Con pocas palabras... 3
Y es que un hecho vale más que mil palabras...
Volvemos a clase y todo el mundo se para a mirarme. Faltan los flashes y las cámaras de video. La verdad, me parece curioso lo que puede hacer cambiar en la gente una simple frase. Gracias a dios, no hay una nueva frase en la pizarra.
Paso por el asiento donde se encuentra ella y ni me mira. Es raro, pero siento como se encoge el corazón cuando actúa como si no existiera. ¿Ves corazón? ¿Ves lo que pasa por emocionarte tan rápido? Claro… luego te desinflas y me toca a mí aguantarte. Así no se puede.
“Oye, creo que debes saber que yo no te juzgo, no soy como los demás y eso…”
¿Pero quién me interrumpe en mis reflexiones? Vaya, es Tania. Creo que no he hablado más de 10 veces con ella en lo que llevamos de compañeras (6 años en la misma clase, estoy pensando que soy antisocial…). Y, de repente, mis ojos se fijan en ella (y en su cuerpo de gimnasio)… pues no está mal, oye. Es prácticamente de mi estatura, quizá un poco más baja, pelo oscuro, largo y ondulado y ojos azul oscuro… interesante combinación.
“…Vale”
Confirmado, soy antisocial. Ella me mira, me sonríe (hermosa sonrisa, por cierto) e instantáneamente aparece una sonrisa en mis labios. Y es que esta chica tiene un algo que no sé qué es, pero me hace sentir bien.
El profesor llega y nos tenemos que sentar, pero ella sigue mirándome. Y lo mejor es que no es una mirada de asco o de odio, es una mirada tierna, la verdad, bastante agradable y… dulce (es una novedad esto, no me suele pasar). Pasamos las 2 clases siguientes, ella mirándome y yo… intentando dentro de lo posible prestar atención (es un poco estresante que te observen constantemente). Que 2 clases más largas…
Al tocar el timbre, me dispongo a salir y ella me sigue (¿no ha visto nunca lesbianas o cómo va la cosa?).
“Oye… si quieres te puedes venir con mis amigas y… conmigo…, son muy simpáticas y seguro que te caen genial, quizá te parezcan un poco locas, pero son muy agradables… y bueno, así nos conocemos mejor y… podemos llegar a ser amigas… si tú quieres, claro”
“Emm… bueno…”
Esta chica habla por los codos y yo soy la antisocial número uno… seguro que compaginamos… ¬¬ Pero es que no le puedo decir que no, es demasiado… agradable.
Me lleva con sus amigas y todas me miran de arriba abajo sonriendo… me siento la rarita que no se junta con nadie (a quien voy a engañar, soy la rarita que no se junta con nadie). Ellas se presentan una a una, de izquierda a derecha, Rosa (morena, pelo largo liso, ojos castaños, pecho bastante grande y trasero proporcionado a su cuerpo), Marta (morena, pelo por los hombros, rizado, ojos castaños tirando a negro, pecho normal y trasero más bien pequeño) y Ana (pelirroja, pelo corto casi como el mío, ojos verdes claros, pecho normal tirando a grande y trasero bastante grande). Son de nuestra misma edad, pero van en otras clases.
Después de las presentaciones, han estado hablando entre ellas y yo escuchando cada una de sus conversaciones, cuál de ellas más disparatada. La verdad es que son muy graciosas, aunque se metan conmigo por no hablar prácticamente ni aportar nada a las conversaciones, pero es que me cuesta bastante abrirme. Sin embargo, estas chicas no se dan por vencidas y siguen buscando sacarme algunas palabrillas… quizás con el tiempo podamos llegar a ser amigas, quien sabe.
Me han dicho de quedar este finde con ellas… ¿por qué no? Una nueva experiencia. Creo que ya es hora de salir con gente y relacionarse… Después de 17 años de vida pasándolos sola. Y es que nunca he tenido amistad con nadie, ni siquiera en primaria que se supone que predomina la inocencia, la espontaneidad y, por otra parte, ningún miedo a algún posible rechazo. Pero bueno, lo mío no son las relaciones sinceramente. Soy una persona más bien solitaria.
Bueno, finalmente toca el timbre y volvemos a clase. Tania se sienta a mi lado y sigue con su proceso de mirarme sin parpadear… Llega a incomodarme un poco, pero me parece tan tierna que no puedo decirle absolutamente nada.
Por otro lado está Julia que sigue con sus amigas sin prestarme ni una mínima atención (eso creo yo). Es tan indiferente conmigo siempre que hay gente que hace que me pregunte por qué me gusta y, sobre todo, por qué la veo perfecta para mí (y es que parece que sus defectos carecen de cualquier importancia junto a todo lo que me hace sentir).
Pasa la siguiente hora y toca examen de lengua. Tania se separa de mí y (al fin) comienza a prestar atención a algo que no sea yo. La profesora nos entrega el examen y yo desconecto del mundo para concentrarme en las preguntas y lo que debo responder.
Después de 55 min de examen (un examen facilillo, por si os interesa), toca el timbre, entregamos los exámenes y me preparo para salir. Tania me espera (que raro verdad…¬¬) y vamos a la salida.
“María, ¿tú no vas en bus?”
“No, me voy andando. Hasta mañana” Me dirijo hacia mi camino, pensando que había terminado la conversación (presiento que me va a pasar más de una vez con esta chica).
“Oye, pero ¿has apuntado bien mi dirección?”
Asiento con la cabeza y le saludo con la mano derecha dando por acabada con la conversación. Después de esto, decido comenzar a caminar hacia mi casa, pero, por lo visto hoy la gente no quiere que llegue a comer…
“¿Dónde estabas en el recreo?” Y aparece Julia con su tonito autoritario (si supiera como me gusta…) sorprendiéndome bastante.
“¿Me buscabas?” Y vuelvo a responder con preguntas.
¡Zas, en toda la boca! Por su cara de “me he descubierto yo sola” parece que no soy yo sola la que está interesada en esto… que no sé qué es, pero que, por lo visto, algo es… Está cuadrando su respuesta mentalmente, se le nota en la cara.
“Adiós” ¿Se ha tenido que pensar esa palabra?
Conforme lo dice se da media vuelta disponiéndose a irse y dejarme allí, pero, a día de hoy no sé por qué, la sujeto del brazo para que no se vaya. Ella me mira sorprendida (yo también lo estoy) y, parece ser que hoy me he vuelto más decidida pues, teniéndola sujeta por el brazo, la dirijo a ella y a mí misma hacia el parque, hacia “nuestro” lugar secreto.
Cuando ya estamos allí, ella me sigue mirando con esa carita de ángel confuso. Y yo (me vuelvo a sorprender de mi decisión) me acerco a ella muy lentamente, solo para que ella observe cada uno de mis movimientos, y la miro fijamente hasta que me devuelve la mirada para, posteriormente besarla en los labios. Y el simple contacto con sus labios me desconecta del mundo, del espacio, del tiempo… En este momento solo importa ella, su boca y sus labios junto a los míos.
Ella me corresponde el beso al principio con un poco de reparo, pero con bastante ímpetu después, y poco a poco lo intensificamos buscando sin descanso nuestras lenguas. Todo es tan perfecto que no entiendo cómo, después de los minutos más bonitos de mi vida, sin previo aviso, se separa de mí, me mira con cara confusa e intenta alejarse. Aunque son intentos vanos pues la tengo abrazada y no la pienso soltar.
“Déjame” Se le nota que está un poco agobiada, pero no quiero que se vaya de mi lado. Solo quiero seguir eternamente así.
Y un “Bésame” suplicante sale de mi boca. Ella me mira, con gran duda al principio, pero finalmente cede a mi suplica y aproxima su boca a la mía para hacer lo que las dos deseamos con locura, un beso que no tenga fin. Sus besos son la dulzura hecha acción y yo me estoy volviendo adicta a ellos con demasiada facilidad.
Pero la felicidad no dura para siempre y queda demostrado cuando su móvil comienza a sonar. Ella se separa como si fuera el trabajo más difícil del mundo y, aunque a mí me molesta la interrupción, decido soltarla para que pueda responder.
Cuando mira la pantalla, su expresión se vuelve tensa y duda si contestar o no. Finalmente se decide y lo coge.
“…”
“Ya sé que llego tarde…” Lo dice con un tono bastante molesto.
“…”
“En el insti, había olvidado una libreta y tuve que volver” Yo miro mi reloj, observo que han pasado más de 30 min desde la salida del instituto y me doy cuenta de cómo pasa el tiempo cuando estás en el cielo.
“…”
“Bueno, ya voy, chao” Una forma cortante de terminar la conversación. Se ve claramente que la persona con la que ha hablado no es de su agrado. De repente,
“Nos vemos el lunes”
Me mira yo diría que con un “me gustaría quedarme” en la cara y se da media vuelta intentando irse. Antes de que decida emprender su viaje, la sujeto del brazo, le doy media vuelta y finalizo el encuentro con un dulce beso en los labios. Ella no opone ninguna resistencia, pero finalmente decide separarse para poder irse de mi lado.
Y aunque me cuesta enormemente, decido dejarla ir y espero a que ella se marche hasta decidir moverme yo. Por el camino, voy pensando todo lo que pasó el día de hoy y, la verdad, dista mucho de la rutina diaria. Después de pasarme media vida haciendo lo mismo, este cambio me descoloca por completo.
En fin, termino, tras unos 20 min caminando y pensando a la vez, en la puerta de mi casa por inercia. Cuando abro la puerta, mi madre está parada enfrente de mí (¿llevará ahí la media hora o así que me he retrasado en regresar?) y se dispone a hablar con una seriedad que hacía tiempo no veía.
“Tenemos que hablar”
Mi madre me mira con una cara que dista mucho de ser amigable y yo me imagino cual puede ser el motivo de su molestia.
Tras el paso de una nueva semana os dejo un nuevo capítulo con la esperanza de que sea de vuestro agrado e intentaré hacer lo posible por enviar uno mínimo cada semana si todo sale bien. Por último, muchas gracias de nuevo (y no me cansaré de decirlo nunca) por tomaros ese tiempecito para leer esta historia y mil gracias también a las personas que comentáis, vosotros leéis mi historia y yo leo cada comentario que escribís con toda la ilusión del mundo.