Con mucho vicio dentro de mí (Parte 24).

Ultima parte de esta historia que confío haya sido del agrado de mis lectores.

Sara volvió a encargarse de las distintas labores domesticas mientras Iris comenzaba un nuevo proceso de selección en el que tenía bastante bien asumido que no debía de precipitarse y que tenía que elegir a la mujer que considerara más apropiada y cualificada para cubrir nuestras necesidades. Después de pasarse más de un mes manteniendo entrevistas con las posibles candidatas me dijo que había elegido a una joven a la que acababa de abandonar su compañero sentimental, al que le debía de agradar cambiar con relativa frecuencia de concubina, por lo que tenía una imperiosa necesidad de trabajar para poder subsistir. El día en que comenzó a trabajar para nosotros e Iris me la presentó, me quedé de piedra al ver que se trataba de Nicole, la dócil compañera de Brenda, Patricia y Rita en el centro escolar en el que había cursado mis estudios que tantas veces me había “cascado” la tranca para sacarme la leche delante de sus amigas y a la que, en múltiples ocasiones, había sobado y mamado las tetas y tocado la almeja y la raja del culo a través de su braga.

Aunque su cabello había adquirido cierto tono platino y se había convertido en una “macizorra” alta y dotada de un físico “para quitar el hipo”, su rostro apenas había cambiado. Nicole no me reconoció y durante las primeras semanas nada sucedió pero un día Iris me hizo quedarme en casa después de haberme pasado la noche en vela a cuenta de un proceso gastrointestinal que, seguramente, me ocasionó la larga penetración anal que horas antes me había efectuado con una de sus bragas-pene. Desde que me levanté de la cama y aunque lo intenté evitar, me topaba continuamente con Nicole que ese día vestía una finísima falda a través de la cual, con la claridad, se la trasparentaba todo lo que hizo que me pusiera tan sumamente “burro” que la seguí cuándo se disponía a entrar en el cuarto de baño.

Nicole me miró sorprendida mientras me colocaba detrás de ella y agarrándola por la cintura, comenzaba a frotar mi verga en su culo a través de nuestra ropa. La joven parecía no dar crédito a lo que la estaba sucediendo pero se dejó hacer pensando en que, si me disgustaba con ella, perdería su trabajo. Cuándo mansamente me permitió introducir mi mano por su falda para poder bajarla la braga con intención de tocarla el chocho, no pudo retener por más tiempo la salida de su orina y se meó al más puro estilo fuente. Mientras su lluvia dorada, después de empaparme la mano, mojaba su prenda intima y caía al suelo me comentó, muy avergonzada, que nunca la había sucedido nada parecido. Aún la estaba saliendo pis cuándo la pregunté que si la gustaba sentir mi chorra dura, larga y tiesa. El rostro de Nicole se puso más rojo que un tomate antes de contestarme afirmativamente con su cabeza. En cuanto terminó de expulsar la micción, me separé un poco de ella, me bajé el pantalón y el calzoncillo y la mostré mis atributos sexuales. Nicole, que seguía mostrándose avergonzada, mantuvo su mirada fija en ellos antes de que se decidiera a sobarme los huevos con una de sus manos mientras con la otra comprobaba la dureza de mi cipote. La vi bastante indecisa e insegura por lo que, haciéndola levantar la cabeza, la indiqué que estaba deseando que me la meneara y me sacara la leche como en el colegio. Fue en ese momento cuándo se dio cuenta de que, por casualidades de la vida, había vuelto a coincidir conmigo. Su vergüenza desapareció y tras abrazarme con fuerza, me besó en la boca apasionadamente en la boca antes de pedirme que me colocara a cuatro patas. En cuanto lo hice, se arrodilló detrás de mí, me dio la vuelta al ciruelo de manera que la punta quedó mirando hacia mis pies, me explicó que en esa posición era como más le agradaba que se la “cáscara” al cabrón de su ex, me efectuó unas breves “chupaditas” con las que me empapó el capullo en su saliva y procedió a meneármela lentamente al mismo tiempo que, siguiendo mis indicaciones, procedía a hurgarme a través del orificio anal con dos de sus dedos. Nicole, que no dejaba de decirme que la parecía increíble que después de tantos años hubiéramos vuelto a coincidir mientras observaba como se me estaba poniendo la minga, pretendía recrearse con ello pero me encontraba tan cachondo que eyaculé con rapidez, como un autentico colegial en su primer contacto sexual. Mientras mi leche salía a chorros al exterior me indicó que ya no se acordaba de lo gordo, largo y tieso que se me ponía el nabo ni de la gran cantidad de “lastre” que soltaba al explotar.

Sin cambiar de posición y sin dejar de “darle a la zambomba” en ningún momento, me la siguió meneando con intención de sacarme otra lechada pero deseaba tanto poseerla que, tras dejarla que me hurgara en el ojete con movimientos circulares intentando entrar en contacto con mi mierda, la hice dejar de estimularme para que fuera ella la que se colocara a cuatro patas con intención de “clavársela” vaginalmente. La levanté la falda, la separé la braga de la raja vaginal, se la metí hasta el fondo por el coño y la di unos buenos envites para, de nuevo, volver a descargar con celeridad mientras Nicole me decía que era una delicia recibir mi leche y que la encantaba llegar a sentirse bien jodida y mejor mojada por mi soberbio pene por lo que, después de darla mi lefa y su meada posterior que la encantó, me la continué trajinando. Esta vez mi eyaculación tardó lo suficiente en producirse como para dejarme disfrutar de su cueva vaginal y de su lubricación hasta que, por la presión que mi miembro viril estaba ejerciendo en su vejiga urinaria y de lo flojo que se la mantenía el “fuelle” tras haber llegado varias veces al clímax, se volvió a orinar. Nicole, en cuanto sintió que se la estaba saliendo otra vez la lluvia dorada, intentó justificarse diciéndome que era muy meona aunque me pareció que debía de tener almacenada una gran cantidad de pis ya que su micción, además de intensa, fue sumamente larga y mientras su orina iba saliendo lentamente al exterior, cuándo mis movimientos de “mete y saca” lo permitían, eyaculé dentro de su seta soltándola otra gran cantidad de leche.

A pesar de que Nicole me dijo que no estaba acostumbraba a que la echaran más de dos polvos seguidos y que su aguante sexual no era precisamente como para tirar cohetes, lo que había sido uno de los motivos por los que su pareja la había dejado, me encontraba en la gloria y pretendía continuar disfrutando de su abierta y jugosa almeja por lo que, haciendo que permaneciera dándome la espalda y manteniendo su pierna izquierda sobre el inodoro, me puse detrás de ella y se la volví a “clavar” vaginalmente en esa posición. Se la acababa de meter cuándo Iris, a la que no habíamos oído entrar en casa, nos sorprendió en plena acción lo que nos obligó a pasar el resto de la tarde dándola todo tipo de explicaciones sobre los distintos contactos sexuales que habíamos mantenido durante nuestra etapa colegial aunque, al final, conseguí que no la echara y que acabara aceptándola tras darse cuenta de que la beneficiaba el que retozara con Nicole en solitario a lo largo del día para zumbármela a ella por la noche y hacer tríos los fines de semana.

En pocas semanas comprobé que Nicole, aunque su aguante sexual y su poder de recuperación dejaban bastante que desear, se había convertido en la sustituta perfecta de Verónica y en una nueva “yegua” tan ardiente, golfa, guarra y viciosa como Iris. A pesar de que no estaba acostumbrada, nunca se opuso a recibir en su boca nuestras meadas y nuestras cagadas y reconoció que la excitaba el que hiciéramos lo propio con las suyas. No tardé en conseguir desvirgarla el culo a pesar de que, al principio, se opuso diciéndome que muchos hombres habían intentado metérsela por detrás y que ninguno lo había conseguido. Al cabo de unos tres meses Iris se dio cuenta de que Nicole era bisexual por lo que encontró en ella la aliada perfecta para recordar a sus amigas universitarias con lo que volvió a usar a diario parte de sus “juguetes” antes de ponerse una de las bragas-pene para obligar a la bella joven a chupar el “instrumento” con intención de que lo dejara bien ensalivado antes de “clavárselo” hasta el fondo por vía vaginal y anal hasta que lograba vaciarla y dejarla convertida en una dócil y entregada corderita con la que, sin encontrarme la menor oposición, podía hacer lo que me diera la gana y llevar a cabo mis fantasías sexuales más bárbaras y guarras.

Han pasado más de dos años desde que la seductora francesita entró a nuestro servicio. En la actualidad vive con nosotros y aunque la continuamos pagando su sueldo como asistenta ya que es su única fuente de ingresos, debo de reconocer que, desde entonces, sexo no es precisamente lo que me falta puesto que entre Iris y ella se encargan de que mi miembro viril apenas tenga tregua y de que mis huevos no descansen reponiendo leche ya que se han puesto de acuerdo para darme mucha caña a diario. Las encanta que me muestre fetichista y sádico con ellas y que, entre polvo y polvo, las castigue y las imponga severos correctivos cuándo no consiguen complacerme todo lo que deberían como el obligarlas a efectuarme exhaustivas felaciones con las manos atadas a la espalda; el introducirlas cigarrillos encendidos por el orificio anal lo que las obliga a permanecer sumamente quietas para no quemarse hasta que se apaga ó se consume; el empaparlas las tetas, el clítoris y las piernas con cera caliente ó el taponarlas el chocho y/o el ojete para que no puedan expulsar sus micciones y excrementos hasta que me apetezca. Estoy seguro de que nuestra relación va a ser duradera a pesar de que, últimamente, se han puesto un poco pesadas proponiéndome dejar de tomar anticonceptivos para poder engendrar y darme descendencia cosa que nunca me he llegado a plantear y aunque me encantaría verlas luciendo “bombo” al mismo tiempo, lo que de momento pretendo es que me continúen dando una gran satisfacción sexual mientras las sigo dando mi leche y esas abundantes y largas meadas que se producen después de mis descargas pares convertidas en unas ardientes, cerdas, dóciles y viciosas golfas.

F I N