musculatura.

  • Joder tía no me estraña que te le comas con la vista, es un bombón - le dije.

  • Fíjate Lucía que ya me estoy mojando la braguita, sólo con imaginarme lo que le haría.

Reímos las dos mientras disimulábamos mirando hacia otro lado.

Después de un largo rato pensamos que estaría esperando a alguna chica y le habría dado plantón. El chico creo que tuvo que darse cuenta que comentábamos sobre él.

Se acercó a nuestra mesa a pedirnos fuego. Laura le encendió el cigarrillo y le dijo que si estaba sólo podía acompañarnos. El chico dijo que estaba esperando a una amiga y tal vez no era apropiado que cuando llegara le viera en nuestra mesa. Nos agradeció la invitación y se fué a sentar donde estaba.

Laura y yo nos marchamos y fuimos paseando hasta la parada del autobús que tomaría ella, pues yo vivía cerca de allí y luego me marcharía a pié. Me despedí de ella y se montó en el autobús con un "hasta mañana".

Al volver hacia casa. observé que el chico aún continuaba sentado sólo. Al pasar cerca me llamó haciendome señas con la mano. Me acerqué y me invitó a tomar otra cerveza, nos presentamos, me dijo que se llamaba Pedro. Quizá acepté por ser todavía temprano para volver a casa y además sentía una curiosidad especial hacia él.

Hablamos durante más de una hora, le dije que era transexual, aunque parece ser que él ya sospechaba algo. Me contó parte de su vida y yo parte de la mía. Me parecía sincero a decirme que había estado esperando a la que era su novia para darse una segunda oportunidad, aunque parece que ya no iba a existir otra oportunidad.

Me despedía de él, cuando se levantó diciendo que me acompañaba a casa. No me apetecía que supiera donde vivía, pero quizá tuve la intuición de que era un buen chico, que no tenía nada que temer.

Caminamos hasta llegar al portal de mi casa.

  • Te apetece subir a tomar algo?

Apenas lo había pronunciado, sentí que me estaba lanzando demasiado, me tomaría por una chica fácil.

  • Me encantaría, necesito estar contigo más tiempo.

Subímos a casa y le invité a tomar un refresco.

  • No suelo tener nada de alcohol en casa.

  • No importa lo que tengas estará bien.

Sentados en el sofá mientras tomábamos nuestro refresco, me rodeó con los brazos y acercó sus labios a los míos.

  • Me gustaría besarte Lucía!!!

Nos besamos, primero fué algo dulce y suave, pero a medida que frotábamos nuestros labios se fué haciendo algo cada vez mas pasional.

Subió una de sus manos hasta mis pechos, tocándolos por encima del vestido. Por mi parte le rodeé con mis manos su cuello y lo besaba cada vez con más pasión.

  • Creo que estaremos mejor en la cama - dije con voz apagada.

Nos fuimos a mi dormitorio, nos fuimos desnudando mientras nuestras bocas no dejaban de buscarse, hasta que desnudos caímos sobre la cama.

Me recorrió con su lengua y su boca todo mi cuello, bajó a mis pechos lamiendo mis pezones hasta que hizo que mis gemidos fueran cada vez más fuertes. Luego bajó por mi tripa hasta llegar a mi pene, que estaba cada vez más erecto. Lo acarició con su mano sin llegar a chuparlo, creo que eso no le apetecía.

Me puse encima de él y le besé cada centímetro de su torso desnudo. Bajé hasta su pene erecto, que tomandolo con la mano, empecé a lamerlo primero y metermelo en la boca después, parecía un gran mástil duro y terso. Cada vez notaba que sus graves gemidos eran más fuertes, su cara parecía desencajada y me pedía que siguiera, que le estaba volviendo loco. Seguí un buen rato chupando aquella enorme polla hasta dolerme las mandíbulas.

Mientras se la chupaba, él me fue aplicando lubricante en mi ano, al tiempo que profundizaba en el interior con su dedo.

Luego se levanto, me tumbó boca arriba y me atrajo hacia él con las caderas. Mientras le rodeaba con mis piernas su cintura, empezó a introducirme aquél descomunal miembro, que poco a poco se adentró en mí, provocandome fuertes gemidos. A medida que la metía y la sacaba me estaba provocando un palcer que me hacía gritar como una posesa. Cada embolada de su falo hacía crugir toda la cama. Finalmente los corrímos los dos como si una gran explosión se produjera en el interior de nuestros cuerpos.

Permanecimos unidos hasta que el sol de la mañana entró en la habitación anunciando un nuevo día.

Ni que decir tiene que cuando volví a quedar con Laura, le conté toda la historia.