Con mucho vicio dentro de mí (Parte 23).

Parte número veintitres y penúltima de esta historia que confío sea del agrado de mis lectores. Espero vuestros comentarios.

Iris, después de ver aquello, no lo dudó un momento y en cuanto a la mañana siguiente Carolina llegó a casa, la echó. Su decisión me sorprendió ya que consideraba que aquella joven era una autentica golfa, salida y viciosa, por lo que me mostré en desacuerdo con ella y como no estaba dispuesto a dejar que se fuera sin haberla “catado”, al terminar de trabajar por la tarde me dirigí a la facultad en la que cursaba sus estudios y la esperé en la puerta de acceso. Los minutos pasaron muy despacio hasta que, por fin, la vi aparecer por la puerta vestida, como siempre, en un plan sugerente y en medio de un montón de chicos. Me acerqué a ella y al verme, se despidió de sus acompañantes. Al quedarnos solos la indiqué que quería hablar con ella. Me miró sorprendida antes de contestarme que, como a cuenta mía se había quedado sin medio de transporte y no la apetecía esperar la llegada del autobús, la podía llevar hasta el centro para tomar allí unas cervezas mientras charlábamos. Durante el trayecto estuve mucho más pendiente de su pronunciado escote, de sus esbeltas piernas, de la cortísima falda que llevaba puesta y de los impresionantes tacones de sus zapatos que del volante por lo que, en cuanto encontré un hueco para aparcar, decidí dejar allí el coche e ir andando hasta la cafetería más cercana. Nos sentamos en una mesa y mientras nos servían, la atractiva joven me dijo que estaría dispuesta a cualquier cosa con tal de conseguir que Iris la diera una segunda oportunidad ya que necesitaba el dinero para poder pagar en efectivo, en vez de en carne, ciertas deudas que tenía contraídas por lo que la pregunté:

- “¿De verdad estarías dispuesta a cualquier cosa?. ¿A chuparme el nabo, por ejemplo, a cambio de que interceda por ti ante Iris?” .

Carolina me sonrió y asintió con la cabeza. Nos tomamos las cervezas, aboné su importe y nos metimos juntos en el cuarto de baño femenino del establecimiento en el que, con bastantes estrecheces, la enseñé mis atributos sexuales. Al vérmelos, Carolina exclamó:

- “Madre mía, que pene tan gordo, largo y tieso tienes” .

Manteniendo sus ojos fijos en mi picha me la comenzó a menear despacio con su mano derecha sin dejar de alabar sus extraordinarias dimensiones ni las de mis huevos que me sobó antes de ponerse en cuclillas delante de mí para metérselos en la boca y saborearlos mientras me continuaba “cascando” la pilila, cada vez con un ritmo más rápido. Dándose cuenta de que si seguía así, me iba a sacar la leche enseguida, se detuvo, me empapó la punta de la pirula en su saliva, me hizo sentarme en el inodoro y poniéndose en cuclillas entre mis abiertas piernas, se la metió de golpe casi entera en la boca. La indiqué que quería que mantuviera sus manos en la espalda, como si las tuviera atadas y en cuanto lo hizo, la agarré de la cabeza y la obligué a efectuarme la felación al ritmo lento que más me interesaba para no eyacular con demasiada rapidez aunque, como me había dejado debidamente estimulado con su paja, no tardé en darla “biberón” obligándola a mantener todo mi pito introducido en su boca. Carolina, entre evidentes muestras de satisfacción, lo ingirió íntegro.

Entre algunas arcadas, que según me explicó eran consecuencia del descomunal tamaño de mi polla y de la ingente cantidad de “lastre” que la acababa de dar, me la continuó mamando unos minutos más hasta que se la saqué de la boca, me levanté del inodoro y la obligué a doblarse, dándome la espalda, delante de él y con las manos apoyadas en la taza. Como pude me coloqué detrás de ella, para lo que tuve que mantener mi trasero en contacto con la puerta, la subí su menguada falda, la dejé al descubierto la raja vaginal y el culo sin necesidad de quitarla la braga y se la “clavé” hasta el fondo por la seta. Carolina se dejó hacer durante un par de minutos pero luego me indicó que, aunque la encantaba sentir un rabo tan excepcional en su interior, no podía permitir que llegara a descargar libremente dentro de su almeja y menos encontrándose en sus días fértiles, por lo que me pidió que se la sacara para que pudiera ponerme uno de los condones que tenía en su bolso. Se la saqué pero no con intención de usar preservativo ya que me apresuré a colocarla la salchicha en el orificio anal empapada en su flujo y cogiéndola con fuerza de la cintura, la hice apretar al mismo tiempo que lo hacía yo con lo que logré que su ojete dilatara para poder metérsela entera por el culo. Mientras Carolina se mostraba indignada y sorprendida y me dedicaba toda clase de insultos por habérsela “clavado” por detrás, me dispuse a disfrutar durante el mayor tiempo posible de esa penetración pero el poseer a aquella joven, que no dejaba de demostrarme su total oposición a que la enculara, me excitó tanto que exploté con rapidez y aún la estaba echando la leche cuándo me meé. Carolina, más sosegada, me dijo que nadie había osado hacerla semejante guarrada pero que la había encantado sentir caer a chorros mi lluvia dorada en su interior. Como la muchacha estaba aún muy entera y deseaba continuar disfrutando de su estrecho conducto anal después de que la joven parecía haber aceptado que la poseyera por detrás, la di más envites y esta vez lo pude hacer durante varios minutos ya que mi explosión tardó bastante en producirse. Carolina me indicó que, si la daba más leche, la avisara para que, cuándo estuviera a punto, se la sacara con intención de darla un nuevo “biberón” pero, al llegar el momento, se la extraje y la solté el “lastre” en el exterior del chocho, en su arreglado y corto vello púbico y en la parte superior de sus piernas. Acabó tan empapada que tuvo que pedirme que la ayudara a limpiarse pero el papel higiénico que había en el cuarto de baño resultó insuficiente por lo que no tuve más remedio que quitarla la braga y terminar de limpiarla con ella. Cuándo finalicé la labor la devolví la prenda que miró mientras la mantuvo en su mano antes de decidirse a depositarla en la papelera existente en el aseo.

Nos pusimos bien la ropa y salimos del cuarto de baño y de la cafetería para dirigirnos hacía el lugar en el que había dejado aparcado el coche. Me ofrecí a llevarla hasta su casa. Carolina aceptó y al llegar paré el motor. Me preguntó que si había ido a buscarla a la facultad sin otra pretensión que el follármela. No la respondí y me limité a acercar mis labios a los suyos. Mientras nos besábamos apasionadamente con lengua introduje mi mano por debajo de su falda y la sobé el coño a conciencia antes de meterla tres dedos y masturbarla. La joven disfrutó de un par de orgasmos muy seguidos antes de pedirme que dejara de estimularla ya que estaba a punto de mearse y no la parecía apropiado hacerlo dentro de mi coche. En cuanto la saqué los dedos, abrió la puerta y salió al exterior para, en cuclillas, levantándose la falda y tapándose con la puerta, soltar una larga meada que me hubiera encantado beberme. Al acabar se limpió con la mano y volvió a entrar en el coche con intención de que la volviera a besar y de que, dejándoselas al descubierto, la mamara las tetas hasta que me indicó que se la estaba haciendo tarde y que, desde que la había dado por el culo, tenía ganas de defecar y pretendía hacerlo íntimamente en su domicilio. Antes de salir definitivamente de mi coche me dijo que si algún día necesitaba desahogarme sabía donde encontrarla y que si lograba convencer a Iris para que la readmitiera me permitiría que se la “clavara a pelo” y que descargara libremente dentro de su seta siempre que quisiera.

Cumplí con el compromiso que había adquirido con Carolina hablando con Iris a la que intenté convencer de que era una muy digna sucesora de Verónica pero apenas me prestó atención y al final, me dijo y un tanto indignada, que no quería saber nada más de aquella golfa. Aunque me apetecía volver a tirarme a Carolina, la actitud que Iris había adoptado con ella me quitó el valor para ir, de nuevo, a esperarla a la salida de la facultad.

C o n t i n u a r á