Con un compañero de trabajo en el ascensor. Parte2

Sigue la historia de Sara, que está cumpliendo una de sus fantasías enrollándose con un compañero de trabajo en el ascensor.

(continua de un relato anterior)

Sara estaba disfrutando de lo lindo con esa situación que tanto la excitaba. Estaba a horcajadas encima de un tío al que no conocía, medio desnuda, en un ascensor del trabajo, con las tetas mojadas de saliva y tan cachonda que podía sentir sus partes totalmente hinchadas al borde del orgasmo.

Miró a ese tío a los ojos y le dijo “Ahora me toca a mí, quiero comerte a ti”. Lo apartó un poco para poder bajar y tocar de nuevo con los pies en el suelo. Su camisa estaba desabrochada, igual que la de ella, y pudo admirar más de cerca su cuerpo. Con deseo Sara empezó a morder el cuello de ese tío que tanto la estaba haciendo disfrutar. Primero lo hizo suavemente, pero después con mucha más fuerza, y se excitaba cada vez que oía los gemidos que él soltaba tras cada mordedura.

Poco a poco ella fue bajando por su torso, lamiendo y mordiendo cada músculo, cada rinconcito que encontraba de piel. Tenía ganas de comerle la polla como Dios manda, y sabía que él también lo estaba deseando. Pero, antes de hacerlo, antes de bajar hasta sus pantalones, estando ella ya en cuclillas, se paró. “Gírate”, le dijo. Él se giró, colocando su torso contra la pared. A medida que se giraba Sara no pudo evitar fijarse en ese bulto del pantalón que sobresalía dejando que ella hiciera volar todavía más su imaginación. Pero antes quería comerle a ese tío otra cosa.

Cuando él se giró su culo quedó a la altura de la cara de ella. Eso era lo que Sara quería, comerle el culo. Le bajó los pantalones y los calzoncillos para dejar al descubierto un culo bien formado, de buenas proporciones, que llamaba a ser mordido. Empezó a frotarlo con las manos, a apretarlo y a pellizcarlo por todas partes. Luego lo mordió y lamió con el deseo de quien se come algo que lleva tanto tiempo deseando comerse.

Con las dos manos le abrió las nalgas y acercó su boca hacia ese agujerito que deseaba ser lamido. Empezó a mover su lengua arriba y abajo y notó como el cuerpo de él se ponía en tensión por la excitación. Ella aprovechó el momento para liberar una de sus manos y buscar su polla. La notó dura, erecta, y empezó a apretarla, moviendo la mano arriba y abajo para hacerle una paja al tiempo que le lamia el agujero del culo. Se excitó solo de pensar en la imagen que ofrecería todo aquel espectáculo si, de repente, alguien abriera la puerta del ascensor y los viera. Una pareja semidesnuda con la tía comiéndole el culo al tío mientras le hacía también una paja.

-          Necesito follarte – le dijo él, al cabo de un minuto –Ya no puedo más.

-          Espérate. Gírate de nuevo.

Él se giró. Esta vez sí, esta vez sí que Sara pensaba comerle la polla como se merecía. Al girarse él ella se encontró con su miembro erecto, humedecido por la paja que había empezado a hacerle. Tenía tantas ganas de comerse esa polla. Para seguir provocándolo, sin embargo, se alzó un poco y puso su miembro entre sus tetas. Tenía las tetas lo suficientemente grandes como para poder hacer una buena cubana en condiciones, algo que a Sara le encantaba. Él, siguiéndole el juego, estrechó sus tetas contra su miembro para sentir todavía más el contacto con su piel y empezó a embestirla. “No sabes cuanto tiempo llevo soñando con esto, y la realidad es mucho mejor”, reconoció él, entre gemidos de placer. “Siempre he deseado correrme en tus tetas”.

Sara no lo pudo aguantar más y se puso la polla en la boca. Primero lamió la puntita, recorriéndola lentamente con su lengua y poniendo especial énfasis en aquellos partes que sabía que excitaban tanto a los tíos. Dedicó a esto más tiempo de lo necesario porque sabía que haciéndolo los tíos se impacientaban y se ponían mucho más cachondos preguntándose cuando iba a meterse la polla entera en la boca. Pasados unos instantes, cuando Sara lo creyó conveniente, abrió la boca e introduzco la polla de ese tío hasta el final. Lo hizo de golpe. Él gimió fuertemente, cerró los ojos y soltó un soplido. Sara sabía que lo hacía por la excitación y el gran placer que aquello le provocaba.

Ella siguió lamiendo su polla, sintiendo a cada momento las embestidas que ese tío le dedicaba cada vez que ella se la metía en la boca. Estaba disfrutando a cada paso de aquella mamada, dejando entrar su miembro hasta el final, apretando sus labios contra él y repasándolo con la lengua. También empezó a lamerle los huevos con deseo y apretarlos con una mano mientras que con la otra le rozaba y apretaba las nalgas.

De golpe y porrazo él volvió a recuperar el control de la situación. La apartó por los pelos y la obligó a estirarse en el suelo. Se recostó encima de ella, volvió a acercarse a sus tetas, a lamerlas y a morderlas como antes, y empezó a desabrocharle los pantalones poco a poco. Sara sintió como una de sus manos se introducía por debajo del tanga y empezó a notar uno de sus dedos moviéndose cerca de su clítoris.

-          Estás empapada. –le dijo él, excitado.

Sara estaba tan cachonda que el solo contacto de sus dedos con sus partes infladas le provocó uno de los mejores orgasmos de su vida. Su respiración se entrecortaba mientras notaba las olas de placer subir des de sus pies hasta la punta de sus pezones. Soltó un gemido totalmente incontrolado de lo mucho que estaba disfrutando aquel momento.

Tras unos segundos de descanso él se incorporó de nuevo, le quitó los pantalones y el tanga como pudo y acercó su cara hasta el coño de Sara. Lo olió profundamente y luego empezó a lamérselo de una forma exquisita, suave pero con intensidad a la vez. Sara seguía muy excitada tras el primer orgasmo y no tardó en sentir una oleada de placer de nuevo. Se corría por segunda vez y le encantaba. No pudo evitar gritar de placer y desear que aquello no terminara nunca.

Tras su segundo orgasmo el tío abrió las piernas de Sara totalmente y, con su miembro erecto, la penetró con brutalidad. La embestía una y otra vez, con fuerza, mientras le agarraba el culo, las caderas y los pechos. Sara disfrutaba cada embestida, cada movimiento. No podía parar de fijarse en el movimiento que ejercía su cuerpo encima del de ella, en esos músculos tensos por la excitación, en esos brazos, en esa piel perlada de sudor. Acercó sus dos manos a su espalda y la arañó con fuerza mientras sentía en sus carnes el placer que la invadía en cada embestida de él.

Luego se incorporó y le indicó a él que quería ponerse encima. El tío se recostó sobre el suelo y Sara volvió a colocarse a horcajadas sobre él, esta vez para cabalgarlo como se merecía. Empezó a mover su cuerpo rítmicamente, sintiendo su miembro duro y mojado entrar más profundamente dentro de ella. Volvió a correrse mientras sentía la mirada de él, extasiada, clavada en su cuerpo, y notó como él apretaba las manos en tensión. Es el momento, pensó Sara, está a punto de correrse. Bajó su mirada hacia la cara de él justo en el momento en que ésta reflejaba el éxtasis, la liberación del placer. Sintió como se corría dentro de ella y lo vio disfrutando de cada momento, soltando gemidos y respirando entrecortadamente a la vez.

“Ha sido brutal”, reconoció él, tras un momento, todavía sudando y respirando con dificultad. “Brutal, de verdad”. Ella se recostó a su lado, intentando asimilar lo que había pasado. Había follado con un desconocido en el ascensor del trabajo. Se sentía estupendamente, mucho menos cansada de lo que estaba antes, y mucho más relajada.

Al cabo de unos minutos los dos se vistieron. Sara se quedó mirando a ese hombre.

–         Todavía no sé tu nombre.

–         Me llamo Javier.

–         Encantada Javier. –respondió ella– Me gustaría repetir esto alguna vez. Antes me has dicho que querías correrte en cierto sitio y hoy no lo has hecho, así que te lo debo. –Sara recordó de repente que seguían encerrados en el ascensor. – Bueno, eso será si algún día conseguimos salir de aquí.

–         Saldremos de aquí… ahora. – Javier rebuscó en su bolsillo, se oyó un pitido y el ascensor empezó a bajar. Sara, sorprendida, giró los ojos hacia él, que la miraba sonriendo. Tras pocos segundos las puertas del ascensor se abrieron. – Hasta otra Sara. Repetiremos.

Sara se quedó parada viendo a ese tío alejarse por el pasillo. Pocas personas habían conseguido sorprenderla como lo había hecho él. Y sabía que no sería la última vez que se verían en una situación similar. Luego salió del ascensor y se fue para casa contenta y mucho más relajada que de costumbre.