Con pocas palabras...

Y es que a veces el silencio dice más que las palabras...

Y por mucho que lo evitase, mi atracción por ella aumentaba cada día. Ella tenía algo que me hacía desearla a cada momento, cerca de mí. Julia, ella, es la chica imposible… tenía que llegar algún día, todos lo sabíamos. Su melena rubia con ese brillo perfecto que impacta con su movimiento al andar y esos ojos de un verde interesante… difícil de definir exactamente, hacen que medio mundo vuelva la vista cuando ella pasa. Y claro, como debe ser, es la niña guay que todo el mundo desea a su lado (si… yo también). Además, tiene a quien quiere cuando quiere y si me apuras… como quiere.

Y claro, por el otro lado estoy yo… que soy… yo. La típica chica en la que nadie repara, esa que está ahí por rellenar la sala y esas cosas. Nada que ver con ella claramente, yo, una chica de pelo corto castaño claro y mis ojos pardos a conjunto. Obviamente, no soy tan popular como se puede deducir, más bien lo contrario, soy la chica que pasa de todo, la que nadie conoce, esa que no habla…

Y aquí viene el comienzo de la historia después de este breve… digamos prólogo.

Pues ahí estoy yo con mi vida tranquila, en el parque junto a mi instituto, en la zona menos visible con mi porrito encendido, saltándome historia, como cada jueves por la excusa del dentista (mentira). Y, casualidades del destino (o no), aparece aquí la chica con el polvo de turno y se tira con él a la hierba donde yo puedo verle perfectamente la cara a ella. Me mira y posteriormente le come la boca a su compi. Éste, sin más demora, pantalón y bóxer hacia abajo, sable en guardia y estocada.

Ella me vuelve a mirar con su mirada pervertida y yo le dedicó una media sonrisa como llevo haciendo desde hace 2 semanas, porque, no es la primera vez que viene con sus ligues y se los beneficia delante de mí. Y yo, como buena masoquista que soy, miro cada una de sus expresiones y sus actos… Lo sé, no aprendo.

El caso es que terminan y el chico se va. Ella se compone sin prisa su ropa y sorpresivamente se dirige donde yo estoy. Coge mi porro, le da una calada y se sienta a mi derecha. Y ahí estamos, calladas y yo sin ninguna intención de romper el silencio.

Finalmente ella decide hacer una pregunta muy interesante. “¿Tú te llamas María, no?”

Mi gran respuesta al saber que sabe cómo me llamo “Sí”.

Y es que tengo un don para la conversación. Por supuesto más preguntas que no interesan a nadie.

“¿Vas a mí clase, no?”

“Sí”

“¿Entonces, tienes mi edad?”

“Sí”

“¿Te gusta verme follar con ellos?” Puedo decir que si en ese momento hubiera estado fumando, me hubiera tragado el porro y la mano si me apuras. Mi cara estaba entre WTF y “esto no me puede pasar a mí, no, no, no” Pues sí. Y me lo dice tan tranquilamente, como quien pregunta ¿qué hora es?

Mi respuesta a su pregunta, como no, con otra pregunta “¿Te gusta a ti que te vea cómo te los follas?”

Interesante su expresión de sorpresa con un toque de picardía

“Yo pregunté primero”

“Yo llegué primero aquí” Respuestas cortas donde las haya, a ver si cuela.

“Cierto, pero yo no pregunte eso” No coló.

“Umm… no me gustan las relaciones heterosexuales” Con lo fácil que sería decir… la verdad es que no sé si me gusta o no…

“Entiendo… y sí” Inmediatamente se incorpora, me da un beso en la comisura de los labios, me devuelve el porro y se va. Tan tranquilamente, nada de prisas…

Y así pasa el día, hasta llegar el viernes. Ella con su grupo de amigas perfectas y yo en mi mundo, como si en la vida hubiéramos cruzado una palabra. Yo no existo en clase, pero, por lo visto si en el baño. Y es que estoy en mis pensamientos, como siempre vamos, en el baño, por estar en algún sitio y esas cosas, y ella aparece, ella sola, obviamente.

“A última, ve dónde estuvimos ayer”

Y se va, y me deja con un corazón al ritmo de la samba brasileña que no sé cómo parar.  Y, por si las dudas, me salté última hora. No suelo faltar, aunque los jueves lo haga debido a mi excusa del dentista. Soy una persona de asistir a clases e intentar aprobar los exámenes (de momento no ha ido mal).

Pues, última hora, mismo sitio, diferente porro. Yo ahí sentada y el mismo sonido de cada jueves, pero ahora en viernes. Aparece ella con otro chico diferente al de ayer. Vuelta a la hierba, pantalones y bóxer abajo, faldita arriba, tanga hacia abajo. Sablecillo en guardia y una pequeña estocada.

En todo el proceso, ella no deja de mirarme y yo no aparto mi vista ni un solo segundo. Saltarme Lengua para presenciar esa escena… No sé por qué pienso que es la mejor hora desperdiciada de mi vida.

Cuando terminan él se va, ella se compone la ropa sin prisas como ayer y se acerca a mí como ayer. Coge mi porrito, le da una calada y se sienta a mi derecha, como ayer. Y aquí estamos calladas, como ayer. Una rutina un tanto extraña la nuestra.

Vuelve a comenzar ella con la conversación.

“¿Tienes novia?”

“¿Te interesa?” ¡Viva mi simpatía!

“Digamos que es curiosidad”

“No”

“¿Te has follado a muchas chicas?”

“No utilizo a las mujeres como tú a los hombres” Su cara lleva un tono de sorpresa muy evidente. Quizá me he pasado de borde pero no soy de follar por follar.

Se incorpora sin decir nada, me devuelve el porro y se acerca hasta besarme en los labios. Un beso, simple y a la vez tan hermoso como ella. Se separa, me mira con su cara pícara y se da la vuelta para irse. La dejo ir.

….