Con mucho vicio dentro de mí (Parte 21).
Parte número veintiuna de esta historia que confío sea del agrado de mis lectores. Espero vuestros comentarios.
Iris intentó suplir a Verónica complaciéndome en todo y a todas horas pero, poco a poco, el desgaste que sufría la fue pasando factura y como no disponía de tiempo para recuperarse de una sesión para otra comenzó a perder peso lo que para una joven tan delgada como ella era como convertirse en anoréxica por lo tuvo que reconocer que no me podía dar toda la satisfacción sexual que la demandaba y atender debidamente su trabajo y la casa por lo que pensamos en contratar a una asistenta que se ocupara de las distintas labores domésticas ya que, aunque la propuse que se encargara también de las comidas, la cocina era un territorio vetado por Iris para su uso personal.
Mientras se entrevistaba con las posibles candidatas Sara, una viuda entrada en años que vivía cerca de nosotros y con la que había hecho amistad de tanto coincidir en el supermercado, se ofreció a ocuparse de la vivienda. Como había estado trabajado en una empresa de limpieza hasta que, unos meses antes, se había jubilado no existía la menor duda de que tenía la suficiente experiencia aunque era de baja estatura, obesa y estaba dotada de unas tetas impresionantes que la tenían que pesar lo suyo, un estómago tan abultado que parecía que estaba a punto de parir y por partida doble y un culo tan voluminoso que bien podía servir como pista para un circo lo que me hizo pensar en la talla de la ropa interior que tenía que usar y en la posibilidad de que nos rompiera el inodoro si se tiraba un pedo mientras defecaba. Sara resultó ser eficiente pero su excesiva gordura la obligaba a sentarse y a descansar durante unos minutos cada poco tiempo, la hacía sentir un desmesurado calor por lo que solía permanecer ligerita de ropa sin que fuera un espectáculo demasiado aconsejable el verla lucir sus grasas y sus lorzas en ropa interior y la impedía acceder a lugares que se encontraran elevados.
Como Iris entendía que Sara nos estaba haciendo un gran favor al atender nuestro domicilio, no tardó en elegir entre las candidatas a Carolina, una joven que quería obtener unos ingresos compaginando sus estudios universitarios con las labores domésticas de nuestra residencia. Pocas semanas más tarde Iris comenzó a quejarse de la escasa rentabilidad que la muchacha obtenía del tiempo que pasaba en la vivienda y se dio cuenta de que no había estado muy acertada con su elección al observar que Carolina llegaba la mayoría de los días luciendo un nuevo “chupetón” en su cuello. Pero no lo dio más importancia hasta que un día se encontró encima de una mesilla de nuestra habitación uno de sus “juguetes” empapado en flujo. Iris me aseguró que la última vez que lo había usado con ella lo había limpiado y guardado. El “artilugio” en cuestión era una especie de estrecha y larga serpiente que, provista de una piel fina y sedosa, cuándo entraba en contacto con la “baba” vaginal se deslizaba con suavidad en el interior de su seta, la atravesaba el útero y se iba enroscando a sus ovarios lo que la permitía disfrutar de unos orgasmos continuados e intensos mientras soltaba masivamente jugo. El aparato disponía de una pera en la cola con la que lograba que, una vez dentro de ella, aumentara de volumen y la succionara y de una larga lengua en la cabeza que se podía acoplar a la abertura de su vejiga urinaria para írsela estimulando hasta provocarla la meada. Alguna vez se lo había introducido por el culo, con intención de verla evacuar ó de ingerir su caca, con lo que Iris se veía en la obligación de apretar sus paredes réctales al “juguete” que, al ir aumentando de volumen, la iba predisponiendo para la defecación.
Iris, al ver que no la hacía el menor caso ya que me daba la impresión de que la había tomado con Carolina y que sus sospechas eran infundadas, decidió comentarlo con Sara que la dijo que la mejor manera de salir de dudas era que un cuñado suyo nos instalara un circuito cerrado de televisión de bajo coste para conocer lo que, en realidad, hacía la chica mientras permanecía en la vivienda. Aunque seguía considerando que Iris se estaba equivocando, accedí a ello pensando que nos vendría bien para poder grabar algunas de nuestras sesiones sexuales. La primera noche después de instalarlo vimos con sorpresa que Carolina se dirigió a nuestra habitación en cuanto se quedó sola en donde, impresionada por los espejos con los que habíamos cubierto las paredes y el techo, se desnudó lentamente y tras recrearse mirando su cuerpo sin ropa, se acostó boca arriba muy abierta de piernas en la cama y procedió a “hacerse unos dedos” antes de localizar y usar un vibrador de Iris que, poniéndose a cuatro patas, se metió y durante bastante tiempo tanto por delante, hasta que empezó a sufrir pérdidas urinarias, como por detrás, hasta que sintió una imperiosa necesidad de defecar y se dirigió al cuarto de baño.
Aquello fue sólo el principio puesto que, acababa de evacuar y de vestirse manteniendo aún su almeja bien húmeda, cuándo dos amigos suyos llamaron a la puerta. Les abrió y los tres se encaminaron rápidamente a nuestra habitación en donde los chicos la besaron en la boca mientras la tocaban el culo a través de su ropa antes de hacer descender hasta los tobillos su pantalón y su calzoncillo para dejar al descubierto sus atributos sexuales. Carolina, quedándose en braga, se puso en cuclillas delante de ellos, que permanecieron de pie y comenzó a chuparle la pilila a uno de ellos mientras se la “cascaba” al otro pero, en cuanto se les puso a ambos bien tiesa, se las metió al mismo tiempo en la boca y les efectuó una felación conjunta. Uno de los jóvenes descargó rápidamente dándola tal “biberón” que la leche se la salía por las comisuras de los labios y la caía en las tetas. Al acabar de eyacular el joven perdió la erección por lo que Carolina se sacó su pirula de la boca y se la volvió a menear con su mano vigorosamente intentando que se le volviera a poner tiesa sin haberlo conseguido cuándo intuyó que el segundo estaba a punto de explotar por lo que dejó de chuparle el pito, se lo extrajo de la boca y olvidándose por completo del otro chico, se lo “cascó” enérgicamente haciéndole echar un polvazo impresionante. En cuanto terminó de salirle “lastre” ambos se cubrieron los atributos sexuales mientras Carolina procedía a limpiar el suelo en el que se habían depositado los chorros de leche que había echado el segundo joven lo que el primero aprovechó para ponerse de rodillas detrás de ella y sobarla repetidamente la raja vaginal a través de la braga diciéndola que confiaba en no tardar demasiado en poder disfrutar de su abierto, amplio y jugoso chocho. Carolina volvió la cabeza y le sonrió pero daba la impresión de que aquel tipo de encuentros se había convertido en algo rutinario para ella por lo que se apresuró a acabar de limpiar el suelo para incorporarse con intención de que la dejara de tocar el coño y no tardar en deshacerse de sus amigos.
C o n t i n u a r á