Con mucho vicio dentro de mí (Parte 22).

Parte número veintidos de esta historia, que se va acercando a su final y que confío sea del agrado de mis lectores. Espero vuestros comentarios.

Carolina lo tenía todo controlado puesto que un cuarto de hora más tarde Rafael, su supuesto novio, llamaba a la puerta. Lo abrió manteniéndose en braga que el joven la bajó hasta las rodillas en cuanto entró y cerró la puerta para, acto seguido, sacar al exterior, a través de la bragueta del pantalón, su estrecha pero larga y puntiaguda polla que restregó en la desnuda seta de la muchacha mientras la besaba apasionadamente en la boca, la apretaba las tetas con sus manos y cuándo sus labios se separaban, la recordaba lo buenísima que estaba. Un poco más tarde la puso sus manos en la masa glútea y la obligó a mantenerse fuertemente apretada a él y a restregarse mientras frotaba su “delantera” en su torso diciéndola que quería que le estimulara de aquella forma lo que debió de conseguir con rapidez ya que, enseguida, se dirigieron a la habitación en donde Carolina se despojó de la braga y se tumbó boca arriba en la cama para observar a Rafael mientras se quitaba la ropa. En cuanto el chico, en bolas, se acostó a su lado Carolina se la meneó con su mano durante unos instantes, le puso un condón y le indicó que estaba deseando que se la metiera y la jodiera por lo que el muchacho, haciéndola abrir más las piernas, se echó sobre ella, se la “clavó” vaginalmente hasta los huevos y procedió a zumbársela dándola unos envites muy intensos y rápidos entre los constantes gemidos de la muchacha. Debía de encontrarse muy salido ya que un par de minutos más tarde y mientras Carolina le sonreía, la extrajo el rabo enfundado en la goma con la punta a rebosar de leche.

Sin quitarse el preservativo hizo que Carolina se colocara a cuatro patas y cogiendo del cajón la “serpiente” se la introdujo vaginalmente con lo que empezó a gotearla flujo y a llegar una y otra vez al clímax. En pleno éxtasis, la dejó de estimular a través de su húmeda almeja y de una manera un tanto brusca, la hizo volver a tumbarse boca arriba y permanecer con las piernas dobladas sobre ella misma. En esa posición la abrió el ojete con los dedos, se lo lamió y la metió sin demasiadas contemplaciones el puño con el que procedió a forzarla mientras la decía que quería ver como se sobaba el chocho y oírla suspirar de placer como la guarra y viciosa perra que era. Sus gemidos y algún que otro quejido a cuenta de la fuerza con la que Rafael la estaba forzando analmente, no dejaron de escucharse hasta que Carolina le dijo que estaba a punto de mearse y de cagarse y que, a menos que la sacara el puño de inmediato, no iba a poder responder de su pis ni de su caca. El chico se lo extrajo con bastante brusquedad y Carolina, un tanto molesta y resentida, se levantó apresuradamente de la cama para dirigirse al cuarto de baño con la “serpiente” dentro de su coño del que no cesaba de gotearla orina.

Mientras Carolina regresaba Rafael se quitó el condón y se meneó la salchicha con intención de que se le volviera a poner tiesa pero no lo consiguió y en cuanto la joven volvió a acostarse a su lado la hizo ponerse boca abajo entre sus abiertas piernas para que se la chupara hasta que, al cabo de unos minutos, lució bien erecta. La chavala le puso un nuevo preservativo y colocándose en cuclillas sobre él, se la metió vaginalmente y procedió a cabalgarle mientras su pareja la apretaba con fuerza las tetas y la indicaba que tenía que esmerarse para hacerle disfrutar de un gusto impresionante. De nuevo, eyaculó con bastante rapidez mientras obligaba a Carolina a ingerir la leche que se conservaba en el condón que había usado en la primera penetración. La chica se encontraba en pleno orgasmo y con la goma puesta y al echarla poca cantidad de “lastre”, no se debió de percatar de su descarga por lo que le siguió cabalgando hasta que notó que estaba perdiendo la erección y le preguntó:

- “¿Ya me la has dado?” .

Rafael la contestó afirmativamente con la cabeza y Carolina se incorporó, le quitó el condón y le volvió a chupar la tranca poniéndose de rodillas a su lado para permitir que su pareja la tocara las tetas, la seta y el culo mientras se esmerara intentando que recuperara la erección cosa que, aunque se pasó un montón de tiempo mamándosela, no logró mientras el chico conseguía que, a base de presionarla la vejiga urinaria, volviera a sentir una imperiosa necesidad de mear por lo que Carolina, olvidándose de la felación, se incorporó rápidamente para evitar mojar la cama y como mal menor y manteniéndose de pie, dejó que su orina la mojara las piernas y se depositara en el suelo mientras Rafael la mantenía bien abiertos los labios vaginales con sus dedos y la decía:

- “Ole, ole y ole. Vivan las hembras guarras y meonas” .

La joven, al terminar, se volvió a acostar y Rafael, después de llamarla cerda y golfa, procedió a “clavársela” sin condón por la almeja pero por más que lo intentó con embestidas rápidas y lentas no consiguió que la verga llegara a ponérsele más allá de a “media asta” por lo que acabó sacándosela para que la joven se la volviera a “cascar” mientras él se daba un buen lote con sus tetas. Pero, como aquello tampoco dio el resultado pretendido, la echó en cara que no le supiera estimular y enfadado, se levantó de la cama, abandonó la habitación y procedió a pajearse mientras iba observando la variada colección de prendas íntimas femeninas que teníamos expuestas por la casa. Más que la ropa interior ó los “felpudos” pélvicos, Rafael se dedicó a mirar las fotografías, en su mayor parte de Candelas, Iris y Verónica en posiciones de lo más sugerentes, que se encontraban colgadas en las paredes entre la ropa íntima. Se recreó, sobre todo, con las imágenes en las que, a cuatro patas, las jóvenes se mostraban bien ofrecidas y en los primeros planos que había obtenido de sus tetas, de su jugoso chocho y de su apetecible orificio anal mientras los mantenían bien abiertos por sus manos hasta que exclamó:

- “La cantidad de abiertos, deseables y húmedos chuminos que hay en estas fotografías” . “Que gustazo debe de dar el correrse dentro de ellos” .

Carolina, colocándose a su lado, le dijo que era un autentico cabronazo que no pensaba en otra cosa que no fuera en joder y en echar “lastre” a unas y a otras. Rafael la recriminó aquel comentario con la mirada antes de que la muchacha le volviera a menear la chorra mientras le hacía centrar su atención en las fotografías de Iris, a la que presentó como la guarra de su señora. El chico no dudó en reconocer que la “tía” estaba realmente buena y que tenía que ser una verdadera delicia y una experiencia inolvidable el cepillársela antes de pedirla que le indicara cuales de las prendas íntimas allí expuestas había usado Iris. Después de examinarlas con detenimiento e interés, intentó que su olfato quedara impregnado en la “fragancia” que había quedado depositada en la ropa de Iris mientras Carolina, al observar que se le había vuelto a poner tiesa, procedía a “cascársela” con movimientos rápidos y muy enérgicos. Rafael la apretó a él y la tocó primero las tetas y más tarde la masa glútea mientras la comentaba que le parecía una idea excelente la de exhibir las prendas íntimas usadas por sus conquistas y que iba a iniciar su propia colección con la ropa interior utilizada por ella por lo que quería que, desde ese momento, se la fuera dando. Carolina no le contestó pero, mientras Rafael volvía a recrearse mirando las fotografías y ella se la meneaba de una manera muy rápida sin dejar de animarle a descargar, soltó, aunque en escasa cantidad, otra lechada. La joven, que continuó “cascándosela”, le recriminó que, excepto en su primera eyaculación, echara tan poca cantidad de lefa. Rafael no la hizo ningún caso y en cuanto dejó de estimularle el cipote, la miró con gesto despectivo y se separó de ella para dirigirse al cuarto de baño en donde meó. Al volver a la habitación, Carolina, en bolas, estaba recogiendo del suelo su lluvia dorada. Su pareja la miró en silencio durante unos instantes antes de acercarse a ella para que le volviera a chupar el ciruelo mientras le acariciaba los huevos hasta que, viendo que la minga no reaccionaba con esos estímulos y se mantenía flácida, desistió y empezó a vestirse. Cuándo Carolina se disponía a recoger la leche que se había depositado en el suelo del salón tras su última explosión, la indicó que al día siguiente quería que le abriera la puerta vistiendo una falda lo más corta posible y sin braga y que se la iba a meter por el culo. Después y haciendo que se incorporara, la sobó el coño y las tetas y tras darla un breve beso en la boca, salió de la habitación y de la vivienda.

C o n t i n u a r á