Con Suerte Después De Todo

Joaquín, a pesar del mal día, termina mejor gracias a Rubén.

Saludos, lectores y lictores. Ignoren la última palabra. No es lo mismo estar en la cima del mundo a estar en la sima del mundo, aunque se escuche igual. La diferencia está en el ánimo con que escucháis la palabra en cuestión, si parece alegre; está en la sima, sino… pues la cima. Nada como escuchar Ío repetidamente para escribir este relato. No he publicado en los últimos días por trabajo y no he mirado el correo, de antemano disculpas si no he contestado vuestros mensajes (pronto lo haré) y espero disfruteis del relato.

Aquel día parecía no tener fin, Joaquín caminaba abatido tras un largo y desafortunado día. No solo era infravalorado a pesar que era el que más curraba en el trabajo, sino que pasar meses tonteando con una tia tampoco le fue mucho mejor, puesto que ese día había decidido confesar lo que sentía pero ahora solo era como un hermano y buen amigo. Cabizbajo, el joven de 25 años que vestía camisa de mangas largas blanca y pantalón gris, arrastraba su chaqueta sin importarle nada; sus ojos marrones reflejaban más cansancio y frustración y su cabello castaño se movía un poco por la ligera brisa.

Finalmente llegó hasta el bar y abrió la puerta. Al menos el lugar estaba casi vacío a excepción de un par de personas en una mesa alejada. Se dirigió a la barra y se desplomó sobre uno de los taburetes, completamente hundido, el dueño del local se le acerco con mirada jovial a pesar de sus cincuenta y tantos.

“Que sorpresa, la verdad no esperaba que llegases hoy y menos a esta hora,” dijo el hombre.

“Si, yo tampoco,” respondió Joaquín abatido.

“Nada que una cerveza no pueda aliviar,” comentó con ánimo el dueño del bar, sirviendo cerveza en un tarro y Joaquín lo cogió.

“Gracias, don Rafael,” musitó el joven.

“Ni lo menciones, son cosas que pasan en la vida,” dijo don Rafael mientras buscaba su taburete para acompañar a su cliente.

Bebiendo un largo sorbo, el joven dejo a un lado el tarro mientras se disponía a contarle a don Rafael las penurias del día.

“Siempre es lo mismo, tanto currar y nunca obtengo nada, solo vejaciones y para colmo, la chica con la que llevaba coqueteando por meses me dice que soy como un hermano para ella,” murmuró Joaquín.

“No pasa nada chaval, nada que no se pueda superar en pocos días, animo!” dijo don Rafael logrando que el joven sonriese por primera vez en todo el día.

“Muchas gracias, don Rafael. Usted es una gran persona,” respondió.

“No hay nada que agradecer,” dijo el hombre.

Mientras bebía otro sorbo del tarro, la puerta del bar se volvió a abrir y entró un jovencito que tal vez no pasaba de los 20. Piel pálida, vestía un pantalón negro a la moda, bien ceñido a sus delgadas y largas piernas, una camisa blanca y una fina cinta arcoíris en la muñeca que a simple vista Joaquín no podía notar. El chaval se encaminó hasta la barra y se detuvo al lado de don Rafael.

“Porque habéis tardado tanto?” le preguntó don Rafael.

“Andaba por ahí, no pasa nada…” respondió el chico. Tenía una voz delicada y por sus maneras y gestos Joaquín no necesitaba ser adivino para saber que el chico había salido del armario mucho tiempo atrás.

“Vale, estoy muerto de cansancio, podrías quedarte un rato mientras descanso los ojos?” dijo don Rafael a lo que el chico asintió. Joaquín le miró detenidamente y había algo en la comisura de los labios del chaval que parecía muy familiar, puesto que el chico al notar su mirada se relamió discretamente.

“Espero que no te importe si mi sobrino Rubén se queda, tomare un pequeño descanso,” dijo Rafael esta vez a Joaquín.

“En absoluto, no me quedare mucho tiempo, y gracias de nuevo,” replicó Joaquín.

Cuando don Rafael se perdió de vista, el joven volvió a inclinar la cabeza con gesto compungido y Rubén se sentó en el taburete frente a él, mirándolo fijamente.

“Mal día, eh?” dijo el chaval luego de un par de minutos en silencio.

“Si, algo así,” respondió Joaquín.

“Rubén…” repitió el muchacho extendiendo la mano.

“Joaquín…” dijo el joven estrechando la suave mano del chico, y notando la cinta arcoíris en su muñeca.

“Me preguntó porque alguien tan guapo como tu tendría un mal día, si no te molesta la pregunta,” comentó el chico mientras abría una cerveza.

“No quiero aburrirte con eso,” comentó Joaquín con desgana y bebió otro trago.

“Para nada, me gusta conocer gente y charlar…” dijo Rubén con una sonrisa pícara.

Joaquín en ese momento intuyo de que el chaval intentaba tontear con él, pero no quiso ser descortés y decirle que él no era de esos chicos. Además, tal vez solo quería conversar y hacerle compañía en tanto su tío regresaba de su descanso.

“Me temo que no soy la persona ideal para conversar en este momento, Rubén…” respondió Joaquín y le sonrió con algo de ironía.

“Tímido, eh? Pues hoy estas de suerte, te animare un montón,” dijo Rubén con voz aparentemente inocente pero con una mirada que no decía lo mismo y al ver su tarro vacío, lo lleno.

“Gracias,” dijo Joaquín y bebió, “Así que eres sobrino de don Rafael?” añadió.

“Si, llegué hace una semana para disfrutar de la ciudad,” indicó el chaval.

Recordando los restos de lefa que notó en la comisura de su boca y que lamió al llegar, Joaquín no pudo evitar reírse.

“Dije algo gracioso?” comentó con una sonrisa.

“Bueno, pues es evidente que te estas divirtiendo una barbaridad,” respondió Joaquín y se acarició disimuladamente la comisura de la boca sin dejar de mirar a Rubén.

“Oh eso… si, bueno… pues no lo puedo negar, fue increíble aunque decepcionante,” dijo Rubén.

“En qué sentido?” preguntó Joaquín, que, encontraba a Rubén muy agradable, obviando lo evidente.

“Pues que no duró mucho,” comentó el chaval y ambos se rieron.

La conversación transcurrió amenamente y siempre en plan de bromas o comentarios con doble significado por parte de Rubén. A medida que transcurría el tiempo, Joaquín acumuló varios tarros de cerveza alrededor y el alcohol estaba haciendo su efecto, ambos reían y conversaban como si se conociesen de toda la vida. No solo eso, Joaquín no dejaba de mirar al chico y su polla, hasta entonces dormida, parecía querer despertar. No hacía falta decir que a Rubén se había puesto cachondo al ver a Joaquín por primera vez, era un joven guapo y muy divertido pero dudaba que la atracción sexual fuese mutua.

Pronto quedaron solos en el bar y Rubén sugirió ir a una de las mesas para estar más cómodos. Frente a frente, siguieron hablando animadamente y riendo a cada tanto al ser sus comentarios menos inteligentes, sobre todo de parte de Joaquín, que había bebido una cantidad considerable. Joaquín llevaba rato meditando el preguntar algo a Rubén pero no quería sonar como el típico borracho homófobo.

“Oye, y porque te gustan las pollas? Nada como un… hip… coño, sin ofender…” balbuceó Joaquín.

“Pues yo te preguntaría porque seguías coqueteando con una tía que no iba a abrir las piernas?” preguntó Rubén con picardía.

“Va-vale… ganaste esta vez…”

“Pero te diré, nada como un rabo bien duro, bombeándome el culo, y sentir esa polla crecer dentro de mi… y llenarme de nata caliente y espesa… mmm eso es sublime,” explicó Rubén con tono bien cerdo y a Joaquín, los efectos del licor más esas palabras provocaron que su polla ahora si estuviese bien morcillona y rogando salir.

“Yo nunca he follado a un tio y te digo… no sé porque se me ha puesto dura, ni puta idea porque,” confesó Joaquín un poco más sobrio.

El chaval le miro con una sonrisa para luego decir.

“La tienes dura porque casi te bebiste el bar.”

“No estoy tan borracho… aun puedo recordar cómo me mirabas cuando llegaste,” dijo Joaquín.

“Es que eres muy guapo, aunque parecías más a un tio que venía de un funeral,” bromeó Rubén.

“Y tu venías de chupar pollas…” repuso Joaquín.

Asintiendo sin ninguna vergüenza, Rubén sonrió por enésima vez y ambos rieron al unísono. Una vivida imagen de ese lindo rostro cubierto de su propia lefa pasó por la mente de Joaquín, que no podía estar seguro de si era debido a las cervezas, meses sin follar un agujero o si en verdad aquel chaval había logrado su objetivo de provocarle sensaciones desconocidas e imaginarse con él en situaciones en las que normalmente estaría con una chica y ahora se apoderaban del joven, que si bien no era un primerizo, ante aquel chico esas palabras no parecían llegar a sus labios.

“Don Rafael ha tardado más de la cuenta…” repuso Joaquín, tratando de desviar la conversación a temas menos sexuales.

“Y eso te asusta, o te pone?” dijo Rubén en voz baja.

“La verdad… no lo sé,” admitió Joaquín.

El chico se puso de pie y fue hasta la puerta principal y echó el pestillo. Luego regresó y se sentó.

“Sabes cuál es la diferencia entre esa chica en tu trabajo y yo?” preguntó Rubén.

“No…”

“Que yo si abriré las piernas si lo pides. Sin dudar…” respondió el chaval con morbo.

Aquello iba más en serio y Joaquín, a pesar de las dudas, su dolorida polla le indicaba la dirección contraria, al chico que tenía frente a él y cuyos apretados y calientes agujeros estaban más que dispuestos a darle la bienvenida. Mordiéndose el dedo con mucha picardía, la mirada cerda y expectante de Rubén eran una invitación más a un cada vez menos indeciso Joaquín, que aún no se atrevía a dar el siguiente paso.

“Pero y si…”

“Shhh… si sigues esperando mi tío vendrá, y te quedaras con la miel en los labios,” le interrumpió el chaval, que se puso de pie y sentándose en su piernas, le rodeo el cuello con los brazos y le besó.

Joaquín venció sus inseguridades y se entregó al chaval, que introdujo su lengua y buscó la suya. Manoseando su culo y metiendo mano bajo su camisa, ambos se enredaron en un apasionado y desenfrenado beso. Rubén devoraba los labios de Joaquín como si no hubiese un mañana y su lengua, bien dentro de la boca de Joaquín, saboreaba cada rincón y destilaba lujuria y morbo.

Deshaciéndose de la camisa del chaval, Joaquín dejó de besarle y fue hacia su cuello, lamiendo y chupando como un poseso mientras Rubén suspira con regocijo, acariciando el cabello de Joaquín y moviéndose lentamente a fin de sentir el palpitante bulto debajo de él. El chaval se apartó y no perdió tiempo en sacarle la prenda superior a Joaquín y lamer sus tetillas, este gimió de placer al sentir la lengua de ese guarro jovencito en sus sensibles tetillas, lamiendo y mordiendo a partes iguales.

“Mmm si, joder… que bien se siente,” dijo Joaquín en voz baja y Rubén sonrió.

El joven deseaba sentir esa boca alrededor de su miembro, y tras un par de intentos; logro liberarla de su prisión. Tiesa como palo y latiendo con vida propia, Joaquín miró a su regazo y Rubén admiró ese nabo duro; reclamando su atención. El chico hizo un camino con su lengua, lamiendo el vientre de Joaquín hasta llegar a su polla, terminó de desnudarle y después de morder sus muslos un par de veces, se arrodilló frente a esos 19 cms de carne dura que ansiaban probar su boca.

Al sentir la primera lamida de su lengua cálida desde la base hasta el glande, Joaquín cerró los ojos y se echó hacia atrás, gimiendo de éxtasis. Rubén no tardó en engullirla por completo ese rabo y aplastar su nariz contra la pelvis de Joaquín, para después sacar esa polla de su boca muy reluciente y cubierta de su propia saliva. Repitiendo el proceso varias veces, Joaquín comenzó a ponerse más cachondo y sentía que iba a estallar en cualquier momento, tensando cada musculo de su ser trató de resistir las ganas de correrse.

“Si joder… lo haces muy bien… no pares…” balbuceó Joaquín, mirando al techo con la boca abierta, dejando escapar un gemido de placer.

Masajeando sus cojones con su mano libre, con la otra el chaval seguía chupando el glande mientras le pajeaba rápidamente con una mirada muy cerda que encendió a Joaquín. Poco a poco, empezó a mover sus caderas y manteniendo la boca tan abierta como podía, Rubén se dejó follar la boca sin oponer resistencia.

Unos segundos después, Rubén golpeó sus mejillas y lengua con la húmeda polla de Joaquín, cual puta sucia mientras reía complacido.

“Si… tu boca es increíble…” comentó Joaquín complacido.

“Y se pondrá mejor, guapi…” aseguró Rubén con picardía.

Succionando cada testículo por separado, Rubén seguía pajeando a Joaquín, de su glande emanaba líquido preseminal que facilitaba la tarea y no paraba de morderse el labio inferior y ya quería bombear el ojete del chico, hacerlo suyo y disfrutar del momento. Con una última lamida a lo largo del tronco, el chaval se puso de pie y en un parpadeo estaba desnudo, logrando que Joaquín se relamiese de gusto al mirarle las piernas y su culo respingón.

Levantándose y abrazando a Rubén por detrás, la polla de Joaquín se aplastó contra la espalda baja del chico; que suspiró al sentir ese duro trozo de carne muy cerca de su retaguardia. Las manos del joven recorrieron el torso desnudo de su cachondo amante, que gimió al sentir los labios de Joaquín en su cuello, besando y luego lamiendo cada centímetro de su piel.

“Mmm… que rico se siente, no pares,” murmuró Rubén apoyando su cabeza en el hombro de Joaquín y entregándose a sus caricias.

Después de lamer su cuello, mordió el lóbulo de su oreja, haciendo que el chico volviese a gemir y moviese su cuerpo, frotándose contra el suyo y manteniendo la dura erección a escasos centímetros del canal entre sus nalgas. Se besaron una vez más, con pasión y lujuria, enredando sus lenguas con frenesí, la mano libre de Joaquín seguía acariciando el vientre de Rubén y el chaval se pajeaba rápidamente.

Separándose, se miraron por varios segundos. Joaquín no podía creer lo cachondo que estaba, y con otro tio, un chaval muy sexy y dispuesto a darle lo que buscaba sin absurdos coqueteos y esperar a que sonase la flauta. Apoyándolo contra la mesa, Rubén separó las piernas; invitando a Joaquín. Este escupió su polla para lubricarla un poco y luego el ano del chaval, metiendo un dedo y después otro, dilatando a conciencia y facilitar un poco la penetración.

“Vamos… soy todo tuyo, chavalote… ya quiero sentir tu rabo dentro,” dijo Rubén, dando su obvia aprobación.

Acercándose lentamente, Joaquín guió su duro rabo entre esas carnosas y tiernas nalgas. Frotando la cabeza de su miembro contra ese apretado y caliente agujero, ambos gimieron sabiendo que pronto la puerta del placer se abriría. Haciendo un poco de presión, la punta del glande comenzó a vencer la resistencia del esfínter, y Joaquín se contuvo para volver a repetirlo. Así estuvo tanteando el terreno varias veces, Rubén gemía ansioso y deseoso de sentir ese rabo y a pesar de su insistencia, Joaquín trataba de incrementar el morbo.

Finalmente hundió la cabeza de su polla y ambos jadearon de placer. Escupiendo un par de veces, el joven lubricó su polla un poco más y lentamente, su miembro se adentró en el culo de Rubén.

“Siii… dame tu polla, follame duro, hazme tu perra,” suplicó Rubén, cerrando sus ojos y aferrándose al borde de la mesa.

Aquel culo se sentía fenomenal, estrecho y caliente; sujetando al chaval por la cintura, Joaquín se la metió entera y se quedó inmóvil al sentir las nalgas del jovencito contra su pelvis.

“Joder, que culo… me estáis volviendo loco,” dijo un Joaquín complacido.

Echándose sobre su espalda, volvió a besar y morder su cuello y hombros, esperando a que Rubén se acostumbrase a su rabo. Joaquín nunca había podido follar a una tia por el culo, disfrutaba una barbaridad y ya ni se sentía borracho; esa “cita” impensada tendría un final adecuado y todo gracias a ese chaval encantador.

Estuvieron así por unos minutos y luego se separó de él, para comenzar a bombear despacio. Rubén empezó a gemir en voz baja, gozando cada segundo y cada estocada de ese macho, de su polla goteaban unas gotas de líquido preseminal y caían al suelo. Aferrando su cintura con fuerza, Joaquín aumentó la velocidad de sus embestidas y Rubén elevó el tono de su voz, sus gemidos agudos y sensuales lograron el efecto deseado, puesto que Joaquín le asestó un par de nalgadas y sus acometidas se hicieron no solo rápidas sino fuertes, tanto que el sonido de sus huevos chocando contra las nalgas de Rubén también se podía oír.

En ese momento, no pensaban en nadas más que gozar del placer del sexo anal. Ni siquiera pasaba por sus mentes que Don Rafael pudiese pillarles en cualquier instante o escuchar sus gemidos. Pero tampoco debían preocuparse, debido a que el pobre hombre roncaba apaciblemente, ignorando que uno de sus clientes habituales estaba enculando al calientapollas de su sobrino. Cubiertos de sudor, Joaquín seguía embistiendo vigorosamente a Rubén, que se sujetaba a la tambaleante mesa, gozando de una buena culeada para terminar el día.

“Ahh… ahhh… si, que bien lo haces, joder… follame más duro,” gimió Rubén con voz algo ahogada pero llena de lujuria.

“Arrghh coño… ahora te vas a enterar!” exclamó Joaquín sin detenerse.

Deteniéndose unos segundos para coger el aliento y fuerzas, Joaquín levantó la pierna izquierda y la apoyó sobre la mesa, sin sacar su polla del culo de Rubén. Si aquel chaval buscaba una buena culeada, le había encontrado en un buen momento; sin follar por varios meses y dispuesto a dar guerra. Si bien no marcó un ritmo veloz, su miembro estimuló salvajemente la próstata de Rubén debido al ángulo de penetración, además de llenar sus entrañas y enviar oleadas de placer a todo el cuerpo del jovencito, que puso los ojos en blanco y abrió la boca para gemir sin parar.

“Te voy a follar… toda la noche…” balbuceó Joaquín mientras metía y sacaba su rabo.

“Siii… dame más, quiero más…” alcanzó a decir Rubén.

De pronto hundió su nabo hasta el fondo, para luego comenzar a moverse en círculos, los dos gimieron de éxtasis. 15 minutos después de haber comenzado, Joaquín se la sacó por primera vez, admirando el ahora dilatado y palpitante ojete rosado de Rubén, que trató de calmarse un poco pues no estaba en si por todo lo que estaba gozando.

Se volvieron a besar, apasionadamente y tras separarse, Joaquín se tumbó en el suelo y Rubén hizo otro tanto al descansar sobre él, con el glande a escasos centímetros de su ano. Poniendo sus manos en las nalgas suaves y carnosas del chaval, se la metió una vez más, a Joaquín le puso un montón el gesto de Rubén mientras le clavaba su polla.

En menos de veinte segundos, ya lo bombeaba frenéticamente. Sus huevos chocaban violentamente contra su retaguardia y Rubén apoyó su cara en el pecho de Joaquín, lamiendo y mordiendo sus tetillas, jadeando con esa magnífica tranca en su culo.

Abrazando su cuerpo con sus brazos y arqueando un poco las piernas, Joaquín taladró el ojete de Rubén con vehemencia; los gritos de placer del chaval se podían escuchar fuera del bar y ambos estaban sofocados por la intensidad del coito. El jovencito cerró los ojos, entregándose a las sensaciones que provenían de su culo y jadeaba con voz ahogada, en tanto Joaquín se mordía el labio inferior y tensaba su cuerpo mientras arremetía contra Rubén, en un incontestable ejercicio de virilidad.

“Joder, joder, joder…! Te voy a preñar, Rubén!” afirmó Joaquín con rapidez.

Su polla iba y venía a toda velocidad, apenas se podía ver el movimiento ascendente y descendente de sus huevos. Ninguno de los dos quería que aquello acabase y Rubén rodeó el cuello de Joaquín para fundir sus labios con los suyos, y luego gemir en su oído. Varios minutos más tarde, tras hundir su nabo hasta el fondo, Joaquín se detuvo y ambos se miraron, sudorosos, sin aliento y complacidos.

“Esto… aún no acabo…” murmuró Joaquín cansado.

“Pues… buena noticia…” dijo Rubén y se rieron.

Sacando su tranca, con mucha facilidad logró meterle cuatro dedos dentro y Rubén pasó su lengua lentamente por su cuello hasta llegar a la mejilla de Joaquín.

“Eres todo un semental, Joaquín… amo a los sementales…” comentó el chico.

Con dificultad, ambos se pusieron de pie y Joaquín ayudó a Rubén a acostarse de espaldas sobre la mesa. Acariciando su cuerpo, se acercó y levantó las piernas del chico para hundir su polla al lugar al cual pertenecía: dentro de su culo. Rodeando el cuello de Joaquín con sus brazos, el joven comenzó a follarle duro y profundo, sin apenas sacar su miembro y sus lenguas volvieron a encontrarse. Con sus frentes unidas y haciendo contacto visual, Joaquín no dudó en gemir al unísono con el jovencito mientras sentía el orgasmo cada vez más cerca.

“Me voy a venir…” indicó Joaquín con un gemido ahogado.

“Aun no. Quiero saborear tu leche en mi boca…” pidió Rubén y asintiendo, Joaquín salió de su culo y el chaval se arrodilló.

De nuevo sintió sus labios alrededor de su cipote, Rubén se daba gusto, saboreando su propio culo y masajeando los huevos de Joaquín, bien cargados, reclamando su leche como suya por derecho. Con su lengua lamió el frenillo con ahínco, mientras lo pajeaba; Joaquín no aguantó mucho más y con grandes gemidos y temblores, disparó siete chorros de lefa caliente y espesa en la cara y boca de Rubén, el cual succionó hasta la última gota de semen, dejándolo seco y plenamente satisfecho.

Mirándolo como se limpiaba su corrida con su mano y luego lamía con su lengua, Joaquín meditaba algo pero no estaba muy seguro de su propuesta. Sus piernas flaquearon finalmente y se acostaron sin más en el suelo, el uno junto al otro.

“Ha sido increíble… el mejor polvo… de toda mi vida…” admitió Joaquín y Rubén sonrió.

“Estuvisteis de diez… aunque probablemente no se vaya a repetir,” dijo Rubén.

“Si… en cuanto a eso… no sé si tu… querrías… eh… quedarte en mi piso esta noche…” balbuceó Joaquín algo nervioso. La sorpresa en el rostro de Rubén era evidente, pero luego sonrió con picardía.

“Y que de tu compañera de trabajo? O lo de los coños en lugar de pollas,” respondió Rubén en broma.

“Que le den. Porque yo te daré a ti, sino te importa,” dijo Joaquín, más seguro.

“Es evidente que no…” admitió Rubén con una risita complice.

“Vayamos a mi piso esta noche, y mañana podemos salir a beber algo y hablar,” sugirió Joaquín.

“Vale. Pero déjame decirte algo, Joaquín; vaya manera de ligar. Follar primero y luego la cita…” rió Rubén.