Con rey...

Mi joven acompañante inicio un poco perceptible movimiento de vaivén, con el que introducía esa hermosa verga en mi boca, que para entonces estaba ávida de tragar. Mis jugos bucales lubricaban en exceso su pene y se derramaban para humedecer su mata de vellos púbicos.

CON REY…

Mauricio Adalid Campos N.

Hola, estimados lectores. Quiero comentar a ustedes el inicio de una memorable relación que establecí con un hombre joven, de 19 años, que matizó por un buen tiempo mi vida sexual.

Como he expresado anteriormente, soy un hombre maduro de alrededor de 49 años, dedicado a cuestiones de asesoría para pequeñas y medianas empresas del sector agropecuario y forestal y cuento con una clientela en diferentes ciudades de mi estado, al sur de México, donde tengo presencia y soy conocido por una buena cantidad de campesinos. Con la confianza que genera el trato cotidiano, me llaman por mi nombre, Don Mauricio, o por mi profesión, “Profe”.

No soy un adonis, pero trato de conservar mi presencia física. Mi edad me ha regalado algo de canas. Creo me conceden cierto atractivo, pues noto que ocasionalmente me observan con detenimiento. Soy moreno claro, y como dije, pelo entrecano, ojos cafés y complexión regular y me siento atraído sensiblemente por hombres de entre 18 y 28 años, que estén preparándose profesionalmente.

Tengo una pequeña oficina en un condominio en una zona popular de mi ciudad, que es un paradisiaco puerto el Pacífico, con algunas escuelas de nivel medio en los alrededores, por lo que consideré adecuado instalar un ciber café, lo que me permitió conocer jóvenes de muy buena presencia, que acudían a realizar trabajos escolares o diversas investigaciones, así como solicitar asesorías de mi parte.

En un cercano plantel de bachillerato estudiaba su quinto semestre un hombre joven y apuesto, a quien llamaré Rey, por razones de discreción y seguridad para ambos. El recién cumplió los 19 años y estaba lleno de vitalidad. Físicamente medía 1.70 y su complexión era envidiable. Le encantaba jugar basquetbol, lo que estimulaba su desarrollo físico y agilidad. Su tórax mostraba unas apetecibles formas de barras de chocolate, que hacían resaltar su piel morena clara. El pelo lacio le caía suavemente con un corte regular, cuya frente mostraba un fleco sumamente atractivo. Sus ojos cafés resaltaban al verse rodeado de una ceja regular y unas pestañas que bien podían soportar el peso de un palillo. Su nariz regular enmarcaba unos labios carnosos que pedían a gritos ser devorados en apasionados besos.

Rey acudía frecuentemente mi establecimiento, por lo general pasaba para comentar situaciones relacionadas con sus estudios. Al llegar siempre me saludaba de mano, la que sentía tibia y fuerte. Yo le respondía con un apretón regular y le invitaba a sentarse. En varias ocasiones le manifesté lo atractivo que era y lo bien proporcionado que tenía el cuerpo. Su respuesta era una agradable sonrisa mientras con una mano se acomodaba el pelo. Yo intuía que también él sentía cierta atracción hacia mi persona. Lo más que llegó a ocurrir en sus visitas a mi oficina, era que ocasionalmente, al saludarlo, le daba un abrazo caluroso que prolongaba por unos momentos, sin que hiciera intento de retirarse. Mis manos las desplazaba por su espalda hasta la cintura y lo atraía hacia mí. Si el abrazo se prolongaba un poco, podía sentir una leve erección de su parte.

-          Estas bien guapo, Rey.

-          Gracias, Profe.

Regularmente llevaba una bolsa tejida al hombro, en la que transportaba su material escolar. En las entrevistas conocí algunas de sus aficiones, como la pintura mural grafitada, actividad que desarrollaba por las tardes o noches, acompañado de otros amigos. Me mostraba fotografías de algunos de sus grafitis que en realidad tenían buena calidad y diseño. Sin embargo, su ejecución tenía ciertos riesgos para su seguridad, pues usaban muros o espacios sin autorización de sus propietarios, con accesos que reunían cierto grado de dificultad o en puentes peatonales. Me comentaba que ocasionalmente eran descubiertos y tenían que huir, poniendo pies en polvorosa para escapar de la policía, que podría arrestarlos.

En una de sus múltiples visitas comentamos de mis viajes laborales a otras ciudades del estado, y Rey, sutilmente me sugirió que le invitara a alguno de ellos, para conocer otras poblaciones del estado, pues siempre había vivido solamente en el puerto. Le acepté su propuesta y quedamos que en mi próximo viaje me acompañaría, el cual duraría dos días, pues llegaríamos a la capital del estado y subiríamos a un ejido cercano. No podríamos regresar el mismo día, por los horarios de salida de los autobuses. Quedó muy contento con la invitación, la que se realizaría la semana siguiente.

El tiempo no se detiene y llegó la fecha propuesta. A temprana hora, Rey ya estaba en mi oficina, con una mochila al hombro, sonriente y contento por su primer viaje. Nos trasladamos a la central y abordamos un autobús muy cómodo, con aire acondicionado, pantallas de televisión, asientos reclinables, todo ello que causaba una buena impresión en mi joven acompañante. Todas las cortinas estaban cerradas, por lo que se sentía un ambiente muy agradable, acogedor. Al comprar los boletos solicité los dos últimos, al fondo de la unidad, pensando en que tal vez ocurriera algo interesante durante el viaje. E iniciamos nuestro viaje. Realmente me sentía feliz, por la curiosidad que mostraba Rey y la infinidad de preguntas que me hacía. Mi agenda contemplaba un desayuno al llegar a nuestro destino y buscar el alojamiento en un céntrico hotel, para no andar de un lado para otro al regresar del ejido que visitaríamos en el día.

Le comenté que, por la mañana siguiente, antes de emprender el regreso lo llevaría a conocer la ciudad y varios sitios de interés, incluyendo un museo interactivo para que tuviera una experiencia mayor. Le agradó la idea.

Almorzamos muy rico, unos platillos propios de la región, acompañados con tortillas hechas a mano y agua fresca. Rey quedó satisfecho y fuimos al hotel para contratar la habitación y dejar nuestras mochilas a buen resguardo.

Nos asignaron la habitación y llegamos a ella. La desmañanada, el viaje, el almuerzo y la caminata nos cansaron un poco por lo que nos recostamos a descansar un momento. Las cortinas estaban corridas y todo estaba a media luz. Rey se recostó en la cama ubicada junto a la ventana y yo entré al baño. Al salir, vi que se había despojado de la camisa, para no arrugarla, y estaba solamente con su pantalón. Su tórax se veía espectacular, sin un gramo de grasa, con unos brazos fuertes.

-          Tienes una magnífica imagen, como para un calendario. Le comenté.

-          ¿Usted creé?

-          Desde luego. Así a contraluz te veo más guapo que nunca. Y más con ese camino de oscuro bello que baja por tu pecho y se pierde en tu cintura.

Una sonrisa alegró su rostro. Se estiró suavemente y bajó sus manos para pasarlas por su entrepierna, que mostraba un agradable bulto.

-          ¿Estás a gusto, Rey?

-          Si. Nunca pensé que algún día viajaría con usted, solamente los dos.

-          Me siento muy atraído por ti. Siempre he has gustado y cuando me visitas en mi oficina me haces el día. ¿Puedo abrazarte?

-          Claro. Estamos solos y en confianza.

Me recosté a su lado, levanté su cabeza e introduje mi brazo. Se volvió sobre sí mismo, y quedamos frente a frente. Lo atraje hacia mí, en un suave abrazo y besé su frente. Me rodeo con sus brazos y quedamos estrechamente acostados. Acaricie su pelo, mientras me miraba fijamente, muy cerca de mi rostro. Levantó un poco su cara y beso suavemente mis labios. Me incliné y, abriendo ligeramente mi boca, le besé con entusiasmo. Introduje mi lengua y sentí como la suya jugaba con la mía. ¡Que rico!

Baje mi mano por su desnuda espalda, acariciándola con placer. La introduje en su pantalón y pude sentir unas nalgas firmes y de tersura suave. Nuestros penes, aprisionados por la ropa, ya estaban duros al máximo, por lo que empecé a desabrochar su cinturón para bajarlo suavemente, liberando los botones y bajando la cremallera. Palpé con agrado esa verga juvenil, protegida aún por el calzoncillo, pero caliente. La rodeé con mi mano y sentía su palpitar. Mientras seguía besando sus carnosos labios que respondían mis caricias, descubrí el buen tramo de carne que con trabajo podía caber en mi palma.

Aflojé el delicioso abrazo que teníamos desde el principio y me enderecé sobre el codo. ¡Que espectáculo se mostraba ante mí! El pecho descubierto, el pantalón y el calzoncillo a las rodillas, un par de piernas fuertes y musculosas y en medio, un macizo bastón viril, redondo, babeante, rodeado de una abundante mata de vello púbico negra, que destacaba sobre una piel morena clara, siguiendo un camino que iniciaba en su pecho y se perdía en esa hermosa selva negra. ¡Era irresistible!

Me incliné despacio, acercándome lentamente a ese jugoso glande que invitaba a ser rodeado con mis labios. Suavemente lo introduje en mi boca, acariciándolo lentamente con la punta de la lengua. ¡Que placer! Sentía como palpitaba mientras recibía caricias en mi pelo, que Rey aplicaba gimiendo suavemente.

Mi joven acompañante inicio un poco perceptible movimiento de vaivén, con el que introducía esa hermosa verga en mi boca, que para entonces estaba ávida de tragar. Mis jugos bucales lubricaban en exceso su pene y se derramaban para humedecer su mata de vellos púbicos.

Sentía como se introducía y ocasionalmente, llegaba al fondo de mi garganta y producía unas ligeras arcadas, las que ignoraba por completo para seguir dándole esa rica mamada, en la que me esmeraba para lograr el mayor placer en mi joven compañero, quien solamente seguía gimiendo.

  • Que rico siento, profe. Nunca había hecho esto.

Poco a poco, Rey empezó a aumentar la velocidad de sus rítmicos movimientos de mete y saca, mientras yo lo apretaba con mis labios, rodeando su mástil, friccionándolo lo más posible. Lo giré suavemente para cambiar de posición y ahora yo estaba de espaldas sobre la cama mientras él me cabalgaba, penetrándome la boca, con un acelerado movimiento de cadera. Sentía un placer pocas veces experimentado. Percibí como esa rica verga llena de juventud empezaba a palpitar notoriamente y era introducida lo más hondo posible. Casi no podía respirar, pero no dejaba de succionarla. De momento sentí como explotaba dentro de mi garganta y depositaba su delicioso semen en ella. Apreté su cadera para que se mantuviera dentro, mientras la descarga continuaba. Traté de no perder ni una gota de ese rico manjar, delicioso, dulce, lleno de vida…. ¡Y lo logre!

Terminó su rica descarga y se retiró suavemente, para recostarse a un lado, mientras seguía acariciándome.

-          Mi Profe, nunca pensé que esto sería así de delicioso. Ya había imaginado algo, pero nunca creí que fuera así.

-          Qué bueno que te gustó.

Descansamos unos minutos. Luego le recomendé que se aseara para que pudiéramos atender mi comisión de trabajo.

-          Cuando regresemos, si quieres podemos hacer algo más, le dije con una caricia en su rostro.

-          Lo que usted quiera, profe. Usted será mi maestro.

-          Será un placer para mí, pero nunca aceptes hacer algo que no te agrade, ni conmigo ni con nadie.

-          Ya había soñado con algo así, pero no sabía ni como decírselo a usted ni como sería.

En otro momento les reseñaré lo que ocurrió el mismo día por la noche y al día siguiente, antes de retornar a nuestra ciudad de origen. Fueron unos momentos llenos de placer que guardo con mucho cariño en mis recuerdos con Rey.

Y así empezó una cariñosa relación entre Rey y yo, que duró por un buen tiempo, hasta que entró a trabajar en hotelería y empezamos a distanciarnos sin despedida alguna. Ocasionalmente nos mensajeábamos o nos encontrábamos en la calle, y siempre nos saludamos con afecto.

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