Con pocas palabras... 4

"Todas las palabras del mundo romperían este hermoso momento que estoy viviendo ahora mismo con ella"

Tras ese intimidante “Tenemos que hablar” de mi madre, ésta se dirige al salón y se sienta en el sofá de dos plazas que está en el fondo. Yo la sigo, pero prefiero sentarme en el de tres plazas (está más cerca de la puerta por si en algún momento la cosa se pone fea y hay que salir corriendo y esas cosas) para no estar tan cerca de ella. Y bueno, tras una larga pausa en la que ella reflexiona sobre cómo va a comenzar la conversación y yo pienso en cómo salir de ahí e irme a mi habitación a desconectar un rato del mundo, decide hablar con una seriedad pasmosa.

“Tu profesor de mates me ha llamado”

Mal empezamos, el profesor de mates es el que vio la “preciosa” frase de la pizarra. Saber eso no me anima precisamente para continuar la conversación pues ya me imagino por qué camino va.

“Me ha contado… bueno, que se han metido contigo porque… bueno, por… una frase en la pizarra que decía… bueno, eh… pues que tú… en fin, no sé ¿no tienes nada que decirme?”

En toda esa frase llena de parones, se ha ido poniendo blanca progresivamente y creo que si hubiera seguido hablando se habría desmayado. Y es que mi madre no es la típica mami enrollada que lo ve todo guay, tampoco es 100% conservadora, pero doy por sentado que no es la ilusión de su vida que su hija sea lesbiana.

Tras una reflexión interna, decidí contestar pues no creo que mi madre soportara más tiempo esta tensión que estamos viviendo.

“Creo que ya habrás podido deducir lo que pasa”

La verdad, aunque no lo creáis, no era esta la forma en la que quería que mi madre se enterara de mis preferencias sexuales. Y ya que estamos hablando de mi madre, considero necesario hacer un inciso para que os hagáis una idea de lo que ha sido mi vida anterior y lo que ha tenido que ver mi familia en ello.

En primer lugar, soy la única hija que ha tenido mi madre por lo que se puede deducir claramente que no tengo hermanos. Y bueno, todo el mundo dice que haber vivido medio sola en mi infancia ha ayudado mucho para que en la actualidad sea un poquito (bastante, demasiado…) antisocial y bueno, en general, solitaria.

También puede que fuera porque me pasaba los días con mi tía pues mi madre se pasaba el día trabajando para sacarnos a las tres adelante y bueno con mi tía no es que tuviera una relación muy profunda. La razón por la que mi tía no trabajaba se debía a una minusvalía que la hacía tener que pasar su vida en silla de ruedas y con dolores casi por todo el cuerpo. Mi madre me contó que fue debido a un accidente de tráfico. La pena es que hace ya tres años comenzó a tener dolores más fuertes y la tuvimos que hospitalizar para ver que le pasaba. Y bien, tras dos años y medio de su muerte, seguimos sin saber qué fue lo que ocurrió.

A estas alturas más de una persona se habrá preguntado qué ha pasado con mi padre. Bueno, yo hace tiempo que ya no me lo pregunto. Digamos que el hombre que plantó la semillita en el vientre de mi mami decidió dejarla sola cuando se enteró del embarazo pues tenía claro que el hijo no era suyo (a pesar de ser el novio de mi madre en esos tiempos y haber practicado sexo con ella unos meses antes…) y que mi madre era una fulana que se acostaba con todo miembro viril que se levantaba (cuando mi madre nunca estuvo con nadie que no fuera mi padre y a día de hoy parece que sigue guardando el luto).

Naturalmente, al contarme mi madre dicha historia desaparecieron todas las ilusiones que algún día albergué por conocer al sujeto que algunos pudieran considerar padre.

Desde entonces, mi madre y yo hemos salido adelante juntas poco a poco y aunque nunca hemos tenido lujos ni caprichos, nos queremos mucho. Y en su momento no le conté sobre mis preferencias sexuales por miedo a que llegase a cambiar nuestra relación, pero debí pensar que tarde o temprano esto pasaría. Así, con todo el miedo controlado, me debo enfrentar a esta situación.

Bien, mientras yo estoy divagando en mi mente, mi madre piensa la forma de continuar con esta conversación que supongo ninguna de las dos quiere tener.

“Entonces… tú… bueno…tú eres…….” Me mira buscando la verdad en mis ojos y encuentra la mirada más sincera que jamás he podido llegar a mostrar. Tras mirarme detenidamente y un momento de reflexión interna suya me dice comenzando a dejar que caiga alguna lágrima de sus ojos. “Oh, María, dios mío, yo te quiero seas como seas y estés con quien estés.”

Inmediatamente se levanta, viene donde estoy yo sentada y me abraza con toda la ternura y el amor del mundo. Extrañamente cuando lo hace, siento que nada malo me puede llegar a pasar y, además, una alegría suprema al saber que me quiere sin tener en cuenta mis preferencias sexuales… Y yo a día de hoy puedo decir que la amo más que a nada pues me ha demostrado que su amor va por encima de toda ideología o prejuicio.

Después de estar unos minutos las dos llorando abrazadas (hacía tiempo que no lloraba así), se separa de mí para mirarme y quitarme alguna lagrimilla suelta por ahí. Me mira y me sonríe y yo siento como mi corazón se encoge de alegría. Tras unos segundos de miradas decide hablarme.

“Bueno… ¿y ahora estas con alguna… chica?”

Le cuesta un poco asimilar la última palabra, pero a mí me cuesta más asimilar la pregunta, pues… realmente no sé qué responderle. Habrá que decir la verdad, ya que estamos.

“Bueno, hay una chica que… me gusta y bueno… pues hay algo, pero no sé qué es”

Mi madre se ríe y me pide que le explique cómo está la cosa así. Y, aunque al principio me da un poco de reparo, termino contándole todo lo que ha pasado en mi vida con Julia (obviamente, no le cuento todo con detalles) hasta el día de hoy. Ella me escucha atentamente y, finalmente, me pide que tenga cuidado con ella pues no quiere verme sufrir ni que me hagan daño. También me aclara que puedo contarle todo lo que desee ya que ella va a estar siempre para escucharme.

Tras este momento madre-hija tan tierno le cuento que mañana he quedado con unas amigas y ella me mira con su cara de sonrisilla, pero cambia a una curiosa al decirle que no tiene que ver con Julia. Le hablo entonces de Tania y de las demás chicas.

Pasamos casi toda la tarde y la noche hablando de ella, de mí, de todo, de nada… Realmente echaba de menos estar así con ella pues desde que murió mi tía, mi madre se aferró a su trabajo para sobrellevar la pérdida. Y es que debe doler perder a tu única hermana.

A la mañana siguiente, hice los deberes y las tareas pendientes y preparé la comida para cuando llegara mi madre de trabajar. Cuando llegó, comimos y, tras un rato de descanso, decidí prepararme para la cita con Tania y sus amigas.

Cuando se hace la hora, me despido de mi madre y emprendo el camino hacia la casa de Tania. No sé qué es lo que tiene planeado, pero sinceramente tampoco es algo que me quite el sueño por las noches. Al llegar, toco al timbre y me abre Tania con un vestido de tirantes azul (a juego con sus ojos) así de verano o de entre tiempo y lo veo lógico ya que hace un día estupendo, ya se va acercando el verano. Yo llevo unos vaqueros cortos y una camiseta de manga corta negra con un dibujo así medio abstracto (la mayoría de mis prendas son así la verdad…).

“Hola María, que puntual eres, justo a la hora. No puedo decir lo mismo de éstas que todavía no han llegado.”

Me mira detenidamente de arriba abajo (no es nada disimulada la verdad) y expresa su opinión sobre mi vestimenta.

“Vas guapísima, por cierto” Sí, encima lo dice como si casi ni se hubiera fijado…

“Gracias, tú también”

Su cara se vuelve de un interesante color cereza que me llena de una ternura inmensa y es que esta niña es demasiado mona. Le cuesta mirarme a los ojos, pero de repente fija su mirada en mí y yo en ella y es extraño pues habitualmente me resulta muy incómodo mirar a una persona a los ojos, pero su mirada en estos momentos es todo, menos incómoda. No es tan intensa como las miraditas de ayer, pero sigue persistiendo su ternura y su dulzura en ella.

Todas las palabras del mundo romperían este hermoso momento  que estoy viviendo ahora mismo con ella y doy gracias porque ha decidido no hablar y solamente mirarme a los ojos con esa profunda mirada de un azul que se torna oscuro como el mar en la noche.

En estos momentos, pierdo la noción del tiempo y más cuando ella, sin dejar de mirarme, cambia su mirada por una más intensa (se le oscurecen más los ojos de repente) y me mira los labios. Yo me quedo petrificada al analizar lo que quiere decir esa mirada y ni se me ocurre moverme cuando ella se acerca lentamente buscando mis labios. Es un movimiento tan lento y pausado que puedo observar cada uno de sus gestos al acercarse a mí.

Al tenerme a unos 5 cm de sus labios, se detiene y me mira con decisión en sus ojos y buscando la aprobación en los míos.

“¡Ey, chicas, ya estamos aquí! Espero que no os hayamos hecho esperar mucho”

Inmediatamente, me alejo de Tania y maldigo a Rosa internamente y por la mirada fulminante de Tania a Rosa creo que ella también. Rosa se da cuenta y las demás también de que aquí pasa algo.

“¿Estáis bien?” ¿Tú qué crees Rosa? ¿Qué te dice tu intuición femenina?

“Sí”

Al unísono y con el mismo tono de mala ostia… Ni ensayado hubiera salido tan bien y tan poco creíble. Ellas nos miran incrédulas, pero deciden hacer como que no pasa nada y Tania nos deja pasar a todas (sí, llevamos más de… 15 minutos en la puerta). Parece que la cosa se destensa y comenzamos a pasarlo bien todas juntas.

Desde que Rosa interrumpió ese posible beso que probablemente (probablemente no, seguro) hubiera ocurrido, se me ha venido a la cabeza las consecuencias de ese posible beso. Porque, bueno, si hubiera pasado, entonces ¿dónde quedaría lo que hay entre Julia y yo? (Sí, ahora me da por pensar en Julia…) Aunque realmente no somos nada digamos sólidos, es decir, no hemos hablado de ese tema en ningún momento (para qué engañarnos, lo he evitado por miedo a su reacción), pero no se puede negar que algo hay, porque lo que pasó ayer, algo es. Y si me hubiera besado con Tania ese algo… ¿dónde quedaría?

Bueno, pues mientras las chicas hablaban de todo y planeaban ver una peli todas juntas en el salón de Tania yo me debatía internamente en un dilema moral que me estaba desquiciando por dentro. Solo decido salir de mi mente cuando estoy sentada y noto como Tania se acuesta en mi regazo para ver la peli… Yo la miro y ella me sonríe dulcemente… y es que no puedo decirle que no a nada a esta chica y lo peor es que creo que se está dando cuenta.

“¿En qué piensas, María?”

“Nada importante…”

Miro hacia otro lado sabiendo que es mentira, pues ahora mismo me encuentro debatiendo cual será mi siguiente paso con estas dos niñas que me traen loca la cabeza.

Con el comienzo de esta nueva semana, vuelvo con un nuevo capítulo de esta historia que no ha hecho sino empezar y que continúa gracias a vosotros que leéis y comentáis.