Con tanto masaje agrandador del busto...

Carola empeñada en aumentar el tamaño de sus tetas lo consigue mediante un especialista, pasando por experiencias muy calientes. Y cuando le consigue comienza a hacer estragos. Y sus fabulosos pechos siguen creciendo...

Con tanto masaje agrandador del busto, mis senos se han disparado y no dejan de crecer . Por Lado Oscuro 4. ladooscuro4@hotmail.com

Capítulo 1. Carola prueba el masajeador mecánico de Teddy.

Yo tenía pechos normales, pero quería un poco más, y entonces hice un tratamiento con un masajeador mecánico. Y me crecieron un poquito. Pero el técnico me confió que lo verdaderamente efectivo eran los masajes manuales. Y generosamente se ofreció a dármelos.

Capítulo 2. Carola prueba el masaje manual de Teddy.

Me hizo tender sobre la camilla y puso sus manos, en cuenco, sobre mis pechos. Enseguida aprecié la diferencia. ¡Qué manos! Calientes, fuertes, suaves. Teddy, que así se llama el masajista, comenzó un lento masaje circular. Arrastrando cada pecho en sus movimientos. Mis pechos iban siguiendo la rotación de sus manos, de modo que la única parte de ellos que recibía algún roce eran mis pezones, que enseguida se pusieron duros. A mi me dio un poco de vergüenza, por que él podía interpretar esto como excitación, pero Teddy pareció no advertirlo y continuó con sus rotaciones. Era muy agradable sentir la rotación completa de cada uno de mis pechos. Pero mi respiración se iba agitando, por lo cual temí que él pensara que esto implicara que yo estaba excitada, pero Teddy siguió con su masaje imperturbable. "No se ponga nerviosa", dijo interpretando la leve agitación de mi respiración como nervios. "Yo tengo mucha experiencia en esto." ¡Y vaya si la tenía! Sus cálidas manos pasaron al amasado y estrujamiento de mis pechos. Las sensaciones que me produjeron eran deleitosas. Esas manos tan fuertes y viriles amasando mis tetas a su antojo me sumieron en una actitud de total entrega. "Eso es, relájese. Ahora estamos procurando aumentar el flujo de sangre a la zona." Y la sangre debía estar fluyendo, nomás, porque sentía mis pechos cada vez más calientes y hormigueantes. No obstante mi entrega mi respiración estaba cada vez más acelerada. Yo temí que él interpretara esto como excitación de mi parte, pero él conocía su trabajo y continuó sin inmutarse.

"Esto siempre produce un agrandamiento de los pechos", continuó, "pero hay que repetirlo regularmente". "¡Síihh...!" corroboré yo con la voz un poco ronca, lo que me extrañó porque mi tono habitual es más alto. Claro, llevábamos ya más de veinte minutos de esto y yo estaba un poco nerviosa. Noté ese nerviosismo cuando mi cuerpo comenzó a retorcerse en forma involuntaria. "Tranquila, tranquila, ya pronto acabamos... Ahora vamos a trabajar los pezones, relájese bien, Carola... Y sacando sus manos de mis enrojecidos y temblorosos pechos, tomó entre sus dedos mis pezones y comenzó a amasarlos con pequeñas torsiones y apretones, Mi cuerpo seguía retorciéndose por si mismo, mis manos se crispaban aferrando la sábana de la camilla, y mi respiración ya se había convertido en un jadeo. Y él continuaba con los apretones y pellizcos, que me daban un placer inenarrable, que yo procuraba disimular por temor a que él interpretara esto como excitación. "Bien, Carola, continúe relajada que ya estamos por acabar..." me alentó con voz cálida. Y no me engañó, porque de pronto sentí una intensa onda que unía mi conchita con mis tetas expandiéndose por todo el cuerpo, y dando gemidos acabé entre temblores y estremecimientos. Luego quedé tendida como entre nubes. "Muy bien" le escuché decir, "Eso será todo por hoy. Estoy muy satisfecho con el desarrollo de esta sesión. Véngase en tres días y tendremos otra." Con un esfuerzo de voluntad me levanté y con pasos vacilantes me encaminé hacia la salida, sin haber todavía vuelto en mí. "Ah" me dijo antes de que saliera, "tiene permiso para tocarse los pechos todo lo que quiera, de aquí a nuestro próximo encuentro."

Capítulo 3. Carola sigue entusiasmada el tratamiento manual de Teddy.

Y es evidente que Teddy conocía su trabajo, porque en los días que siguieron no pude parar de acariciarme los pechos a toda hora. Pedía permiso en mi trabajo para ir al baño, y ya en el cubículo de servicio, sacaba mis tetas al aire, con una sensación de impudicia y me las amasaba y pellizcaba con ganas y fervor por un rato. Y a la hora y media volvía nuevamente al cubículo y repetía la sesión. Mis pechos estaban irrigados todo el día. Y la noche, varias veces por noche, y al amanecer. Pero por más que hice no volví a llegar al orgasmo. Es que extrañaba sus maravillosas manos, con las que no dejaba de soñar.

El día de la consulta recorrí el camino hasta su consultorio como una saeta de arrolladora velocidad.

"¡Qué puntual, Carola!" me recibió el técnico con cálida sonrisa. "Sáquese la blusa y tiéndase ahí" señalándome la camilla. Descarté la blusa en menos de un parpadeo y me tiré en la camilla, tetas para arriba y ansiosa. Mis pezones ya estaban duros en anticipación. Pensé que Teddy podía malinterpretar esto como signo de excitación por mi parte, pero ya no me importó mucho. Lo único que deseaba era sentir pronto sus manos sobre mis pechos. Él me los examinó atentamente "Veo que ha estado practicando, pues ya puedo observar un leve crecimiento..." dijo con una expresión de satisfacción en su viril rostro. ¡Y me puso las manos en las tetas, qué placer..." No pude menos que lanzar un suspiro. Y recomenzó todo el trabajo de rotaciones, amasado, apretones intensos. Esta vez me corrí en quince minutos, procurando que él no lo advirtiera, porque podía interpretar mi corrida como.una respuesta de excitación. Y eso que todavía no habíamos llegado al trabajo sobre los pezones.

Capítulo 4. Carola prueba el tratamiento bucal de Teddy.

"Ahora vamos a trabajar los pezones, ¿está dispuesta Carolita?" "Sí, doc... tor... ci... to... " suspiré como entre sueños. De pronto sentí su caliente boca sobre mi pezón derecho. Yo me estremecí de calentura. "El método bucal es el más eficiente para estimular el crecimiento" explicó él "Ya que se trata de una glándula mamaria que responde mejor a la succión tipo bebé..." Y empezó a chuparme los pezones, yendo de uno al otro. Esa boca húmeda y caliente y esa lengua rotando sobre mis pezones me pusieron a mil, y ya no traté de disimularlo. A los pocos minutos aferraba con ambas manos su cabeza, a través de su ensortijada cabellera, guiándola de una teta a la otra. "Muy bien" aprobó él en los escasos momentos en que le dejé su boca libre para hablar "Guíeme usted, que sabe mejor que yo donde sus senos precisan estimulación..." Ahora abría su boca mucho más allá de los pezones y su chupada me estaba dando vuelta. Cuando comenzó a hacerme sentir sus dientes en mis tetas, me vine de nuevo. Él lo advirtió y me dejó tendida en la desfachatez de mi completo abandono. "Nos vemos de nuevo el martes." Al despedirme, y pese a mi aletargamiento, no pude dejar de ver el prominente bulto en su pantalón. "¡Yo también le gusto... !" pensé contenta.

Capítulo 5. Las tetas de Carola responden al tratamiento de Teddy.

Durante los días que siguieron no paré de amasarme las tetas y pellizcarme los peones, soñando con sus manos, su boca y ese incitante bulto en sus pantalones. Mis tetas no podían quejarse por falta de irrigación, y ya las sentía más grandes y más pesadas. Por todas partes andaba con los pezones erectos y algunos de mis compañeros lo notaron y me dedicaban furtivas miradas cuando nos cruzábamos.

El tratamiento siguió durante varias semanas, los progresos eran evidentes. El perímetro de mis pechos había crecido de mis originales 72 cms a unos vistosos 85 cms. Y yo continué entusiasmada con el tratamiento. Y siempre notaba el bulto oculto bajo el pantalón al despedirnos. Mis automasajes eran un vicio, una adicción viciosa a la que acudía no menos de diez veces durante las veinticuatro horas.

Capítulo 6. Carola prueba el tratamiento de miembro erecto de Teddy sobre sus tetas.

"¡Caroola...!" me recibió con su cálida sonrisa. "Sáquese la ropa y tiéndase en la camilla". ¡ "La ropa"! había dicho, así que aproveché y me quedé con solo la bombachita, y las tetas al aire. En esa sesión a las acostumbradas chupadas, apretones y pellizcos siguió una novedad. Después de mis ya habituales tres orgasmos, cuando ya creía terminada la sesión, ví que había sacado su miembro enhiesto fuera del pantalón. "No se alarme, Carolita... la estimulación con el miembro viril es la más efectiva de las técnicas, y ya hemos llegado a esa etapa." Me dijo acercando su cara a la mía. Y subiéndose a la camilla se arrodilló de modo que su pija quedara a la altura de mis tetas. Yo estaba loca de la impresión de tener esa hermosa verga a punto de tocar mis tetas. Y comenzó. Apretándola contra mis pechos con sus manos, me la hizo sentir por todas partes. Me aplastaba un pezón, me refregaba la poronga contra toda la teta, pasaba a la otra y así seguía. Aplastando su miembro contra una teta avanzaba hacia delante, dejando el enorme glande a la vista, y luego retrocedía volviendo a cubrirlo con el prepucio. Y otra vez a avanzar y retroceder. Una y otra vez veía esa roja cabeza avanzar hacia mi cara. Eso, y la sensación que sentía en mis tetas frotadas por semejante nabo y el olor a macho que este emanaba, me pudieron y acabé sin tocarme. Y en ese momento Teddito se corrió llenándome la cara y las tetas de su blanco y espeso semen, que relamí con mi lengua y esparcí con mis manos sobre mis homenajeados pechos.

Capítulo 7. Las tetas de Carola cada vez más grandes.

¡Y tenía razón con lo de la mayor efectividad del masaje con la poronga! ¡En la semana que siguió, mis pechos superaron los 95 cms de perímetro! ¡Pero yo no podía abandonar el tratamiento...! Llegaba a mi casa con las braguitas empapadas y soñando con esa poronga dentro de mi conchita. Sin embargo debí quedarme con hambre durante varias sesiones más, que repetían el esquema de amasados, chupados, apretados, retorcidos, porongueados y enchastrados, con cuatro o cinco acabadas mías por sesión. Mis pechos habían superado los 100 cms y yo estaba muy agradecida por el tratamiento.

Capítulo 8. Carola coge como loca con Teddy.

Así que en una de las sesiones, en medio de la porongueada de tetas, le pedí "¡Metémelo que quiero sentirte adentro!" olvidando tratarlo de usted, con el apasionamiento de la calentura. Y él, sacándome la bombachita, me enterró su sabrosa batata hasta el fondo y con unos enérgicos serruchos la sentí estremecerse y pulsar mientras sentía sus chorros llenándome la cachucha. Como es lógico me corrí como una loca y cuando después de un rato me la sacó, me arrodillé para chupársela, en retribución por sus innumerables mamadas y cuando se la puse nuevamente empinada le ofrecí el culo. Me lo trincó con entusiasmo y con renovadas energías le dio al mete y saca hasta llenarme el orto de leche.

Desde entonces hemos dado por terminado el tratamiento, pero yo continúo con mis visitas "de gratitud" que nos ponen muy contentos a ambos.

Capítulo 9. Carola, con sus enormes tetas, comienza una nueva vida.

Las visitas "de gratitud" continuaron aún durante mis numerosos noviazgos, porque yo creo que no hay olvidar a nuestros benefactores. Y la verdad es que él me benefactoriaba muchas veces y muy bien cada vez que lo visitaba.

Y mi vida social había cambiado radicalmente. Un culo de 95 cms. Acompañado de unas tetas de 105 cms. Produce milagrosos efectos en las relaciones sociales. Los hombres se me acercaban como moscas. Y yo sentía que no hubiera sido caritativo desairarlos, así que les permitía desahogar sobre mí sus más bajos instintos. Pero, eso sí, les llevaba a hacerme un buen tratamiento en mis tetones, que ellos realizaban con un entusiasmo que superaba toda obediencia. Yo solía correrme varias veces durante esas atenciones, pero me sorprendió ver que con bastante frecuencia ellos también se corrían, enloquecidos por mis tetas, sin haber llegado a homenajear mis agujeritos inferiores. Pero nunca hubo problema con eso, ya que con un poco de creatividad en el uso de mi culo y mis tetones, los hacía empinarse nuevamente con bastante facilidad, de modo de asegurarme varias penetraciones más. En fin, que vivía contenta.

Capítulo 10. Carola y sus melones consiguen un novio.

Además de mis amantes ocasionales o regulares, me puse de novia con un muchacho, Alberto, que hacía tiempo que me venía haciendo la corte, aunque al no ser ni de la oficina ni del barrio, no tenía conocimiento alguno de mi divertida promiscuidad. Yo tenía 22 y Alberto 26, pero podía manejarlo completamente. Estaba obsesionado con mis melones y además era bastante ingenuo. Así que yo podía seguir dándome gusto con mi variada cantidad de amantes de todas las edades y tipos, y mantener un buen noviazgo con él. Manteníamos relaciones, por supuesto, ya que él era hombre y yo no me perdía hombre alguno que estuviera cerca. Y él era el que estaba más cerca... bueno, al menos cuando nos veíamos. Lo que ocurría casi todos los días. De modo que ya venía al encuentro bien, pero bien re-cogida, o me iba a ser recontracogida después de dejarlo. Pero a él lo aprovechaba muy bien, conduciendo la situación a mi antojo. Primero lo ponía a chuparme los tetones, cosa a la que se prestaba con fruición. La verdad es que Teddy había iniciado en mi una adicción hacia el disfrute de mis ahora tremendas tetas. Habían alcanzado ya los 120 cms, de tanto manoseo, apretones y chupadas que recibían diariamente. De modo que cuando ponía un pezón desnudo en la boca de Alberto, este, como todos los otros hombres con que me hacía complacer, comenzaba a chupar con los ojos en blanco, tanto tiempo como yo quisiera. Y la verdad es que yo quería muuucho tiempo. Y siempre, en medio de esas largas mamadas, Alberto se corría, sin que yo hubiera llegado a tocarlo. Pero a los 26 un hombre tiene mucha capacidad de recuperación, cosa que no ocurre tanto con los de 45 o más. Con estos me tenía que hacer satisfacer genitalmente, haciéndo que me chuparan la concha o el clítoris. Y sentándoles el culo o la concha en la cara, si los veía algo renuentes, hasta que terminaban sumisos a mis deseos, soportando mis refregones de concha y de culo contra sus caras. A esos, solía terminar haciéndoles pis, para definir bien mi dominación.

Pero –contaba- Alberto se recuperaba rápido, y conseguía más chupadas de tetas, concha, culo o penetraciones. De modo que yo sacaba mi buena cantidad de orgasmos de cada encuentro con mi novio. Y a él lo dejaba de cama, muy agotado y desagotado.

Capítulo 11. Las ya tremendas tetas de Carola siguen recibiendo "tratamiento" por parte de su novio y todos sus conocidos.

Sumando el tratamiento de tetas que me hacía dar por mi novio, con el que me daban mis demás amigos, no bajaba de las tres horas diarias. De modo que no es de extrañar que a los seis meses de noviazgo ya mis melones medían 140 cms de perímetro. Debido a las atenciones que recibían varias veces por día, mis melones estaban siempre enhiestos y no necesitaba usar sostén alguno. Así que mis tetas se bamboleaban libremente bajo la prenda que los cubriera, despertando la atención de muchos más admiradores.

Capítulo 12. Carola recibe plata por dejarse tocar las tetas. Y mantiene su exitosa vida con su novio y amantes.

Algunos de los que me cruzaba por la calle, se obsesionaron al punto de ofrecerme dinero para jugar con ellos. Recuerdo uno, de 50, que en cuanto le dije que sí, me llevó a un hotel, casi arrastrándome. Ya en la habitación, le exigí que cumplimentara primeramente el pago, Le había pedido 500 dólares, para poner a prueba la autenticidad de su desesperación por mis tetones. Y me los dio sin rechistar. Como ví el portentoso empalme que le producía estar a solas en la habitación del hotel conmigo y mis enormes glándulas mamarias, sin haberme sacado todavía el liviano pulóver que llevaba, le apreté la cara contra una de ellas. Y amarrándole la cabeza con una mano le empecé a dar empellones con mi tetona en su cara, aplastándosela una y otra vez ante su estupor, una y otra vez aplastándole mi enorme tetón en la totalidad de su cara. Después de un par de minutos de semejante tratamiento, el pobre hombre de corrió en sus pantalones. "Bueno" le dije, "ya cumplimos." Y dejándolo en el piso con los pantalones encastrados, me fui con los 500 dólares.

Recuerdo otro, de unos 35, que me siguió con su coche. Le pedí 1.000 dólares ante su requerimiento de llevarme a un hotel. Y nos fuimos.

Le apliqué el tratamiento de la teta enfundada contra la cara y los apretones y aplastamientos repetidos, y se me corrió como un pajarito como ocurría con todos esos tontos. Pero este era muy joven, y no iba a poder liquidarlo tan fácilmente como al otro. Así que me saqué toda la ropa y me tendí, espléndida, sobre la cama. El tipo no podía creer lo que estaba viendo. "Podés chupármelas" Y tuve su boca en un pezón succionando como un bebé. Podía sentir en mis muslos la humedad pringosa de su enchastre en el pantalón. Y chupaba y chupaba... a la media hora me había puesto tan excitada que me corrí dando gritos. Pero él nada. Estaba completamente empalmado, pero tranquilo y sin apuros seguía succionándome y lamiendo. Después se puso a besarme cada teta en su totalidad, sin dejar centímetro sin besar y lamer. Me puso a mil de nuevo. Mientras atendía una de mis tetas, con la mano acariciaba la otra. Y refregaba su erección contra mi pubis. Con lo que comencé a gemir y jadear y me corrí nuevamente. El muchacho seguía besando y lamiendo y chupando y masajeando, entretenido como quién come un postre exquisito.. Yo me dejaba hacer y me encontraba en el séptimo cielo, orgasmo tras orgasmo tras orgasmo. Pero en cierto momento decidí que ya debía ponerle un fin a la cosa. Le saqué los pantalones, ya duros de semen seco, los calzoncillos y, arrodillándome frente a su nabo enhiesto, se lo puse entre mis melones y le hice una cubana de novela hasta que poniendo los ojos en blanco me arrojó un torrente de descargas en la cara, el cuello y las tetas, cayendo derrengado en la cama. Le di un besito en la poronga y lo dejé tirado mientras me iba de la habitación. Me hubiera quedado un poco más a jugar con este chico, pero me esperaba mi novio Alberto y no me lo quería perder por nada del mundo.

Capítulo 13. Sus melones la liberan de la oficina. Carola toma un segundo novio.

Estos ingresos extras eran tan frecuentes que comprendí que ya no necesitaba trabajar en una oficina. Así que renuncié y quedé con mucho más tiempo libre. No tardé mucho en darme cuenta de que necesitaba otra relación estable, otro novio. Así que me puse de novia con un muchacho que conocí en el bus. Guillermo, de 24 años. Al chico se le iban los ojos sobre mi pechera durante el viaje, de modo que supuse, con acierto, que podríamos iniciar alguna clase de relación. Así que, como quien no quiere la cosa, mientras conversábamos comencé a apoyarle mis melones contra su brazo, primero, y contra su pecho después. El muchacho se fue poniendo colorado. Yo no podía ver, ni sentir, su pene ya que mi tetamen me lo impedía, pero podía ver como su respiración se aceleraba. Y entonces, mientras continuaba la charla como si no pasara nada, le fui restregando –como al azar de los movimientos del transporte- mis tetones contra su pecho. Le di este tratamiento sin pausas, observando como sus ojos se iban enturbiando y su voz entrecortándose y su charla se iba volviendo algo incoherente, dispersa y con frecuentes enmudecimientos, hasta que en un visaje del transporte, aproveché para apretarme con fuerza contra él. Y el pobre puso los ojos en blanco, y con estremecimientos se vino muy abundantemente, cosa que pude constatar al ver el gran machón en sus pantalones al bajar. Decidí que yo quería un novio así. Y no tuve ningún problema en engatusarlo y ponerlo de novio conmigo.

Capítulo 14. Carola no deja que Guillermo, su nuevo novio, pueda probar su carne y convierte esa relación en una deliciosa tortura. Deliciosa para ella. Tortura para él.

Tener dos relaciones serias me dio un nuevo sentido de estabilidad. El problema era que ninguno de ellos se enterara de mis relaciones con el otro. Así que tuve que establecer un cambio en mis horarios de noviazgo, viendo a cada uno de ellos día por medio. Lo cual tenía la ventaje de darles dos días para reponerse de los estragos sexuales que yo les producía, con lo que venían mucho más calientes. Con Alberto seguímos como veníamos, pero con Guillermo decidí experimentar una nueva actitud: la novia virgen, a la que no se penetrará hasta el matrimonio. La idea me la dio nuestro primer encuentro, en el cual yo parecí ajena a todo el incidente en sus pantalones. Decidí seguir fingiendo inocencia, pero no por ello dejar de calentarlo, claro.

Al principio no le dejaba siquiera tocarme los melones. Le hacía exhibiciones de mi tetería, con mis actitudes, posturas, arqueamientos de cintura, inclinaciones hacia delante, y pulóveres ajustados, blusas entreabiertas y diversos tipos de escotes, desde aquellos que parecía que se me iban a caer en cualquier momento a los que permitían ver mis tremendas tetas por arriba y por los costados. También usaba para él remeritas cortas que, no sólo destacaban mis gruesos pezones, sino que también eran lo suficientemente cortitas, como para dejar la parte inferior de las tetas al aire. También, cuando íbamos a alguna playa me ponía diminutas tiritas que apenas tapaban mis tremendos melones. Siempre estaba al palo, y yo lo iba excitando cada vez más, con rozones de mis tetas, apretones y demás delicias en las que me había especializado. Cuando al fin decidía liquidarlo, por ejemplo mientras bailábamos, le apretaba los tetones contra el pecho, y con movimientos sensuales se los frotaba a izquierda y derecha, hasta que el pobre se venía en sus pantalones. A veces tenía que apretarlo un poco, en forma insistente, hasta que se corría. El pobre estaba embobado conmigo. Y yo después me iba a coger con otro.

Llegó el momento en que me bastaban apenas unos minutos de encuentro para hacer que se corriera, tan al palo estaba conmigo.

Ni hablar cuando, por compasión, le permití que me tocara los tetones por encima de la ropa. No siempre, pero a veces lo dejaba, asegurándome antes de haberlo llevado casi al punto de no retorno. De modo que era cuestión de un par de minutos verlo correrse. Y esto me calentaba tanto que también yo solía correrme en ese par de minutos. "¿Ves?" le recriminaba "¡No debí permitirte esa confianza! ¡Mirá lo que nos pasó!"

Capítulo 15. Carola sigue "agradeciéndole" a Teddy, y también a todos los demás. Y sus melones siguen creciendo...

Y si tenía una cita prevista, me iba corriendo a lo de Teddy, a seguir agradeciéndole. Y si no la tenía, me iba a buscar un amante por ahí. Y entonces sí, desahogaba todos mis bajos instintos.

De cualquier modo, mi ración diaria de adoración a mis tetas siempre la conseguía, con uno o con otro, amante, cliente o primer novio. Por lo cual se comprende que mis tetazas siguieran creciendo hasta superar los 160 cms.

Pero ahí comencé también a tener relaciones con mujeres, y esa es otra historia. En la próxima, si te interesa, te seguiré contando de mis románticas aventuras y de mi casamiento y lo que pasó a partir de ahí.

Si querés escribirme hacelo a ladooscuro4@hotmail.com pero te advierto, en realidad soy un varón heterosexual que vive en Buenos Aires. Me encantará recibir tus comentarios.