Con un chico…, muy jovencito

En una ocasión, unas amigas de mi edad (ya maduras) y yo, nos fuimos a ver un “espectáculo” de stripers en un antro. Ahí, me quedé prendada de uno y lo “convencí” que me “acompañara”. ¡Lo hizo por toda esa noche, y continuó en la mañana temprano. ¡Quedé…, “prendada” de ese muchacho!.

Con un chico…, muy jovencito

Resumen: en una ocasión, unas amigas de mi edad (ya maduras) y yo, nos fuimos a ver un “espectáculo” de stripers en un antro. Ahí, me quedé prendada de uno y lo “convencí” que me “acompañara”. ¡Lo hizo por toda esa noche, y continuó en la mañana temprano. ¡Quedé…, “prendada” de ese muchacho!.

A continuación les narro algo que me pasó. Fue poco antes de la pandemia. Aquí existe un sitio donde hay striptis de hombres, solo para mujeres. Unas compañeras me habían comentado de ese sitio. Me dijeron que tenía dos funciones, una vespertina y otra nocturna. Como todas son casadas, decidimos ir en la tarde y en “bola”, para damos ánimos, unas a otras.

En el escenario desfilaron varios muchachos, todos jóvenes, atléticos, bien parecidos, bien formados, los cuales, luego de dar algunas vueltas delante de nosotras, se empezaban a desnudar hasta quedar tan solo en tanguitas que mostraban sus nalgas y que nos insinuaban su "tilín" (pene), que a veces se les salía la puntita.

Cuando pasaban cerca de nosotras, a la que los llamaba, se le acercaban y dejaban que los "tocaran", mediante una “propina”.

Algunas les acariciaban su pene por encima de sus tanguitas y..., a veces un poco más. Cuando apareció el quinto muchacho de la tarde, se me hizo muy atractivo, aunque muy jovencito; era el más jovencito de todos los que habían aparecido esa noche: negro, tipo mulato, con una sonrisa de a millón, de pelo muy ensortijado, con una espaldota, unas nalguitas muy firmes y un bultote muy grande en el frente. Sentí que me puse muy roja, pues este muchacho me había gustado muchísimo y..., aprovechando que mis compañeras me vacilaban pues era la única que no había "acariciado" a algún chico..., llamé a ese muchacho y, luego de acariciarle su "tilín" por encima de su tanguita…, le atoré una “propina” junto con un papelito, en su calzoncito.

A la salida de ese antro, me fui con mis amigas al estacionamiento. Pedimos los coches. Yo me hice la loca que no encontraba mi boleto y..., finalmente ellas se fueron y yo me regresé de inmediato a buscar al muchacho, al que le había "metido" en su tanga una nota con mi nombre diciéndole que lo esperaba acá, afuera.

Cuando salió, se cruzaron nuestras miradas, él me sonrió de un modo muy tímido.

  • ¡hola...!,

le dije yo, tratando de aparentar cierta calma, que estaba muy lejos de conservar.

= ¡hola mami…!,

me contestó.

Me parecía muy jovencito, así, ya vestido, no con la tanga, como yo lo había "conocido". Me dio pena el estarlo esperando. Se veía muy joven y eso me hacía pensar en lo "degenerada" que me sentía. Cualquiera hubiera podido pensar que eso era exactamente lo que yo andaba buscando, pagarme un jovencito y "revolcarme" con él.

  • ¿Te gustaría acompañarme esta noche...?

Le dije, acariciando la camisa, entreabierta y el pecho sin vello de ese chiquillo, que difícilmente tendría 18 años, cuando yo ya andaba en los 41:

  • ¿te gustaría...?

= Es que..., tenemos una tarifa...,

me dijo, apenado...

  • ¡Lo se...!,

le dije... y le tendí los billetes.

No bien habíamos terminado de "cerrar el negocio" cuando, en ese mismo momento un hombre nos invitaba a un bar de ahí cerca a "tomar y a bailar".

= ¿te parece mami...?, ¿señora...?,

me preguntó, timorato.

Le dije que sí, enganchándome del brazo de ese chiquillo, de Bruno, que así se nombraba, y así nos fuimos a un bar que se encontraba a unos pasos del centro anterior.

Nos sentamos y pedimos algo de beber. La música sonaba a lo lejos y yo..., me sentía demasiado excitada. Giré mi cabeza para tratar de ver a mi alrededor: el bar estaba en penumbras; algunas parejas bailaban, otras estaban en mesas, bebiendo, platicando, besándose, ¡”fajándose”!. ¡Todas las parejas eran "disparejas", ¡como nosotros!, ¡señoras mayores con jovencitos, aunque el mío, más que jovencito era casi un niño... !. ¡Le llevaba al menos 20 años!.

Una pareja en la pista estaba, más que bailando, fajando descaradamente. El chico le estaba acariciando las nalgas por abajo de su vestido, que se lo había levantado. Otra pareja... ¡era de tres!, dos chicos bailando con una señora, ¡haciéndola sándwich!.

¡Me sentí muy caliente de ver todos eso; se me antojaba vivirlo! pero..., Bruno ¡era demasiado novato!.

Le tomé su carita y acercando mi boca me puse a besarlo y luego me lo llevé hasta la pista de baile. El ambiente estaba en todo su apogeo, el bar lleno y la pista de baile también.

Le pegué mi cuerpo, le pegué mi vientre y..., ¡de inmediato sentí su "verga", bastante parada!.

Como era más alto que yo, me le colgué de su cuello y me puse a besarlo y a frotarle mi pubis contra su "verga". ¡Estaba disfrutando tremendamente la compañía de ese "chavo"!, ¡aunque la estuviera pagando!; ¡me sentía deliciosa, entrelazada por unos brazos casi infantiles y un cuerpo de adolescente!. El ambiente, la música, las copas, ¡la cercanía de su cuerpo!; ¡todo eso me estaba haciendo soñar!.

Me le colgué de su cuello, le comencé a besar sus orejas y cuello y le pegué fuertemente mi cuerpo.

El lugar estaba bastante obscuro y la música se apoderaba de mis sentidos; ¡estaba caliente y estaba entrelazada por los brazos de Bruno...!; ¡Su cuerpo estaba pegado al mío y..., en cada vuelta le introducía mi muslo hasta el contacto con su entrepierna, contra su "verga" parada. Sus manos descendieron hasta mis asentaderas y se puso a bailarme de ¡a cartoncito de "cheve"!, con sus manos por debajo de mi trasero.

Envalentonada por su "atrevimiento", volví a embarrarle mi cuerpo a su cuerpo; podía sentir su excitación...!. ¡le embarraba mi monte de Venus sobre su pito (pene) parado!. ¡Volví a pensar en el coito!, ¿con ese chavito...?, ¡sí, con ese chavito!. Me desinhibí por completo y comencé a frotarle mi pubis, aunque fuera por encima de nuestras ropas; ¡me había excitado tremendamente!. Disfrutaba de los brazos de Bruno, de su cercanía, de su calor, de su adolescencia, ¡de su aliento fresco y sus brazos...!.

¡Los ojos de Bruno me tenían subyugada...; su esplendorosa adolescencia o su juventud..., nada me impedía disfrutarlo y sentirme a mis "anchas"!. ¡Estaba deseando que ya nos fuéramos! y..., muy pronto, ya se lo dije:

= ¡Cuando tú dispongas, mamita...!,

me dijo el Bruno, sin dejar de abrazarme. Él me pasaba su brazo por mis hombros; yo lo abrazaba de la cintura, ¡endiosada!, feliz, realizada!.

Salimos hacia el estacionamiento, a buscar mi auto. En cuanto salimos a la calle, el chico se separó de mi lado; me molesté y me paré en seco y le dije...

  • ¿y ahora..., que tienes...?

= Es que..., ¡me da pena..., señora...!.

Quise comprenderlo: ¡le llevaba al menos 20 años!: bien podría ser su madre y..., aunque yo estaba feliz y desatada, el chico: ¡era su primera vez!.

Seguimos caminando, separados, hasta llegar al estacionamiento. Trajeron el coche y me subí. Le abrí la puerta del otro lado y él se subió también.

En cuanto arranqué el auto, el deseo ferviente se apoderó de mi ser y..., orillándome en un calle, me puse a besar al chiquillo, a besarlo desesperadamente, con ansia, con pasión, con lujuria. Bajé mi mano hasta la altura de su "tilín" y comencé a frotárselo "desesperadamente", sobre de su pantalón. ¡La tenía bien parada!. El chico nomás se "dejaba", complacido. Me continuaba besando mientras yo le frotaba su pito.

En cuanto me separé de él, le tomé su mano y me la puse en mis piernas y la recorrí hacia arriba, insinuándole que me las metiera por debajo de mi vestido. El chico no necesitaba mucho; de inmediato se dedicó a acariciarme mis piernas, subiendo sus manos a lo largo de mis muslos, hasta llegar a la parte de arriba, adonde se terminaba la media y comenzaba mi carne:

= ¿Usa liguero..., señora...?,

me preguntó, sorprendido.

  • ¿Sí…, te gusta...?,

= ¡muchísimo...!,

me dijo, maravillado por ese descubrimiento, y se puso a jugarme las ligas y a acariciarme mis piernas.

Al llegar a mi departamento, mientras estaba yo abriendo la puerta, le froté descaradamente mis nalgas contra de su pubis, sintiéndole de inmediato la erección que ya tenía.

Apenas entramos al depa, comenzamos a fajar nuevamente y..., ¡le desabroché su camisa y me puse a besarle su pecho, de jovencito!. ¡Sentía deliciosamente cómo le frotaba mis senos a su pecho a...! y luego me tomaba de mi trasero y me jalaba en contra de él. Se me pegó en un abrazo y un beso, por demás ardientes. Su lengua recorría la mía, mi boca, mis dientes; sus manos recorrían mi cuerpo, tocando mis senos y nalgas, por encima de mi vestido. Me levantó el vestido y comenzó a acariciarme mis piernas pero recorriendo sobretodo mi liguero, hasta que, tímidamente se animó a decirme:

= ¿me dejas..., mirarte..., mamita...?

Me sentí sobreexcitada por esa petición tan..., ¡divina...!. Me levanté mi vestido y comencé a posar para él:

  • ¿nunca habías mirado a una mujer...?

= eeehhh..., no…, solo a muchachas...

Me sentí..., ¡realizada, fascinada, ensoñada!, y me atreví a preguntarle:

  • ¿has "estado" con alguna mujer?

= eeehhh…, no…, sólo con muchachas...

  • ¿te gustan las señoras...?,

= sí..., pero...,

y se quedó callado, debí presionarlo para que continuara:

  • pero que...

= pero me da mucha pena…, que me miren con ellas...

  • ¿por la diferencia de edades...?

= sí...

  • y yo..., ¿te gusto...?,

= sí...,

  • ¿si...?.., y ¿te gustan mis pantaletas?

= sí...

  • ¿te gustaría retratarme...?

= sí...,

y yo misma le presté mi celular para que me tomara fotos, luciendo mi ropa interior. Yo misma me levanté mi vestido y terminé de quitármelo por encima de mi cabeza, quedando tan solo con mi ropa interior: una pantaleta, brasier, liguero y medias azules, de encaje hasta arriba.

En un poco tiempo terminó con las fotos; me lo llevé a mi recámara, lo recosté sobre de mi cama, matrimonial y le pasé una pierna a cada lado de su cuerpo, sentándome encima de su "vergota" muy tiesa, debajo de su pantalón. Me flexioné sobre de su pecho y le comencé a quitar su camisa, a desabrocharle su cinturón, a bajarle el cierre de su bragueta, a quitarle su pantalón.

Estábamos en la cama, los dos en ropa interior: yo con brasier, pantaleta, liguero y mis medias, azules; Bruno con su tanguita negra, de la cual se escapaba casi la totalidad de su "verga", deliciosamente parada. ¡Su tanga estaba toda batida de mocos (semen)!: ¡se había estado “viniendo” al fajarme!. ¡Me sentí emocionada y..., me puse a mamarlo, su "verga", muy grande, para nada de adolescente, muy larga, muy gorda, pero con una cabecita pequeña, muy rosa, que contrastaba completamente con lo moreno de lo demás, de su piel..., de su "verga", de sus huevos!.

Le tomaba su "verga" con mis dos manos y me la "untaba" en mi cara, en mis ojos, en mi nariz, en mis oídos, en mi cuello; me la frotaba contra mis chichis y se la "lengüeteaba" todita, de arriba hasta abajo, sin soltarle sus huevitos, muy duros. Le comencé a jugar su frenillo con mi lengua y el chico comenzó a convulsionarse:

= ¡mami..., ya viene..., mami..., ya viene...!.

Me dio mucho gusto, y comencé a succionarla con ansias, con fuerza, hasta que lo hice "vaciarse" en mi boca, tragándome sus “moquitos”, de manera golosa, sin dejarlo perder la erección, apretándole fuertemente su pito, hasta que lo sentí recuperar su poder y entereza y entonces, sin aguantar otro poco, yo misma me retiré mi pantaleta y brasier, y me coloqué su “fierro” en mi cueva, introduciéndomelo centímetro a centímetro, disfrutándolo, poco a poco, hasta sentirlo hasta adentro, profundo, golpeándome mi matriz.

Comencé a girar mis caderas, muy lentamente, para que se me acomodara su "verga" en mi vientre: ¡qué "verga" tan rica tenía ese muchacho!, que tan solo soltaba pujidos y abría sus ojotes muy grandes:

  • ¿te gusta Bruno...?, ¿te gusta...?,

y comencé a contraer mi vagina, para "morderle" su pito:

= ¡mami..., ya me viene..., mami..., me viene…!,

comenzó a decirme de nuevo, y por toda respuesta, me puse a morderle su cuello y a “venirme” junto con él.

¡Sentí sus chorrazos en mi vagina!, quemantes, inundándola por completo con su semen casi infantil:

= ¡mami..., mami..., mamitaaaaa…,

y se vino muy rico, en mi sexo maduro, de mujer depravada y ardiente.

Nos quedamos recostados sobre la cama, así como estábamos: yo encima de él, con su "verga" en mi sexo, con mis “chichis” (tetas) encima de su pecho de adolescente, disfrutando de su calor; le besaba su cuello, sudoso, le besaba su cara, sus ojos, sus labios, le recorría yo su cuerpo, sus brazos, sus piernas... ¡era de verdad delicioso "cogerse" a un "chavito"!.

Después de un buen rato, me levanté; tenía sed, tenía hambre, tenía ganas de orinar.

Nos metimos al baño a lavarnos; yo me senté en el escusado y me lavaba mi sexo con agua y..., el Bruno, medio intimidado, medio amoscado, como que quería mirarme, pero no se animaba a mirarme a la "descarada". Estaba lavándose su pito en el lavabo y no dejaba de mirarme, de reojo, mientras lo hacía.

Mientras él se lavaba yo tampoco podía dejar de mirarle a su pito, ¡que me había dado tanto placer...!. Bruno se dio cuenta de mis miradas y se puso apenado. Terminé limpiándome con una toalla entre mis piernas. Estaba solamente con mi liguero y mis medias; me puse una bata y cubrí al Bruno con una toalla de baño, muy grande y afelpada. ¡Me puse a secarle su pene!, que de inmediato se le paró nuevamente:

  • ¡Oh juventud, juventud...!. ¡Estás caliente de nuevo...!, ¿verdad, papacito...?.

¡Vamos a tomar algo a la cocina y nos regresamos de nuevo a la cama...!, ¿quieres...?.

El muchacho me siguió. Preparé unos sándwiches y unas “cubas”, que nos terminamos en un dos por tres y luego de eso:

  • ¡Vete a acostar, que ahí te voy...!,

le dije, terminando de recoger la cocina.

¡Mis pezones se enderezaban…!: ¡estaba esperando la continuación de "esa velada"!. ¡Sentía que el deseo se me volvía a presentar!.

Cuando entré en mi recámara, el chico se encontraba acostado, desnudo, mostrándome su "tilín", parado hacia el techo, a la vertical.

Dejé caer mi bata y, aparecí desnuda ante sus ojos; estaba solamente con mi liguero y mis medias.

El muchacho me sonreía, complacido, sin embargo, yo solo le veía su "matraca" (pene)..., y me fui a acostar en la cama, con mucha concupiscencia.

Bruno comenzó a apachurrarme mis senos, a apretármelos, a pellizcarme mis pezones... los cuales se endurecieron y se erectaron rígidamente:

  • ¿te gustan...?, cariño...,

le pregunté, pero no contestó. Me hizo girarme y se colocó encima de mí.

­Permanecí acostada durante todo ese tiempo, inerte, sin hacer movimiento alguno, pasiva... Me hizo todo cuanto le vino en gana. Sus caricias eran torpes, aunque bien intencionadas pero..., me hacía daño, me lastimaba, ¡pero me calentaba muchísimo!. Sentía que mis fosas nasales se me empezaban a dilatar, señal inequívoca de mi estado superlativo de excitación...; mi respiración se volvía entrecortada y me estremecía, con los labios a medio cerrar...

Luego de ello, sentí cómo me colocó su boca sobre de mis senos, con su lengua acariciándome los pezones; me los mordisqueaba y..., me seguía calentando todavía mucho más...

Bajó su mano hasta alcanzarme mi sexo y me lo comenzó a acariciar. Me retorcí por completo y me arqueé hacia adelante; mi vulva me picoteaba, ¡pero de puro placer!, ¡me estaba viniendo a cántaros llenos!. Mis mejillas, mis senos, mi culo, mi sexo: ¡toda entera estaba caliente!.

Su boca seguía prendida de mis “chichitas” (senos) y me mordisqueaba mis pezones enmedio de sus labios, entre sus dientes. Unas ondas de placer se difundían por todo mi cuerpo...

Me estaba agarrando por todos mis “rinconcitos”. Me giraba y volvía a girar para todos lados..., exploraba mi “chocho” (sexo) con mucha acuciosidad, con dedos y lengua por todas sus comisuras… Me había separado con mucho cuidado y con sus dos manos todos mis pelitos, para dejar solita a mi rajadita y a mi botoncito de arriba, que mordisqueaba deliciosamente entre sus labios.

No pude aguantar ese tratamiento y “me vine”..., inundando de nuevo mis piernas, mi vientre y todas mis nalgas, además de la cama. ¡Mi ano también había sido inundado!.

En ese cuarto reinaba un aroma muy fuerte a sexo..., que me hacía enloquecer...; era mío y de aquel chico, entremezclados...

Ahora comenzó a pasearme su pito parado sobre de mi cara, mis ojos, mis orejas, mis labios. Ahí comenzó a empujar con algo de fuerza y me hizo que abriera mi boca, para adentrarse en su interior.

También me la paseó por mis senos, sobre mis pezones erectos y de ahí fue siguiendo por todo mi cuerpo, hasta llegar a mi estómago y más tarde sobre mi vientre y mi sexo; ¡especialmente me estuvo paseando su pito sobre toda mi rajadita y mi clítoris...!.

Tenía ganas de muchas cosas muy asquerosas, muy depravadas y llenas de bestialidad. No pensaba más que en la fornicación y nada más que en ese pene parado. Comencé a gimotear y a desear que me la metiera.

  • ¡Bruno, cariño..., ya dámela, corazón...!.

Me colocó de a "perrito", con la cabeza contra una almohada y mis nalgas al aire:

= ¡vas a ver..., te voy a encular...!.

Me dijo, muy seco y seguro. Mi corazón se detuvo un instante y luego se puso a marchar muy a "la carrera", sin embargo, no me moví, me quedé como él me había colocado.

Me tomó de mis nalgas y me las empezó a apretar con muchísima fuerza. Solté un grito de dolor que acallé contra de aquella almohada y luego gemí un poco más suavemente, pero seguí con mis caderas hacia arriba, a la merced de su pito.

Me separó las nalgas con sus dos manos y con un dedo me empezó a acariciar el esfínter de mi ano, midiéndole su elasticidad y su temperatura. Luego, me lo metió todo entero, hasta adentro, y de inmediato lo retiró.

Mi ano, esforzado de esta manera, se abrió de inmediato, como una boquita. Tenía la impresión de que todo mi culo se abría por completo; tenía taquicardia y me vine otra vez.

Y luego..., su pito, me lo empezó a frotar "por ahí", lo insinúa entre mi vulva, toda totalmente batida, arrancándome una serie de gemidos y de jadeos. Luego me la empujó con fuerza contra la "rondela" de mi ano y me sacó otro pujido y luego un grito ahogado de nuevo por esa almohada.

Empujé mis caderas más hacia atrás, ¡hacia el miembro que me iba a empalar...!.

Con la mejilla contra las sábanas, cerré los ojos y los volví a abrir... ¡muy grandemente!: su pene me estaba entrando muy lentamente dentro del esfínter de mi ano, que cede y lo absorbe; luego de la cabecita siguió lo demás..., todo su pito..., ¡hasta los huevos!, que sentí cómo se estrellaban contra mi rajadita, completamente batida de la calentura que ya traía.

Se detuvo por un momento y luego volvió a arremeter con movimiento de va y viene en mi culo, por medio de movimientos largos y llenos de dinamismo, que me levantaban de todas mis caderas a cada golpe.

Era muy delicioso, pero muy depravado el dejarse coger así...¡como perra!, pero esa matraca me perforaba de manera muy agradable, que me hacía estremecer... Respiraba entrecortadamente y a mucha velocidad; gemía y me mordía toda mi mano. Disfrutaba con mucho placer este tilín, que me perforaba los intestinos... ¡También Bruno le pujaba y soltaba gruñidos bestiales!.

Me dejaba encular, perforar por esos golpes de su pitote parado, que se hacían cada vez más furiosos y desordenados. Sin darme cuenta le levantaba más y más mis caderas, para ofrecerle un mejor ángulo de penetración enmedio de mis nalgas y disfrutar mejor de esa penetración.

Mi complacencia ante sus ataques lo tenía enloquecido; comenzó a acelerar. Me jalaba con fuerza de mis cabellos, jalándolos hacia él y volviendo a gritar una serie de majaderías, que me calentaban muchísimo.

Me dio un soberano par de nalgadas muy fuertes, izquierda, derecha, que…, al principio me hicieron gritar, pero que, increíblemente, me sirvieron como pimiento, algo inimaginado, que terminó por amplificar mi erotismo y excitación del momento.

Me empujaba con mucha fuerza estrellándome mi cabeza en contra de aquella sábana, hasta “venirse” dentro de mí, aventándome sus chorros de esperma caliente en mi recto. Yo también me puse a gritar de placer, y luego de unos instantes, me dejé caer exhausta sobre la cama.

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A la mañana siguiente oí levantarse al chiquillo; el sol ya brillaba y la claridad comenzaba. Lo oí entrar al baño, oí su "chorro" potente: se me imaginó un corcel, un potrillo. Lo oí lavarse y a su regreso, le miré su “camote” (pene)..., ¡de potro!, de ¡semental!. Me enderecé un poco, en la cama y:

  • ¡Mira nomás como estás!; esto te lo voy a tener que mamar...!. ¡Ándale…!, ¡acércate a mí, corazón...!.

Estaba desnudo y me mostraba su pito, en plena erección, agarrándoselo con una mano y poniéndomelo en dirección hacia a mí, que no podía quitarle los ojos de encima.

El tan solo mirar ese pene me produjo una descarga en mi bajo vientre; me sentí que fundía todita de "por ahí", sentía un "hormigueo" en todas mis piernas. Sentía un deseo inmenso que me recorría todo mí vientre y mi sexo.

Me puse a mamar ese pene, a frotarlo contra mi cara, a hundirle mi cara en sus pelos, en sus huevitos tan duros, a masturbarlo con mis dos manos y mi boca hasta que..., el chico se me "montó".

Me puse muy rígida cuando lo vi que dirigía su pito contra mi sexo mojado; cuando sentí tan cerca de mi cara la cara del chico aquel..., sus labios húmedos..., empujó su camote contra mi clítoris, tremendamente erecto, y comenzó a frotarlo en contra de él. Me hizo estremecerme de la emoción, mi corazón empezó a latir fuertemente y unas sensaciones muy placenteras comenzaron a apoderarse de mí.

Un poco más hacia abajo de ese lugar, mis labios se le abrieron como si nomás lo hubieran estado esperando, abriéndose paso por mi “hoyito” caliente, entre mis mucosas rosas y todas “venidas” por mí calentura.

Comencé a soltar de gemidos y a girar mis caderas, de una impaciencia que me hacía avergonzarme por la excitación que traía. El chiquillo comenzó a deslizar su camote entre mis pelos y yo... gritaba de excitación. Su cabezota, dura y caliente, se paseaba entre los labios de mi vagina, hasta que por fin tomó su lugar y comenzó a hundirse muy lentamente, empujada por la fuerza y el peso del chico, que se acostaba sobre de mí.

Abrí mis piernas un poco más, aunque ya estaban bastante abiertas y lancé mis caderas contra "ese" atacante que me penetraba y que se deslizaba hasta el fondo. Sentí como sus "huevos" venían a estrellarse contra de mis nalgas y sus pelos me hacían cosquillas.

Quedaba todavía un gusto amargo a repulsión y el disgusto, por haberle "pagado" pero había también una sensación de bienestar y satisfacción que se había apoderado de todo mi ser. Mi sexo, mojado y caliente, ávido de placer, vibraba alrededor de ese "regalo de carne dura", que me llenaba y colmaba.

Lo recibí con una soberana venida y un calorcito que me recorrió mi vientre abierto, como fruta madura, y que se me subió hasta los senos y mis mejillas.

Su pito se puso a bombearme, entrando y saliendo. Sus golpes continuos y con tanta velocidad me tenían encantada; gemía y meneaba la cabeza de un lado hacia otro; ¡me estaba entregando con verdadera pasión y delicia a ese chico!, y a ese pito que me penetraba tan rico.

Cada empujón lo sentía hasta el fondo de mi vientre y me causaba un placer indecible, que me llegaba hasta el corazón. ¡Gemía, gritaba, pujaba!.

El muchacho estaba acostado sobre de mí; nuestros sexos estaban pegados y se meneaban al mismo tiempo pa' todos lados. ¡Me estaba viniendo sin tener para cuando acabar!.

Dejaba que me bombeara a su antojo, yo lo disfrutaba de manera amplificada; sentía a mi corazón latir con potencia. ¡No era más que una hembra en la cópula!, la cual estaba sintiendo como se le generaba un orgasmo, a partir de la punta de ese “pitote”: salía y crecía, agigantándose dentro de mi cuerpo, un orgasmo tan pero tan intenso, que sentía que me ahogaba, pero que afortunadamente tuvo salida por mi vagina, por donde lo expulsé por completo, enmedio de espasmos y convulsiones de puro placer.

Bruno no pudo quedar insensible a mis contracciones ni a mis “chorros” de placer que le estaba descargando sobre de su “palo” (pene), así que, empezó a descargarme su semen en mis entrañas. ¡Sentía que me inundaba con chorros y chorros!, a más no poder. Su calor era inmensamente gratificante. Se mezclaban dentro de mí su esperma y mis venidas.

Bruno se quedó unos momentos dentro de mí, después de “venirse”; ambos estábamos sin aliento, jalando aire con la boca abierta y con los ojos en blanco. Luego de ello, él se zafó de mí sexo y yo solté un suspiro de desilusión.

Nos bañamos. Le hice de desayunar y ahí, semidesnudos, abrazados, acariciándonos, nos pusimos a platicar, de su vida y la mía. Los dos queríamos saber: yo con quien y como había sido su primera vez, cómo había llegado a "esto", adonde y con quien había aprendido el placer del sexo anal. Él quería saber si tenía hijos, si era casada, con quien vivía, si me "gustaba", si le había ya pagado antes a otros muchachos, etc.

Le conté algo de mí y:

= se nota que no está muy cogida, señora...

Para mostrarme desenvuelta le dije:

  • y tú..., está muy atractiva tu "cosa"... ¡Mira nomás como estás...!,

le dije, hincándome frente de él, separando su toalla y besando su "tilín", parado.

De verdad, ¡su "tilín" estaba muy parado!, y el chico sí sabía qué hacer con él, ¡podía complacer a cualquier mujer!, por experimentada que fuera.

Me puse a mamarle su pene, con gusto, delicia, placer hasta que, ya no pude aguantarlo y comencé a suplicarle:

  • ¡Bruno, por favor, métemela de nuevo...!.

= ¿la quieres, mamita...?

  • ¡sí Bruno..., dámela nuevamente, por favor..., te lo pido!.

Nos fuimos hasta la cama, donde se me montó sin dejar de besarme, mientras que su pene comenzó a golpearme a la puerta de mí cueva de amor, derramada de mis venidas, hasta que sentí cómo finalmente comenzaba a penetrar en mí vagina, saciando mis ansias de "tilín" y de sexo.

Una vez que estuvo hasta adentro, comenzó a bombearme de manera cada vez más potente; el chiquillo iba a ser, de verdad “un cinturita, un padrote”. Sabía hacer su juego, sabía complacer a las mujeres y robarles de esa manera toda su voluntad.

Me acariciaba todo mi cuerpo al mismo tiempo que se movía por encima y dentro de mí, haciéndome vibrar de placer hasta venirme totalmente enmedio de gritos de placer que emitía como nunca antes; ¡parecería que me estuviesen golpeando!.

Me le abrazaba a su cuerpo, lo estrechaba, lo jalaba con brazos y piernas, anudándolas por su cintura, hasta que me “vine” como tres veces en un orgasmo múltiple. Bruno me acompañó en la venida, lanzando una bola de palabrotas.

Luego de eso nos quedamos dormidos un rato y..., luego de darse otro baño..., el chico se despidió, no sin antes decirme:

= paso el otro viernes a visitarla…,

y añadió luego de eso…,

= va a ser la misma tarifa…